Un inconveniente temporal, mejoras permanentes

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Un inconveniente temporal, mejoras permanentes

Desde muy pequeños nos sentimos atraídos por el cambio: queremos ser más altos, más fuertes, tener una bicicleta, después un auto, luego una pareja, y seguimos marchando por la vida intentando llegar a la siguiente etapa. Y entonces, en algún momento, queremos descansar y detener el cambio. Sin embargo, el cambio es algo que debemos aceptar, porque es obra de Dios.

En Santiago 4:14 se nos dice que nuestra vida es neblina. Tenemos una “fecha de vencimiento”, así que debemos saber aprovecharla.

En su paso por esta Tierra, muchos han tenido el privilegio de ser llamados por Dios, y ese llamado comprende  específicamente un cambio. Dios nos llama a partir de donde nos encontramos y espera que, con su ayuda, lleguemos a donde él quiere llevarnos: “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). ¡Ese es un gran cambio!

Dios nos está haciendo crecer para que seamos algo muy superior a lo que somos ahora, pero esto es un proceso. No podemos saber con exactitud dónde quiere Dios que estemos; no obstante, podemos leer las Escrituras y articular muchos conceptos. Somos hechura suya, y tenemos que colaborar para llegar a un producto terminado (1 Corintios 15:50-57).

2 Corintios 5:17 dice que nos convertimos en una “nueva creación”, no en una segunda versión de algo viejo y desgastado.

Efesios 4:17-24 explica además que tenemos que deshacernos de las prácticas antiguas y corruptas, y revestirnos del hombre nuevo: muchos cambios. Ese hombre nuevo es creado con verdadera justicia y santidad. ¿A qué se parece esa creación?

Solo temporal

Antes de responder esto, acompáñenme hasta mi infancia (principios de los sesenta). En el suroeste de Pensilvania (EE. UU.) se estaba construyendo el sistema de autopistas interestatales. Una sinuosa carretera de dos carriles iba a ser reemplazada por una autopista interestatal de alta velocidad y cuatro carriles.

Recuerdo bien aquella vía en construcción, porque teníamos que transitarla cuando íbamos a los servicios de la Iglesia cada semana en Pittsburgh. En cada ocasión había cambios: la maquinaria pesada excavaba colinas, construía puentes, creaba rampas de salida e intercambiadores que conectaban con las carreteras secundarias. ¡Cada sábado era una aventura!

Disfrutaba de la construcción, pero a lo largo de la ruta había un letrero que recuerdo vívidamente. Decía: “Inconveniente temporal, mejoras permanentes”. Recuerdo haber meditado en la sencillez de ese cartel que sintetizaba lo que todos esperábamos.

Por eso, cuando el estado de Idaho anunció que iba a ampliar la carretera de dos carriles frente a nuestra casa, vino a mi mente ese cartel. Dado que miles de vehículos pasan frente a nuestra casa todos los días, es muy interesante ver cómo el contratista de la autopista ejecuta esta hazaña manteniendo la fluidez del tráfico. Llevan unos cuatro años en el proceso, y no terminarán hasta dentro de otros dos. Nos acordamos de las reuniones iniciales, cuando las autoridades nos dijeron que esto tardaría varios años, quizá entre cuatro y cinco, pero no nos preocupamos.

Igualmente, muchos de los que leen esto pueden recordar su conversión y sesiones de consejería. Puede que les hayan dicho: “calculen los gastos” (Lucas 14:28). Y “el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mateo 24:13). En su interior, puede que se hayan dicho: “No hay problema, puedo hacerlo, no tardaré mucho . . .”. Bueno, aún están trabajando en ello, venciendo y resistiendo, y su camino no ha terminado: solo está tardando un poco más de lo esperado.

Se necesita mucho más de lo que me imaginaba para transformar una autopista angosta en otra de cuatro carriles. Financiación, diseño, topógrafos, compra de terrenos, traslado de todos los servicios públicos, cavar zanjas para enterrar material nuevo, volver a cavar zanjas para retirar el anterior, hincar pilotes toda la noche, removedores de pavimento, buldóceres, excavadoras . . .
¡ruido y más ruido!

Camiones que llevan material; camiones que traen más material. Tienen una misión. Se llevaron hasta la última piedra de la antigua carretera y la sustituyeron por materiales específicamente seleccionados e instalados exactamente donde los ingenieros querían. Y las motoniveladoras, buldóceres y compactadoras lo nivelan y apisonan debidamente el material, haciendo varias pasadas hasta que queda exactamente según el diseño original, con una consistencia suficientemente densa para evitar deformaciones futuras.

No es sorprendente que un cristiano se sienta abrumado por pruebas y situaciones que lo hacen sentirse como esta carretera: ¿Acabará esto alguna vez? ¿Podré llegar algún día al punto en que el Gran Diseñador esté satisfecho conmigo? Quiero recordarle una vez más el cartel: “Inconvenientes temporales, mejoras permanentes”.  Se trata de un proceso. Sin ese proceso, no tendremos una bonita carretera nueva, y usted no alcanzará la vida eterna con su Creador.

Todos los ruidos, golpeteos, crujidos, traqueteo y chirridos desagradables de la desgastada excavadora son solo cosas que tenemos que soportar; no podemos escoger los ruidos, y en la sociedad hay mucho ruido. Por momentos disfrutamos un respiro, como la paz que encontramos al congregarnos los sábados y los días santos. Podemos ir a encontrar paz lejos del ruido, renovarnos y luego volver a casa. Mientras estuvimos en Australia celebrando la Fiesta, los obreros asfaltaron el tramo de carretera frente a nuestra casa, pero aún les queda por pavimentar la otra mitad. Esto se hará en primavera, así que hemos tenido unos meses de paz durante el invierno.

1 Juan 3:1-3 habla del amor de Dios por nosotros y nos llama hijos, afirmando que seremos como él. Fíjese en el versículo 3: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él [Dios] es puro”. El proceso no es fácil, pero al final la recompensa valdrá todos los inconvenientes que debamos soportar. Esto es temporal; la carretera será concluida algún día.

Romanos 8:16-17 continúa enfatizando que “somos hijos de Dios . . . herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Imagínese que mira hacia atrás y piensa en lo fácil que hubiera sido rendirse, pero no lo hizo: creyó en Dios y confió en su capacidad para hacer realidad lo que había prometido.

Debemos mirar hacia adelante y saber que esta vida es un inconveniente temporal y que una mejora permanente está por llegar. Darse por vencido nunca es la elección correcta.

Un cambio duradero

Dios está haciendo una obra para muchos más además de nosotros, “los llamados” ahora. Él está trabajando estratégicamente con toda la humanidad y tiene toda la infraestructura para llevarlo a cabo. Usted y yo somos parte de esa infraestructura. Estamos siendo formados, moldeados y preparados para encajar en un lugar específico; Jesucristo es la piedra angular principal, y el edificio se construye con los apóstoles, profetas y todos los que han perseverado hasta el fin.

Es importante recordar que Dios tiene grandes planes, pero estos no incluyen los caminos del hombre. Este rechazó los caminos de Dios y desarrolló sus propias formas de gobierno, educación y estilos de vida.

Cuando el gobierno de Dios se establezca sobre esta Tierra, él reimplantará lo que siempre ha sido la verdad: él no necesita la opinión del hombre sobre cuál es la verdad y la mejor forma de vivir.

Los inconvenientes de la construcción de una carretera enfrente de nuestra casa no han sido agradables, pero esperamos con ilusión una nueva y magnífica autopista que satisfará las necesidades de transporte de miles de personas por muchos años. Del mismo modo, como nos anima Romanos 8:18, “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. O, según mis palabras, esta vida es un inconveniente temporal necesario, pero Dios está trabajando  para hacer mejoras permanentes.  EC