#342 - Hebreos 11-13: "Cristo: el autor y el consumador de la fe"

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#342 - Hebreos 11-13

"Cristo: el autor y el consumador de la fe"

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Pablo sigue: “¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (Hebreos 11:32-34).

Estos seis héroes tenían algo en común: encararon tremendas desventajas y, sin embargo, prevalecieron al final porque confiaron en Dios.

Pablo también incluye a los que permanecieron fieles hasta la muerte: “Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hebreos 11:35-38).

De este modo las personas de la fe fueron leales a Dios hasta la muerte, porque deseaban ser parte de esa “mejor” resurrección. Ese grupo es parte de los llamados en Hebreos 12:23 “la congregación de los primogénitos”, siendo primicias de Dios (Santiago 1:18), y donde el vencedor es llamado “bienaventurado” en Apocalipsis 20:6 ya que será parte de esa “primera” resurrección.

Pablo concluye: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros” (Hebreos 11:39-40).

Puesto que ellos habían triunfado en esta carrera de larga distancia de la fe, similar a la de una maratón o una carrera de relevos donde se pasaba una antorcha (en ese entonces) al siguiente corredor, él añade: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2). 

Así, no solo tenemos estos ejemplos victoriosos para animarnos, sino que contamos con Jesucristo, el perfecto corredor de la carrera de la fe, como nuestro entrenador, para ayudarnos en nuestra carrera. Él tuvo una carrera mucho más difícil que cualquiera de nosotros, pues “sufrió la cruz” por el gozo de “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10). Pablo nos advierte que debemos superar ese “pecado que nos asedia” o esa debilidad particular que todos tenemos.

Luego, continúa: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:3-11). 

Les recuerda, tal como en una carrera de larga distancia, que hay dolor y sufrimiento en el trayecto. Por eso Dios usa esas pruebas de la vida para fortalecer nuestro carácter espiritual y fe. A veces debe disciplinarnos para enseñarnos lecciones o corregirnos cuando nos desviamos del camino. Su meta final es que participemos en su santidad: ese elemento vital del carácter espiritual que Dios está forjando en nosotros (vea 1 Pedro 1:7).

Nuevamente, Pablo les advierte que no se agoten ni que se amarguen por esa carrera de la fe: “Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas” (Hebreos 12:12-17).

Esta advertencia encaja en el patrón que Pablo establece hacia algunos judeocristianos que se habían desanimado por las persecuciones, duras pruebas y nuevas doctrinas. Pablo los amonesta a no darse por vencidos ni amargarse, sino seguir siendo pacientes. Si no lo hacen, les puede brotar una raíz de amargura que los contamine y también a otros. Además, puede causar que vuelvan al mundo y se conviertan en promiscuos y pierdan esa gran recompensa, tal como Esaú lo hizo, al menospreciar su primogenitura y no valorar las cosas espirituales.

Él les recuerda: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando” (Hebreos 12:18-21).

Luego hace hincapié que ellos tienen mayor responsabilidad espiritual que los antiguos israelitas al contar ahora con el espíritu de Dios y esas maravillosas verdades. Les dice: “Os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:22-24).

Aquí tenemos una clara descripción del cielo donde está Dios Padre, Jesucristo, la multitud de ángeles justos, y donde están guardados “los espíritus de los justos hechos perfectos”. Noten que los fieles solo tienen sus nombres “inscritos en los cielos” pues no están vivos, sino que “durmieron en Cristo” (1 Corintios 15:18). Son sus espíritus que han ido a Dios, como explica en Eclesiastés 12:7 y también que esos muertos “nada saben” (Ecl 9:5). Además, vemos aquí que no hay ninguna mención de un supuesto Espíritu Santo como una persona en el cielo y sería un gran insulto dejarlo de lado ¡si así fuera!

Luego, Pablo continúa: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Hebreos 12:25-29). 

Así, deben mantenerse firmes y no vacilar, pues el objetivo final es entrar en ese reino “inconmovible” de Dios que viene y cuando los reinos de este mundo serán abolidos. Deben evitar el apostatar y terminar siendo condenados por Dios en el lago de fuego.

Luego de todas estas amonestaciones, Pablo los anima a que pongan por obra estos principios básicos de la vida cristiana. Les dice: “Permanezca el amor fraternal. No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo” (Hebreos 13:1-3). 

Los exhorta a mantener ese amor fraternal activo (es el término filadelfia en el griego) pues indica una necesidad de cumplir con ello. Como menciona F. F. Bruce: “Si había un debilitamiento de la fe y falta de resolución en los recipientes de esta epístola, esto añadiría a la urgencia de que el amor fraternal debe continuar entre ellos. Luego Pablo entrega unas sugerencias concretas al respecto—no olvidar hospedar a hermanos forasteros… pues las posadas públicas en el Imperio Romano tenían mala reputación” (págs. 389-390). 

Por ejemplo, Abraham y Lot agasajaron a ángeles sin darse cuenta. 

Pablo continúa: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:4-6). Aquí vemos que el Séptimo y el Décimo mandamiento siguen vigentes y luego los insta a confiar en Dios y estar satisfechos con lo que tienen.

Después les recuerda: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:7-8). 

Deben respaldar a los líderes en la iglesia y les pide a los hermanos que los apoyen según ellos les dan un buen ejemplo. No obstante, les dice que, en última instancia, deben enfocarse en Jesucristo, que nunca los defraudará y actúa a su favor todo el tiempo.

Luego añade: “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas. Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:9-16).

Estas “doctrinas extrañas” acerca de alimentos son similares a lo que Pablo dijo en 1 Timoteo 4:3 y Colosenses 2:21 referente a abstenerse de alimentos bíblicos o de tener ritos supersticiosos. El término “extraño”, del griego xenos, significa enseñanzas ajenas a la Biblia. F. F. Bruce las identifica con “alimentos ofrecidos en sacrificio según una mezcla de creencias gnósticas con afinidades de los esenios” (p. 398). 

En vez, Pablo dice que tenemos un “altar” en los cielos con Cristo como nuestro sumo sacerdote y donde su sacrificio puede cubrir nuestros pecados. Por eso, nuestros “sacrificios” ahora deben consistir en alabarlo y obedecer sus leyes para hacer lo correcto ante su vista.

Pablo termina la epístola exhortándolos de nuevo a obedecer a los pastores sobre ellos, pues aparentemente no lo estaban haciendo y que oraran por él y sus compañeros, pues, algunos como Timoteo, habían estado en la cárcel por predicar el evangelio y recién lo habían soltado. 

Les dice: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo. Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto. Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente. Sabed que está en libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual, si viniere pronto, iré a veros. Saludad a todos vuestros pastores, y a todos los santos. Los de Italia os saludan. La gracia sea con todos vosotros. Amén” (Hebreos 11:17-25).

Les recuerda que Dios es un ser de paz y que ama la paz, por eso deben promover la paz, pues están siendo perfeccionados por Jesucristo. Les pide que acepten esta “palabra de exhortación” pues, al leerla, no tomaría más de una hora. También menciona a Timoteo, uno de los compañeros íntimos de Pablo, que había sido suelto de la prisión. Espera que los dos puedan visitar a los hermanos hebreos en un futuro cercano. Termina la carta en forma positiva, deseando que la gracia de Dios esté con todos ellos.