Claves que nos da Cristo para una oración eficaz
Orar es conversar con nuestro Creador, y todos pueden y deben hacerlo. Algo muy extraordinario e inspirador ¡es que Dios se interesa por nuestras oraciones, las escucha y responde! La oración de quienes se dirigen a Dios con toda sinceridad produce buenos resultados.
Dios nunca está dormido ni demasiado ocupado para escucharnos. Jamás hay una mala conexión ni un mal momento. Usted nunca escuchará una señal de ocupado, no tendrá que dejar un mensaje ni aguantar que lo pongan en espera. Pero ¿cuántos de nosotros sabemos por dónde empezar?
Dos pasajes del evangelio registran lo que muchas Biblias denominan en sus epígrafes la oración modelo, [o el padrenuestro]. Estos pasajes son casi idénticos, pero el contexto indica que quizá no se refieran al mismo acontecimiento, por lo cual es posible que Jesús haya utilizado el mismo material en más de una ocasión. La versión de Lucas responde a la petición de los discípulos: “Señor, enséñanos a orar”, después de haber visto a Jesús orando (Lucas 11:1-4). El relato de Mateo forma parte del llamado “sermón del monte” que Jesús entregó mientras estaba sentado en una colina, al parecer con sus discípulos y también con las multitudes (Mateo 5:1-2). Él pronuncia tres veces la misma instrucción: “Y cuando ores . . .” (Mateo 6:5-13). Nuestro Salvador espera que oremos.
Cómo adaptar el padrenuestro para uso personal
Muchos pueden recitar la oración modelo de memoria, pero ¿es eso lo que Dios quiere? Jesucristo advirtió contra las “vanas repeticiones” (Mateo 6:7). Un Ser que diseñó tal diversidad y belleza en la Tierra con toda seguridad aprecia la variedad y contribución personal de sus hijos, en lugar de palabras recitadas de memoria.
La oración modelo ofrece un esquema al que cualquiera puede añadir necesidades y peticiones específicas. También nos muestra a Quién dirigirnos y cómo hablarle.
Mateo 6:9-13 dice: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.
La versión de Lucas comienza así: “Cuando oréis, decid: . . .”, y luego continúa como la de Mateo, excepto que omite la última frase (que posiblemente sea una paráfrasis de una parte de la última oración del rey David, registrada en 1 Crónicas 29:10-11) y el “Amén”.
Cabe destacar en ambas versiones el uso de los pronombres “nuestro”, “nosotros” y “nos”. La palabra “nuestro” es desinteresada y muestra que nuestra oración no se refiere solo a nosotros individualmente. Esto encaja con Filipenses 2:4, que explica que no solamente debemos preocuparnos por nuestros propios intereses, sino también por los de nuestro prójimo. Todo el mundo tiene necesidades, preocupaciones y dificultades.
Cómo dirigirse a su Majestad en las alturas
En la primera sección de la oración modelo Jesús nos instruye para que dirijamos nuestras oraciones al Padre. El hecho de orar a nuestro Padre nos recuerda constantemente que la relación que tenemos con Dios es de índole familiar. Tradicionalmente, el ideal en una familia es que el padre sea la cabeza amorosa, el protector y proveedor.
Dios es el Ser supremo autoexistente y todopoderoso que desea ser conocido por los seres humanos que creó, y además tener una relación con ellos. Jesucristo ha estado con el Padre durante toda la eternidad y también es Dios (Juan 1:1-3), pero confirmó: “. . . porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14:28).
Aunque Dios Padre es Aquel a quien debemos dirigir nuestras oraciones, esto no impide pedir a Cristo que interceda por nosotros en momentos de profunda angustia o urgente necesidad. Él, nuestro Abogado, Mediador y Sumo Sacerdote ante el Padre (1 Juan 2:1; 1 Timoteo 2:5; Hebreos 4:14-16), comprende lo que es el sufrimiento y conoce nuestras debilidades.
El “trono” de nuestro Padre está en el cielo. Siempre debemos comenzar nuestras oraciones con el reconocimiento de que nos dirigimos al Dios Todopoderoso que trasciende toda realidad física (Isaías 66:1-2), y hacerlo con el más profundo respeto.
“Santificado” significa sagrado, divino, apartado, especial. Debemos sentir reverencia y honrar a nuestro Padre celestial como santo. En la práctica, “santificamos” el nombre de Dios reconociendo su grandeza (Isaías 40:18, 21-23, 25-26; Salmos 104:1-2, 8:1-9), alabándolo, dándole gracias (Filipenses 4:5-7) y obedeciéndolo (Tito 1:16).
El Reino de Dios y la voluntad del Padre en la Tierra
Buscar el Reino de Dios debe ser una prioridad absoluta en nuestras vidas (Mateo 6:33). Con ese fin, podemos pedir ayuda para tener la mente de Cristo en nosotros (Filipenses 2:5) y “[llevar] cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5).
También debemos tener presente el fin profetizado de esta era y el advenimiento de la siguiente, y orar para que Dios acelere ese momento (Mateo 24:6, 14). Además, podemos orar para que el evangelio se predique sin obstáculos y para que el trabajo del ministerio sea eficaz (2 Tesalonicenses 3:1).
Sin embargo, se nos dice que incluso en esta era presente el pueblo de Dios es trasladado o transportado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13). En otras palabras, estas personas ya aceptan a Cristo como su Rey, se esfuerzan por ser como él y están sujetos a las leyes de su reino. Cristo oró para ser glorificado en esas personas que le había dado su Padre, para que el Padre guardara a esas personas en su nombre y para que fueran uno, como él y el Padre son uno (Juan 17:9-11).
Además, esta sección de nuestras oraciones puede incluir gemidos y lamentos por todas las abominaciones perpetradas en el mundo actual (Ezequiel 9:3-4).
Necesidades y peticiones personales
Todos necesitamos “pan” físico –comida o sustento– y otros elementos vitales simplemente para seguir vivos. Sin embargo, no debemos pedir solamente para nosotros.
Cristo también enseña sobre la necesidad de “alimento” espiritual que todos tenemos. Afirmó: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Podemos acudir a Dios y orarle por estas dos necesidades: por el alimento físico que comemos y por ser alimentados continuamente con su Palabra.
En este punto también podemos orar sobre necesidades como la protección física, como en Isaías 37:14-17, donde el rey Ezequías de Judá desplegó ante Dios una carta amenazadora que había recibido y luego le presentó su contenido en oración.
En esta categoría también es apropiado incluir peticiones por los enfermos y quienes estén pasando por dificultades (Santiago 5:13-16), y cualquier otra preocupación que podamos tener.
Jesús añadió una explicación adicional al siguiente punto de su oración modelo. Explicó que debemos perdonar a todos los que están en deuda con nosotros y que además debemos perdonar para ser perdonados (Mateo 6:14-15). Puede que necesitemos pedir (e incluso implorar) a Dios que nos ayude a perdonar de corazón a los demás (Mateo 18:35). Si la ofensa fue grave, puede que nos tome tiempo llegar a perdonar al autor; no obstante, este debe ser nuestro objetivo.
Curiosamente, orar por nuestros “enemigos” puede ayudarnos a perdonar de corazón, ya que empezamos a ver sus debilidades y problemas, que pueden no ser distintos de los nuestros (Mateo 5:43-44). Si desea más ayuda, solicite o descargue nuestra guía de estudio El perdón sí es posible.
Pruebas y protección contra Satanás
Esta petición no significa que tenemos que orarle a Dios para que nos proteja de todas las pruebas y tribulaciones que puedan presentarse en nuestro camino. Él sabe lo que hace y permite que enfrentemos algunas dificultades con el fin de edificarnos espiritualmente (2 Pedro 2:9). Aquí podemos pedir a Cristo que interceda para que obtengamos ayuda adicional y así podamos soportar la prueba, aprender de ella lo que nuestro Padre celestial desea, y tener la fe necesaria para confiar en él.
Por otro lado, debemos orar específicamente para que nos proteja de Satanás. En la última plegaria de Jesús, registrada la noche en que fue traicionado, él oró a su Padre diciendo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes [a todos sus discípulos] del mal” (Juan 17:15). A medida que nos acercamos al final de esta era y a la derrota definitiva de Satanás, necesitamos protección diaria contra sus engaños diabólicos y sus intentos de destruirnos espiritualmente.
Cómo concluir nuestras oraciones
La versión de la oración modelo que nos entrega Mateo indica que podemos concluir nuestras oraciones como las empezamos: con alabanzas y agradecimiento a Dios. Esto es un recordatorio del inmenso poder y grandeza de nuestro Padre celestial. Deberíamos “[dar] siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:20). En Juan 14:12-14 se nos dice que pidamos al Padre en el nombre de Jesucristo, su Hijo. En cierto sentido, cuando decimos en o por medio del nombre de Cristo significa que le estamos solicitando al Padre autoridad para estar en su presencia mediante el sacrificio expiatorio de su Hijo. Si no reconocemos aquel sacrificio con estas palabras, y por tanto permanecemos en un estado no arrepentido, no tenemos derecho a presentarnos ante él.
Cuando la usamos en nuestras oraciones, la palabra “Amén” significa “así sea”. Cuando la pronunciamos en respuesta a las oraciones de otros, significa que estamos de acuerdo con lo que se ha dicho.
A lo largo del día muchas de nuestras oraciones pueden ser breves o silenciosas, pero también debemos reservar tiempo suficiente para oraciones más formales. Las directrices de Cristo nos pueden ayudar para que estas oraciones más largas y detalladas siempre se mantengan frescas, dinámicas y significativas. Para profundizar en el tema de la oración, lea el primer capítulo de nuestro folleto Herramientas para el crecimiento espiritual. EC