Reparado

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Reparado

¿Ha oído hablar alguna vez del proceso que los japoneses llaman kintsugi o kintsukuroi? Descubra cuán profundamente involucrado está Dios en el proceso de repararnos después de haber sufrido daños a causa del mundo, de decisiones que hemos tomado, o de circunstancias que pueden haber escapado a nuestro control.

Ensambladura dorada

La ensambladura o reparación dorada es el antiquísimo arte japonés (hacia finales del siglo xv) de arreglar la cerámica rota con una laca especial espolvoreada con polvo de oro. El resultado es un aspecto único de hermosas junturas de oro que resaltan las grietas de la cerámica y brillan bajo la luz. Muchos creen que el objeto se ve más bello después de sufrir daños, ya que ahora tiene una historia y algo que mostrar por todo el desgaste que ha recibido como resultado de su uso. En lugar de ocultar o disimular las fracturas, el kintsugi hace resaltar las imperfecciones reparando y embelleciendo el objeto. La palabra mottainai, que expresa el sentimiento japonés de pesar cuando algo se desperdicia o se bota, también es relevante junto con “mushin”, que significa la aceptación del cambio.

Conexión espiritual

Demos un salto al siglo xxi, cuando el mundo nos insta constantemente a ocultar nuestros defectos en lugar de repararlos, favoreciendo conceptos que fomentan el orgullo y una mentalidad de “yo primero” en lugar de la transformación de nuestros corazones y mentes. Sin embargo, las Escrituras nos instruyen para que no hagamos nada con una mentalidad egoísta (Filipenses 2:3; véase también Romanos 12:2 y 10).

Nuestro amado Padre, que lo ha hecho todo por nosotros y se preocupa tan profundamente por todos sus hijos, es nuestro Maestro Alfarero. Nosotros somos la arcilla, como dice la Escritura en Isaías 64:8. Dios nos da forma y nos moldea poco a poco, día a día, hasta transformarnos en vasijas que serán acabadas gracias a su perfecta habilidad para convertirnos en siervos aptos para su reino (Filipenses 1:6). Tal como los artistas japoneses no querían desperdiciar la cerámica rota, Dios “quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (1 Timoteo 2:4, Nueva Versión Internacional). Él “no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9, NVI). Puede que ser formado y moldeado no sea lo más fácil, especialmente mientras pasamos por pruebas y tribulaciones, pero sabemos que al final todo valdrá la pena. La diligencia acompañada de persistencia es de crucial importancia.

Esta vida puede ser un viaje largo, arduo y lleno de errores, sobre todo si las decisiones que tomamos no están de acuerdo con nuestro manual de instrucciones, la Santa Biblia. Muchos de nosotros hemos vivido la mayor parte de nuestra vida en el mundo antes de la conversión y venimos con mucha carga emocional, dolor y sufrimiento como resultado de la vida mundana. Ahora que hemos sido llamados por Dios a salir del mundo, necesitamos vivir diariamente con rectitud, resistiendo y venciendo la influencia de la sociedad. Ser un ejemplo en este sentido es increíblemente importante.

En lugar de esforzarnos por encubrir nuestras faltas (como en el caso de Adán y Eva, el rey Saúl, Ananías y Safira), deberíamos acudir a Dios en oración humilde y reverente y pedirle que nos diga dónde necesitamos ayuda para que nuestras faltas nos sean mostradas misericordiosamente. De esta manera podemos aprender, arrepentirnos y cambiar. El rey David es un poderoso ejemplo al que podemos recurrir en los Salmos 19:10-14 y 139.

¿Qué tipo de vasija seremos?

Sin importar cuán dañado usted esté, haya estado o vaya a estar, siempre tiene la capacidad de cambiar; sin embargo, no puede hacerlo solo y necesita la intervención de la fuerza más poderosa del universo: Dios. Él puede hacer cualquier cosa (Mateo 19:26; Marcos 10:27; Lucas 1:37; Job 42:1-2). Si hubo alguien que sufrió adversidades y perdió casi todo en su vida, fue Job. Leer el libro de Job es de mucho provecho para comprender cómo Dios puede ayudar en la restauración.

Tal vez usted está emocionalmente angustiado hasta el punto de querer huir o esconderse de los demás, mudarse a un lugar remoto en lo alto de las montañas o muy lejos. Pero sin importar adónde vaya, Dios ya está allí, esperándolo (Salmo 139:7-10). Él lo ve y lo sabe todo (Hebreos 4:13). Él sabe que usted se siente destrozado o en mil pedazos, que su corazón está traspasado por el dolor y que su cerebro es incapaz de aceptar la realidad a la que se enfrenta. Sea lo que sea que esté experimentando, Jesucristo ya ha pasado por ello antes que usted.

Romanos 5:8 nos da una idea del sacrificio supremo que Jesús hizo por nosotros: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Medite profundamente en estas palabras mientras ora a Dios. Adquirirá una mayor claridad y se dará cuenta de que no está solo. Pasar por momentos difíciles puede ayudarle a estar preparado para ayudar a otros en el futuro. Filipenses 1:29 explica: “Porque a ustedes se les ha concedido no solo creer en Cristo, sino también sufrir por él” (NVI).

Mientras procura cambiar, recuerde las amorosas palabras de Cristo: “Vete y no peques más” (Juan 8:11-12; Juan 5:14). Permitamos que la sanación comience ahora, de manera que haya tiempo suficiente para que todas las piezas vuelvan a encajar. Dios supervisa este proceso en nuestras vidas, del mismo modo que un hábil artesano restaura una vasija rota mediante una juntura de oro. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). EC