P: ¿Puede un cristiano sufrir depresión? Preguntas y Respuestas

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P: ¿Puede un cristiano sufrir depresión?

Preguntas y Respuestas

P: ¿Puede un cristiano sufrir depresión?

R: La depresión clínica es una enfermedad grave, con diversos síntomas físicos, mentales y sociales, que puede incapacitar a las personas. Los niveles de ciertas sustancias químicas en el cerebro pueden contribuir al problema. Quienes sufren una depresión grave o crónica deben buscar asesoramiento especializado y orientación médica, además de aplicar las herramientas bíblicas que mencionaremos. (Del mismo modo, los problemas no resueltos relacionados con traumas relacionales o antecedentes familiares, o con dificultades para perdonar, pueden requerir ayuda profesional además de la búsqueda de Dios).

La depresión, en terminología más simple, suele referirse a periodos prolongados de tristeza inusual, miedo o preocupación, o a sentirse abrumado por el estrés o la angustia. La respuesta inmediata suele ser olvidar los éxitos pasados, sentirse desesperanzado y vulnerable, y querer abandonarlo todo. Y ningún cristiano es inmune.

En ocasiones, incluso algunos de los grandes hombres de la Biblia sufrieron depresión. Tras una serie de milagros y una larga y estrecha relación con Dios, el profeta Elías fue presa de la depresión cuando la reina Jezabel amenazó con matarlo.

Elías se hallaba exhausto tras un largo periodo de estrés, y esto probablemente exacerbó su sensación de desánimo y desesperanza. Sin embargo, Dios no quería que permaneciera en esta condición. De manera tranquila y compasiva, Dios le explicó a Elías lo que no podía ver en su estado irracional: que no estaba solo y que él seguiría apoyándolo en la labor que tenía que realizar. Lea sobre la recuperación de Elías en 1 Reyes 19:1-18.

El libro de Proverbios tiene mucho que decir sobre la depresión y la preocupación y ofrece una orientación útil (véase Proverbios 12:25; 13:12; 15:13; 18:14). En Lucas 12:22-31, Jesucristo explicó la futilidad de la preocupación, un rasgo que a menudo conduce a la depresión. (Asegúrese de leer también “Cómo afrontar y vencer el miedo y la ansiedad”, a partir de la página 14).

En el mismo pasaje de Lucas 12, Jesús destacó un aspecto del problema al referirse a sus discípulos como “vosotros, hombres de poca fe” (versículo 28). Para un cristiano, la depresión (la variedad más típica, no la condición fisiológica) a veces puede ser una consecuencia de la falta de fe en Dios.

Sería más fácil para los cristianos si, tras el bautismo y la imposición de manos para recibir el Espíritu Santo, todos pudiéramos llenarnos inmediatamente de fe, amor y paciencia. Pero no sucede así. Por el contrario, Dios espera que desarrollemos estas características por medio  de experiencias, e incluso pruebas, a medida que aprendemos a obedecer su ley.

Los cristianos no deben vivir en un permanente estado depresivo. Así como Dios trató con Elías en el Antiguo Testamento, lo hace con los cristianos de hoy por medio de Jesucristo. Mientras estuvo aquí en la Tierra, y mediante su propio sufrimiento, Jesús aprendió a compadecerse de su pueblo (Hebreos 4:14-16). Él sabe que somos débiles y propensos a temores, dudas y preocupaciones que pueden llevarnos a la depresión. Pero él siempre está ahí para ayudarnos cuando nos sentimos agobiados y promete darnos alivio (Mateo 11:28-30).

En términos prácticos, ¿hay algo que podamos hacer cuando la ansiedad, la preocupación o la depresión amenazan con engullirnos? Lo hay, pero se requiere un esfuerzo mental, y a menudo significa tomar conciencia de los problemas potenciales antes de que se arraiguen.

El apóstol Pablo nos instruye para que “[llevemos] cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5). Cuando un pensamiento aterrador o una preocupación invadan por primera vez su cabeza, ore a Dios y pídale ayuda para disiparlo. No le dé ni tiempo ni espacio para que se implante en su mente. Puede que al principio sea más fácil decirlo que hacerlo pero, con la ayuda de Dios, esta técnica empieza a funcionar.

La oración es una forma crucial de acercarse a Dios, y lo mismo se puede decir del estudio de las Escrituras. De hecho, la Biblia y sus promesas nos ayudan a desarrollar fe. Pablo señaló que la fe proviene de oír la Palabra de Dios (Romanos 10:17). Pablo también nos amonesta: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Como cristianos, debiéramos estar familiarizados con las promesas que Dios nos ha hecho. Recordemos el gran amor que Dios Padre y Jesucristo nos han mostrado al proporcionarnos una manera de poder ser rescatados de nuestros pecados. Meditar en estas cosas puede traernos consuelo en tiempos de tristeza. Lea escrituras como Juan 3:16-17, Lucas 12:32, Romanos 8:18-39 y Apocalipsis 21:1-7.

Intente imaginar vívidamente cómo será el reinado venidero de mil años de Cristo, o la Nueva Jerusalén en la eternidad consiguiente. Escrituras como Isaías 11:6-9, 35:1-10 y Apocalipsis 21-22 pueden ayudarle en este sentido. Incluso puede imaginarse a sí mismo estando allí. Sin embargo, nunca debemos perder de vista la realidad presente.

Pídale siempre ayuda a Dios, pero recurra también al apoyo de otros cristianos. Tener a alguien a quien pueda llamar por teléfono, enviar un correo electrónico o un mensaje de texto puede ser una ayuda valiosa. Tal vez un amigo podría ponerse en contacto con usted de vez en cuando, aunque sea para hacerle saber que no está solo.

Si hay servicios sabáticos en su área, asista a ellos para reunirse y confraternizar con otros creyentes y escuchar enseñanzas bíblicas. Involúcrese en algo que no le añada más estrés o ansiedad, sino que mejore su vida. Las actividades físicas como caminar, correr, los bailes de salón, la natación y los deportes de equipo pueden ser de gran ayuda. Otro gran recurso es ayudar a los demás, lo que también contribuye a apartar la mente de nuestros propios problemas.

No se desanime si no puede superar de golpe la depresión o la preocupación. Como escribió el apóstol Pedro: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18, énfasis añadido).

Salir de la depresión puede compararse a intentar salir de un pozo resbaladizo. Podemos empezar con buenas intenciones y luego volver a deslizarnos. Es un largo viaje, pero tenemos que perseverar en él con la ayuda de Dios. Los cristianos son aquellos que crecen para parecerse a Cristo, y todos tenemos aún mucho que aprender.