La Navidad: su historia desconocida

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La Navidad: su historia desconocida

La gente celebra la Navidad prácticamente en todas partes. Pero, ¿cómo se llegó a observar esta celebración? ¿Cómo fue que las costumbres y prácticas asociadas con la Navidad llegaron a formar parte de la festividad más popular del cristianismo tradicional?

¿Sabía usted que el 25 de diciembre tiene un pasado escabroso, y que su historia es larga y polémica? Esto no debiera sorprenderle, ya que la Navidad y muchas de sus costumbres y adornos no aparecen en ninguna parte de la Biblia.

La mayoría de la gente ignora, o ni siquiera toma en cuenta, cómo ve Dios esta popular celebración. Sin embargo, la perspectiva del Eterno debiera ser nuestra principal consideración. Dejemos de lado nuestras propias ideas y experiencias y examinemos la historia de la Navidad comparándola con la Palabra de Dios, para descubrir qué opina él en cuanto a esta celebración prácticamente universal.

Los historiadores nos dicen que la celebración de la Navidad provino de orígenes cuestionables. William Walsh (1854-1919) resume los orígenes y prácticas de esta festividad en su libro The Story of Santa Klaus (La historia de Santa Claus): “Recordemos que la fiesta de Navidad . . . es una evolución gradual de costumbres que preceden por mucho la era
cristiana . . . fue superpuesta sobre festividades paganas, y muchas de sus observancias son solo ceremonias paganas que fueron adaptadas al cristianismo” (1970, p. 58).

¿Cómo pudieron estas prácticas paganas convertirse en parte de una de las principales celebraciones de las iglesias? ¿Cuáles fueron estos “festivales paganos” que pasaron a formar parte de las costumbres navideñas a través de los siglos?

Los antiguos orígenes de las costumbres navideñas

Durante el siglo ii a. C., los griegos practicaban ritos en honor al dios Dionisio (también llamado Baco). El nombre en latín de esta celebración era Bacchanalia, y se propagó desde Grecia hasta Roma, centro del Imperio romano.

“El 21 de diciembre, o alrededor de esa fecha, los antiguos griegos celebraban lo que conocemos como Bacanales, o fiestas para honrar a Baco, el dios del vino). En estas festividades la gente se entregaba a cantos, danzas y otros deleites que frecuentemente sobrepasaban los límites de la decencia y el orden” (Walsh, p. 65).

El Senado romano prohibió su observancia en 186 a. C. debido a las orgías nocturnas asociadas con este festival; sin embargo, debido a su gran popularidad, les tomó a los senadores varios años alcanzar dicha meta.

Suprimir una festividad era algo inusual para los romanos, ya que posteriormente el imperio se volvió un crisol de muchos tipos de dioses y adoraciones. Tal como los romanos asimilaron la cultura, el arte y las costumbres de los pueblos que absorbieron en su imperio, también adoptaron sus prácticas religiosas.

Además de las Bacanales, los romanos celebraban otra festividad, las Saturnales, “en honor a Saturno, el dios del tiempo, [la cual] comenzaba el 17 de diciembre y duraba siete días. Generalmente estas también culminaban con tumultos y
desorden, por lo que las palabras Bacanales y Saturnales adquirieron más tarde una reputación siniestra” (p. 65).

La razón de la mala reputación de las Saturnales es reveladora. En la mitología pagana, Saturno era un “antiguo dios-rey de la agricultura, quien, según se presume, se comió a sus propios hijos para prevenir un regicidio [ser asesinado mientras fuese rey]. Y Saturno era homólogo de Baal, dios de Cartago, cuya desvergonzada efigie con cuernos contenía un horno en el cual se sacrificaban niños para alimentarlo” (William Sansom, A Book of Christmas [Libro sobre la Navidad], 1968, p. 44).

Notemos las costumbres que rodeaban a las Saturnales: “Todos los negocios se cerraban, excepto los que proveían alimentos o juergas. Los esclavos eran igualados a sus amos, e incluso puestos por sobre ellos. La gente intercambiaba regalos, llamados strenalias [de donde proviene el moderno aguinaldo], nombre derivado de Strenia, diosa de la vegetación, a quien era muy importante venerar a mitad del invierno . . . Los hombres se vestían como mujeres o con cueros de animales y desfilaban por las calles. Se usaban velas y lámparas para ahuyentar a los espíritus de la oscuridad, que eran [considerados] poderosos en esta época del año. En su expresión más decadente y barbárica, las Saturnales pueden haber sido la excusa utilizada por los soldados romanos de Oriente para el sacrificio humano del rey de los rebeldes” (Gerard y Patricia Del Re, The Christmas Almanac [Almanaque de la Navidad], 1979, p. 16).

Celebraciones del solsticio de invierno

Estas dos antiguas celebraciones eran observadas alrededor del solsticio de invierno, el día más corto del año. “De los romanos también provino otro elemento fundamental de la Navidad: la fecha, el 25 de diciembre. Cuando el calendario juliano fue proclamado en 46 C. E. [d. C], una práctica que ya era común se convirtió en ley: se designó el 25 de diciembre como la fecha del solsticio de invierno. Más adelante, las reformas al calendario causarían que el solsticio astronómico fuera cambiado al 21 de diciembre, pero la irresistible influencia de la fecha previa continuaría” (Tom Flynn, The Trouble with Christmas [El problema con la Navidad], 1993, p. 42).

Inmediatamente después de las Saturnales, los romanos marcaron el 25 de diciembre con una celebración llamada Brumalia o Brumales. Se cree que la palabra bruma pudo haberse derivado del vocablo en latín brevum o brevis, que significa breve o corto, denotando el día más corto del año.

¿Por qué fue tan significativo este periodo? “El periodo del solsticio de invierno ha sido siempre una temporada importante en la mitología de todos los pueblos. El sol, el proveedor de vida, está en su punto más menguante. Es el día más corto del año; la promesa de la primavera se halla enterrada en el frío y la nieve. Este es el momento en que las fuerzas del caos que se enfrentan al regreso de la luz y la vida deben ser derrotadas nuevamente por los dioses. En el punto más bajo del solsticio, la gente debe ayudar a los dioses por medio de ceremonias de imitación mágicas y religiosas. El sol comienza a regresar triunfante. Estos días se alargan y, a pesar de que el invierno continúa, la primavera es nuevamente algo posible. Para toda la gente, es una época de gran festejo” (Del Re, p. 15).

Durante los días de los apóstoles de Jesús, en el siglo i, los primeros cristianos no tenían conocimiento de la Navidad como la entendemos hoy en día. Pero, como parte del Imperio romano, pueden haber notado la observancia de las Saturnales mientras ellos continuaban celebrando las tradicionales “fiestas del Eterno” (enumeradas en Levítico 23).

La Encyclopaedia Britannica nos dice que “los primeros cristianos . . . continuaron observando las fiestas judías, pero con un nuevo espíritu, siendo conmemoraciones y sombras de acontecimientos futuros” (edición decimoprimera, vol. 8, p. 828, “Easter” [Pascua de Resurrección]).

A través de los siglos subsiguientes, nuevas observancias que no estaban basadas en la Biblia fueron incorporadas gradualmente al cristianismo tradicional, como la Navidad y Semana Santa. La historia muestra que estos nuevos días fueron impuestos a la fuerza, mientras que las fiestas bíblicas de los tiempos apostólicos fueron sistemáticamente rechazadas.

Al poco tiempo, el mensaje de Jesucristo y los apóstoles (“el evangelio del reino de Dios”, Marcos 1:14-15) se desvaneció. La celebración de la Navidad desvió el enfoque del cristianismo en el regreso prometido de Cristo y lo cambió a su nacimiento. Pero, ¿es esto lo que la Biblia les instruye a los cristianos?

Cómo se estableció la fecha de la Navidad

Gerard y Patricia Del Re explican cómo evolucionó el 25 de diciembre hasta convertirse en una celebración romana oficial: “Las Saturnales y las calendas [las lunas nuevas, en este caso de enero] eran las celebraciones más familiares de los primeros cristianos, del 17 al 24 de diciembre y del 1 al 3 de enero, respectivamente, pero la tradición de celebrar el cumpleaños de Cristo el 25 de diciembre fue introducida en Roma a través de Persia. Mitra, el dios persa de la luz y los contratos sagrados, había nacido de una roca el 25 de diciembre. Roma era famosa por sus flirteos con dioses y cultos extraños, y en el siglo iii [274] el emperador Aureliano, quien no era cristiano, estableció la fiesta de Dies Invicti Solis, el Día del Sol Invencible, el 25 de diciembre.

“Mitra era una personificación del sol, por lo que este periodo de su renacimiento era un día sumamente importante en el mitraísmo, que se había convertido en la última religión oficial de Roma bajo el patrocinio de Aureliano. Se cree que el emperador Constantino ejerció el mitraísmo hasta el momento de su conversión al cristianismo. Probablemente él fue instrumental para asegurar que la fiesta principal de esta antigua religión se transfiriera a su nueva fe” (The Christmas Almanac [Almanaque de la Navidad], 1979, p. 17).

A pesar de que es difícil determinar la primera vez que alguien celebró el 25 de diciembre como la Navidad, los historiadores en general están de acuerdo en que ocurrió en algún momento del siglo iv d. C.

Esta fecha es asombrosamente tardía. La Navidad no se observó en Roma, la capital del imperio, hasta aproximadamente 300 años después de la muerte de Cristo, y sus orígenes no han podido ser vinculados a las enseñanzas y prácticas de los primeros cristianos. La introducción de la Navidad representó un alejamiento significativo de “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).

Influencias europeas en las costumbres navideñas

Si bien la Navidad había sido oficialmente establecida en Roma en el siglo iv d. C, hubo otra celebración pagana que más tarde influenció de gran manera las numerosas costumbres navideñas que se observan hoy en día. Esa festividad era el festival teutónico de Yule (de la palabra nórdica para “rueda”, que simbolizaba el ciclo anual). Era también conocida como las Doce Noches Sagradas, que se celebraba desde el 25 de diciembre al 6 de enero.

Esta festividad estaba basada en la supuesta guerra mitológica entre las fuerzas de la naturaleza, específicamente el invierno (llamado el gigante de hielo), el cual representaba la muerte, en oposición al dios sol, quien representaba la vida. El solsticio de invierno marcaba el punto decisivo: en aquel momento el gigante de hielo alcanzaba su punto máximo de poder; después de ello, el dios sol comenzaba a triunfar.

“A medida que el cristianismo se propagó y llegó al norte de Europa, se encontró con la observancia de otro festival pagano que se celebraba en diciembre para honrar al dios sol. Este era el festival de Yule de los nórdicos, que duraba doce días. Durante este tiempo se hacían fogatas con leña para ayudar al renacimiento del sol. Se decoraban santuarios y otros lugares sagrados con vegetación, como acebo, hiedra y laurel, y era una ocasión para festejar y beber.

“Igualmente antigua era la costumbre de los druidas, la casta de sacerdotes de los celtas de Francia, Gran Bretaña e Irlanda de la Antigüedad, de decorar sus templos con muérdago, el fruto del roble, que ellos consideraban sagrado. Entre las tribus alemanas el roble era sagrado para el dios Odín, su dios de la guerra, y le ofrecían sacrificios hasta que, en el siglo viii, San Bonifacio los persuadió de intercambiarlo por el árbol de Navidad, un árbol de abeto adornado en honor del niño Cristo . . . Los inmigrantes alemanes fueron quienes llevaron la costumbre a Estados Unidos” (L. W. Cowie y John Selwyn Gummer, The Christian Calendar [El calendario cristiano], 1974, p. 22).

A los conversos se les dijo que, en vez de adorar al dios sol, adoraran al Hijo de Dios. El foco de la festividad cambió sutilmente, pero las costumbres paganas tradicionales permanecieron básicamente iguales. A las costumbres religiosas antiguas que involucraban acebo, hiedra, muérdago y árboles de hoja perenne se les dieron significados “cristianos” inventados. Debemos tener en mente que Jesucristo nos insta a estar en guardia ante las cosas que se disfrazan de algo que no son (Mateo 7:15; compare con Isaías 5:20; 2 Corintios 11:13-15).

Las raíces de las costumbres modernas

Muchos de los otros ornamentos navideños son simplemente remanentes de celebraciones antiguas.

“Papá Noel” es una distorsión estadounidense del personaje holandés “San Nicolaas”, llevado a Estados Unidos por los antiguos colonos holandeses (Encyclopaedia Brittanica, edición décimoprimera, vol. 19, p. 649, “Nicholas, Saint” [San Nicolás]). Este nombre, a su vez, se deriva de San Nicolás, el obispo de la ciudad de Mira en el sur de Asia Menor, un santo católico venerado por los griegos y latinos el 6 de diciembre.

Puede que nos preguntemos, ¿cómo es que un obispo de la soleada costa mediterránea de Turquía terminó siendo asociado con un hombre vestido de rojo que vive en el polo norte y viaja en un trineo tirado por renos?

Sabiendo lo que ya hemos aprendido de los antiguos orígenes precristianos de la Navidad, no debiera sorprendernos descubrir que Papá Noel no es nada más que un personaje reciclado de creencias antiguas vinculadas a los festivales paganos que se celebraban a mediados del invierno.

Los adornos asociados con Papá Noel –su vestimenta de piel, el trineo y los renos– indican que su origen se remonta al clima frío del lejano norte. Algunas fuentes rastrean su origen a los dioses Wotan y Thor del norte de Europa . . . (4000 Years of Christmas [4000 años de Navidad], Earl and Alice Count, 1997, pp. 56-64). Otros los rastrean incluso hasta mucho más atrás en la historia, hasta el dios romano Saturno (honrado en el festival de invierno llamado Saturnales) y el dios griego Sileno (Walsh, pp. 70-71).

¿Y qué hay de otras costumbres y símbolos comúnmente asociados con la Navidad? ¿Dónde se originaron? “En el año nuevo romano (1 de enero), las casas eran decoradas con vegetación y luces, y se les daban regalos a los niños y a los pobres. A estas observancias se sumaron los ritos alemanes y célticos de Yule . . . La comida y la buena compañía, el tronco y los pasteles de Yule, la vegetación y los árboles de abeto, los regalos y saludos, conmemoraban diferentes aspectos de esta temporada festiva. Las fogatas y luces, símbolos de calidez y larga vida, han estado siempre asociadas con el festival de invierno, tanto el pagano como el cristiano (Encyclopaedia Brittanica, edición decimoquinta, Micropaedia, vol. 2, p. 903, “Christmas” [Navidad]).

“A mediados de invierno, las ideas del renacimiento y la fertilidad eran sumamente importantes. En las nieves de invierno, el árbol de hoja perenne era un símbolo de la vida que regresaría en la primavera, por lo que este era utilizado como decoración . . . la luz era importante para disipar la creciente oscuridad del solsticio, por lo que se encendía un leño de Yule con los restos del leño del año anterior . . . Como muchas costumbres perdieron las razones religiosas por las cuales existían, pasaron a formar parte del ámbito supersticioso, transformándose en tradiciones para la buena suerte y posteriormente en costumbres sin una base racional. Por tanto, el muérdago ya no era adorado pero finalmente se convirtió en una excusa para actividades más bien no religiosas” (Del Re, p. 18).

“Los regalos de Navidad en sí nos recuerdan los obsequios que se intercambiaban en Roma durante las Saturnales. Se puede añadir además que en Roma los obsequios generalmente tenían forma de velas de cera y de muñecas, y estas últimas representaban los sacrificios humanos que una vez se le ofrecieron a Saturno. ¡Es muy extraño pensar que en nuestros obsequios de Navidad estamos preservando otra forma de una de las costumbres más salvajes de nuestros barbáricos ancestros!” (Walsh, p. 67).

Cuando vemos cómo estas costumbres se han perpetuado en la actualidad por medio de la observancia de la Navidad, no nos quedan dudas sobre los orígenes de esta festividad. La Navidad es una colección diversa de formas de adoración paganas cubiertas con una capa de cristianismo.

Acomodándose a una población pagana

¿Cómo, podemos preguntarnos, llegaron a ser tan ampliamente aceptadas por el cristianismo estas costumbres paganas? Primero, debemos comprender cuán importante eran tales celebraciones y costumbres para la gente de esos primeros siglos. Tertuliano, un autor católico de la última parte del siglo ii y principios del siglo iii, lamentó el hecho de que los paganos de ese entonces fueran mucho más fieles a sus creencias que los cristianos a las suyas, y que estos se unieran alegremente a la celebración del festival romano de mediados de invierno, que con el tiempo evolucionó hasta ser lo que es la actual Navidad:

“Nosotros . . . ahora concurrimos a la Saturnalia, a las fiestas de enero, a la Brumalia, a la Matronalia; las ofrendas son llevadas de acá para allá, los regalos del día de año nuevo se hacen con estrépito, y los deportes y los banquetes se celebran con alboroto; ¡oh, cuánto más fieles son los paganos a su religión, pues tienen cuidado especial para no adoptar ninguna solemnidad de los cristianos!” (Tertuliano en De Idolatría, citado por Alexander Hislop, Las Dos Babilonias, trad. en 1998, p. 172 ).

No pasaría mucho tiempo antes de que tales ritos y prácticas no cristianas fueran asimiladas, convirtiéndose en un nuevo festival religioso que supuestamente celebraba el nacimiento de Cristo. William Walsh describe este proceso razonando así: “Esto no fue solo un accidente. Fue una medida necesaria en un tiempo en que la nueva religión [el cristianismo] estaba imponiéndose sobre personas profundamente supersticiosas. Para poder acomodar a los recién convertidos a la nueva fe, y para que el rompimiento con los lazos del pasado fuera lo menos doloroso posible, se retuvieron estas reliquias del paganismo de una manera modificada . . .

“Por lo tanto, vemos que cuando el papa Gregorio (540-604) envió a San Agustín como misionero para convertir a los anglosajones de Inglaterra, le dijo que debía acomodar lo mejor posible los nuevos y extraños ritos cristianos a los ritos paganos con los cuales los nativos habían estado familiarizados toda su vida.

“Por ejemplo, le aconsejó a San Agustín que permitiera que sus conversos comieran y mataran una gran cantidad de bueyes para glorificar a Dios el Padre durante ciertas festividades, ya que anteriormente habían hecho esto para honrar a [sus dioses]. . . En la Navidad que se celebró justo después de su llegada a Inglaterra, San Agustín bautizó a varios miles de conversos y les permitió que celebraran su acostumbrada festividad de diciembre bajo un nuevo nombre y con un nuevo significado” (p. 61).

Gregorio permitió tal importación de prácticas religiosas paganas bajo el argumento de que cuando se trata “con mentes obstinadas, es imposible eliminar todo de una vez” (Sansom, p. 30).

Trágicamente, el cristianismo nunca logró llevar a cabo la tarea de eliminar todo aquello que fuese pagano. Según Owen Chadwick, quien fuera profesor de historia en la Universidad de Cambridge, los romanos “continuaron guardando el solsticio de invierno como una festividad de borrachera y alboroto. Los cristianos pensaron que podrían darle un mejor significado a esta fiesta. Intentaron persuadir a sus congregaciones de que no tomasen ni comiesen mucho y que observaran la fiesta con más austeridad, pero no tuvieron éxito” (A History of Christianity [Historia del cristianismo] 1995, p. 24).

Las primeras disputas acerca de la Navidad

Al comienzo, los cristianos se opusieron a la Navidad. Una de las primeras controversias que surgió fue respecto a si se debería siquiera celebrar el cumpleaños de Jesús.

“En una fecha tan temprana como 245 d. C., Orígenes, uno de los padres de la Iglesia, proclamó que celebrar el cumpleaños de Cristo era pagano ya que lo presentaba simplemente como un gobernador temporal, cuando en realidad el énfasis debía estar en su naturaleza espiritual. Este punto de vista se reiteró a través de los siglos, pero solo adquirió un fuerte y amplio apoyo con el surgimiento del protestantismo. Para estos clérigos, que eran serios y austeros, la celebración de la Navidad iba en contra de todo lo que creían. ¡Un jolgorio de borrachera durante la Navidad! Ese día ni siquiera se conocía como el cumpleaños de Cristo. Era simplemente una excusa para continuar las costumbres paganas de las Saturnales” (Del Re, p. 20).

La Encyclopaedia Brittanica añade: “Los padres [de la Iglesia] de los siglos ii y iii, como Clemente de Alejandría, Orígenes y Epifanio, sostenían que la Navidad era la copia de una celebración pagana” (edición decimoquinta, Macropaedia, vol. 4, p. 499, “Christianity” [Cristianismo]).

La decisión de celebrar el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre estuvo lejos de ser universalmente aceptada. “Los cristianos de Armenia y Siria acusaron a los cristianos de Roma de adorar al sol al celebrar la Navidad el 25 de diciembre . . . En el siglo v el papa León el Grande intentó eliminar ciertas prácticas de la Navidad, las que según él no se distinguían en nada de la adoración al sol” (Robert Myers, Celebrations: The Complete Book of American Holidays [Celebraciones: Libro completo sobre las festividades de Estados Unidos], 1972, p. 310).

De hecho, de todos los días del año que han sido sugeridos como posibles fechas del nacimiento de Cristo, el 25 de diciembre no pudo haber sido la fecha correcta.

Como dijimos, la idea de celebrar el cumpleaños de Cristo en cualquier fecha fue problemática desde el principio, y más aún al celebrarla en una fecha derivada del paganismo.

“Para los primeros cristianos, la idea de celebrar el cumpleaños de un personaje religioso hubiera sido peculiar, por decir lo menos, y blasfema, por decir lo peor. Nacer en este mundo no era algo que merecía celebración; lo que importaba era dejar este mundo y entrar en el siguiente en una condición que complaciera a Dios.

“Cuando los primeros cristianos asociaban un día de festividad con una persona específica, como un obispo o un mártir, por lo general escogían el día de su muerte . . . Si usted quisiera buscar en el mundo del Nuevo Testamento a pueblos que le daban gran importancia a los cumpleaños, su búsqueda se reduciría rápidamente a los paganos. Los romanos celebraban el cumpleaños de César, y la mayoría de las religiones mediterráneas no cristianas le daban importancia a las fiestas natales de un panteón de personajes sobrenaturales.

“Si Jesucristo nació en Belén, y si el propósito de su venida fue el que se suponía debía ser, quiere decir que cuando los cristianos celebran su cumpleaños, deshonran su memoria en vez de respetarla. Porque al celebrarlo, estamos guardando exactamente el tipo de tradición que su venida supuestamente debió haber venido a abolir” (Flynn, p. 42).

La Navidad: una celebración prohibida

En Inglaterra, “los protestantes encontraron sus propias maneras más tranquilas de celebrar, con calma y meditación”, mientras que “los estrictos puritanos se rehusaron a celebrarla . . . Los peregrinos en Massachusetts se propusieron trabajar durante el día de Navidad como en cualquier otro día. El 3 de junio de 1647 el Parlamento estableció castigos por celebrar la Navidad y ciertos días festivos. Esta política fue reafirmada en 1652” (Del Re, p. 20).

Incluso los colonos de Estados Unidos consideraban que la Navidad, más que una ocasión religiosa, era una rebelión estridente: “Su reputación estaba tan manchada durante la era colonial de Estados Unidos, que la celebración de la Navidad fue prohibida por los puritanos de Nueva Inglaterra, en donde el notable ministro Cotton Mather describió la celebración navideña como “un insulto a la gracia de Dios” (Jeffrey Sheler, “In Search of Christmas” [En busca de la Navidad], U.S. News and World Report, 23 de diciembre de 1996, p. 56).

La razón por la cual la Navidad ha sobrevivido y prosperado hasta llegar a ser una festividad tan popular, observada por 96 % de los estadounidenses y en casi todas las naciones, incluso las ateas (Sheler, p. 56), se debe a factores económicos.

Evaluación de la Navidad

No podemos negar que la Navidad está basada en costumbres y prácticas religiosas antiguas que no tenían nada que ver con el cristianismo y la Biblia. Tom Flynn resume así este hecho: “Una gran cantidad de tradiciones que actualmente asociamos con la Navidad tienen su raíces en costumbres religiosas paganas. Algunas de estas tienen connotaciones sociales, sexuales o cosmológicas que pueden llevar a la gente moderna, que es educada y culturalmente sensible, a desechar estas tradiciones una vez que ha comprendido más claramente sus raíces” (p. 19).

La observancia de esta festividad, que originalmente era vista como una manera de facilitar la transición de los conversos de la adoración pagana al cristianismo, en años recientes ha sido motivada por fuerzas económicas. La Encyclopaedia Brittanica observa que los días festivos cristianos tradicionales “han pasado por un proceso de increíble desacralización y comercialización (especialmente la Navidad). Los fundamentos cristológicos de la Navidad fueron reemplazados por el mito de Papá Noel” (edición decimoquinta, Macropaedia, vol. 4, p. 499, “Christianity” [Cristianismo]).

No obstante, e incluso con todas sus fallas, la Navidad continúa siendo una tradición profundamente arraigada. Y a pesar de que algunos reconocen el paganismo intrínseco de esta celebración, creen que la gente es libre de establecer sus propios días de adoración. Otros se aferran a la ingenua creencia, carente de base, de que las celebraciones más populares del paganismo han sido aprobadas por el cristianismo y por lo tanto son aceptables para Dios.

Dejando el razonamiento humano de lado, debemos considerar la opinión que Dios tiene de estas celebraciones. Tenemos que indagar en la Palabra de Dios para ver lo que opina de mezclar prácticas y costumbres paganas con la adoración a él.