#343 - Apocalipsis 1: "Introducción al libro"

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#343 - Apocalipsis 1

"Introducción al libro"

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Es un último libro muy apropiado, porque, así como Génesis es el libro de comienzos, Apocalipsis es el libro de conclusiones. Nos proyecta hacia la consumación del gran Plan de Salvación de Dios, con Dios Padre finalmente morando con la humanidad y estableciendo la Nueva Jerusalén en una tierra nueva --es el glorioso y alentador resultado final de la Biblia (vea Apocalipsis 21-22).

Lo más aceptado respecto a su fecha es que fue escrito cerca del año 95 d.C. por el apóstol Juan, que fue exiliado a la isla de Patmos, en el mar Egeo. Cristo había profetizado que Juan sería uno de los apóstoles que viviría más tiempo (Juan 21:22-23).

El Apocalipsis está lleno de símbolos que, sobre todo, están relacionados con las imágenes del libro de Daniel. De hecho, los símbolos de la figura humana en Daniel 2 y más adelante la bestia con múltiples cabezas en Daniel 7 y 8 continúa en Apocalipsis 13 y 17 pero ahora tienen que ver con el tiempo de Juan hasta la venida de Jesús. Son puntos claves para entender claramente los símbolos en este libro.

De hecho, una de las razones por todos estos símbolos es que así, no se podrían entender lo que significan sin que Dios interviniera para poder descifrarlos correctamente (1 Co 2:11-14). 

Otra razón de los símbolos aquí es para que pudiera sobrevivir el escrutinio de los censores romanos y más tarde, las poderosas organizaciones religiosas que no estarían seguras de su verdadero significado.

Así, estamos listos para estudiar estos primeros tres versículos: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Apocalipsis 1:1-3).

Lo primero que debemos preguntar es: ¿de quién es esta revelación? Muchos creen que es de Jesucristo, pero ¡en realidad es de Dios Padre! Pocos estudiosos captan eso y en vez se enfocan sólo en Jesucristo. Pero aquí dice que el autor del libro es Dios Padre que se lo entrega a Jesús quien se lo revela al apóstol Juan en una serie de visiones por medio de un ángel, así que en realidad hay cuatro agentes involucrados aquí—Dios Padre, Jesucristo, un ángel, y Juan.

Luego, observen que hay una bendición asociada con la lectura y de poner por obra este libro—es la primera de siete bendiciones en Apocalipsis. Así, el libro no debe ser rechazado porque puede parecer difícil de entender o evitado por las escenas aterradoras. Y debemos aplicar sus enseñanzas, no sólo leerlas, sino que se resumen en guardar fielmente los mandamientos de Dios (Apocalipsis 22:14).

Juan sigue: “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:4-6). 

Dios inspiró esta carta para ser enviada a siete congregaciones en lo que hoy es Turquía occidental. Era una carta circular, pues fue llevada a cada lugar según una ruta postal del Imperio Romano, comenzando en Éfeso y terminando en Laodicea.

Noten cómo Jesús es llamado “el primogénito [significa “el primer nacido”] de entre los muertos”, refutando la idea de que las almas de los muertos están conscientes en el cielo o en el infierno. Jesús ya ha calificado como “soberano sobre los reyes de la tierra” aunque Satanás aún no ha sido removido de su puesto ni Jesús ha comenzado a gobernar. Él está preparando a su equipo (los israelitas espirituales) en su Iglesia para ser futuros reyes y sacerdotes mientras que se alista para regresar a la tierra (ver Apocalipsis 5:10). 

  1. E. Ladd relata: “La iglesia es el Israel nuevo y verdadero, que hereda los privilegios espirituales del pueblo de Dios del Antiguo Testamento” (Comentario sobre Apocalipsis, 1972, p. 27). Esta es una referencia clave para entender lo que “Israel” significará en el resto del libro de Apocalipsis.

Además, aquí tenemos el primer ejemplo de una forma literaria llamada prolepsis--una descripción de algo en el futuro como si fuera en el presente, pues aún no somos ‘reyes y sacerdotes’ pero en esta visión sí lo somos. Se usa para animar al pueblo de Dios.

Luego Juan escribe, “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:7-8). 

Aquí tenemos una descripción detallada de la venida de Cristo. Observen que “todo ojo lo verá”, mostrando que será una apariencia visible y mundial. En cuanto a los que “lo traspasaron”, en primer lugar, se refiere a la mayoría del pueblo judío que lo han rechazado, como la profecía de Zacarías 12:10 dice: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”. En segundo lugar, se aplica a toda la humanidad, porque murió por todos nuestros pecados y fue traspasado por todos nosotros. “Lamentar” significa el disgusto por la venida de Cristo porque será el fin del dominio del hombre y la corrupta sociedad rigiendo el mundo.

Juan continúa: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea” (Apocalipsis 1:9-11).

Aquí Juan explica dónde estaba cuando recibió estas visiones en un trance mental y luego envió esa carta circular a estas siete iglesias. Se encontraba en una desolada isla llamada Patmos, un área de 10 por 15 km de largo, en medio del Mar Egeo.

Barclay menciona: “El destierro a una remota isla era una forma común del castigo romano. Por lo general, se aplicaba a los presos políticos y, en lo que a ellos respecta, había castigos peores. Tal destierro implicaba la pérdida de los derechos civiles y de toda propiedad, salvo lo suficiente para una existencia espartana. Las personas así desterradas no serían maltratadas ni encarceladas en la isla sino eran libres para moverse dentro de sus estrechos límites. Tal sería el destierro típico de un prisionero político, pero sería muy diferente para Juan. Él era un líder de los cristianos y ellos eran considerados criminales. Lo increíble fue que no lo ejecutaron de inmediato. El destierro para él implicaba trabajo duro en las canteras. Sir William Ramsay dice que su destierro estaría precedido ‘por flagelación, encadenación, escasa ropa, insuficiente comida, dormir en el suelo, una oscura prisión y trabajar bajo las palizas del supervisor militar’”.

El Comentario del Conocimiento Bíblico añade: "Según varios padres de la iglesia primitiva (Ireneo, Clemente de Alejandría y Eusebio), Juan fue enviado a esta isla como un prisionero después de su pastoreo eficaz en Éfeso. Victorino, el primer comentarista del libro de Apocalipsis, escribió que Juan trabajaba como prisionero en las minas de esta pequeña isla. Cuando el emperador Domiciano murió en el año 96, su sucesor Nerva dejó que Juan regresara a Éfeso. Durante los días sombríos de Juan en Patmos, Dios le dio la tremenda revelación en este libro final de la Biblia… La revelación de Juan ocurrió en el Día del Señor mientras él estaba en el espíritu. Algunos creen que el “Día del Señor” se refiere al primer día de la semana. Sin embargo, la palabra “del” Señor es un adjetivo y esta expresión nunca se usa en la Biblia para referirse al primer día de la semana. Probablemente Juan se estaba refiriendo al Día del Señor, una expresión familiar en ambos Testamentos. “En el Espíritu”, es una proyección interior de una visión hacia el futuro, no algo corporal, a ese futuro Día del Señor cuando Dios derramará sus juicios sobre la tierra”.

Luego Juan sigue, “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:12-16).

Así comienza la primera visión. Lo que ve es Cristo en toda su gloria con símbolos de su autoridad. Está vestido de manera similar a la de un sumo sacerdote del A.T. (Éxodo 28:4), pues ahora él es nuestro Sumo Sacerdote. Alrededor de él hay siete candeleros de oro que en Apocalipsis 1:20 representan a “las siete iglesias” y cuyos mensajes Cristo revelará de parte de Dios Padre.

En cuanto a los siete candeleros, es indicativo de que Jesús está en medio de su Iglesia, como la Cabeza, y lo más probable es que abarcan el período desde ese entonces hasta el tiempo de su retorno y aún después. Indica que él estará a lo largo de siete eras de la iglesia a pesar de todas las dificultades, pues existían muchas congregaciones más que estas siete iglesias. No tiene mucho sentido referirse sólo a siete iglesias locales y sus problemas en un libro que revela el futuro de la Iglesia y el mundo en general hasta su venida y lo que ocurre después.

Sigue el relato: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas. El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias” (Apocalipsis 1:16-20).

Respecto a su apariencia, G. E. Ladd hace un buen punto: “Cristo comparte este rasgo con Dios Padre (Dan. 7:9), cuyo vestido es blanco como la nieve y su cabello es como lana pura. En Daniel, estos rasgos pertenecían al ‘Anciano de Días’. Juan los usó para mostrar que Cristo comparte la existencia eterna con el Padre” (p. 33). 

La frase ‘Sus ojos como llama de fuego’ también se encuentra en Apocalipsis 2:18 y 19:12, donde lo más probable es que significan su vista omnisciente, su discernimiento justo y su ira contra toda impiedad. Los términos, ‘Sus pies eran como bronce bruñido refulgente como en un horno’ implican algo poderoso y estable. Su voz es como ‘el sonido de muchas aguas’ y representa el poderoso rugido de una cascada. En su mano derecha tiene siete estrellas, lo que significa que él instruye a sus siete ángeles sobre estas iglesias, representando el cuidado que tiene con ellos. La espada de dos filos que sale de su boca simplemente significa que su poderosa palabra se llevará a cabo y de la fuerza irresistible de su juicio (Hebreos 4:12), tal como en Génesis 1:3, Dios habló y todo se cumplió al pie de la letra. Su rostro resplandece como el sol y su fuerza muestra la gloria que tiene, como en la visión de la transfiguración en que ‘su rostro resplandeció como el sol, y su vestimenta se puso blanca como la luz’ (Mateo 17:2)”.

Al ver esto, Juan se desmayó y fue reavivado por Cristo, quien lo consoló al revelar que él era el Jesús que había estado con él en la tierra y que lo amaba tan cariñosamente. También le recuerda que ahora él tiene las llaves de la Muerte y el Hades, o la tumba, para poder cambiar ese estado de los muertos en el futuro y llevar a cabo esas magnas resurrecciones.

Así que parte de Apocalipsis se refiere a las cosas que ocurrirán en ese entonces a las siete iglesias locales, pero no se limitan a ese tiempo, ya que Cristo también está revelando eventos de la Iglesia en el futuro. Aquí vemos esa dualidad profética, al igual que Dios lo hizo con los profetas del Antiguo Testamento, donde algunas cosas reveladas fueron para sus días y, sin embargo, también para los últimos días.

Como Dios le dijo a Daniel cuando estaba perplejo ante esos futuros eventos: “Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin… Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días” (Daniel 12:8-9,13). 

Juan tampoco entendía muchos de esos sucesos del fin, pero comprendería los acontecimientos locales que sucedían en esas siete iglesias locales que él había supervisado en Asia Menor.

Así termina el primer capítulo de Apocalipsis, y como pueden ver, hay mucho simbolismo que se explica aquí, pero hay otros símbolos que serán aclarados más tarde en la misma Biblia. 

Uno de los conceptos claves es que Cristo está hablando principalmente a su Iglesia, no al mundo, ni a la mayoría de los judíos de ese entonces.

Así, Cristo está preparando su reino y está llamando a hombres y mujeres de todas las razas y clases sociales para que formen parte de su Iglesia y en el futuro para convertirse en reyes y sacerdotes bajo él ¡en ese maravilloso Milenio venidero!