Cuarto Mes: Huida a tierra de Madián

Usted está aquí

Cuarto Mes

Huida a tierra de Madián

Obligado por las circunstancias, Moisés tuvo que refugiarse en Madián, una región montañosa al sur de la península del Sinaí, distante a 300 km. al este del rio Nilo. Vemos que Moisés, pasó “del palacio al desierto”. Y llegando a ese lugar, se sentó junto a un pozo de agua (Éxodo 2:15). Se trata de un lugar increíblemente árido, lleno de arena y grava caliente y seca, con pedazos de roca y de ralos matorrales. En ese momento Moisés era un fugitivo que huía para salvar su pellejo.

La educación que recibió en Egipto ahora ya no le iba a servir. Su conocimiento de los jeroglíficos y la poesía egipcia no lograban confortarlo para nada. Sus anteriores victorias militares parecían huecas. Entonces probablemente él pensaba que su vida se había acabado. Por supuesto que estaba equivocado. Tendrían que pasar muchos años de fatigas antes que pudiera entender la realidad de su vida. Muchas veces, Dios prueba a sus siervos fieles antes de entregarles una misión, aunque no de la misma manera. A veces sus siervos piensan y dicen: He trabajado tan duro, que traté de hacer muchas cosas, esforzándome sin darme descanso. ¿Acaso Dios no dice en el libro del Apocalipsis 2:3 “has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado?”

Tomando el ejemplo de Moisés, debemos entender que nuestra victoria espiritual está más cerca que nunca. Dios nos prueba a través del desierto espiritual en que nos encontramos, porque quien sabe si al tropezar, nos vamos a levantar o si vamos a permanecer postrados. Debemos darnos cuenta que, así como Moisés se sentó junto a un pozo de agua, nosotros también estamos sedientos de beber aguas vivas para que no tengamos sed nunca más. Es decir, por mucho que nos sintamos solos en el desierto espiritual en el que nos encontramos, Dios siempre está presto a socorrernos. Debemos meditar en aquellas palabras que dicen: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. (Salmos 46:10). Tampoco deberíamos olvidarnos de dos versículos favoritos: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; más ahora guardo tu palabra”. Y también “Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata” (Salmos 119:67, 71-72). En realidad, no es la caída que duele, sino la parada repentina en el fondo.

Moisés tuvo que aprender que esperar no es un signo de debilidad sino de fortaleza. Porque a veces Dios forma líderes espirituales después que fueron humillados.

Resulta que el sacerdote de Madian tenía siete hijas, quienes fueron a sacar agua del pozo en sus abrevaderos para dar de beber a las ovejas de su padre. Entonces vinieron unos pastores y las echaron. Y Moisés se levantó, las defendió y dio de beber a las ovejas (Éxodo 2:16-17). Vemos que Moisés estaba predispuesto a hacer cualquier cosa. En realidad, estaba dando los primeros pasos para ser un hombre totalmente dedicado a Dios. Al ver la defensa de Moisés, ellas corrieron a dar la noticia a su padre Reuel. Y él les preguntó “¿Por qué habéis vuelto tan temprano hoy? Ellas le respondieron, un hombre egipcio nos libró de la mano de los pastores y también nos sacó agua y dio de beber a las ovejas. Entonces él les preguntó ¿Dónde está? ¿Por qué habéis abandonado a ese hombre? Llamadlo para que coma algo”. Desde entonces Moisés aceptó vivir con aquel hombre (Éxodo 2:16-21).

Luego el jeque llamado Jetro le dio a su hija Séfora por esposa. Y después Séfora le dio un hijo a Moisés y le puso por nombre Gersón (v. 21, 22). Tal vez antes, Moisés pensaba casarse con una princesa de Egipto, pero finalmente se casó con una pastora de ovejas. Por eso, el nombre de su hijo, que significa “forastero”, podría ser porque él también era forastero en tierra extraña. Y no solo eso, porque también iba a estar encargado de cuidar los rebaños de su suegro Jetro.

Desde entonces Moisés aprendió a descansar y confiar en Dios, también estuvo desarrollando resistencia que más tarde le iba a servir para sacar a los israelitas de la esclavitud de Egipto.

Mientras tanto, el sufrimiento de los israelitas se agravaba más. Su esclavitud era como un ciclo constante de ardua labor, mientras el sol consumía las espaldas de los israelitas, en medio de la ira de los capataces, que no permitían que ellos descansen, debido a que sus vidas ya no les pertenecían. Era una amarga experiencia que ellos tuvieron que soportar. “Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios (Éxodo 2:23-25).

El final estaba cerca para tener una nueva experiencia que iba a cambiar su vida.


Tamuz 2022