¿Tiene alguna importancia el matrimonio?
El matrimonio es el pilar fundamental de la familia, las familias son los pilares fundamentales de las comunidades, y las comunidades son los pilares fundamentales de la sociedad. Cuando los matrimonios y las familias se desintegran, también lo hacen las comunidades y, finalmente, las sociedades y civilizaciones en general. Este es el patrón que hemos visto a lo largo de la historia y que estamos viendo nuevamente con el creciente deterioro de los cimientos sociales.
Examinemos los costos que tiene el degradar y desechar la institución matrimonial. Un estudio sin precedentes realizado en 2008, titulado The Taxpayer Costs of Divorce and Unwed Childbearing (El costo del divorcio y los hijos fuera del matrimonio para los contribuyentes), concluyó que el quiebre de la familia les cuesta a los contribuyentes estadounidenses un mínimo de 112 mil millones de dólares anuales, o más de un billón en una sola década.
Esta cifra incluye los grandes costos ocasionados por “la alta tasa de crímenes, abuso de drogas, fracaso académico, enfermedades crónicas, abuso infantil, violencia doméstica, pobreza, mayores gastos en bienestar social y educación especial y de refuerzo . . . y astronómicas alzas en el costo de los programas de seguro social; a esto se agregan medidas de control del crimen cada vez más caras y más drásticas”, entre otras cosas.
El sitio web National Fatherhood Initiative (Iniciativa Nacional de la Paternidad) cita varios estudios que muestran lo siguiente:
• “Los hijos que viven en hogares en los que falta el padre son casi cuatro veces más propensos a ser pobres”.
• “Los hijos de madres solteras muestran mayores niveles de agresividad que los hijos de madres casadas”.
• “Las tasas de mortalidad infantil son 1.8 veces más altas entre los niños de madres solteras que entre los de madres casadas”.
• “Una encuesta realizada en 2002 por el Departamento de Justicia [de los Estados Unidos] a 7.000 reclusos reveló que 39 por ciento de los presos en las cárceles provenían de hogares en los cuales vivía solo uno de los padres”.
• “El uso de drogas es significativamente más alto entre los hijos que no viven con el padre y la madre”.
• “Un vínculo afectivo deficiente con el padre es una causa casi segura de depresión, además de un reconocido desencadenante del alcoholismo y otros problemas relacionados con él, tanto en hombres como en mujeres”.
• “Los jóvenes que han experimentado divorcio, separación, o que han nacido de una unión libre, tienen muchísimos más problemas conductuales en la escuela que aquellos que siempre han vivido con ambos padres biológicos”.
Estas desalentadoras conclusiones aumentan la preocupación al observar que diferentes grupos, movimientos, y hasta partidos políticos, pretenden redefinir el matrimonio y la familia. Los frutos de tales intentos demuestran la insensatez de alterar una institución diseñada por el Creador mismo de los seres humanos.
Como Jesucristo mismo dijo: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: ‘Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?’ Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4-6, citando Génesis 1:27; 2:24).
Así es como Dios diseñó el matrimonio. Y como veremos en los artículos de esta edición, cuando rechazamos o redefinimos este modelo divino cosechamos trágicas consecuencias. ¡No se deje tentar por la idea de que el matrimonio no tiene ninguna importancia!
—Scott Ashley, Editor