#344 - Apocalipsis 2:1-7
"La Iglesia en Éfeso probablemente simboliza la era apostólica"
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#344 - Apocalipsis 2:1-7: "La Iglesia en Éfeso probablemente simboliza la era apostólica"
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Ahora nos enfocamos en el capítulo 2 de Apocalipsis donde Cristo dirige su atención a la primera de las iglesias – la de Éfeso. Era la ciudad más grande de las siete iglesias mencionadas y se situaba en la desembocadura del río Caístro y de la costa. Pablo había pastoreado Éfeso durante dos años (Hechos 19:10) y luego le tocó a Timoteo (1 Tim 1:3). Eusebio y otros historiadores eclesiásticos relatan que Juan vivió en Éfeso y luego de su exilio en Patmos, volvió allá, donde más tarde murió. Por eso él habría estado muy familiarizado con las condiciones de esa iglesia.
Jesús evalúa a esta iglesia y le dice: “Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso: Estas cosas dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, que camina en medio de los siete candeleros de oro” (Apocalipsis 2:1). El término “ángel” en la Biblia significa “mensajero” y puede ser angelical o humano. En este libro, la palabra ángel se usa 67 veces y en la mayoría de los casos se refiere a un ángel que cumple con la voluntad de Dios. Es más, algunos ángeles protegen al pueblo de Dios, como dice de Miguel en Daniel 12:1: “En aquel tiempo [del fin] Miguel se levantará, el gran príncipe que vigila a los hijos de tu pueblo”. Es llamado arcángel (que significa ‘ángel superior’) y bajo su cargo tiene ángeles que protegen al pueblo de Dios. Hay, pues, siete ángeles designados que vigilan cada una de esas siete iglesias.
Las evaluaciones de Cristo describen la actitud prevaleciente y las obras de cada iglesia. Aunque el contexto no dice explícitamente que estas iglesias también representan siete eras de la iglesia, con esas actitudes dominantes, hasta el regreso de Cristo, hay cinco indicios que apuntan a esa conclusión.
- Éfeso era la iglesia donde Juan, el último apóstol, según la historia, vivió y supervisó a las iglesias. La Iglesia comenzó siendo guiada por los doce apóstoles, con otros apóstoles como Pablo y Bernabé haciendo la obra principal entre los gentiles. La jefatura comenzó en Jerusalén, pero terminó a fines del primer siglo en Éfeso, con Juan dirigiéndola, como el último apóstol sobreviviente.
- Sólo en Éfeso se menciona el término “apóstoles” y en la historia, ninguno de los líderes después de esa primera etapa, aproximadamente desde el 31 d.C. hasta el 100 d.C., fueron llamados apóstoles. Por eso, los que se nombraban como falsos “apóstoles” tenían que hacerlo mientras éstos vivían.
- Sólo a la iglesia de Filadelfia es prometida ser protegida de “la hora de prueba que vendrá sobre el mundo entero”. Sería extraño proteger sólo a una iglesia entre las docenas que existían en los tiempos de Juan. Además, esa “prueba” aún no ha ocurrido. En Apocalipsis 12, la Iglesia es descrita huyendo en el tiempo del fin de un diablo enrabiado que tiene poco tiempo y es protegida (excepto por un remanente). La referencia aquí de protección en el tiempo del fin es en una futura era y no en el primer siglo.
- Cristo evalúa cada “obra” de las siete ciudades. Sería extraño mencionar ese arduo trabajo para propagar el evangelio y de grandes puertas abiertas si sólo se aplica a unas iglesias locales que en su mayoría eran pequeñas y situadas en lugares remotos.
- Por último, tenemos a Cristo diciéndole a la última iglesia, Laodicea, que está “a la puerta”, o a punto de llegar, indicando una progresión del tiempo desde la era apostólica inicial hasta el tiempo del fin.
¿Cómo describe Jesús esa primera época de la Iglesia en Éfeso? Dice: “Yo conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes soportar a los malos. Y has probado a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los han encontrado mentirosos”. Esto es característico del primer siglo de la iglesia, cuando habría violentos intentos de Satanás para erradicar la verdadera doctrina desde sus raíces. Utilizaría astutos pretendientes para infiltrarse en la Iglesia, empezando por Simón el Mago en Hechos 8: la siembra de la “cizaña” entre el “trigo” descrito en Mateo 13:39.
De hecho, los ancianos en Éfeso fueron advertidos por Pablo al decir: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño… Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:28-30). Y finalmente, ¡así sucedió!
En Corinto, Pablo desenmascara a esos falsos maestros disfrazados de apóstoles, advirtiendo, “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15). Aunque había diferentes tipos de herejías en ese tiempo que los apóstoles rechazaron, como el legalismo judío sobre la salvación (ver Gálatas, 2 de Corintios, Hebreos) y el gnosticismo (ver Colosenses, 2 Tesalonicenses, 1 Juan), la herejía gentil más dañina y duradera sería el antinomianismo, la sustitución de la ley de Dios por una ley de hombres y una gracia permisiva y libertina (ver Judas 1:3-4).
Cuando estos falsos maestros difundieron su evangelio corrosivo de una falsa gracia que diluyó la ley de Dios, fueron “probados” y hallados faltos. ¿Cuál fue la prueba clave que usaron los apóstoles? Juan, que los combatió más tiempo, lo expresó así: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3-6). En Apocalipsis 2:6 estos falsos hermanos son identificados como “nicolaítas.”
Jesús continúa: “y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado” (Apocalipsis 2:3).