Al borde de un gran cambio
¿A quién podremos recurrir?
Según transcurren los meses y nos acercamos a las elecciones presidenciales 2024 en Estados Unidos, muchas cosas están en juego. Además de las disputas legales en curso, incluido el juicio estatal sin precedentes en un tribunal local en el que se ha declarado culpable de delitos a uno de los candidatos (aunque ese veredicto sin duda será apelado), hay graves asuntos por resolver que afectan al país en muchos y variados aspectos. Muchos ven el resultado como un asunto de supervivencia nacional, que además causará gran impacto en el mundo entero.
Ya todo parece hallarse en el umbral mismo de un cambio fundamental. Las guerras regionales en Europa Oriental y Oriente Medio, así llamadas guerras indirectas o subsidiarias entre las potencias mundiales como Rusia, Estados Unidos, Israel e Irán, amenazan con tener consecuencias mucho más amplias. En medio de la creciente división entre facciones ultraliberales y conservadoras en todo el mundo, 64 naciones llevarán a cabo elecciones nacionales este año, sin mencionar los cambios de liderazgo tras la muerte del presidente iraní y las elecciones generales convocadas en el Reino Unido a principios de julio.
¿Adónde conducirá todo esto? ¿Se inclinará el mundo por una mayor participación del Gobierno, e incluso por un control global a manos de las élites, o prosperará un movimiento más populista y nacionalista a medida que la gente vea cómo se resquebrajan sus libertades?
En Estados Unidos, las diferencias filosóficas y de enfoque entre los probables candidatos presidenciales nunca han sido más marcadas. Algunos predicen un retorno a la paz, la estabilidad económica y la independencia energética con cierto candidato, mientras sus opositores temen que trastoque el orden mundial basado en normas establecidas. Los partidarios de su contrincante hablan de preservar nuestras instituciones, pero los que están en su contra predicen guerras continuas, luchas internas, recesión económica e inseguridad fronteriza.
La economía y el poder de Estados Unidos han sido “la columna vertebral” del orden mundial durante décadas. Pero el país sufre una decadencia interna que conducirá a su caída, tal como la decadencia interna ha escrito el tributo fúnebre de muchas potencias que lideraron el mundo a lo largo de la historia.
¿Es demasiado tarde para Estados Unidos? ¿Se ha polarizado demasiado como para volver a unirse? ¿Acaso su espiral descendente hacia la depravación ha corrompido tanto a la población que no puede volver a los principios básicos basados en la familia y la moralidad que sustentan a toda nación exitosa?
Solo el tiempo lo dirá, pero sea cual sea el candidato que resulte presidente en los comicios del próximo noviembre, es probable que el rechazo generalizado a aceptar el resultado, que podría provocar posibles actos de violencia, conduzca a un estancamiento permanente, a la confusión y la incapacidad de hacer frente a los problemas internos o internacionales.
Ante un liderazgo sin apoyo y una visión dividida del mundo, la nación acabará por colapsar. Jesucristo dijo que una casa o reino dividido contra sí mismo no puede mantenerse en pie, y que finalmente caerá (Mateo 12:25; Marcos 3:25; Lucas 11:17).
Pero cuando Estados Unidos caiga, el mundo caerá con él, ya que la economía mundial depende en gran medida de esta nación. ¿Qué ocurrirá con el declive de Estados Unidos? La Biblia proporciona la respuesta, revelando el ascenso de una tiranía geopolítica descrita en el Apocalipsis como “la bestia”, en conjunción con un gran poder religioso falso.
Se desconoce cómo será el futuro sin Estados Unidos como líder mundial, pero sí se sabe que será oscuro. Sin embargo, no debemos inquietarnos, ya que todo está en manos de Dios. La Biblia revela que cuando una nación se aparta de Dios, las bendiciones que él le ha dado le serán arrebatadas. Estados Unidos tendrá que culparse a sí mismo, especialmente a sus líderes, por el desastre que traerá sobre sí mismo y sobre el mundo: “Porque los que guían a este pueblo lo hacen errar, y los que ellos guían son destruidos” (Isaías 9:16).
Y desde luego, el hecho de que permanezcan o no en el poder depende de Dios, ya que él “quita reyes, y pone reyes” (Daniel 2:21). El próximo presidente de Estados Unidos será quien él decida. Sin embargo, hay que darse cuenta de que el liderazgo de este mundo no es el liderazgo que Dios desea para la humanidad.
En el gran plan de Dios, felizmente, Jesucristo regresará para salvar a este mundo de sí mismo, incluidos sus líderes equivocados y sus élites influyentes. En la época del gobierno de Cristo, los líderes bajo su mando serán aquellos que hayan llegado a ser como él. Gobernarán con humildad y una verdadera actitud de servicio, velando y preocupándose por el bienestar de toda la humanidad. Enseñarán amorosamente el camino de Dios, expresado por sus mandamientos y principios de vida y dados a la humanidad para nuestro bien (Deuteronomio 10:13). Y entonces el mundo conocerá la paz, la armonía y la abundancia de una forma nunca antes experimentada en la historia.
Esta revista ha estado enseñando durante largo tiempo que la Biblia nos insta a poner nuestra confianza en Dios, no en los gobernantes humanos (Salmos 146:3). Jesucristo es el único Salvador de este mundo, tanto en sentido físico como espiritual. En estos días inciertos, ha llegado el momento de volverse a Dios y empezar a vivir a su manera. Ahí es donde reside la esperanza, el futuro y la eternidad.
Lea los artículos de esta revista teniendo en mente esta perspectiva general y buscando en la Palabra de Dios esperanza, propósito y certeza en cuanto a su futuro. BN
Rick Shabi, presidente
Iglesia de Dios Unida