¡Encuentran restos del templo en tiempos de Jesucristo!
Durante su ministerio en la Tierra, uno de los lugares que Jesucristo frecuentaba para enseñar era el templo en Jerusalén, con su masivo complejo de edificios, aposentos, columnas y pórticos comenzados por Herodes el Grande (el mismo que intentó matar a Jesús en Belén cuando era solo un pequeñito).
Según los registros de los evangelios, Jesús enseñaba periódicamente allí cuando viajaba a Jerusalén. Lucas 19:47 dice que Jesús “enseñaba cada día en el templo”.
Después de su muerte y resurrección, el templo siguió siendo el punto focal de la Iglesia primitiva. Hechos 2:46 dice: “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. Luego leemos: “Un día subían Pedro y Juan al templo a las tres de la tarde, que es la hora de la oración”. En esta ocasión sanaron a un hombre cojo, causando gran consternación entre la multitud (Hechos 3:1-11, Nueva Versión Internacional). Y aunque ambos apóstoles fueron golpeados y encarcelados por sus enseñanzas, “todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo” (Hechos 5:42).
El templo mismo –una pequeña parte del enorme complejo de 35 acres– estaba vedado a todos excepto al sacerdocio, pero los patios que lo circundaban estaban atochados de miles de adoradores, que llegaban a un millón o más durante los festivales religiosos anuales de Pascua, Pentecostés y la Fiesta de Tabernáculos.
Alrededor de los patios y en las orillas del inmenso complejo, masivas columnas de 30 metros servían de apoyo a enormes arcos donde los adoradores podían encontrar sombra y protegerse del candente sol de Jerusalén. Es probable que Jesús y los apóstoles hayan enseñado en lugares como estos.
Todo el complejo del templo era famoso por su belleza y la exquisita mano de obra de su construcción. En una de las últimas visitas de Jesús al templo, uno de sus discípulos exclamó: “Maestro, mira qué piedras, y qué edificios” (Marcos 13:1). Otros “hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas” (Lucas 21:5). ¡Indudablemente, el templo era un hermoso espectáculo!
Adelantémonos unos 40 años hasta 70 d. C. Los judíos, que se habían rebelado contra los invasores romanos, fueron acorralados y sitiados en Jerusalén. El complejo del templo, con sus masivas murallas y su elevado emplazamiento sobre la ciudad, era un puesto defensivo clave para los combatientes judíos. Después de un largo acoso, las legiones romanas lograron penetrarlo y el Monte del Templo se convirtió en un campo de batalla.
El poderío romano se impuso, y los judíos fueron masacrados o vendidos como esclavos. El templo mismo fue destruido, al igual que los hermosos y elaborados corredores y pórticos arriba del Monte del Templo. Finalmente, toda la parte superior del Monte del Templo fue arrasada y abandonada. Tal como Jesús había predicho, ni siquiera una piedra del templo y sus hermosos alrededores quedó encima de otra (Mateo 24:2).
El Monte del Templo quedó abandonado por años. Existe cierta evidencia histórica y arqueológica de un santuario a Júpiter y de una iglesia bizantina que fueron construidos sobre la gigantesca plataforma donde una vez se erigía el templo. La mayoría de los judíos que volvieron a Jerusalén se negaron a poner un pie allí por temor a pisar involuntariamente el lugar donde antes se encontraba el Lugar Santísimo del templo, un área prohibida para todos, menos para el sumo sacerdote.
Adelantémonos ahora otros seis siglos. Los ejércitos del islam, que habían capturado Jerusalén en 638, construyeron el Domo de la Roca en el Monte del Templo en 692, en la misma área donde había estado el templo de Herodes. Excepto por un breve periodo en que los cruzados controlaron el Monte el Templo, desde 1099 hasta 1187, este ha estado bajo dominio de los musulmanes hasta hoy día.
En décadas recientes, funcionarios de la Autoridad Palestina han negado que alguna vez haya existido un templo judío en el Monte del Templo, a pesar de la evidente arquitectura del periodo herodiano de los restos de la plataforma y de los numerosos artefactos e inscripciones relacionados con el templo que se han hallado en sus alrededores. Y aunque el Monte del Templo es uno de los lugares arqueológicos más significativos del mundo entero, las autoridades musulmanas que controlan el área se han resistido tenazmente a permitir cualquier exploración científica de la zona.
Empezando en 1999, los musulmanes que controlan el Monte del Templo han hecho grandes esfuerzos que parecen diseñados para borrar toda evidencia física que todavía pueda quedar del templo de Herodes. Durante tres días, llevaron al lugar maquinaria para la remoción de tierra y excavaron aproximadamente unas 400 camionadas de tierra y escombros del Monte del Templo para la construcción de una gigantesca mezquita subterránea, arrojando el material en un valle cercano. ¡Nunca se imaginaron que al hacerlo, involuntariamente ayudarían a sacar a la luz restos del templo de Herodes que no se habían visto por casi 2000 años!
Algunos arqueólogos israelíes, una vez que reconocieron de dónde procedían los escombros, establecieron lo que llamaron “Proyecto de Cernido del Monte del Templo”, para examinar acuciosamente cada partícula que desecharon los musulmanes en el proceso de llevar a cabo su construcción ilegal. A partir de entonces, voluntarios de todo el mundo han encontrado entre los escombros que han cernido miles de artefactos, que van desde objetos de arcilla y fragmentos de lámparas hasta joyería, monedas y medallas religiosas que se habían perdido y estuvieron sepultadas en el Monte del Templo por muchos siglos.
Después, en septiembre de 2016, los arqueólogos dieron a conocer su más fascinante hallazgo hasta la fecha: una serie de elaboradas baldosas para el piso, que probablemente adornaban los patios y pórticos que rodeaban el templo de Herodes antes de que fuera destruido por los romanos.
“Esto representa la primera vez que los arqueólogos han podido restaurar con éxito un elemento perteneciente al complejo del segundo templo herodiano”, declaró Zachi Dvira, cofundador y director del Proyecto de Cernido del Monte del Templo en un comunicado de prensa el 9 de septiembre. “Nos ha permitido formarnos una idea del increíble esplendor del templo”, agregó el Dr. Gabriel Barkay, cofundador y codirector del proyecto.
Las baldosas de piedra fueron creadas según un estilo llamado opus sectile, expresión latina que equivale a “obra cortada”. La técnica, nunca vista en la Tierra Santa antes del reinado de Herodes el Grande (quien había vivido anteriormente en Roma y era un gran admirador de la arquitectura y la ingeniería romana), consistía en cortar y pulir trozos de piedras de colores para después pegarlos formando figuras geométricas. Pisos similares se instalaron en algunos de los otros proyectos de construcción de Herodes, incluyendo sus palacios en Jericó, Masada y Herodium.
“Los segmentos de baldosa fueron ensamblados perfectamente, tanto así, que uno ni siquiera puede insertar una navaja filuda entre ellos”, dijo Frankie Snyder, investigadora del proyecto de cernido y experta en pisos de la época herodiana. Hasta el momento se han recuperado aproximadamente 600 fragmentos de piedras de colores, de los cuales más de 100 pertenecen a la época del templo de Herodes.
Tal vez a estas baldosas se refería el historiador del primer siglo Flavio Josefo, cuando al describir el atrio del templo dijo que estaba “completamente pavimentado con piedras de varios tipos y colores”. Posteriormente, al describir el complejo del templo, el Talmud dijo que tenía “filas de piedras de colores”.
El arqueólogo Leen Ritmeyer, que quizá sea el más grande experto en lo que respecta al Monte del Templo, sugiere que las piezas originalmente eran parte de pisos decorados de los otros edificios y/o de las muchas áreas con arcos y columnas que circundaban el templo mismo.
“Ahora, como resultado de las habilidades matemáticas de Frankie Snyder, hemos podido recrear los diseños originales de las baldosas”, dijo el Dr. Barclay. “Esto representa la primera vez que podemos ver con nuestros propios ojos el esplendor de los pisos que decoraban el segundo templo y sus anexos hace 2000 años.
“Y aunque no hemos tenido el privilegio de ver el templo en toda su gloria, con el descubrimiento y restauración de estas singulares baldosas ahora podemos entender y apreciar mucho más el segundo templo, aunque sea mediante esta característica única e inconfundible”. BN