Carta del Presidente
18 de febrero 2021
Cómo prepararse para su mejor Pascua (Primera parte)
Para toda la humanidad, la Pascua es el acontecimiento más importante de la historia. Hace miles de millones de años (una cifra incomprensible para la mente humana), Dios y el Ser eterno conocido entonces como el Verbo (Logos) trazaron planes para crear un vasto universo físico repleto de muchas maravillas y tendría un propósito. Este nuevo universo físico se centraría en el Verbo y sus futuros roles como Jesucristo (el Salvador de la humanidad), el Hijo de Dios, y el Rey de reyes en el Reino de Dios venidero.
¿Cuál sería el propósito de este enorme y espectacular universo? Desde el mismo principio, todo se enfocaría en "llevar a muchos hijos a la gloria" (Hebreos 2:10). Según la planificación de los fundamentos del mundo, Jesús desempeñaría un papel fundamental en todo, incluyendo la creación de cada elemento físico, desde la más pequeña nanopartícula hasta el mayor supercúmulo estelar y la vida misma. Las palabras de Juan son sencillas, pero asombrosamente profundas: "Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él" (Juan 1:3, Nueva Traducción Viviente, énfasis añadido).
Entonces entró en juego un gran calendario, y a medida que avanzaban los miles de millones de años y el universo maduraba hasta convertirse en una espectacular prueba de la existencia de Dios (Romanos 1:20), tuvo lugar un acontecimiento importantísimo, tal como estaba previsto: "Y aquel Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Como Mesías, Jesús completó un ministerio profético de tres años y medio, magnificando la ley que dio en el Sinaí (1 Corintios 10:4) y demostrando firmemente que los dos mandamientos más importantes estaban profundamente enraizados en el amor: el amor a Dios y el amor a los demás (Mateo 22:37-40).
Al final de su ministerio, Jesús entregó su vida en un sacrificio jamás igualado (que pronto conmemoraremos), padeciendo una muerte humillante típicamente reservada para los peores criminales. El mismísimo Hijo de Dios pagó la pena máxima, y con su sangre abrió de par en par la puerta que nos permite reconciliarnos con su Padre y convertirnos en hijos de Dios y herederos de la vida eterna. En el momento de su muerte, en lo que debió haber sido ser un espectáculo sobrecogedor, unas manos invisibles rasgaron "de arriba abajo" (Mateo 27:51) la gruesa cortina que colgaba delante del Lugar Santísimo del templo judío, y que eran el poderoso símbolo de que el camino hacia Dios mismo estaba ahora abierto. Sin este sacrificio, ninguno de los planes de Dios para la humanidad podría llevarse a cabo.
Como escribió Pablo, "nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros" (1 Corintios 5:7). Así pues, se nos ordena observar y recordar la muerte y el sacrificio de Jesús, como haremos dentro de poco más de cuarenta días. Este año me gustaría que todos tomemos medidas para que cada uno experimente una Pascua verdaderamente memorable. Para muchos de nosotros, y probablemente para la mayoría, este ha sido un año difícil desde la última vez que tomamos el pan y el vino.
Algunos hemos perdido familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo a causa de la pandemia del Covid-19. Algunos la hemos vivido en primera persona. Muchos soportaron cierres laborales y momentos económicos muy difíciles. ¡La buena noticia es que al menos hemos llegado hasta este punto! Pero aunque ahora quizá veamos una luz al final de este túnel del Covid-19, muchos estamos fatigados, e incluso muy desgastados. Algunos todavía se sienten desanimados y deprimidos. Según he sabido mediante muchas llamadas telefónicas, conversaciones, correos electrónicos y experiencia personal, este último año realmente nos pasó la cuenta a todos. Pero hay esperanza: los próximos días santos nos ofrecen una poderosa oportunidad para renovar nuestra vida espiritual, mental y física.
Ahora es un momento excelente para hacer un reajuste personal. He aquí algunas reflexiones para tener en cuenta: todos los años por estas fechas, abrimos nuestras Biblias y leemos las palabras de 1 Corintios 11:27-31, incluida la advertencia: "Por tanto, cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor en forma indigna es culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor" (NTV). Pero para hacer esto contamos con un proceso positivo: "Por esta razón, cada uno debería examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa" (NTV). El proceso de examinarse a sí mismo es fundamental y de ninguna manera un suceso anual único, como Pablo escribe más adelante: "Examínense para ver si su fe es genuina. Pruébense a sí mismos. Sin duda saben que Jesucristo está entre ustedes . . ." (2 Corintios 13:5, NTV).
Aunque se nos anima a reevaluar honestamente nuestras vidas y hacer un inventario espiritual antes de la Pascua, debemos hacerlo de manera que nos edifique, renovando nuestra relación con Jesucristo, que es también nuestro Hermano Mayor. En mis cincuenta años en el ministerio he visto hermanos bien intencionados que a veces llevan este proceso de "examen" al extremo, acumulando una culpa tóxica innecesaria sobre sí mismos en un esfuerzo por demostrar de alguna manera lo "indignos" que son. La verdad es que ninguno de nosotros es digno. Sin la gracia salvadora de Jesucristo como dador de vida, ninguno de nosotros tendría una oportunidad.
Jesús es verdaderamente el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6), "Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hechos 4:12). A pesar de nuestra condición, ¡el maravilloso plan de Dios salva la brecha! ¿Qué hace la Pascua? Cuando se observa correctamente, nos recuerda profundamente cuánto nos ama Dios, quien llegó a dar a su único Hijo para hacer posible una relación directa y eterna con nosotros (Juan 3:16). Nos recuerda el increíble potencial humano que tenemos cada uno como hijos de Dios (1 Juan 3:2). Nos recuerda y nos da energía para ser agradecidos y adoptar la humildad como forma de vida al apreciar lo que se ha hecho por nosotros. Y renueva nuestro compromiso y dedicación para ser más que vencedores (Romanos 8:37).
Esta columna será la primera de dos que se referirán a cómo esta Pascua puede ayudarnos a restaurar nuestras mentes, emociones, e incluso nuestra alegría espiritual. Hasta es posible que podamos recuperar nuestro primer amor por la verdad (Apocalipsis 2:4). Por tanto, los desafío a que entre ahora y la próxima semana nos comprometamos a dedicar algo de tiempo extra a presentarnos ante Dios en humilde oración, pidiendo el poder refrescante de la renovación espiritual. Desafiémonos a pedir con fe, creyendo que Dios conoce todas nuestras necesidades (Filipenses 4:19). Pidamos que cada uno de nosotros pueda mejorar nuestra relación personal con Jesucristo, nuestro Salvador, de modo que podamos llegar a ser como escribió Pedro: ". . . cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto [físicamente, al contrario de Pedro], en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso" (1 Pedro 1:8). Comencemos a prepararnos ahora y en serio para esta Pascua, esforzándonos para que sea verdadera y gozosamente memorable, y posiblemente la mejor hasta ahora. Más información la próxima semana.
En servicio a Cristo,
Víctor Kubik