Cómo el diezmo dirige nuestros corazones a los propósitos de Dios

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Cómo el diezmo dirige nuestros corazones a los propósitos de Dios

Salmos 19:7 dice: “La ley del Eterno es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del Eterno es fiel, que hace sabio al sencillo”. ¿Es eso cierto cuando se trata del diezmo? Superficialmente, el diezmo puede parecer un mandamiento únicamente físico cuyo propósito es obtener los recursos necesarios para llevar a cabo la obra de Dios. Sin embargo, ¡el versículo anterior indica que esa no es su única finalidad! El diezmo, como parte de la ley de Dios, juega un rol en la conversión del alma. ¿De qué manera? ¿Cómo puede el diezmo impartirle sabiduría a una persona?

Diezmar, como todos los mandamientos de Dios, nos enseña lecciones espirituales acerca de nuestro Creador. Pablo atestigua esto diciendo: “Porque sabemos que la ley es espiritual” (Romanos 7:14). Diezmar es un mandamiento espiritual que tiene un impacto igualmente espiritual en nosotros, convirtiendo nuestra alma y llevando a cabo cambios significativos en nuestras mentes y corazones.

Repasemos brevemente en este artículo el sistema del diezmo de Dios y luego examinemos el impacto espiritual que él desea que tenga en nosotros al obedecerlo.

La conexión corazón-tesoro

En Mateo 6:21, Jesús presenta una perspectiva crucial sobre la condición humana: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Con frecuencia he aplicado estos versículos a cosas que trascienden el dinero; no obstante, realmente vale la pena reflexionar sobre su significado intrínseco, ¡especialmente en lo que se refiere al diezmo!

Como parte del fundamento de nuestra relación con Dios, sabemos que todas nuestras posesiones materiales, incluida nuestra vida, le pertenecen a él. Como resultado, él tiene la autoridad para decirnos qué debemos hacer en todos los aspectos; puesto que somos suyos, ¡no hay nada en nuestras vidas que no esté bajo su autoridad!

Dios no nos dicta cómo debemos gastar todo lo que ganamos, pero sí nos da instrucciones claras de que debemos honrarlo con nuestros bienes (Proverbios 3:9). Hay varias maneras de hacerlo, incluyendo las ofrendas en sus días santos, pero la mayor cantidad, según la ley de Dios, proviene del diezmo.

Jesús está diciendo que dar esa cantidad de dinero es parte de cómo Dios nos hace cambiar. Siguiendo la advertencia de Cristo de que “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”, podemos entender que los tres diezmos nos muestran dónde nos ordena Dios poner nuestro corazón.

Los diezmos santos de Dios dirigen nuestro corazón a su voluntad

El primer diezmo tiene el efecto de cambiar nuestro corazón para que se dedique a llevar a cabo la obra de Dios; él sigue trabajando aquí en la Tierra, ¡y nosotros podemos ser parte de esa obra! Cuando enviamos nuestro primer diezmo a la Iglesia, poniéndolo en manos de Dios, nos involucramos personalmente en la predicación del evangelio al mundo, haciendo discípulos y cuidando de ellos. De esa manera contribuimos con nuestros propios recursos al esfuerzo y participamos personalmente en él.

Cuando damos el primer diezmo, conviene recordar cómo nos beneficiamos de los diezmos de otros y darle gracias a Dios por haber aprendido su verdad. También podemos pedirle que bendiga nuestra contribución para ayudar a otros a que aprendan sus caminos y encuentren apoyo por medio de nuestros pastores y congregaciones.

El segundo diezmo desarrolla en nosotros un corazón de obediencia. Deuteronomio 12:14, al instruirnos a guardar las fiestas de Dios, dice “harás todo lo que yo te mando”. Cuando guardamos el segundo diezmo para nuestra familia, podemos contar con los recursos para ir a las fiestas y hacer lo que Dios ha ordenado. Al guardar los días santos, no solo reflexionamos humildemente y nos regocijamos en las bendiciones que él nos ha dado, sino que además aprendemos en más profundidad el significado de su plan de salvación y nos conectamos con su pueblo mediante el compañerismo. De esta manera, el segundo diezmo cultiva la obediencia a toda la ley de Dios y prepara nuestro corazón para obedecerle en cada aspecto de nuestra vida.

El tercer diezmo enfoca nuestro corazón en el amor que Dios tiene hacia otros. Nuestro Padre se preocupa por todos los seres humanos y no quiere que nadie muera de hambre, sufra pobreza o viva en la calle. En ocasiones la gente se encuentra en esas situaciones debido a sus propias malas decisiones o conducta problemática, y a veces ni siquiera es su culpa. Pero estas personas, sin importar cuál sea su situación, están sufriendo y Dios se preocupa por ellas. El tercer diezmo es solo uno de los muchos mandamientos que Dios da en relación con la ayuda a los pobres, y el mensaje de todos ellos es el mismo: él desea que desarrollemos una profunda compasión por nuestro prójimo. Ya sea cuando pagamos nuestros impuestos o cuando apartamos el tercer diezmo, Dios quiere que nuestro corazón se compadezca de los necesitados de este mundo. También debemos reconocer que todos fuimos una vez espiritualmente pobres, y que Dios nos ha dado riquezas extremadamente grandes con el precioso conocimiento de su verdad.

Una auditoría financiera y personal con Dios

Todos necesitamos de vez en cuando llevar a cabo una auditoría financiera con Dios. Dedique un tiempo a examinar detenidamente su ley, y pregúntese: ¿Estoy siguiendo fielmente los mandatos de Dios sobre el diezmo? ¿He entendido lo que él quiere que aprenda al ponerlo en práctica? ¿Estoy comprometiendo realmente mi mente y mi corazón? Acostúmbrese a orar en cuanto al propósito de lo que está dando cada vez que cumpla con los diezmos ordenados.

El diezmo es un tema de gran relevancia, y es importante no dar por sentado este acto de adoración cuando lo practicamos año tras año. Trabajamos duro por el dinero que ganamos, y entregarlo voluntariamente a Dios por orden suya requiere constante humildad y fe.

Pero el diezmo va mucho más allá de la obediencia física: sirve para que Dios dirija nuestro corazón hacia donde él quiere que vaya. Él desea que nuestro corazón esté dedicado a su obra y que “vaya y haga” todos sus mandamientos, incluyendo el guardar sus fiestas. Dios quiere un corazón que sea generoso y se preocupe por los necesitados.

Si obedecemos a Dios en esto y lo adoramos no solo en la carne sino con entendimiento en el Espíritu, su ley tendrá el efecto deseado que “convierte el alma” y “hace sabio al sencillo”.  EC