¿Escaparán nuestros hijos de la gran tribulación venidera?
Muchas familias jóvenes están preocupadas del futuro y la protección de sus hijos pequeños en estos tiempos peligrosos en que vivimos. Mientras observamos el despliegue de los acontecimientos mundiales frente a nosotros, los padres dedicados y amorosos de la Iglesia de Dios sin duda tienen preguntas sobre la seguridad y el bienestar de los hijos que Dios les ha dado. De hecho, algunos llegan a cuestionar si deben tener hijos, o más hijos, en esta era actual.
Mientras meditamos en estas preguntas, ¡refresquemos nuestra mente con el consuelo de Dios y examinemos nuestra fe en sus promesas y palabras de aliento!
Justo antes de su muerte, Cristo pronunció un importante discurso sobre el tiempo del fin que fue registrado para nosotros comenzando en Mateo 24. Él entregó además múltiples parábolas que contienen importantes lecciones para sus verdaderos seguidores. En Mateo 25 leemos la parábola de las diez vírgenes, que entendemos como una metáfora para la gente de la Iglesia. Esta parábola enseña que cinco de las vírgenes no estaban preparadas, después de lo cual Cristo concluyó con una seria advertencia: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:13). Aquí Jesucristo le asigna una importante responsabilidad al creyente.
En Lucas 21 vemos un relato paralelo a este acerca de la parábola de la higuera, donde nuevamente se nos advierte que no nos descuidemos para no caer en las trampas de la vida, ya sean placeres físicos, bienes materiales, política mundial o cualquier otro asunto.
Esto no pretende disuadir a los jóvenes de trabajar duro, ser exitosos e invertir en su futuro, ya sea económicamente o por medio de la educación. Sin embargo, debe haber un énfasis en la necesidad crítica de priorizar nuestro llamado espiritual. Cristo luego añade: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:36, énfasis añadido en todo el versículo). Nuevamente, Jesucristo les da esta responsabilidad a los creyentes.
Los miembros de la Iglesia de Dios debemos ser sabios, estar conscientes de nosotros mismos y orar para no ser presa de las trampas de la sociedad y terminar como las vírgenes insensatas y no preparadas. Jesucristo es el Juez (Juan 5:22). Él determinará quiénes serán dignos no solo de escapar, sino también de ser parte de la primera resurrección.
En Mateo 24:21 leemos acerca de un tiempo de gran tribulación justo antes del regreso de Cristo. En otras partes de la Biblia el salmista alaba la protección de Dios: “Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegará” (Salmos 91:7). En su mensaje a los filadelfianos, y debido a que guardaban su mandamiento de perseverar, Cristo les prometió que los guardaría “de la hora de la prueba [la gran tribulación] que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).
En Apocalipsis 12:14 vemos que parte de la Iglesia vuela “delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo”. Esta escritura parece indicar que una porción de la Iglesia será protegida por tres años y medio desde el engaño de Satanás. Aquellos que escapen serán apartados y sus hijos serán igualmente santos (apartados), incluso si el esposo o esposa no es creyente (1 Corintios 7:14). ¡Esta es nuestra gran esperanza para nuestros hijos!
Debido a que una parte de la Iglesia habrá escapado, Satanás se enfurecerá con el resto de sus miembros y hará “guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Estos miembros también guardan los mandamientos de Dios y se aferran a las enseñanzas de Cristo, pero no escaparán de la gran tribulación. ¿Por qué?
¿Cuál es la diferencia entre estos dos grupos? ¿Qué más debemos hacer aparte de guardar los mandamientos de Dios y tener el testimonio de Cristo?
Las Escrituras ofrecen varias pistas para responder esta pregunta. Una de ellas es que la promesa de protección es dada a los hermanos que se destacan por tener “amor fraternal” (Filadelfia). Estas personas serán protegidas “de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10).
Estas promesas no son reiteradas en el mensaje de Cristo a la Iglesia de Laodicea. Ellos creían ser ricos y que no necesitaban nada, pero él les dice que “eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (v. 17).
Cristo les aconseja que compren de él “oro refinado en fuego, para que seas rico” (v. 18). ¿Acaso los creyentes laodicences dejaron que su amor se enfriara porque abundaba la maldad? Jesús añade: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:12-13). El hecho de perseverar sin duda incluye ese amor de los creyentes que no se enfriará.
¡El amor de Dios es un gran diferenciador! “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:10-11).
Sabemos que cuando Satanás ataque a la Iglesia serán tiempos muy difíciles. Pero el hecho es que nadie sabe ni el día ni la hora, excepto el Padre. Se nos amonesta a orar para que nuestro momento de escapar no caiga en ciertas circunstancias, como durante un embarazo o periodo de amamantamiento, en invierno, o en el sábado (Mateo 24:19-20, 36-44).
Dios puede abrir y cerrar el útero cuando estime conveniente y según sea su propósito. “Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él” (1 Juan 3:22).
Él mostrará su maravillosa misericordia y nos cuidará como a la niña de sus ojos (Salmos 17:3-9). A pesar de que “ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmos 23:4).
Dios desea que nuestros hijos escapen de la gran tribulación porque es fiel. Él tiene reservado un maravilloso rol para ellos y el resto de su pueblo, como pioneros y ejemplos en el maravilloso mundo de mañana.
Podemos afirmar sin duda alguna: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío” (Salmos 91:2, Nueva Versión Internacional).
Cristo nos implora que oremos y continuemos examinándonos para que perseveremos en el amor de Dios hasta el fin, sin permitir que este se enfríe. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7-8). “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:14). EC