Día de Muertos
Hace muchos años, cuando cursaba la educación primaria, era común en estas fechas encontrarme con problemas por no celebrar Halloween y Día de Muertos. Los profesores, compañeros y directivos se empeñaban en convencerme (y a mis padres) de participar en la elaboración de ofrendas y en los convivios organizados para afianzar lazos de compañerismo.
Uno de los argumentos más recurrentes era que, a pesar de mis creencias, no debía prestar oposición a tradiciones nativas de nuestra cultura, puesto que no tienen una connotación religiosa. Otro menos frecuente, pero incluso más potente, era que no participar, perjudicaría mis calificaciones.
El primer argumento siempre me causó conflicto, incluso siendo muy niño, porque ¿en qué cabeza cabe pensar que, creer que las almas de los muertos vuelven a la vida en un momento específico del año, no tiene nada que ver con la religión? El mundo tiene una respuesta tristemente vaga: No es una celebración sobre Dios o el Diablo.
En un primer momento podría sonar convincente. Realmente Día de Muertos no se trata (directamente) de Dios. Pero sí sobre el mundo espiritual y sobre nuestra naturaleza. Día de Muertos consiste en celebrar y reconocer a los muertos y en comunicarse unilateralmente con ellos colocando ofrendas. Es una forma de manifestar nuestra veneración a ellos como si pudieran oírnos, vernos y compartir tiempo con nosotros. Es, de algún modo, ignorar lo que Dios nos dice acerca de ellos:
"Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido." Eclesiastés 9:5
¿Qué tiene de malo celebrar Día de Muertos? Como todas las festividades del mundo, nos aleja de Dios. Distrae nuestra atención de lo que realmente debería importarnos: La vida. La de ahora y la del futuro. Nuestra vida es un breve periodo en el que podemos crecer y desarrollarnos en todo aspecto (Espiritual, física, moral, intelectual, artísticamente), para después ser dignos de ser llamados hijos por Dios. Tenemos un tiempo limitado para ser humanos como para desperdiciarlo mirando hacia atrás, anhelando a quienes ya descansan. ¿No es de más provecho ver hacia adelante?
Habrá quienes piensen que es una exageración alejarse de las festividades del mundo, que estando bien enfocado, nada puede removernos de nuestra consolidación como parte de la familia del Padre. ¡Pero este pensamiento es tremendamente peligroso! Recordemos lo que Santiago nos dice: "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" Santiago 2:10. Y ¿cuál mandamiento estamos rompiendo al celebrar las fiestas del mundo? Cristo mismo puede darnos la respuesta en Marcos 12:29-30
"Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento".
Estos argumentos difícilmente serían escuchados por el cristianismo en general. Y si lo comparto es porque sé que algunos libramos una batalla constante por alejarnos del mundo y sus festividades. Mantengámonos firmes, en constante estudio y oración, para que todo lo que hagamos (y no hagamos) sea para Honra de Dios.
"Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas" Apocalipsis 4:11