La perfecta ley de la libertad

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La perfecta ley de la libertad

En el logo de nuestra Iglesia tenemos dos comisiones ordenadas por Jesucristo: predicar el evangelio y preparar a un pueblo (Marcos 16:15; Mateo 28:19-20).

Aunque el mundo no lo crea, como Pedro dijo, Dios nos ha llamado a ser “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9), énfasis nuestro en todo este artículo).

¿Cómo podemos llevar a cabo estas tareas que Jesús nos ha asignado? Indudablemente, hay una obra que hacer mientras vivamos en esta Tierra, y por ello es que no solo debemos preparar a un pueblo, sino también predicar el evangelio a todo el mundo.

Debido a que somos los representantes de Dios como “nación santa”, una manera de hacerlo es enseñar y defender un concepto crucial respecto al Reino de Dios, lo que Santiago llama “la perfecta ley de la libertad” (Santiago 1:25). Es fundamental preservar siempre el camino justo de Dios y ayudar a otros que muestran interés gracias al llamado que Dios les hace.

Note que la ley de Dios aquí es descrita con dos maravillosos calificativos: perfecta y libertadora. Estos términos se asemejan a dos escudos, uno que cuida el frente y otro la parte de atrás, protegiendo el valioso contenido entremedio. Estas dos magníficas y poderosas expresiones protegen la ley de Dios contra quienes intenten calumniarla o abolirla, y la definen y ennoblecen. Estudiemos cuidadosamente cada una de ellas.

La ley “perfecta”

La ley de Dios es descrita como “perfecta”. Como sabemos, solo Dios puede crear algo absolutamente perfecto. Algunas creaciones humanas, aunque sean extraordinariamente bien hechas, todavía tienen ciertas fallas.

Es muy interesante que David, un hombre según el corazón de Dios, fue el primero que describió la ley de Dios como “perfecta”. Él dijo: “La ley del Eterno es perfecta, que convierte el alma . . .” (Salmos 19:7). El término hebreo equivalente a “perfecto” es tamim, que significa sin mancha, completo y perfecto. The Complete Word Study Dictionary (Diccionario completo de estudio de palabras: Nuevo Testamento) menciona lo siguiente acerca de tamim: “Un adjetivo que significa irreprochable, completo . . . esta palabra describe cuán intachables son el camino de Dios, su conocimiento y su ley (2 Samuel 22:31; Job 37:16; Salmos 19:7)”.

En el Nuevo Testamento, la palabra que Santiago usó para “perfecta” en el griego es teleios, el término equivalente al hebreo tamim. También significa “haber alcanzado su fin o propósito, completo, perfecto” (A Greek Lexicon of the New Testament [Léxico griego del Nuevo Testamento], Arndt y Gingrich, 1979, p. 809).

Si nos estamos preparando para ser reyes y sacerdotes en el Reino de Dios, debemos atesorar y respetar profundamente la perfecta ley de la libertad. Jesús dice lo siguiente de quienes tendrán responsabilidades sacerdotales una vez que él establezca su reino en la Tierra: “Deberán enseñarle a mi pueblo a distinguir entre lo sagrado y lo profano, y mostrarle cómo diferenciar entre lo puro y lo impuro. En cualquier pleito, los sacerdotes fungirán como jueces y juzgarán según mis ordenanzas. En todas mis fiestas observarán mis leyes y mis preceptos, y observarán mis sábados” (Ezequiel 44:23-24, Nueva Versión Internacional).

¡Qué contraste con el mundo actual, en el que tantos consideran que la ley de Dios está obsoleta!

La ley “de la libertad”

El segundo término para describir la ley de Dios es “libertad”. Asombrosamente, una vez más fue David el que escribió acerca de este concepto, diciendo: “Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos” (Salmos 119:45, Jubilee Bible 2000 [en español]). Aquí el término hebreo para libertad es rachab, que significa “amplio, ancho, espacioso, grande . . . se refiere a la amplia libertad y franqueza de la ley de Dios o a caminar en ella” (Diccionario completo de estudio de palabras: Nuevo Testamento).

Para los hebreos, libertad significaba poder desplazarse libremente en espacios abiertos donde nadie podía amenazarlos y en los cuales podían vivir en paz.

The New Bible Dictionary (Diccionario nuevo de la Biblia) afirma, con sorprendente candor: “Libertad, según la concibe el Antiguo Testamento significa, por un lado, liberación de fuerzas creadas que pueden impedirle al hombre servir y disfrutar a su Creador y, por otro lado, la felicidad positiva de vivir en comunión con Dios bajo su pacto en el lugar donde a él le place manifestarse a sí mismo y bendecir . . .

“En su continuación, la libertad es un pacto de bendición, algo que Dios ha prometido mantener mientras su pueblo sea fiel. La libertad no significa independencia de Dios; es precisamente en el servicio a Dios que el hombre encuentra su perfecta libertad . . . La ley divina, según fue interpretada y ejemplificada por Cristo mismo, sigue siendo un estándar que expresa la voluntad de Cristo para sus propios esclavos liberados (1 Corintios 7:22) (1982,pp. 695-696).

El término “libertad” en el griego es eleutheria, y es similar al concepto del Antiguo Testamento que significa poder desplazarse sin ninguna opresión.

Para nosotros, libertad significa emanciparse de la esclavitud, del pecado y vivir gozosamente dentro de los amplios espacios de la ley de Dios de manera equilibrada, ya que ella es liberadora y no esclavizante. Significa vivir dentro de la ley de Dios, la cual produce paz interior y una mente despejada e impoluta.

Esto se opone notoriamente a lo que tantos predicadores enseñan hoy en día: que la ley de Dios esclaviza y que necesitamos escaparnos de ella. ¡Cuán falso es esto! Hemos visto en la Biblia que la ley de Dios es descrita como la perfecta ley de la libertad, es decir, no es defectuosa ni esclavizante. Después de todo, Pablo se refirió a la ley de Dios como “santa, y el mandamiento santo, justo y bueno . . . Porque sabemos que la ley es espiritual” (Romanos 7:12, 14).

Así advirtió Pedro a los hermanos en cuanto a los falsos maestros que los incitaban a pecar bajo el pretexto de librarse de la ley de Dios: “Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 Pedro 2:19-21).

Un día, la gente apreciará verdaderamente todas las dimensiones de “la perfecta ley de la libertad” cuando el Reino de Dios sea establecido. Al respecto, Miqueas 4:1-4 describe muy bien los resultados de seguir esa perfecta ley de la libertad : “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Eterno será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado”.

Conclusión

Una vez que entendemos los conceptos de la perfecta ley de la libertad, podemos defenderla fácilmente y aplicarla en nuestras vidas. Recuerde, hay perfecta libertad cuando se vive dentro de las leyes de Dios.

Más aún, en este contexto, Santiago la describe como un espejo espiritual que nos muestra nuestras fallas y cómo corregirlas. Como él dijo, “Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Santiago 1:23-25).

Por tanto, mientras cumplimos nuestra misión de predicar el evangelio y preparar a un pueblo, nunca olvidemos cuán importante es ensalzar esa “perfecta ley de la libertad”.EC