Prepárate para luchar
Para nuestros lectores jóvenes • Artículos de la revista Compass Check (en inglés)
Crecí en las montañas, y uno de los mejores ejercicios de entrenamiento que hacíamos era escalar colinas altas. Nos cansábamos mucho, pero rendirnos no formaba parte de nuestro vocabulario: descansábamos un poco, y volvíamos a escalar. Aprendimos a no temer los grandes retos, sino a conservar nuestras fuerzas mientras seguíamos superando las dificultades que se nos presentaban.
Hace algunos años tuve el placer de llevar a un grupo de casi veinte adolescentes con sus mochilas a una larga caminata por las Montañas Rocosas canadienses. La caminata comenzó en un terreno bastante llano, pero al final había un paso de montaña que necesariamente debíamos escalar. Yo solía ser el último en llegar a la cima, porque me quedaba atrás para animar a los que querían rendirse debido a su extremo cansancio. Dábamos veinte pasos y luego descansábamos, nos levantábamos y seguíamos adelante.
En una de esas excursiones, y cuando nos acercábamos a la cima, vi a tres muchachas sentadas con los brazos entrelazados, llorando. Pensé que había algún problema, pero cuando me acerqué, me dijeron que nunca habían visto nada tan bonito en toda su vida: la vista desde la cima de la montaña, toda una recompensa por su esfuerzo. También vi el cambio producido en varios adolescentes a los que había animado a seguir adelante. Fueron los últimos en subir la montaña, pero ello les dio confianza y les enseñó una valiosa lección. Estos jovencitos fueron los primeros en inscribirse al verano siguiente.
Un tipo diferente de lucha
Una de las lecciones importantes de la vida es el principio de saber cómo luchar. Esto no siempre significa boxeo, artes marciales o guerra espiritual. El tipo de lucha que es necesaria y beneficiosa en nuestras vidas es la que refleja valor, determinación, una actitud de no rendirse nunca y perseverancia. Requiere comprender cuándo luchar y cuándo huir. Sin duda, esas cualidades son necesarias en toda persona que libra una lucha o una batalla.
La vida está llena de problemas, grandes y pequeños. Esto nos lo recuerda Job 14:1: “El hombre nacido de mujer [es] corto de días y saciado de sinsabores”. Todos sabemos que los problemas pueden llegar en oleadas y que están presentes durante toda nuestra vida. La Biblia nos dice: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas . . .” (Santiago 1:2-6). Sin embargo, si nunca hemos aprendido a luchar, es decir, si no hemos aprendido a ser valientes, audaces e inteligentes, podríamos ahogarnos en un mar de problemas y acabar desanimados.
La vida puede ser maravillosa, divertida y alegre si aprendemos a afrontar todo lo que se nos presenta. Si nunca nos hemos preparado para enfrentar los mares turbulentos que la vida nos depara, podemos llegar a odiar las pruebas, caer en un patrón mental de tristeza y pesimismo, y sentir que la vida es injusta e insoportable. Una mentalidad de impotencia, derrota o desesperanza puede conducir a la depresión o a pensamientos de autodestrucción.
Nuestro Creador sabía cómo darnos la mejor oportunidad de ser luchadores desde el momento de nuestra creación. Los bebés nacen luchando y enfrentándose a situaciones desde el principio. Proclaman en voz alta sus necesidades: hambre, incomodidad o dolor.
Aprenden a caminar cayéndose reiteradamente, pero se levantan para volver a intentarlo. Esa es una cualidad que hay que fomentar. Con demasiada frecuencia, los padres cariñosos quieren levantar al bebé o asegurarse de que no se haga daño, pero en realidad esto es un buen comienzo para que aprendan a ser luchadores. Los bebés pueden descansar un rato después de caerse, pero después de descansar, intentarán caminar una y otra vez, hasta que dominen el problema.
Los padres amorosos deben animar a sus hijos a resistir su deseo interior de rendirse o descansar a menudo.
El valor de la lucha
Las lecciones de la infancia sientan las bases para desarrollar persistencia, paciencia, determinación y otras cualidades que nos ayudan a afrontar los retos del resto de nuestra vida. La experiencia nos ayuda a desarrollar herramientas que podemos utilizar una y otra vez, como aprender a tomarnos el tiempo necesario para pensar cuando nos enfrentamos a un problema. Muchos padres no se dan cuenta de que su carácter y sus éxitos en la vida se forjaron al enfrentarse a diversas dificultades.
Al no reconocer dicha verdad, estos padres intentan hacer todo lo que esté en su mano para eliminar las dificultades de la vida de sus hijos. Los niños necesitan retos y la experiencia que se obtiene al enfrentarse a los problemas. Los padres pueden animar, orientar y estar ahí para ayudar cuando sea necesario, pero también deben dejar que el niño desarrolle la fuerza y la habilidad que se requieren para vivir la vida con entusiasmo y alegría.
Con el tiempo y la experiencia, guiados por aquellos que nos han precedido, podemos aprender a negociar los problemas que nos depara la vida. Dios todopoderoso es nuestro Padre, y se preocupa profundamente por enseñarnos a ser luchadores.
Debemos enfrentarnos al adversario de Dios, que es Satanás, y a todas las formas malvadas y perversas en que Satanás daña a la humanidad. Pedro escribió que debemos desarrollar la naturaleza divina de Dios practicando diligentemente la virtud, el conocimiento, el autocontrol, la perseverancia, la piedad, la bondad fraternal y el amor, para que nunca tropecemos (2 Pedro 1:4-8).
Estas cualidades no se aprenden de la noche a la mañana, sino que se desarrollan con la guía de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Pedro también escribió: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos por diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, siendo mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, honra y gloria cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7).
Aunque nos sintamos afligidos por diversas pruebas mientras pasamos por el proceso de desarrollar una naturaleza virtuosa, se espera que perseveremos y resistamos, y que nunca nos demos por vencidos ni nos rindamos. Dios espera esas cualidades en sus hijos, y también explicó que seríamos probados mientras avanzamos hacia la meta de nuestra fe: la salvación de nuestras almas.
Una batalla que vale la pena pelear
Dentro de la raza humana hay grandes diferencias en cuanto a capacidades. Podemos diferir en capacidad mental, talentos o rasgos debido a la cultura y los hábitos que hemos aprendido, o a las circunstancias que nos han formado de diversas maneras. Todos necesitamos cambiar, pero para algunos no es fácil.
Es una bendición que un niño tenga padres que comprendan la necesidad de ayudarle a crecer para convertirse en un hombre o una mujer de calidad.
Los padres que valoran lo que Dios valora, tal como se señala en la Biblia, son capaces de educar a sus hijos para que puedan enfrentar sus propios desafíos y también ser de ayuda para los demás.
Pregunta a tus padres, a adultos de confianza en tu congregación o a tu pastor acerca de las batallas que han enfrentado. Aprende de sus experiencias acerca de esta importante cualidad del carácter: la naturaleza de un guerrero “que nunca se rinde”.
Ser un luchador requiere esfuerzo, práctica y entrenamiento. Se necesita un maestro que pueda señalar las áreas débiles que debemos corregir.
No hay duda de que nuestro Padre celestial y nuestro Hermano Mayor son guerreros (Apocalipsis 19:11-16). Odian el mal y se han enfrentado a Satanás desde el principio (Proverbios 8:13).
Pablo nos dice: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2:3). Si queremos ser como ellos, también debemos aprender a luchar. EC