¿Puede una mujer ser pastora de una Iglesia, o estar al frente de una congregación?
La Biblia nos da las respuestas a nuestras preguntas. En el caso presente, la instrucción del apóstol Pablo es muy clara y tácita respecto a las mujeres. La mujer no debe enseñar, ni instruir, ni educar en las congregaciones, es decir durante los Servicios de culto a Dios. La mujer debe aprender en silencio, con toda sujeción. Porque Dios no permite a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino permanecer en silencio durante los Servicios. El apóstol Pablo agrega: Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión (1 Timoteo 2:11-14).
Dios encargó el papel de la enseñanza a los hombres fieles de la Iglesia que sean idóneos, maridos de una sola mujer, sobrios, prudentes, decorosos, hospedadores, aptos para enseñar y que conozcan y practiquen las instrucciones que emanan de las Sagradas Escrituras (1 Timoteo 3:2; 2 Timoteo 2:2). Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, y aun sufrido (2 Timoteo 2:24).
El apóstol Pablo, en relación a la enseñanza de las mujeres, dice: “vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación.” (1 Corintios 14:34-35).
La palabra griega para “hablar” es “laleo” la cual significa, anunciar, dar a conocer, decir y predicar. Mientras que la palabra griega para “enseñar” es “didasko” que a su vez significa, instruir, aprender y enseñar. Es decir que si una mujer, diciéndose a sí misma pastora, se pone a enseñar en una determinada congregación de personas, eso es absolutamente anti bíblico, porque va en contra de las instrucciones y enseñanzas de Dios.
Dios ha establecido un orden de prioridades espirituales las cuales debemos aprender, respetar y obedecer. Dios Padre es la cabeza de Cristo. Cristo es la cabeza del hombre y el hombre es la cabeza de la mujer (1 Corintios 11:3). En ninguna parte de las Escrituras, se menciona que las mujeres se encuentren a cargo de la enseñanza de la Palabra de Dios. Sin embargo, en ciertos casos, se les ha dado el papel de diaconisas a mujeres que se distinguieron por su dedicación y fidelidad (Romanos 16:1-2). Una diaconisa no enseña, solamente ayuda y sirve de apoyo, en silencio, a los miembros de una congregación (1 Timoteo 3:8).
Por supuesto que eso no significa que el hombre vaya a enseñorearse sobre la mujer. Todo lo contrario, Dios instruye a los esposos que deben vivir sabiamente con sus esposas, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que sus oraciones puedan ser escuchadas por nuestro Creador y Padre (1 Pedro 3:7). De manera similar, Dios instruye a las esposas a permanecer sujetas en mansedumbre a sus esposos, dando ejemplo para que aquellos que no creen en la Palabra de Dios, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas (1 Pedro 3:1).
Por supuesto que la Biblia está llena de ejemplos de mujeres virtuosas que actuaron con fe, amor, humildad, obediencia y modestia. Pero ninguna de ellas enseñó en las congregaciones.
Finalmente, el libro de Proverbios agrega: La mujer virtuosa es corona de su marido… (Proverbios 12:4). Mujeres de tales características espirituales, no solo honran y enaltecen a su esposo y su familia, sino que además son un ejemplo decoroso dentro de la familia de la fe.