Nuestra prenda más importante
La ropa que nos ponemos es una declaración del tipo de personas que somos. Y la industria de la moda, que influye en lo que viste mucha gente, es un negocio muy rentable que dicta los últimos estilos que muchos buscan y lucen.
La idea de que a Dios le preocupe realmente lo que llevamos puesto puede parecer muy extraña, pero Jesucristo mostró que a su Padre le interesa mucho nuestra vestimenta. Durante su sermón del monte, y en el contexto de la fe, Jesús comparó los lirios del campo con las espléndidas vestimentas del rey Salomón (Mateo 6:28-30).
Sin embargo, más allá de una vestimenta física modesta y apropiada para la ocasión, especialmente en aquellas instancias en que nos presentamos ante él, nuestro Padre Celestial tiene mucho interés en que nos vistamos con una prenda específica.
La ropa es un reflejo de nuestra mentalidad
Quienes llevan a cabo entrevistas de empleo, y también aquellos que trabajan en el área de recursos humanos, pueden estar entrenados para evaluar a los potenciales empleados por la forma en que van vestidos. Escoger la ropa adecuada para una circunstancia en particular puede mostrar respeto; por el contrario, vestirse de forma descuidada o que pueda sugerir falta de carácter no solo puede parecer irrespetuoso, sino que podría resultar ofensivo.
Cierto grado de formalidad suele ser más apropiado en tales circunstancias, ya que lo que decidimos ponernos refleja cómo nos sentimos ante una situación determinada. Cristo aludió a ello en la parábola de las bodas del hijo del rey (Mateo 22:1-14). En esta ocasión, un hombre no iba vestido adecuadamente para la boda. Algunos eruditos creen que a los invitados más pobres el rey les regalaba vestidos de boda, por lo que este hombre no tenía ninguna excusa aceptable para no vestirse bien (versículos 11-12).
El hecho de que no se pusiera el atuendo correcto sugiere que este hombre, a diferencia del resto de los invitados, no respetaba ni a su anfitrión ni el acontecimiento y básicamente había rechazado el gentil regalo de su gobernante. El contexto de esta parábola se menciona en el versículo 2. Es una parábola relativa al Reino de Dios, en la cual Cristo explica quiénes serán aptos para ser incluidos en él y quiénes no.
Prendas que reflejan el carácter de Cristo
En Gálatas 3:27, el apóstol Pablo escribió “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Aquí, la palabra “revestidos” tiene el sentido de meterse dentro de una prenda, como algo que nos rodea y envuelve. Pablo establece la relación entre ser bautizado y “vestirse” de Cristo. Esto se debe a que, tras el bautismo en agua y el recibimiento del Espíritu Santo mediante la imposición de manos, Jesucristo comienza a vivir en nosotros (Gálatas 2:20). Por lo tanto, también deberíamos reflejarlo a él en todas nuestras palabras, obras y actitudes.
Pablo amplía este pensamiento en Romanos 6:1-4, donde dice: “Al ser bautizados, morimos y somos sepultados con él; pero morimos para nacer a una vida totalmente diferente”
(v. 4, Traducción en Lenguaje Actual), es decir, a una nueva vida en Cristo. Una vez bautizados, los cristianos deben empezar a vestir su mejor atuendo: Jesucristo mismo.
Tal como Cristo no cometió pecado, los cristianos también deben esforzarse por vencer y no permitir en absoluto que el pecado ejerza poder sobre ellos (versículos 12-13). Varios profetas compararon simbólicamente la ropa sucia con el pecado. Por ejemplo, el profeta Isaías describió nuestros propios intentos de justicia como “trapos de inmundicia” (Isaías 64:6). Otro profeta vio al sumo sacerdote Josué vestido con ropas sucias y de pie ante el ángel del Señor. La solución de Dios fue quitarle las vestiduras sucias y darle a Josué una muda de ropa limpia. Sin embargo, Dios vincula el cambio de vestiduras con la eliminación del pecado, diciendo: “Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala” (Zacarías 3:1-4).
El pecado solo puede ser perdonado tras un arrepentimiento real. Así pues, de estas escrituras podemos concluir que nuestra apariencia exterior debe reflejar un cambio interno de nuestro corazón.
Continuando con la analogía de “sumergirnos” en una vestimenta, el apóstol Pablo describe una serie de características que debemos desechar y de cualidades que deben reemplazarlas. La lista de conductas que debemos desechar incluye la malicia, la mentira, el robo, el lenguaje soez y la ira.
En su lugar debemos revestirnos del conocimiento de Dios, de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y longanimidad [paciencia], soportándonos y perdonándonos unos a otros (Colosenses 3:8-13).
Ropa que representa la rectitud
Los cristianos deberían hacer una declaración categórica sobre sí mismos mediante las prendas espirituales que se esfuerzan por llevar. Pablo vuelve a utilizar la analogía de “meterse en una vestidura” en Efesios 4:23-24, cuando exhorta a los creyentes a “revestirse del nuevo ser que Dios creó a su imagen para que practique la justicia y la santidad” (Palabra de Dios Para Todos). Revestirse de Cristo es adoptar sus características y su conducta. Con Cristo en nosotros mediante la morada del Espíritu Santo (Romanos 8:9-10), y con la ayuda que él nos proporciona, también deberíamos reflejar exteriormente la santidad de Dios en nuestras vidas lo mejor que podamos.
En el libro del Apocalipsis, el anciano apóstol Juan cita a Cristo y sus consejos a las siete iglesias de Asia Menor. Si bien todas ellas comparten rasgos cristianos en común, cada una de estas congregaciones muestra características algo diferentes.
La actitud de la Iglesia de Laodicea es de autosuficiencia, de no necesitar nada. Cristo le dice que como iglesia es espiritualmente deficiente y le aconseja que compre de él “vestiduras blancas para vestirte” (Apocalipsis 3:18). Los cristianos deben asegurarse de estar vestidos espiritualmente con ropas que representen la justicia.
Al referirse a la Iglesia como la esposa del Cordero en Apocalipsis 19:7-8, Juan dice en esta profecía que “a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”.
Mientras permanezcamos como humanos físicos, de vez en cuando tropezaremos en nuestra vida cristiana y cometeremos pecado. Pero por haber luchado contra las tentaciones de pecar durante tanto tiempo y haber intentado sinceramente mantenernos limpios (como lo estábamos cuando salimos de las aguas del bautismo), se nos concederá el lino fino en el momento de la venida de Cristo y la primera resurrección (1 Corintios 15:51-54; Filipenses 3:20-21). Cada vez que los verdaderos cristianos se arrepienten sinceramente del pecado, la sangre de Cristo limpia a cada uno de ellos, restaurando su relación correcta con su Padre Celestial (véase 1 Juan 1:7-9). El hecho de que Cristo vive en nosotros es lo que nos da la esperanza de la gloria futura (Colosenses 1:27).
Más allá de nuestras vidas físicas de hoy, Cristo resucitará a los que son suyos a su regreso. Él ha prometido que recibirán un cuerpo glorioso como el suyo y que serán ataviados con vestiduras finas que reflejarán plenamente su justicia. EC