Liderazgo servidor enfocado en Cristo
¡Probablemente todos nos preguntamos si realmente queremos ser líderes y enfrentar la presión de motivar a otras personas!
El apóstol Pablo nos instruye a “considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y tanto más cuanto veis que el día se acerca” (Hebreos 10:24-25, énfasis mío en todo este artículo). ¡Y vemos que ese día se acerca!
Todos los sábados y días santos son una oportunidad envuelta en papel de regalo para practicar el liderazgo servidor enfocado en Cristo (LSEC). Pentecostés, que celebramos recientemente el 1 de junio, nos muestra que somos primicias (Santiago 1:18) en formación para convertirnos en líderes nacidos del Espíritu, que servirán bajo Jesucristo en su gobierno milenario y en el Reino de Dios desempeñando funciones como reyes (Apocalipsis 5:10), sacerdotes (Isaías 61:6), maestros (Isaías 30:20-21), jueces (1 Corintios 6:2-3) y gobernadores (Lucas 19:17).
Tal vez no sepamos cómo ser reyes o reinas, pero sabemos que en Salmos 73:24 hay una promesa: “Me guías con tu consejo y me conduces a un destino glorioso” (Nueva Traducción Viviente).
El LSEC debe ser más que un ideal simple y bonito. Debe convertirse en un principio espiritual básico que cambie drásticamente la importancia de nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo. Necesitamos que Dios Padre y Jesucristo vivan en nosotros a través del Espíritu Santo de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7), es decir, necesitamos la mente de Cristo (Filipenses 2:5). Reflexionemos en el significado de semejante privilegio.
Amor y humildad
Debemos examinar habitualmente si estamos viviendo de acuerdo con las definiciones del amor ágape en 1 Corintios 13, tales como “el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece . . . no busca lo suyo” (vv. 4-5). Esto encaja perfectamente con Filipenses 2:3-4: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.
¡Jesús renunció a sus privilegios divinos y se humilló a sí mismo convirtiéndose simplemente en un ser humano!
Los valores fundamentales del LSEC son el amor ágape y la humildad. El amor, que ocupa el primer lugar entre los frutos del Espíritu, es algo que ningún ser humano puede alcanzar por sí mismo (Gálatas 5:22-23). Curiosamente, la humildad es diferente, ya que la Biblia dice específicamente “humillaos” y “revestíos de humildad” (1 Pedro 5:5-6). ¡Nos revestimos! ¡Debemos humillarnos para evitar que Dios y los demás tengan que hacerlo!
Dedique tiempo a aprender con paciencia
En Marcos 9:33-37, Jesús sorprendió a los discípulos al preguntarles: “¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?”. Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían disputado entre sí quién había de ser el mayor. Jesús los corrigió: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”.
En las comidas grupales en las congregaciones, siempre constituye un ejemplo poderoso y tácito el que los líderes de la Iglesia (por lo general los pastores y sus esposas) sean los últimos de la fila, aunque eso signifique que los platos más apetecibles ya se hayan acabado cuando llegue su turno.
En mi caso, podría usar dos excusas para adelantarme: frecuentemente es difícil que la gente empiece la fila, así que no es raro que los coordinadores pidan voluntarios. Mi segunda excusa es que siempre soy el que come más lento, y no me gusta quedarme comiendo solo. Sí, tal vez sean buenas excusas, pero sé muy bien que debería esperar. Demos gracias a Dios por el maravilloso ejemplo de un compañero, amigo o miembro comprometido con el LSEC. ¡Debemos servir unidos por el bien de los demás!
Mateo 20:20-28 es el punto de partida para las enseñanzas de Jesús sobre el LSEC. Salomé, la hermana de José (y por lo tanto, tía de Jesús) le pidió a Jesús que les concediera a sus hijos (cuyo padre era Zebedeo) sentarse a su izquierda y a su derecha en el Reino de Dios. Jesús era una persona siempre accesible, una característica distintiva de un LSEC. Cuando los diez lo oyeron, “se enojaron contra los dos hermanos”. ¡Ellos también querían esos puestos!
“Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Los discípulos seguían sin entender. Durante la última Pascua de Jesús con ellos, “hubo también entre ellos una contienda, sobre quién de ellos sería el mayor” (Lucas 22:24). Ellos también sucumbieron al mismo pecado de siempre, y debería animarnos que Jesús haya sido paciente con ellos.
¿Le ha sorprendido alguna vez el hecho de que discutieran en una Pascua? Nunca me di cuenta de que la disputa pudo haberse originado debido al diván de estilo romano que probablemente utilizaban. Esta disposición, adoptada por los judíos en el primer siglo, consistía en tres divanes o cojines dispuestos en forma de U. Jesús no estaba sentado en el centro de la mesa, como erróneamente aparece en el cuadro “La última cena” de Da Vinci. El anfitrión se sentaba en el segundo lugar desde la izquierda de la mesa. Los discípulos eminentes se sentaban a la izquierda, siguiendo hacia la derecha hasta el lugar del sirviente. ¡No es de extrañar que este orden provocara que los discípulos empezaran a discutir entre sí! Era una disposición muy común en aquella época y, si los asientos estaban dispuestos de esta manera, al parecer Jesús aprovechó para enseñar cierta lección a sus discípulos. Jesús ejemplificó las enseñanzas del sermón del monte sobre amar a los enemigos y perdonar a los demás dejando que Judas se sentara a su izquierda, en el lugar de honor, y lavándole los pies. Más tarde, en el huerto, Jesús lo llamó “amigo”.
“Bienaventurados ustedes si hacen eso”
Poco después, tal vez en respuesta a su presuntuosa disputa, Jesús sorprendió a los discípulos lavándoles los pies.
Cuando terminó, Jesús preguntó: “¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:12-17).
Ojalá sigamos desarrollando los principios que Jesús vivió y enseñó sobre el extraordinario liderazgo que seguirá caracterizando la eternidad: el liderazgo servidor enfocado en Cristo. EC