Carta del Presidente: 25 de febrero de 2021

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Carta del Presidente

25 de febrero de 2021

Cómo prepararse para su mejor Pascua (Segunda parte)

La semana pasada repasamos la impresionante historia de Jesús, el Mesías profetizado, y de cómo dio su vida como el Cordero de Pascua sacrificado por toda la humanidad. Aunque usted y yo no veamos ahora a nuestro Salvador físicamente, lo amamos y, como dice 1 Pedro 1:8, “Ustedes . . . creen en él y se alegran.”

He aquí la segunda parte. Como señalé la semana pasada, debemos examinar deliberadamente la forma en que vivimos como parte fundamental de la preparación para la Pascua. La intención de Dios es que esto sea algo extremadamente personal entre usted y él (Juan 17:21). Pablo oró para que se “el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo . . . les dé sabiduría espiritual y precepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios", hasta el punto de que "les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó" (Efesios 1:17-18, Nueva Traducción Viviente).

Cada año, las temporadas de días santos nos comprometen a un nuevo ciclo de mejoría espiritual continua (Mateo 5:48). Cada día santo contribuye a que nuestros corazones se "inunden de luz". Los días santos del primer ciclo del año están especialmente conectados entre sí y se complementan mutua y profundamente, renovando nuestras vidas. Desde antes de la Pascua, volvemos a comprometernos a entregar diariamente cada aspecto de nuestra vida a Dios Padre y a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. Examinar honestamente nuestro corazón nos ayuda a redimensionarnos espiritualmente. Como escribió Pablo, podemos comprender y aceptar el hecho de que "todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Y este conocimiento nos motiva aún más.

Dios nos ayuda a evitar la trampa del autoengaño cuando observamos sus días santos. Podemos estar ciegos ante los defectos personales que son obvios para los demás, pero Dios, que lo ve todo perfectamente (Proverbios 15:3), sigue dirigiéndonos hacia un cambio vivificante (Romanos 12:1-2). Al renovar nuestra relación con Jesús como nuestra Pascua, reavivamos nuestro compromiso de superar el pecado y de ser espiritualmente victoriosos (Apocalipsis 2:7). Las recompensas de este compromiso son muchas, tanto espirituales como físicas. Como hijos de Dios (1 Juan 3:1), deseamos ser como él. Al obedecerle en amor, Dios nos recompensa aún más de lo que lo harían nuestros padres humanos.

Debemos tener mucho cuidado en este proceso de examinación. Sabemos que existen consecuencias potenciales directas si no lo hacemos (1 Corintios 11:29). Discernimos con humildad y apreciamos profundamente lo que nuestro Salvador hizo por nosotros. Usamos las herramientas espirituales que Dios nos da para medir, e incluso juzgar, nuestro comportamiento y pensamientos en relación con sus normas ¿El resultado? Nos beneficiamos al construir nuestra casa espiritual sobre la Roca (Mateo 7:25).

Sabemos que si este proceso se descuida de alguna manera, Dios nos ama hasta el punto de que seremos "castigados por el Señor para que no seamos condenados con el mundo" (1 Corintios 11:32). ¿Cuál es la norma que Jesús estableció para nosotros como sus discípulos? "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Marcos 12:30).

La Pascua, al ser magnificada por la puerta abierta a la reconciliación mediante el sacrificio de Cristo,  nos hace enfocarnos en cómo aprender a amar a Dios. A su vez, debemos ser “imitadores de Dios como hijos amados y [andar] en amor, como Cristo también nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros" (Efesios 5:1-2). Al hacer un inventario espiritual en preparación para la Pascua, nos preparamos para un gran restablecimiento que durará todo el año. Debemos poner en práctica, inmediata y activamente, lo que hemos aprendido del compromiso directo de nuestro Padre Celestial y Hermano Mayor. Experimentamos el valor renovado de la oración y la meditación y desempolvamos espiritualmente nuestras vidas.

En esta próxima temporada de Pascua se nos recordará que la levadura, como el pecado, está en todas partes. Si uno deja fuera la masa recién hecha durante la noche, la levadura microscópica invisible que flota en el aire la fermentará. ¿Qué quiere decir esto? Que el pecado, como la levadura, es omnipresente, incluso ineludible. Participar en el proceso simbólico de eliminar la levadura renueva una importante lección espiritual para nosotros. Al encontrar migas de pan y trozos de levadura en lugares inesperados, vemos físicamente que el pecado, como la levadura, se propaga de manera inusual. Se nos advierte que, si no se controla, puede convertirse en "levadura de malicia y de maldad" (1 Corintios 5:8).

En los próximos días, preguntemos a Dios abierta y frecuentemente: "¿Qué necesito saber de mí mismo? ¿Qué necesito cambiar?". Pidámosle francamente que nos ayude a ser mejores cristianos y que produzcamos frutos espirituales mientras seguimos a Jesús el Mesías. Pablo nos da una norma muy útil para esto. En el libro de Gálatas nos describe las obras de la carne y el fruto del Espíritu. Usted puede hacer un inventario espiritual que le puede servir en esta temporada que se avecina. Quiero añadir que un ayuno puede ayudarle a concentrarse, y es muy recomendable.

He aquí una pregunta que debiera hacernos meditar: ¿Se ha preguntado alguna vez qué cosas pueden dejarlo fuera del Reino de Dios? Pablo nos da la respuesta en Gálatas y nos advierte específicamente. Estas cosas son: ". . . inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas . . . " (Gálatas 5:19-21, NLT). Debemos analizarlas honestamente con cuidado y en oración, pidiendo a Dios que las elimine de nosotros y nos sane espiritualmente. Por otro lado, Pablo habla de los comportamientos, las emociones y el estado de ánimo que traen muchas bendiciones. En efecto, somos el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19) y esto debiera describir la plenitud de nuestras vidas: "amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio" (Gálatas 5:22-23, NLT). Como un árbol joven, los frutos al principio pueden ser pequeños, ¡Pero Dios es paciente!

En la sección de las Escrituras que solemos leer en la noche de Pascua, Jesús declaró: "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto" (Juan 15:1-2). Dios presta mucha atención a los que le aman y obedecen, y todo lo que hace tiene un propósito directo para usted y para mí. Esta es una promesa inquebrantable.

Mientras se prepara para la Pascua de este año, ante estas inspiradoras palabras de nuestro Salvador a su corazón: "Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí, y yo conozco al Padre. Así que sacrifico mi vida por las ovejas" (Juan 10:14-15, NLT). ¿Qué tiene Jesús en mente para usted? "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (versículo 10). Cada día antes de esta temporada de días santos, pregúntele a Dios qué quiere que haga en ese día y luego pídale que le ayude a hacerlo. Pregúntele cómo puede caminar mejor en su vida diaria con su Hijo, su Hermano Mayor. Esto parece muy simple, pero produce profundos resultados.

En esta temporada, sea un creyente. Crea en Jesucristo su Salvador, en lo que dice, en lo que hace, en su papel en el Reino de Dios venidero y en todo lo que esto significa, ¡y experimente su mejor Pascua!

En servicio a Cristo,

Víctor Kubik