Lección 19 - Trasfondo histórico de los evangelios
Mateo 14
Mateo relata que después de terminar sus parábolas, Cristo regresó a Nazaret, su ciudad natal. “Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:54-58).
La familia de Jesús
Jesús menciona aquí el principio de que la familiaridad puede generar menosprecio. Quienes lo conocían sabían que era hijo de un carpintero y no un maestro o predicador “profesional”. Lo menospreciaban porque carecía de entrenamiento formal (Juan 7:15) y no importaba que hubiera hecho grandes milagros ni predicado como nadie más lo había hecho. En opinión de ellos, no tenía las “credenciales” adecuadas, así que sencillamente no podía ser el Mesías prometido. Debido a su incredulidad, Cristo no pudo hacer gran cosa en Nazaret. Así pues, los prejuicios religiosos de las personas pueden incidir en que Dios intervenga o no en sus vidas.
También vemos aquí una descripción detallada de la familia de Cristo. Él era hijo de José, el carpintero, y Marcos 6:3 dice que había seguido los pasos de su padre y había adoptado el mismo oficio. Sin embargo, la palabra “carpintero” (tekton) en realidad significa artesano, un término más amplio que incluye además el trabajo con madera, metal y piedra.
Como Robertson comenta: “Desde la muerte de José, evidentemente Jesús se había ocupado de los negocios y era ‘el carpintero’ de Nazaret. La palabra tekton viene de tekein . . . producir, crear, como techne (oficio, arte). Es una palabra muy antigua, que data de los tiempos de Homero. Originalmente se refería al que trabajaba la madera o construía con ella, como los carpinteros de la actualidad. Luego se usó para describir a cualquier obrero o artesano en metal, en piedra, así como en madera, e incluso escultura” (notas sobre Mateo 13:55, New Testament Word Pictures [Imágenes en palabras del Nuevo Testamento], énfasis nuestro en todo este artículo).
Además, Jesús tenía cuatro medio hermanos, nombrados aquí, y al menos dos medio hermanas (ya que el término “hermanas” es plural). Eran medio hermanos, ya que el verdadero padre de Jesús era Dios el Padre, y no José (Mateo 1:18).
Muerte de Juan el Bautista
Estando Jesús en Nazaret, se enteró del cobarde asesinato de Juan el Bautista ordenado por Herodes Antipas.
Mateo dice: “En aquel tiempo Herodes el tetrarca [es decir, el gobernador de un cuarto del territorio] oyó la fama de Jesús, y dijo a sus criados: Este es Juan el Bautista; ha resucitado de los muertos, y por eso actúan en él estos poderes. Porque Herodes había prendido a Juan, y le había encadenado y metido en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; porque Juan le decía: No te es lícito tenerla. Y Herodes quería matarle, pero temía al pueblo; porque tenían a Juan por profeta. Pero cuando se celebraba el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes, por lo cual éste le prometió con juramento darle todo lo que pidiese. Ella, instruida primero por su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista. Entonces el rey se entristeció; pero a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, mandó que se la diesen, y ordenó decapitar a Juan en la cárcel. Y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre. Entonces llegaron sus discípulos, y tomaron el cuerpo y lo enterraron; y fueron y dieron las nuevas a Jesús” (Mateo 14:1-12).
Note ahora cuán precisa es la historia bíblica en comparación con otras fuentes históricas.
Josefo registra la muerte de Juan en sus comentarios: “Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración. Es así como por estas sospechas de Herodes fué encarcelado y enviado a la fortaleza de Maquero, de la que hemos hablado antes, y allí fue muerto” (Antigüedades de los judíos, libro 18:5.2, http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/las_antigue.pdf).
Barclay presenta un trasfondo detallado del incidente. “Los hechos fueron bastante simples. Herodes Antipas estaba casado con una hija de Aretas, el rey de los árabes nabateos. Tenía un hermano en Roma llamado Herodes Felipe. Este Herodes que estaba en Roma era un militar adinerado que no tenía un reino propio. En una visita a Roma, Herodes Antipas sedujo a la esposa de su hermano y la persuadió de que dejara a su hermano y se casara con él. Para lograrlo tuvo que deshacerse de su propia esposa . . . Al hacer esto, aparte del aspecto moral del asunto, Herodes violó dos leyes: se divorció de su propia esposa sin causa y se casó con su cuñada. Según la ley judía, este tipo de matrimonio era considerado entre las relaciones prohibidas. Sin vacilar, Juan lo amonestó.
“Siempre es peligroso reprender a un déspota oriental y, debido a su reproche, Juan firmó su propia sentencia de muerte. Herodías . . . fue la ruina de Herodes en todos los sentidos posibles . . . ella estaba manchada por una triple culpa. Era una mujer infiel, rencorosa y de moral laxa que alimentaba su ira para mantenerla latente, y que buscaba venganza incluso cuando era justamente reprendida. Además (quizás lo peor de todo), era una mujer que ni siquiera dudaba de usar a su propia hija para llevar a cabo sus propios fines vengativos.”
“La hija de Herodías, Salomé, debe haber sido joven, de tal vez unos dieciséis o diecisiete años de edad . . . Aquí tenemos a una princesa real que se desempeñaba como una bailarina. Las danzas que bailaban este tipo de jovencitas eran sugerentes e inmorales. Que una princesa real bailara en público era algo increíble, pero Herodías no tuvo reparos en menoscabar la modestia de su hija y humillarla, con el solo propósito de vengarse de un hombre que la había reprendido justamente.
“El comportamiento de Herodes era típico de un hombre débil. Mantuvo un necio juramento, pero quebrantó una gran ley. Le había prometido a Salomé darle cualquier cosa que ella le pidiera, sin importar lo que fuera. Sabía muy bien que conceder su petición con tal de cumplir su juramento era violar una ley mucho mayor y, sin embargo, prefirió hacerlo porque era demasiado débil y orgulloso como para admitir su error. Estaba más asustado de los berrinches de una mujer que de la ley moral. Lo intimidaba más la crítica, y quizás la burla de sus invitados, que la voz de la conciencia. Herodes era un hombre que podía asumir una posición firme respecto a cosas equivocadas, aun a sabiendas de lo que era correcto; pero tal conducta no es señal de fortaleza, sino de debilidad.
“La consecuencia de seducir a Herodías y divorciarse de su propia esposa fue que Aretas, el padre de ella y gobernante de los nabateos, se resintió amargamente por el insulto perpetrado contra su hija. Hizo guerra contra Herodes y lo derrotó contundentemente. Josefo comenta: ‘Algunos judíos creyeron que el ejército de Herodes había perecido por la ira de Dios, sufriendo el condigno castigo por haber muerto a Juan, llamado el Bautista’ (Antigüedades de los Judíos, Libro 18:5. 2, ídem).
“De hecho, Herodes solo recibió ayuda cuando invocó el poder de los romanos para resolver las cosas . . . Pasaron los años y Calígula llegó al trono romano. El Felipe que había sido tetrarca de Traconite e Iturea murió y Calígula dio la provincia a otro de la familia de Herodes, llamado Agripa, y junto con la provincia le dio el título de rey. El hecho de que Agripa fuera hecho rey llenó a Herodías de una amarga envidia. Josefo dice: ‘Ella no podía ocultar cuán miserable era, por la envidia que sentía hacia él’ (Antigüedades de los judíos, Libro 18:7. 1).
“Herodes [Antipas] se preparó para partir a Roma [esperando ser declarado rey]; pero Agripa envió mensajeros para prevenirlo, con acusaciones de que Herodes estaba preparando una traición para rebelarse contra Roma. El resultado fue que Calígula creyó en las acusaciones de Agripa, tomó de él la provincia de Herodes, con todo su dinero, y se lo dio a Agripa y desterró a Herodes a la lejana Galia, donde se consumió hasta morir. Así que, al final, Herodías fue la causante de que Herodes perdiera su fortuna y su reino y terminara languideciendo exiliado en la remota Galia. Si alguna vez hubo prueba de que el pecado trae su propio castigo, fue la historia de Herodes [Antipas]. El día en que sedujo a Herodías fue muy nefasto, porque de ese acto de infidelidad vino el asesinato de Juan, y al final el desastre, en el que perdió todo, excepto la mujer que lo amó y lo arruinó” (comentario sobre Mateo 14:1, Biblia de estudio diaria).
Multiplicación de los panes
Mateo continúa: “Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. Él les dijo: Traédmelos acá. Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños” (Mateo 14:13-21).
Este fue un gran milagro; sin embargo, pocos de los que comieron ese alimento inesperado finalmente lo seguirían como discípulos. Muchos estaban allí solo por los milagros y sanidades (Juan 6:2), otros lo consideraban como un rey que podía liberarlos de Roma, y la mayoría estaba llena de prejuicios y temía a sus líderes religiosos (Juan 9:22). Por lo tanto, a la larga fue necesario tener gran valor para seguir a Jesús.
Con la muerte de Juan el Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento que preparó el camino al arrepentimiento, y que fue el principal testigo de que Jesús era el Mesías, quedó un gran vacío. Jesús estaba ahora más solo que nunca. Juan era su primo y el único hombre verdaderamente “convertido” que había conocido, porque Juan había recibido el Espíritu Santo desde su nacimiento (Lucas 1:15). El ministerio de Jesús ahora entraría en una etapa más peligrosa, ya que él hablaría más abiertamente y sería perseguido cada vez más por los líderes religiosos.
Cristo necesitaba desesperadamente un tiempo para recargar sus baterías espirituales y, por lo tanto, se apartaba a sitios desiertos para alejarse de la abrumadora multitud; pero aun así la gente lo encontraba. Sin embargo, en lugar de irritarse, tomaba en cuenta sus necesidades y tenía compasión de ellos, sanando a los que estaban enfermos. Luego cayó la tarde en este lugar desolado y sus discípulos estaban preocupados de que la enorme multitud se quedara con hambre, por lo que querían enviarlos a las ciudades cercanas para comprar algo de comer. Pero Cristo estaba por enseñarles una lección sobre lo que él podía hacer. En el Antiguo Testamento, Eliseo había multiplicado veinte panes y algo de grano para alimentar a 120 hombres (2 Reyes 4:42-44), pero ahora Jesús haría un milagro mucho mayor. Entonces les dijo a sus discípulos que alimentaran a la multitud de unos 5000 hombres y que, contando a las mujeres y los niños, debe haber sumado más de 10 000 personas.
¡Los discípulos estaban desconcertados, pues ni siquiera tenían suficiente comida para ellos mismos! Sin embargo, Cristo simplemente les dijo que sentaran a la gente, y el relato de Marcos menciona que estaban sentados en grupos de 50 o 100 (Marcos 6:40). A continuación Jesús bendijo el alimento. La oración de gracias común en aquellos días era: “Bendito eres, Señor Dios nuestro, Rey del universo, que sacas pan de la tierra”. Entonces los discípulos distribuyeron los pocos peces y panes que tenían, probablemente pensando que era muy ridículo, pero para su asombro, ¡más comida seguía saliendo de las cestas hasta que todos comieron y sobró suficiente para llenar doce canastas! El Evangelio de Juan afirma que la gente estaba tan impresionada con el milagro, que quería hacer a Jesús rey de Israel en ese mismo instante (Juan 6:15). Sin embargo, Jesús sabía que aquel no era el momento ni el lugar para ser el rey de todo Israel. Eso debería esperar.
Pedro camina sobre el agua
Jesús finalmente logró apartarse de la multitud, esta vez diciéndoles a sus discípulos que se adelantaran a él y dándoles instrucciones de dónde anclar su bote.
Mateo dice: “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.
“Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mateo 14:22-33).
Con respecto a Pedro, Barclay comenta: “No hay ningún pasaje en el Nuevo Testamento en el que el carácter de Pedro se revele más completamente que aquí. Nos dice tres cosas sobre él.
“(1) Pedro era propenso a actuar impulsivamente y sin pensar en lo que estaba haciendo. Su problema era que una y otra vez actuaba sin enfrentar directamente la situación ni calcular el costo. Habría de hacer exactamente lo mismo cuando le aseguró lealtad eterna e inquebrantable a Jesús (Mateo 26:33-35), para luego negar el nombre de su Señor. Y, sin embargo, hay peores pecados que ese, ya que todo el problema de Pedro era que se dejaba llevar por su corazón; y aunque a veces podía fallar, su corazón siempre estaba enfocado en lo correcto y su instinto era siempre el amor.
“(2) Debido a que Pedro actuaba por impulso, a menudo fracasó para luego acongojarse.
Jesús siempre insistió en que un hombre debe ver una situación en su peor escenario antes de actuar (Lucas 9:57-58, Mateo 16:24-25). Jesús fue completamente honesto con los hombres; siempre les dijo que evaluaran lo difícil que era seguirlo antes de emprender el camino cristiano. Gran parte del fracaso cristiano se debe al hecho de actuar en un momento emocional sin calcular el costo.
“(3) Pero Pedro nunca falló por completo, porque siempre en el momento de su fracaso se aferraba a Cristo. Lo maravilloso de él es que cada vez que se caía, se levantaba de nuevo; y debe haber sido cierto que incluso sus fallas lo acercaron cada vez más a Jesucristo. Como bien se ha dicho, un santo [o miembro de la Iglesia] no es una persona que nunca falla; es una persona que se levanta y vuelve a caminar cada vez que cae. Los fracasos de Pedro solo lo hicieron amar a Jesucristo mucho más” (notas sobre Mateo 14:32, Daily Study Bible).
Por lo tanto, Pedro es un ejemplo de lo que Dios puede hacer si uno se entrega genuinamente a él de todo corazón. Dios mira el corazón, y si este está bien, Dios se encarga del resto. Como podemos ver en las epístolas de Pedro (que muestran una gran madurez espiritual), él finalmente superó las debilidades iniciales de su personalidad y este hecho debería alentarnos a todos. EC