¿Es la fe lo único necesario para obtener el don de la salvación de Dios?
Probablemente haya visto panfletos religiosos que citan Romanos 10:9: “. . . si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”; o tal vez Hechos 16:31: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”.
Si hacemos tales cosas, nos aseguran estas publicaciones, tenemos garantizada la promesa de la vida eterna. ¿Pero es esto lo único que se debe hacer? ¿Es la fe lo único que Dios requiere de nosotros para la salvación? Algunos creen que estos dos pasajes son la última palabra sobre el tema. ¿Será cierto?
Si usted ha estudiado suficientemente las Escrituras, probablemente haya notado que necesita buscar y analizar varios versículos a través de la Biblia para formarse una idea global. Debemos revisar todo lo que dice la Biblia sobre un tema para entenderlo adecuadamente. Y si queremos recibir de Dios el don de la vida eterna, pocas cosas pueden ser más importantes que entender lo que debemos y no debemos hacer.
Creer es fundamental, pero ¿ lo es todo?
Sin duda es esencial creer en Dios el Padre y en Jesucristo, su Hijo, conforme revelan las Escrituras. Como nos dice Hebreos 11:6: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Así que creer en Dios, con una fe viva, es indispensable para agradarlo y recibir su regalo de salvación.
Y la salvación, la vida eterna, es la dádiva que Dios nos otorga por gracia, es decir, por su amorosa disposición a ser benévolo y compasivo con nosotros, como explica Efesios 2:8-9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y esto no de vosotros; pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación es el regalo de Dios, que no podemos ganar ni merecer por nuestro esfuerzo. Nadie podrá jamás jactarse de haber ganado o de merecer el don de la vida eterna.
No obstante, la fe y la gracia no son suficientes. ¿Es posible que hagamos cosas, o dejemos de hacerlas, que nos impidan recibir ese maravilloso regalo de Dios? ¡La respuesta es vital para su relación con Dios y para su futuro!
En realidad, la Biblia muestra que Dios establece ciertas condiciones para poder recibir la salvación. Cumplir estas condiciones hará posible que recibamos ese regalo, pero no cumplirlas puede impedir que lo recibamos. ¿Cuáles son esas condiciones?
No hay ejemplo mejor de lo que debe hacerse para recibir vida eterna que Jesucristo. Después de todo, ¡es por medio de él que la recibimos!
En Hebreos 5:8-9 Jesús es llamado el autor de nuestra salvación: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (énfasis nuestro en todo este artículo).
¿Pueden tener condiciones los regalos?
Puesto que la salvación es un regalo de Dios, ¿a qué se refiere este pasaje cuando habla de “eterna salvación para todos los que le obedecen”? Si tenemos que hacer algo para recibir el obsequio de la salvación de Dios, ¿cómo puede ser un regalo?
Hagamos una analogía: si alguien ofrece enviarle 100 USD siempre y cuando usted le envíe un sobre predirigido con franqueo prepagado, esa persona estaría ofreciéndole un regalo, pero el hecho de creer que le van a enviar el dinero no significa que ya lo ha recibido. Si usted no envía dicho sobre, tampoco va a recibir el dinero, por mucho que proteste, ya que no cumplió con la condición impuesta.
Por otro lado, si usted envió el sobre que le pidieron y recibió el dinero, ello no significa que merecía el regalo. Solo significa que cumplió con las condiciones requeridas.Si no le hubieran ofrecido el inesperado regalo, usted podría haber enviado cientos de sobres y nunca recibirlo, pues no tenía derecho a nada. El hecho de que haya condiciones para recibir un regalo no menoscaba su valor. ¡Millones de personas no logran entender este simple hecho y, como resultado, no se dan cuenta de que corren el riesgo de perder el invaluable don de la salvación de Dios!
¿Qué debemos hacer?
Puesto que Jesús es el autor de nuestra salvación, examinemos algunas de sus declaraciones, que nos dicen lo que debemos hacer para recibir ese don de la salvación, que comprende vivir eternamente a su lado.
En Mateo 7:21 Jesús dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Jesús dejó claro que solo reconocerlo como Señor y Maestro, diciendo: “Señor, Señor”, no es suficiente. Para heredar el Reino de Dios tenemos que hacer algo. Debemos hacer la voluntad del Padre, como Jesús claramente lo manifestó.
Jesucristo desea que entendamos que la vida eterna es mucho más que una simple creencia o aceptación mental. Nuestra convicción de que él es nuestro Salvador debe ser algo más que un pensamiento agradable y reconfortante o un concepto intelectual. Jesús advierte que simplemente invocar su nombre o reconocerlo como “Señor” no es suficiente. En cierta ocasión, un joven rico le preguntó a Jesús cómo podía recibir la vida eterna: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mateo 19:16). La respuesta de Cristo, en el versículo 17, podría sorprender a algunos que creen que obedecer la ley de Dios es innecesario y que Cristo ya la obedeció por nosotros, de modo que no tenemos que hacer nada. Jesús respondió: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.
Jesús no se limitó a responderle que solo necesitaba creer en Dios, o en él. En cambio, le dijo que para recibir el don de la vida eterna debía obedecer los mandamientos de Dios. ¡No pudo ser más claro!
Como señala el apóstol Santiago, la fe no tiene sentido a menos que esté respaldada por acciones y obediencia: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen,y tiemblan” (Santiago 2:19). Si pensamos que la fe es todo lo que necesitamos para la salvación, estamos muy equivocados.Como Santiago nos dice, los espíritus demoniacos creen plenamente en la existencia del único Dios verdadero. Ellos saben, además, que Jesús es el Hijo de Dios que resucitó de los muertos. ¡Pero la creencia de los demonios –en este sentido– no significa que ellos son salvos!
Santiago, medio hermano de Jesucristo, continúa explicando que la fe (es decir, la creencia y confianza en Dios) y la obediencia van de la mano: “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (vv. 20-22).
Como vemos, Santiago explicó que actuar obedientemente como resultado de nuestra fe mantiene nuestra relación con Dios y conduce a una mayor fe y obediencia, como es su deseo. Sin obras que la respalden, nuestra fe en realidad está muerta: es inservible y carece de valor.
El bautismo y la imposición de manos
En Marcos 16:16 Jesús impuso otra condición para el regalo de la vida eterna de Dios: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. El bautismo –mediante una completa inmersión en agua– es un acto simbólico que representa la muerte y purificación de nuestra vieja naturaleza pecaminosa y el comienzo de una nueva vida de servicio a Dios, tratando de evitar el pecado (Romanos 6:1-23). A través de este acto, simbólicamente eliminamos y sepultamos el viejo ser con sus pecados y resucitamos de una tumba acuática a una vida nueva, como una persona nueva.
El bautismo debe ser seguido por la imposición de manos llevada a cabo por un verdadero ministro de Jesucristo, la cual nos permite recibir el Espíritu Santo de Dios y pertenecer verdaderamente a él (Hechos 8:17; Romanos 8:9). A menos que entreguemos nuestras vidas a Dios a través del bautismo y la imposición de manos para recibir su Espíritu, como se nos ha instruido, es imposible cumplir (consciente o inconscientemente) con los prerrequisitos para obtener el don de la salvación.
El apóstol Pedro también habló de estas condiciones para recibir el Espíritu de Dios cuando dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Arrepentimiento significa dejar de desobedecer a Dios y empezar a obedecerlo. Una vez más vemos que el bautismo y el compromiso de obedecer son indispensables en el proceso de salvación. Jesús les responde a quienes ignoran estas y otras instrucciones bíblicas: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).
En Mateo 10:22 y 24:13 Jesús estableció otra condición que debemos cumplir para recibir la dádiva de la salvación de Dios: “El que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Algunos creen en la enseñanza no bíblica de la “seguridad eterna” o “una vez salvos, siempre salvos”. Sin embargo, como Jesús directa y claramente implica aquí, podemos perder la salvación si no perseveramos hasta el fin.
Una vez que nos comprometemos a obedecer a Dios y nos sometemos a su voluntad, debemos mantener el rumbo hasta el finaly no mirar hacia atrás (Lucas 9:62). Incluso el apóstol Pablo se dio cuenta de que tenía que disciplinarse para permanecer en total sujeción a Dios, y lo manifestó así: “. . . no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:27). ¡Pablo comprendía claramente que si era negligente podría perder el regalo de la salvación de Dios! (compare con Hebreos 2:1-3).
La salvación es gratuita, pero no barata
Tal vez haya oído la expresión “La salvación es gratuita, pero no barata”. El regalo de la vida que Dios nos ofrece le costó a Jesucristo su vida.Él, el Hijo mismo de Dios, voluntariamente murió para que nosotros pudiéramos recibir de su Padre el maravilloso don de la vida eterna. Del mismo modo, el Padre pagó un alto precio cuando “dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16).
Es lógico, entonces, que Dios espere que a cambio le entreguemos nuestras vidas, como dice Jesús en Lucas 14:26-27: “Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Nueva Versión Internacional).
Nuestro amor y compromiso con Jesucristo y Dios el Padre deben ser más importantes para nosotros que cualquier otra relación. Cada uno de nosotros debe estar dispuesto a cargar su “cruz” y seguir fielmente a Jesús, incluso cuando la vida nos presente los retos más difíciles.
Los versículos 28-33 de Lucas 14 siguen ampliando este mismo concepto, y nos instan a considerar cuidadosamente que aceptar el don de la vida eterna tuvo el más alto costo imaginable. “De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes,no puede ser mi discípulo” (v. 33, NVI). ¡Así como Jesucristo dio su vida por nosotros, debemos estar dispuestos a dar la nuestra para seguirlo!
Entonces, volviendo al título de este artículo, ¿es la fe lo único que se necesita para recibir el don de la salvación de Dios? Claramente, la respuesta es no. La Palabra de Dios explica ciertas condiciones que debemos cumplir. Asegurémonos, como se nos exhorta en Hebreos 2:3, de ¡no descuidar “una salvación tan grande”!