“No lo cambiaría por nada del mundo”
Para nuestros lectores jóvenes
Hace algunos años, había un anuncio de televisión que mostraba a un niño entrando a su casa. Su madre le preguntaba: “¿Qué estuviste haciendo hoy?” El niño respondía: “Oh, cuestiones de negocios”, mientras la cámara se movía para mostrar sus bolsillos llenos de todo tipo de bienes comerciales.
Cuando vi el anuncio por primera vez sonreí, porque ese niño me recordó mucho a mí mismo a esa edad. ¡Siempre estaba intercambiando cosas! Encontraba algo, caminaba unas cuantas cuadras, y luego lo cambiaba por otra cosa. Mi tío me dijo que debía encontrar algo de valor y continuar con el intercambio ¡hasta que pudiera cambiarlo por un Cadillac! Nunca lo hice, pero hace unos años vi la historia de un joven que empezó con un clip de papel y terminó con una casa, todo gracias a una serie de intercambios de valor creciente.
La mayoría de la gente no recuerda un intercambio de igual valor, pero cuando algo valioso es intercambiado por algo relativamente insignificante no es fácil de olvidar. La historia registra algunos intercambios bastante sorprendentes: la isla de Manhattan por unas pocas cuentas y baratijas que solo valían unos pocos dólares, y el derecho a la primogenitura de Esaú por un tazón de sopa. Pero se nos ha dado un regalo de Dios, y debemos darnos cuenta de que su valor es demasiado precioso como para intercambiarlo.
Realidad lamentable
En un video mostrado en la Fiesta de los Tabernáculos hace algunos años, se le preguntó a una joven entrevistada qué pensaba de su experiencia en el campamento de verano. Ella respondió enfáticamente: “¡Oh, no cambiaría esto por nada del mundo!”
Esta es una expresión interesante, aunque común, y contiene una profunda verdad. Cuando la oí decir esas palabras, pensé en los cientos de hombres y mujeres que había conocido y que cambiaron la forma de vida de Dios por una vida en este mundo. No se trataba de que no les gustara la gente de la Iglesia, o que tuvieran desacuerdos doctrinales; pero la atracción de este mundo los había alejado de las cosas de Dios.
Hace unos 30 años di un sermón a los jóvenes de nuestra congregación y expuse este tema de los cristianos que se apartan de la fe. Les pedí a todos que pasaran alrededor de la sala una fotografía mientras yo hablaba. Era una foto de todos los jóvenes de nuestra área 20 años antes. Les expliqué que solo tres o cuatro de nosotros de ese grupo todavía estaban en la Iglesia. Pero más decepcionante aún fue que la mayoría de esos jóvenes a los que di el sermón también dejaron el camino de Dios.
Tres malos negocios
La vida está llena de intercambios comerciales. Intercambiamos nuestro tiempo y talentos por un salario, y luego tomamos ese dinero y lo permutamos por variados bienes y servicios que necesitamos. Esta analogía puede proporcionarnos una valiosa perspectiva para evitar que cambiemos lo que Dios nos ha dado por lo que ofrece Satanás.
Solo piensa en el trueque que realizó Esaú por un tazón de sopa (Génesis 25:29-34). Este fue muy similar al cambio que muchos hacen por las cosas de este mundo. El mal negocio de Esaú no fue evidente para él en ese momento, pero basta con observar la vasta riqueza del mundo occidental para ver cuán valioso era en realidad ese derecho de nacimiento.
Génesis registra otras dos transacciones en las cuales los involucrados perdieron aún más que Esaú. La primera de ellas se encuentra en Génesis 19, donde la esposa de Lot cambia su vida por una última mirada a este mundo, desobedeciendo la clara instrucción de Dios. Mientras que Esaú perdió un valioso derecho de nacimiento, la esposa de Lot transó lo más valioso que tenía: ¡su vida!
La otra transacción se encuentra en Génesis 3. Este fue el peor de todos los malos negocios, porque trascendió la riqueza material o la vida física y afectó la dimensión espiritual. ¡Adán y Eva transaron una caminata de toda la vida con Dios y la paz de su forma de vida por un pedazo de fruta! En realidad, lo que recibieron a cambio fue el comienzo de este malvado mundo actual en el que vivimos.
Lecciones para nosotros en la actualidad
Si eres una persona joven en la Iglesia, te encuentras entre esos mismos dos árboles que enfrentaron Adán y Eva en su momento, y también tendrás que escoger. Satanás quiere hacer contigo el mismo trato comercial que hizo con tus antepasados en el huerto del Edén. Él quiere que adoptes su forma de vida (el árbol del conocimiento del bien y del mal) a cambio de la forma de vida de Dios (el árbol de la vida). Ese fruto prohibido que ellos eligieron representa el mundo de Satanás, el mismo que la esposa de Lot cambió por su vida.
Estas tres historias son extremadamente relevantes en nuestro mundo actual, y retratan perfectamente lo que tantos cristianos han perdido fácil y rápidamente:
- La seguridad física y financiera que acompaña a un derecho de nacimiento divino, como fue el caso de Esaú.
- La liberación física de una sociedad que se desmorona y derrumba sobre sí misma, como lo ilustran Lot y su esposa.
- Una vida llena de Dios, de alegría y logros, como se ilustra en lo que Adán y Eva tenían a su alcance.
¡No hagas el trato!
Puedes aprender mucho observando a dos personas mientras hacen una transacción comercial. Satanás es un maestro del trueque, y trabaja astutamente en nuestras mentes de maneras muy similares a la dinámica de muchos tratos comerciales modernos. Primero trata de persuadirte de que aceptes el trato descontando el valor de lo que actualmente tienes a tu alcance, y luego vuelve a empaquetar las cosas de este mundo para que parezcan irresistibles.
“Todo esto te daré”, dijo, “si postrado me adorares” (Mateo 4:9). Una oferta de Satanás para cambiar el mundo por el trono de Cristo. Es el mismo viejo truco: este mundo, que al fin y al cabo es todo lo que Satanás tiene para comerciar. No tiene nada más de valor para ofrecer: ni verdad, ni amor o lealtad. Tampoco fe ni perdón.
Nada positivo o puro. Nada que valga la pena y que sea deseable a un hijo de Dios. Él solo tiene este mundo para comerciar, porque como “dios de este mundo” (2 Corintios 4:4) tiene al mundo entero en su bolsillo, tal como el niño del anuncio.
Las oportunidades para realizar malos negocios se van a presentar muchas veces en tu vida. Pero si nunca tomas en serio las cosas de Dios, ni siquiera te darás cuenta de que la única otra opción es una transacción terrible. Piensa en lo que Dios te ha ofrecido o tal vez ya te haya dado: las preciosas promesas que abarcan y trascienden esta vida actual. Y recuerda las palabras pronunciadas por aquella adolescente en el video de la Iglesia.
Si yo fuera tú, “no cambiaría esto por nada del mundo”. EC
Joe Handley es un ministro en la congregación de Dayton, Ohio (Estados Unidos) y ha estado en la Iglesia durante más de 50 años. En su tiempo libre le gusta estudiar la historia de la Iglesia