Jesús dio su sangre por usted

Cuando Jesucristo dio su vida como sacrificio derramando su sangre durante su agonizante crucifixión (una lanza le atravesó el costado y por esa herida brotó sangre mezclada con agua, Juan 19:34), se convirtió en la puerta (Juan 10:9) para que las personas que se arrepientan y obedezcan finalmente no queden en el olvido. Dios había declarado en Levítico 17:11: “La sangre es la que da vida al cuerpo. Yo mismo les he dado la sangre de los animales para que me la presenten ante el altar, y gracias a la vida que hay en ella, ustedes obtengan mi perdón” (Traducción en Lenguaje Actual). Examinemos el formidable trabajo de cierto doctor estadounidense, Charles Drew, que nos ofrece una perspectiva útil sobre cómo la sangre, que fluye a través de nuestro cuerpo, es esencial para mantener la vida física.
En 1938, el Dr. Drew comenzó sus estudios de posgrado en la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York, y pronto obtuvo su título de doctor en Ciencias Médicas, siendo el primer estadounidense negro en lograrlo. Su tesis doctoral se tituló Banked Blood: A Study in Blood Preservation (“Sangre almacenada: Estudio sobre la conservación de la sangre”). En aquel entonces, ni científicos ni médicos tenían forma de evitar el deterioro de la sangre. Dado que la sangre entera tenía una “vida útil” de solo pocos días, para que las transfusiones tuvieran éxito los donantes tenían que estar disponibles casi de inmediato. Esta situación indujo al Dr. Drew a buscar un método que permitiera preservar la sangre de forma segura y eficiente para su uso futuro.
Mediante una exhaustiva experimentación descubrió que el plasma, el componente líquido de la sangre, de color amarillo claro, podía separarse de las células sanguíneas y las plaquetas usando una centrifugadora o mediante sedimentación. El plasma podía conservarse durante largos períodos si era refrigerado, lo que permitía transportarlo largas distancias. Mediante investigaciones adicionales, el Dr. Drew descubrió que el plasma podía secarse y luego rehidratarse de forma segura con agua destilada. Además, descubrió cómo este componente sanguíneo, que ayuda a estabilizar la presión arterial y regula la coagulación, podía sustituir la sangre entera en transfusiones de emergencia, como en el tratamiento de shock, quemaduras y otros traumatismos.
El padre del banco de sangre
Los descubrimientos del Dr. Drew llegaron justo cuando más se necesitaban. En septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa, y la Luftwaffe (fuerza aérea) alemana pronto inició una campaña de bombardeos diarios e ininterrumpidos contra Londres y otras ciudades británicas. Esto originó una urgente necesidad de transfusiones de sangre para auxiliar a las víctimas militares y civiles. En respuesta, se estableció en Estados Unidos un programa de ayuda llamado “Sangre para Gran Bretaña” que recolectaba donaciones de plasma y las enviaba al extranjero. Debido a su experiencia, el Dr. Drew fue nombrado director del programa para recoger y enviar de forma segura grandes cantidades del vital plasma proveniente de donantes de sangre en nueve hospitales de la ciudad de Nueva York.
Simultáneamente, fue nombrado subdirector de un programa piloto llamado Servicio Nacional de Donantes de Sangre en los Estados Unidos. Para garantizar que hubiera un suministro adecuado de sangre entera y plasma en caso de que el país se uniera a la guerra, el Dr. Drew desarrolló un sistema de producción masiva de plasma deshidratado. Además, creó y estableció unidades móviles para recolectar sangre, conocidas hoy en día como “bloodmobiles” (centros móviles de extracción de sangre).
A lo largo de su carrera, el Dr. Drew desarrolló un excepcional patrimonio como pionero en investigación sobre la sangre y el plasma y como “padre del banco de sangre”. Su investigación y trabajo no solo fueron vitales para salvar la vida de muchas personas en esos tiempos, sino que además sentaron las bases para el avance de la ciencia médica, lo que permitió salvar innumerables otras vidas.
Como el Dr. Drew y todo el personal médico lo entendió entonces, y lo sabe hoy, no hay sustituto para la sangre.
Y aunque la ayuda de las personas que donan sangre periódicamente puede ser fundamental para salvar la vida de otros, enfoquémonos ahora en lo que Jesucristo logró cuando vino a la Tierra como Salvador.
Entendamos la frágil condición de una persona pecadora
Gracias al supremo sacrificio de Cristo, que dio su sangre hasta la muerte, se dio inicio al proceso de salvación espiritual para todos los seres humanos, que lo incluye a usted. Quizás podría decirse que Jesús fue el mayor donante de sangre de todos los tiempos. Como declara Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”.
Aunque el cuerpo y la sangre de Jesucristo se refieren al mismo gran sacrificio, él reveló que hay una clara distinción entre el pan y el vino de la Pascua del Nuevo Testamento que instituyó la noche antes de morir. Mientras que el pan sin levadura representa su cuerpo, el vino simboliza su sangre, “que es derramada por muchos para remisión [perdón] de los pecados” (Mateo 26:28).
Bajo el antiguo pacto, la sangre de las ofrendas de animales prefiguraba el sacrificio de Cristo. Pero cuando él vino a la Tierra y vivió una vida completamente libre de pecado, ofreció su propia sangre como el Cordero Pascual sin mancha (Efesios 1:7; Juan 1:29; 1 Corintios 5:7). Cuando los miembros bautizados de la Iglesia de Dios participan anualmente en el servicio de la Pascua, sin duda aceptan que sus vidas han sido literalmente compradas por Jesucristo por medio de su preciosa sangre derramada y que le deben todo (Hechos 20:28; 1 Pedro 1:18-19). Finalmente, toda la humanidad tendrá que comprender esto. ¿Lo comprende usted?
Si Jesús no hubiera pagado nuestra pena individual por el pecado, estaría-mos completamente condenados a la muerte y el olvido eternos, ya que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”, y merecemos la muerte como castigo (Romanos 3:23; 6:23). De hecho, es importante comprender realmente la frágil condición espiritual de una persona pecadora. El apóstol Pablo hizo la siguiente declaración sobre sí mismo, que se aplica a todos, incluidos usted y yo: “Por lo tanto, el problema no es con la ley, porque la ley es buena y espiritual. El problema está en mí, porque soy demasiado humano, un esclavo del pecado” (Romanos 7:14, Nueva Traducción Viviente, énfasis nuestro en todo este artículo).
Como consecuencia de pensamientos, palabras y acciones pecaminosas, cada uno de nosotros merece la dolorosa pena de la muerte perpetua. La única forma de escaparse de la sentencia de muerte es a través de la sangre que Jesucristo derramó generosamente por usted a través de su atroz sufrimiento y agonía (Mateo 20:28).
Al sacrificar su vida por usted y por todos nosotros, Cristo abrió el camino que se debe seguir para que nuestros pecados, que son violaciones de sus leyes (1 Juan 3:4), puedan ser completamente borrados e igualmente sea posible la reconciliación con Dios Padre (Romanos 5:6-10). Debido a que Jesús resucitó de la tumba y ahora está a la diestra de su Padre en el cielo como nuestro Sumo Sacerdote (Marcos 16:19, La Biblia de las Américas), tenemos la magnífica oportunidad de recibir el don de la salvación y la vida eterna en su reino divino (Romanos 6:23; Efesios 2:8-9).
Si meditamos en esto, es vital tener en cuenta que la muerte y resurrección de Jesús son solo el comienzo del proceso de salvación espiritual. Y tenga en cuenta también que reconciliarse con Dios Padre requiere que todos nosotros nos arrepintamos individualmente de nuestros pecados, nos bauticemos, recibamos el don del Espíritu Santo y luego vivamos siendo diligentes en amar a Dios y obedecer sus mandamientos (Hechos 2:38-40; Mateo 24:13). Así lo confirmó el apóstol Pablo al escribir: “Les dije que debían pedirle perdón a Dios y obedecerlo, y hacer lo bueno para demostrar que en verdad se habían arrepentido” (Hechos 26:20, Traducción en Lenguaje Actual).
Estar en armonía con Dios Padre
Como resultado del arrepentimiento, el bautismo, la fe, la obediencia y la aceptación de Jesucristo como Salvador, una persona es justificada, lo que significa que ha sido reconciliada con el Padre. Pablo escribió: “Porque Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo” (2 Corintios 5:21, NTV).
Y este podría ser el caso suyo: no solo está justificado, sino que también está santificado o considerado como santo ante el Padre (Hebreos 13:12). Al recibir una bendición tan grande, usted tiene la responsabilidad continua de servir a la justicia (Romanos 6:18) y de conducirse con toda rectitud, siguiendo cuidadosamente el ejemplo que Jesús mismo dejó. Y aunque luego de ser bautizado ocasionalmente tropezará y pecará, puede y debe seguir arrepintiéndose sinceramente, para ser perdonado y que sean lavados sus pecados. Esto se debe a que en el cielo el Cristo vivo intercede compasivamente por usted ante el Padre (1 Juan 1:7; Hebreos 9:14-15).
Ahora, un par de preguntas: ¿Qué sucede con nuestros pecados después de arrepentirnos sinceramente? Isaías 1:18 dice “si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. . ¿Qué tan lejos de usted son llevadas sus iniquidades? El Salmo 103:12 dice: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. Cuando sus pecados son perdonados y olvidados para siempre gracias a la sangre de Cristo, usted puede estar en completa paz con Dios. Pablo escribió sobre la verdadera paz mental y la cercanía a Dios que resulta de su perdón: “Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos [al Padre] por la sangre de Cristo” (Efesios 2:13).
Puede tener plena confianza en que lo escuchará y responderá cuando se acerque a él en oración ferviente. Como nos dicen las Escrituras: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16). Tener la puerta abierta para acudir en oración ante Dios Padre en el nombre de Jesús es la forma que usted tiene de saber que es un hijo muy valioso y amado por Dios (1 Juan 3:1-2).
Liberados del poder de las tinieblas
Otro beneficio importante de aceptar el sacrificio de Cristo es que somos rescatados de la influencia implacable y sofocante de Satanás el diablo. “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:13-14).
Esto es extremadamente importante porque el diablo es descrito como “el príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30), el jefe de los demoniacos “gobernadores de las tinieblas de este siglo” (Efesios 6:12). En este sentido, es vital comprender que como Satanás es absolutamente malvado, infame, astuto y corrupto, no renunciará a sus intentos de arrastrarnos de nuevo a sus viles caminos de rebelión contra Dios. Por lo tanto, como todos nosotros, usted debe estar en guardia permanente contra la tentación y el pecado, al tiempo que se mantiene muy cerca de su Padre celestial a través de la oración regular y el estudio de la Biblia. El apóstol Pedro escribió: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (1 Pedro 5:8-9).
La continua aplicación de la sangre de Jesucristo a lo largo de nuestra vida es lo que nos da la victoria completa sobre Satanás y su “astucia y artimañas” (Efesios 4:14). A este respecto, Apocalipsis 12:11 dice: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Pablo nos alienta con las siguientes palabras mientras nos esforzamos por cumplir fielmente nuestra vocación divina: “Y el Dios de paz que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos” (Hebreos 13:20-21).
En síntesis, la sangre que fluye por su cuerpo es fundamental para mantener su vida física. Gracias a la extraordinaria investigación y el trabajo del Dr. Charles Drew sobre las formas de conservar el plasma sanguíneo, se han salvado las vidas de innumerables personas. Y, en cuanto a su perfecto Salvador Jesucristo, ¡su grandioso sacrificio e inmenso amor fue lo que permitió que usted y todos los seres humanos tengan la oportunidad de ser salvadas espiritualmente y recibir la vida eterna en el reino y la familia de Dios!
Considerando que Jesús dio su preciosa sangre de vida por usted hasta el punto de morir, ¿qué hará usted para estar seguro de que será liberado de la muerte definitiva y se le otorgará el don incomparable de la salvación y la vida eterna divina? ¡Dios está esperando su respuesta! BN