Martin Luther King, Jr.: Cómo el cristianismo adoptó el paganismo
“Tengo un sueño . . .”. Así comenzó su famoso discurso sobre la armonía racial que debía prevalecer en el mundo. Estaba hablando de cómo las personas no debían ser juzgadas por el color de su piel sino por su carácter. Martin Luther King Jr., ministro bautista, usó la ilustración de Amós 5:24 sobre el descenso de la justicia como las aguas y de la rectitud como un poderoso torrente, esperando el día, como todos deberíamos hacerlo, en que todos los hijos de Dios podamos cantar que somos “libres al fin”.
Este líder, precursor de la causa de los derechos civiles en Estados Unidos, se hizo famoso por su oratoria, por instar a la resistencia civil no violenta y también, tristemente, por su asesinato en 1968. Y a pesar de las graves acusaciones respecto a su carácter en los últimos años, sigue siendo una figura histórica muy admirada, y su cumpleaños se celebra como fiesta nacional en Estados Unidos el tercer lunes de enero.
No obstante, hay un hecho que muchos desconocen: antes de dedicarse al ministerio, el Dr. King fue un seminarista muy bien calificado en proyectos de investigación, publicados con posterioridad, que mostraron que la doctrina y la práctica del cristianismo tradicional provenían, en aspectos específicos, de las religiones paganas mistéricas, especialmente del mitraísmo. Él se refirió a la relación entre ambos de manera casual, pero esto es muy relevante en cuanto a lo que constituye la verdadera práctica cristiana y a seguir la voluntad de Dios, como claramente lo establece la Biblia.
Comparación de la Gran Madre y el hijo héroe divino
En su segundo año en el Seminario Teológico Crozer de Chester, Pensilvania (1949-1950), King escribió un ensayo titulado “A Study of Mithraism” (“Un estudio del mitraísmo”), fruto de su investigación sobre el culto a Mitra, el dios sol y salvador de la cultura persa, y luego lo amplió con un análisis más detallado titulado “The Influence of the Mystery Religions on Christianity” (“Influencia de las religiones mistéricas en el cristianismo”), y en ambos cita a numerosos historiadores. Estos dos artículos están reimpresos en The Papers of Martin Luther King, Jr. (Los documentos de Martin Luther King Jr.), vol. 1, 1992, pp. 211-225, 294-313 (disponibles en inglés en el sitio web kinginstitute.stanford.edu).
En el segundo documento, King analizó varias de las antiguas religiones mistéricas que ya se habían difundido cuando el cristianismo hizo su aparición, y estimó que habían tenido un impacto considerable en el desarrollo religioso cristiano. Escribió: “No puede negarse que había sorprendentes similitudes entre la iglesia en desarrollo y estas religiones. Incluso los apologistas cristianos tuvieron que admitir este hecho. El cristianismo triunfó sobre estas religiones mistéricas tras un largo conflicto. Esta victoria puede atribuirse en parte al hecho de que el cristianismo tomó de sus oponentes sus propias armas y las utilizó: los mejores elementos de las religiones mistéricas fueron transferidos a la nueva religión” (p. 296).
Él consideraba que tal transferencia se debía en gran medida a la incorporación de antiguos paganos a la nueva fe: “La victoria del cristianismo en el Imperio romano es otro ejemplo de una ley histórica universal, a saber, que la cultura que conquista es a su vez conquistada. Esta ley universal es particularmente cierta en el caso de la religión. Cuando una nueva religión llega a coexistir con un grupo de religiones, de las que continuamente está atrayendo miembros, es inevitable acogerlos en su propio seno junto con las prácticas de sus religiones originales que llevan impresas en sus mentes, y que, junto con la asimilación de sus miembros, esta nueva religión asimile también algunos de los elementos de estas religiones existentes” (ibíd.).
Primero se refiere a la diosa Cibeles o Gran Madre, y a su hijo divino y héroe, Atis, cuyo culto llegó al sur de Europa a través de Asia Menor. “Atis era el Buen Pastor, hijo de Cibeles, la Gran Madre, que lo dio a luz sin la participación de un hombre mortal, como en la historia de la virgen María. Según el mito, Atis murió, asesinado por otro o por su propia mano . . . Cibeles lo lloró angustiosamente hasta que él resucitó en la primavera . . .
“En Roma había un festival que celebraba la muerte y resurrección de Atis. Esta celebración anual tenía lugar entre el 22 y el 25 de marzo. La influencia de esta religión en el cristianismo queda demostrada por el hecho de que en Frigia, Galia, Italia y otros países donde el culto a Atis era generalizado, los cristianos adaptaron la fecha actual, el 25 de marzo, al aniversario de la pasión de nuestro Señor . . .
“En esta misma fiesta de Atis, el 22 de marzo, se sujetaba una efigie de este dios al tronco de un pino, de tal manera que Atis era ‘asesinado y colgado de un árbol’. Después, esta efigie era enterrada en una tumba . . . Esa misma noche los sacerdotes volvían a la tumba y la encontraban vacía, pues el dios había resucitado de entre los muertos al tercer día; y el día 25 se celebraba su resurrección con gran regocijo. Durante esta gran celebración se consumía algún tipo de comida sacramental y se bautizaba a los discípulos con sangre, se les lavaba de sus pecados y se decía que ‘nacían de nuevo’” (pp. 298-299).
Aquí podemos ver los orígenes de lo que llegó a convertirse en la tradición del Viernes Santo y Domingo de Pascua. King señala: “Difícilmente se puede dudar del hecho de que estas ceremonias y creencias tuvieron un gran impacto en la interpretación que los primeros cristianos dieron a la vida y muerte del Jesús auténtico. Además, ‘la fusión del culto de Atis con el de Jesús se dio sin interrupción, ya que estas ceremonias paganas se llevaban a cabo en un santuario de la colina del Vaticano, que posteriormente fue tomado por los cristianos, y la iglesia madre de San Pedro actualmente se encuentra en el mismo lugar’” (p. 300).
Sin duda, King tiene razón cuando afirma que ciertos aspectos fundamentales de los misterios paganos pasaron a formar parte de lo que en realidad era un cristianismo corrupto. No obstante, se equivoca al sugerir que los escritores del Nuevo Testamento, como Pablo, fueron influenciados por el paganismo al presentar la historia y las enseñanzas de Jesucristo.
Otros cultos de Siria, Egipto y Grecia
Luego, tras referirse al culto del dios Adonis, que tenía un gran festival en Antioquía y un santuario en Belén identificado por los cristianos como el lugar de nacimiento de Cristo, King relata la historia del descenso del dios a los infiernos y su posterior renacimiento para ascender al cielo, que se celebraba en un festival de resurrección con las palabras “El Señor ha resucitado”, e indica una similitud con Cristo.
King afirma: “Esta coincidencia había llevado a muchos críticos a suponer que la historia de la sepultura y resurrección de Jesús era simplemente un mito tomado de esta religión pagana” (p. 301). A continuación, comenta algo extraño: “Que estos críticos tengan o no razón en su interpretación sigue siendo una cuestión discutible” (ibíd.). Esto no tiene sentido, ya que la fe cristiana sería entonces una mentira. ¿Cómo puede ser esta una cuestión “discutible”, algo que no importa?
En ambos documentos califica como ingenuo el argumento que algunos esgrimieron más tarde con respecto al mitraísmo, aquel que afirma que el diablo creó una imitación pagana de la religión verdadera para confundir a la gente. Sin embargo, es innegable que eso fue, en efecto, lo que hizo Satanás. Mucho antes de la época de Cristo, introdujo en las religiones paganas la falsificación de un dios moribundo y salvador junto con varios rasgos adicionales profetizados. Sin embargo, también es necesario admitir que las religiones mistéricas en realidad copiaron aspectos del verdadero cristianismo a medida que este se difundía, lo que explica aún más algunas de las similitudes temáticas. No siempre es fácil saber si algunas enseñanzas y prácticas paganas son anteriores al cristianismo o si aparecieron después.
Con todo, es evidente que gran parte del paganismo fue asimilado por una religión cristiana en crecimiento que paulatinamente abandonaba sus raíces bíblicas. La creencia católica del descenso de Cristo a los infiernos es muestra de ello. King señala que “en efecto, tal idea no surgió en la iglesia como un dogma del cristianismo sino hasta finales del siglo IV”, dando lugar a la opinión “de que esta idea tenía un origen pagano, ya que aparece no solo en la leyenda de Adonis, sino también en las de Heracles, Dionisio, Orfeo, Osiris, Hermes, Balder y otras deidades” (pp. 301-302).
A continuación señala que “los misterios egipcios de Isis y Osiris ejercieron una considerable influencia sobre el cristianismo primitivo” (p. 302). Incluso remonta las fiestas cristianas de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos (precursor del Halloween actual) y su celebración a principios de noviembre a una fiesta egipcia de los muertos y la celebración de la resurrección de Osiris, afirmando: “Así, inadvertidamente, los cristianos continúan el culto a Osiris en los tiempos presentes” (p. 303).
King señala además que “los mitos de Isis tuvieron una influencia directa en la exaltación de María, la Madre de Jesús, a la elevada posición que ocupa en la teología católica romana”, cumpliendo el papel de “la dama de los dolores, que llora por el muerto Osiris, y . . . la madre divina, que amamanta a su hijo infante, Horus” (ibíd.), temas que también se ven en otros sistemas paganos. Dice que cuando triunfó el cristianismo, las estatuas y pinturas de la virgen y el niño paganos se convirtieron en María y Jesús. “De hecho, los arqueólogos a menudo se confunden al intentar distinguir una cosa de la otra” (p. 304).
A continuación se presentan los misterios griegos de Eleusis, basados en el mito de Hades o Plutón que se llevan a Perséfone, la hija de Deméter (diosa de la cosecha), al inframundo, donde debe permanecer durante parte del año para explicar el cambio de las estaciones (el templo de Eleusis conmemora el dolor de Deméter). Al detallar los ritos cristianos griegos, King afirma: “Ahora bien, cuando observamos el moderno festival de la Pascua griega, es casi seguro que conserva el espíritu, si no la forma, del antiguo culto eleusino . . . Así que podríamos decir que este culto no fue eliminado por el cristianismo. Al contrario, muchas de sus formas y parte de su antiguo contenido se han perpetuado en el cristianismo” (p. 307).
El gran impacto del mitraísmo
Por último, King aborda la influencia del mitraísmo, sobre el que ya había escrito antes. Mitra o Mitras, dios del sol y de la luz, era inicialmente un dios menor del panteón persa que en la época de Cristo había llegado a ser semejante al dios supremo Ahura Mazda. El culto a Mitra era muy popular, pero su problema era, como señala King en su anterior artículo, que se limitaba a los hombres — las mujeres tenían que buscar la salvación en otra parte (de hecho, los templos de Mitra a menudo se encontraban al lado de los templos de la Gran Madre).
De todos modos, a pesar de la rivalidad con la creciente religión cristiana, en esta se filtraron muchas ideas del mitraísmo. King señala: “Fue suprimido [el mitraísmo] por los cristianos en algún momento de la última parte del siglo iv d. C.; pero su colapso parece haberse debido al hecho de que para entonces muchas de sus doctrinas y prácticas habían sido adoptadas por la iglesia, de modo que fue prácticamente absorbido por su rival” (ibíd.).
King cita varias similitudes, tales como la creencia en la inmortalidad, el bautismo, la comunión, un mediador entre Dios y el hombre, e incluso una bestia sacrificada en el fin del mundo. Sin embargo, señala que no todo fue una imitación exacta, reconociendo que el bautismo y la cena del Señor tenían antecedentes judíos (si bien la práctica del cristianismo tradicional en estos aspectos es una corrupción mas cercana al mitraísmo).
Como muchos otros, King se equivoca al afirmar:“Habiendo sido abolido el sábado hebreo por los cristianos, la Iglesia hizo del domingo un día sagrado, en parte porque era el día de la resurrección . . .” (p. 309). El hecho es que los verdaderos cristianos siguieron observando el sábado de Dios y no cambiaron el día de culto semanal al domingo, y la resurrección no fue en domingo sino en sábado (véase la guía de estudio que ofrecemos al final de este artículo).
Sin embargo, enseguida presenta otras razones para el traslado del día de culto y la adopción de otros días de culto: “. . . Pero cuando vamos un poco más allá, vemos que como festival solar el domingo era el día sagrado de Mitra; también es interesante notar que siendo Mitra considerado como Señor, el domingo debe haber sido ‘el día del Señor’ mucho antes de la práctica cristiana. También cabe notar que la actual Navidad, el 25 de diciembre, celebraba el cumpleaños de Mitra, y solo en el siglo iv llegó a designarse como la fecha, en realidad desconocida, del nacimiento de Jesús” (ibíd).
La comparación entre el mitraísmo y la creciente religión cristiana “se hizo tan evidente, que muchos creyeron que el propio movimiento cristiano se había convertido en un culto mistérico” (ibíd.). De hecho, como señala King en su conclusión, “difícilmente se puede negar el hecho de que el cristianismo fue muy influenciado por las religiones mistéricas, tanto desde el punto de vista ritual como doctrinal” (p. 311).
King no se complica en su evaluación, destacando especialmente la deuda del cristianismo con las religiones mistéricas por allanar el camino a la labor misionera cristiana y por ser la fuente de importantes conceptos. Dice al respecto: “Hablar del cristianismo sin mencionar otras religiones sería como hablar de la grandeza del océano Atlántico sin mencionar en absoluto los muchos afluentes que mantienen su ciclo” (pp. 311-312).
Pero, ¿de qué cristianismo estamos hablando en realidad? En este caso, no de la verdadera religión de Jesucristo y sus apóstoles.
Libres por fin, gracias a la verdad
Todo esto es muy importante en cuanto a lo que es una verdadera práctica cristiana y lo que no lo es. En las leyes que le había dado a Moisés, Dios había dejado claro que su pueblo no debía seguir las prácticas de culto paganas en la adoración al Dios verdadero (Deuteronomio 12:1-4, 29-32). Y Jesús hizo hincapié en que sus seguidores debían obedecer los mandamientos de las Escrituras y no reemplazarlos por tradiciones humanas (Mateo 5:17-19; 15:3, 9).
El apóstol Pablo no fue seducido por ideas y prácticas paganas, y advirtió a los gentiles recién convertidos a la fe cristiana que no volvieran a las antiguas costumbres idólatras: “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años [de previa adoración falsa]. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (Gálatas 4:8-11).
¿Y cuál era su opinión sobre el sincretismo del paganismo con las enseñanzas de Cristo? “Por tanto, amados míos, huid de la idolatría . . . lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:14, 20-21).
“Porque”, como afirma más adelante, “¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial [el diablo como la maldad personificada]? . . . ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? . . . Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Corintios 6:14-17).
La religión pagana no fue absorbida por el verdadero cristianismo, “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). Más bien, surgió un cristianismo falso y corrupto que reemplazó muchos elementos de la verdad con las mentiras del paganismo previo, un “misterio de iniquidad” que ya estaba activo en tiempos de Pablo (2 Tesalonicenses 2:7).
Finalmente, la creencia cristiana terminó por mezclarse con los misterios paganos. Estas creencias se apoderaron del Imperio romano y han prevalecido desde entonces, y continuarán hasta el fin de los tiempos bajo la identidad que entrega la profecía bíblica: “Misterio: Babilonia la Grande” (Apocalipsis 17:5).
Martin Luther King Jr. no comprendía esta realidad bíblica. Pero lo que él y muchos otros han descubierto ha ayudado a dilucidar el significado de estos pasajes. Solo desechando el gran engaño del diablo podremos encontrar por fin la verdadera libertad.
Como dijo Jesús: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Busque en la Biblia la fuente de sus creencias y prácticas, y rechace las mentiras que surgieron de la religión mistérica pagana. Como dijo Jesús en Juan 4:24, aprenda a adorar “en espíritu y en verdad”. BN