Décimo Segundo Mes: Adar
Débora, esperanza de liberación
Aunque Dios dictaminó claramente que madres y padres, hombres y mujeres habían de recibir el mismo trato respetuoso (Éxodo 20:12), en la sociedad de aquella época los pocos derechos que tenía la mujer muchas veces le eran desconocidos. Las mujeres de hoy protestan y reclaman sus derechos. Pero ¿qué se necesitaría para que una mujer alcanzara lo que hizo Débora en aquella sociedad? Se necesitaban dos elementos principales: convicción y fe en Dios.
Debido a los pecados de Israel, Dios "los vendió en mano de Jabín rey de Canaán, y el capitán de su ejército se llamaba Sísara. Entonces los hijos de Israel clamaron al Eterno, porque aquél tenía novecientos carros herrados, y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel por veinte años" (Jueces 4:2, 3).
Dios escogió a una fiel mujer como juez para liberar al pueblo de Israel. Fue Débora la que tuvo que animar a Barac, hijo de Abinoam, para que atendiera al llamado de Dios cumpliendo su deber de dirigir el ejército israelita contra los 900 carros herrados de Sísara. Barac le dijo a Débora: "Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré” (v.8). Tuvo que ser Débora quien tuvo que acompañar a las tropas hasta el campo de batalla en el monte de Tabor para fortalecer a Barac cuando éste vacilaba. En justicia, debemos notar que, viendo Barac el desequilibrio de las fuerzas de ambos lados, comprendió que, si Dios no estaba de su lado, él y sus tropas sufrirían una derrota y matanza horrible. Siendo hombre práctico, aseguró que la profetisa de Dios estuviera presente en la escena de la batalla. Barac también aparece en la lista de los fieles siervos de Dios (Hebreos 11:32).
No obstante, de alguna manera, Débora sabía de alguna manera las circunstancias de su época y su cultura, y que a los ojos de Dios la mujer no es ciudadana de segunda categoría, porque sabemos que Dios no hace acepción de personas.
Su fe decidida e inquebrantable le dio la convicción y la valentía para permitir que Dios la utilizara de una manera excepcional.
Pasando la vista sobre los 32 kilómetros del valle de Meguido, el campo de batalla saturado de sangre, Débora debió sentir una gran satisfacción al ver cómo Dios salvaba milagrosamente al ejército de Israel.
En el capítulo 5 de Jueces leemos una impresionante descripción de cómo Israel se libró de la opresión de Sísara: "Y Barac descendió del monte de Tabor, y diez mil hombres en pos de él. Y el Eterno quebrantó a Sísara, a todos sus carros y a todo su ejército, a filo de espada delante de Barac" (Jueces 4:14-15). "Así perezcan todos tus enemigos, oh Eterno", cantaron los israelitas después de la victoria (Jueces 5:31).
De esa manera, Débora, sierva fiel de Dios, desempeñó un papel importantísimo en la historia de la antigua Israel. Ella también es considerada un ejemplo de fe.
Sabemos que Dios escoge a sus siervos y siervas invitándolos a desempeñar el papel que Él quiere. Debemos mirar la fe desde otro punto de vista: el de la mujer. Vimos cómo las mujeres de la Biblia practicaron la fe y gozaron de la aprobación del Omnipotente. Débora, fue la única mujer que figura entre los jueces de la antigua Israel, Se la describe en los capítulos 4 y 5 del libro de los Jueces. Ella fue la persona que, durante 40 años (1191-1151 a.C.), libró a Israel de la opresión cananea (Jueces 5:31).