Cómo ejercer la verdadera masculinidad

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Cómo ejercer la verdadera masculinidad

Estamos presenciando una dramática guerra entre lo masculino y lo femenino. La extrema brutalidad de los ataques nos obligan a reflexionar y preguntarnos: “¿Qué hace que Satanás considere tan terrible esta diferenciación, al punto de procurar destruirlas con tanta desesperación?” Actualmente la masculinidad es un tema muy mal entendido, y las falsas imágenes masculinas llenan el vacío que deja la falta de una verdadera virilidad. Para los jóvenes este es un mensaje tentador, ya que fomenta la gratificación individual y la satisfacción de todo tipo de lujuria física, pero con “honor”. Pero la verdadera masculinidad es todo lo contrario, y se resume en una palabra: “mansedumbre”.

Como hombres, cuando escuchamos la palabra mansedumbre nos sentimos avergonzados. ¿Quién querría ser manso, después de todo? Asociamos mentalmente la mansedumbre o la gentileza con la debilidad, pero es esencial para la verdadera masculinidad que los hombres aprendan a ser mansos. Cuando analizamos esta cualidad en la Biblia, vemos que ser manso no es una debilidad; de hecho, puede que no signifique en absoluto lo que usted suponía que era. El ejemplo más destacado de mansedumbre en la Biblia es Cristo, ¡y eso que él expulsó a los fariseos del templo con un látigo! Quizá usted piense que tal acción no fue muy amable, pero aún no hemos definido la palabra amable. ¿Qué es la amabilidad?

En 1 Timoteo 3:2-3 se nos dice: “Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro”.

Poder bajo control

En el versículo tres, la amabilidad se menciona como uno de los rasgos esenciales que debe poseer un obispo, o ministro. ¡Los ministros deben ser capaces de manejar los conflictos apropiadamente además de cuidar del rebaño! Estos rasgos mencionados aquí no solo se aplican a los ministros sino a todos los hombres, como se indica en la siguiente sección que habla de los requisitos para ser diácono.

La palabra en griego para amabilidad es prautes (praýtēs). Prautes significa: fuerza con gentileza, y es una virtud divina posible solo a través de la fe. Se deriva de praotes (praótēs), que es fuerza pero con dulzura, y enfatiza el poder o fuerza bajo control. Es aplicar la fuerza necesaria para llevar a cabo una tarea, como lo hizo Cristo cuando expulsó a los prestamistas del templo: no menos fuerza de la necesaria, pero tampoco excesiva. Desafortunadamente, el mensaje que se promueve entre los hombres en estos días es el de “conectarse con su lado femenino”. Comúnmente se cree que los tiroteos en las escuelas, los ataques violentos y los abusos son causados por la represión emocional. Sin embargo, en realidad ocurren porque los hombres se dejan dominar por sus emociones, lo que causa estos trágicos sucesos. Los hombres que actúan guiados por la ira, la lujuria o el odio son débiles e incapaces de controlar sus emociones, lo que se manifiesta en un comportamiento abusivo.

Los hombres tienen un papel único en la sociedad: proteger y proveer. Para cumplir este rol, se les ha dado una forma de proceder específica y mayor fuerza física que a las mujeres. Mayor fuerza conlleva una gran responsabilidad, y los hombres tienen la obligación de usar su poder apropiadamente y mantener el autocontrol. Cuanto más poder tiene un hombre, más crucial es para él aprender la mansedumbre. Un hombre amable es un hombre fuerte, que se evidencia tanto en palabras como acciones afectuosas. La mansedumbre no es solamente autocontrol sino más bien una fuerza moral que debe convertirse en parte de la personalidad de cada hombre.

En Efesios 4:1-2 Pablo escribe: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. Para andar como es digno de este llamado, debemos tener humildad y mansedumbre ejercidas con paciencia mediante el amor. En el versículo tres vemos que debemos esforzarnos por preservar la unidad del cuerpo espiritual a través de la paz. La mansedumbre es una parte importante de la preservación de la paz.

La unidad de la Iglesia es un asunto serio a los ojos de Dios, y debemos hacer todo lo que podamos para asegurar la unidad y paz de la congregación. Por supuesto, esto requiere fuerza y valentía, dos atributos que forman parte de la mansedumbre. Ser manso es una elección y requiere una tremenda fuerza de carácter. Como un ejemplo de esta mansedumbre a la que estamos llamados, se me viene a la mente Lucas 6:29. Este es el versículo donde Cristo dice que si nos abofetean en una mejilla, debemos volver la otra. Estas bofetadas en las mejillas no se refieren a agresiones físicas, sino a un insulto. Los insultos pueden ser muy dolorosos, pero debemos ignorarlos y esto requiere mansedumbre. Cristo mismo soportó muchos insultos a lo largo de su vida y lo hizo con humildad. Se necesita mucho coraje para soportar los improperios.

Los hombres están llamados a ser valientes en muchos otros versículos, pero uno de mis pasajes preferidos es Corintios 16:13, por la palabra griega que usa para describir esta virtud. “Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes” (Nueva Versión Internacional). Dependiendo de su traducción, podría parecer que esta sección está dirigida a todos los cristianos. Sin embargo, una vez que nos adentramos en el griego, vemos algo sorprendente: la palabra griega que se usa para coraje es andrízomai (G407 en el Diccionario de Strong) y literalmente significa “hombres varoniles y de coraje”. El valor es un rasgo de carácter importante para todos, especialmente para los hombres, porque somos los defensores, protectores y líderes de nuestras familias e iglesias. Cada una de estas labores requiere coraje.

El papel virtuoso de un hombre

Hombres y mujeres tienen misiones diferentes. Como hombres, se nos ha dado la autoridad en la Iglesia y la familia y debemos proteger y proveer para aquellos que Dios ha puesto bajo nuestro cuidado. Es nuestra responsabilidad, nuestro deber delante de él, pero esta autoridad debe ejercerse con mansedumbre. Cuando no hay mansedumbre, se abusa de la autoridad. Vemos esto cada vez que un esposo golpea a su esposa o a sus hijos o cuando un líder es demasiado autoritario. Es fácil dejar que la autoridad se nos suba a la cabeza pero, como hombres, debemos ver el liderazgo y la autoridad desde un punto de vista bíblico.

Tristemente, como todos sabemos, el mundo está tratando de destruir la idea de que Dios les dio a hombres y mujeres funciones diferentes. Hombres y mujeres no son iguales, pero el objetivo de Satanás es eliminar estas diferencias. Solo basta observar el movimiento transgénero, en el que las personas niegan las diferencias mentales, emocionales y biológicas entre hombres y mujeres y tratan de hacerlos iguales a ambos. Esto contradice los roles específicos con que Dios creó a hombres y mujeres. ¡Satanás quiere destruir todas las cosas bellas, y la forma en que Dios diseñó el funcionamiento de las cosas es hermosa! El movimiento transgénero ha creado un mundo de hombres débiles, que no quieren o no pueden cumplir con los roles que Dios les ha dado. Esto conduce a la ruptura de la familia y, en consecuencia, al desmoronamiento de la sociedad.

Reconocemos esto como una guerra contra los hombres y nuestra masculinidad diseñada por Dios, la que esta sociedad denomina “masculinidad tóxica”. Lo que a menudo no reconocemos es que esta es también una guerra contra las mujeres. A medida que la sociedad somete a los hombres y procura convertirlos en mujeres, también empuja a las mujeres a puestos para los que no fueron creadas y busca convertirlas en hombres. Las mujeres son el corazón fuerte y estable del hogar, y las que más tiempo dedican a enseñar a los niños y darles estabilidad.

El hecho de que los roles tradicionales de los hombres queden en manos de mujeres y de hombres débiles conduce a una estructura familiar nula y dificultades matrimoniales y familiares en la siguiente generación. La mansedumbre es una de las primeras cualidades que quienes se hallan bajo la influencia de Satanás buscan erradicar de los hombres. Sin embargo, los hombres que son gentiles no pueden ser controlados porque la gentileza es una elección. Una vez que se corrompe el concepto de amabilidad, el poder bajo control se convierte en una tímida debilidad, y esto es lo que surge en la mente cada vez que alguien lee que los hombres deben ser amables.

Cada vez que se menciona la mansedumbre, me viene a la mente la imagen de Cristo con un látigo expulsando a los cambistas. Este es un excelente ejemplo de poder bajo control, pues no se trata de enfurecerse y perder el control de la ira. Cristo tenía todo el poder del mundo, sin embargo, usó un látigo. A propósito, Cristo hubiera sido clasificado como “tóxicamente masculino” en la época actual, pero fue un hombre formidable.

“Hagan todo con amor”, se nos dice en 1 Corintios 16:14. Esto incluye la mansedumbre, porque la verdadera mansedumbre nace del amor. Debemos amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Cuando estamos disciplinando a nuestros hijos, corrigiendo a un hermano en Cristo, tratando con un empleado o hablando con nuestro cónyuge, debemos hacerlo con amor, y parte de ese amor incluye la mansedumbre.

Como vemos, la mansedumbre es un principio fundamental en todos los aspectos de la vida. Es esencial para las relaciones interpersonales y para tratar a todos en nuestra vida de manera adecuada, con respeto y amor. La verdadera mansedumbre es amor, dominio propio, paciencia y bondad. Para tener el poder bajo control, usted debe ser capaz de gobernarse a sí mismo. Para la mayoría de nosotros, esto solo es posible por medio del Espíritu Santo. Mejor es el que se gobierna a sí mismo que el que toma una ciudad fuerte (Proverbios 16:32). El autocontrol es el elemento que hace posible resistir serenamente hasta la presión más grande. La verdadera masculinidad nace de los aspectos mentales, no físicos, del cuerpo.

Señores, debemos ser hombres. Un buen hombre es alguien gentil y amoroso que tiene una enorme fuerza totalmente bajo control y está preparado para usarla a fin de proteger y proveer. Por su propia definición, poder bajo control significa que debe haber poder para controlar. Debemos tener carácter, fortaleza mental, física, y, lo más importante, espiritual. La mansedumbre solo es posible en un hombre fuerte. Sin fuerza, la mansedumbre se convierte en debilidad porque es una elección, no el resultado de las circunstancias. Nuestra fuerza no es para nuestra propia glorificación, sino un don que podemos usar para satisfacer las necesidades de otros por medio del liderazgo, el servicio y el sacrificio.

La fortaleza espiritual, que nace de una relación estrecha con Dios, es especialmente importante, ya que él puede ayudarnos en las áreas en las que flaqueamos. Como dice Éxodo 15:2: “¡El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación!” Cuando entrenamos nuestros cuerpos y mentes como es debido, nos preparamos para dar nuestra fortaleza a los demás. Nos entrenamos para ser hombres completamente bajo control y listos para defender a quienes son más débiles que nosotros. Asumamos el papel que Dios nos ha dado y entrenémonos para ser hombres formidables según el ejemplo de David, Elías, Abraham, y el más importante, Cristo.  EC