#360 - Apocalipsis 19
"El glorioso retorno de Cristo"
Descargar

Descargar
#360 - Apocalipsis 19: "El glorioso retorno de Cristo"
Descargar


Es alentador llegar al capítulo 19 después de todos los terribles acontecimientos que hemos repasado en los tres capítulos anteriores. Ahora, ¡por fin llegamos a la gloriosa “Segunda Venida” de Cristo!
Juan escribe: “Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya! Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes” (Apocalipsis 19:1-5).
Recuerden que en Apocalipsis 18 leímos sobre la destrucción del sistema religioso y comercial llamado “Babilonia”. Después de que Juan ve ese gran derrumbe en una visión, escucha el sonido de una gran multitud de ángeles regocijándose porque el justo juicio de Dios finalmente le llegó a Babilonia.
E. Ladd señala: “El primer párrafo del capítulo 19 continúa con la celebración de la caída de Babilonia y hay un canto de acción de gracias en el cielo porque Dios ha castigado a la gran ramera. Juan describe lo que sigue: las bodas del Cordero, la venida de Cristo, su reinado mesiánico, la remoción de Satanás… y la venida de la nueva creación [con la Nueva Jerusalén]... Mientras Babilonia sigue en pie, el Reino de Dios no puede establecerse, pues su influencia corruptora es universal, pero su eliminación da paso a la venida de ese Reino de Dios” (pp. 244-245).
Cuatro veces el coro angelical usa el término hebreo “Aleluya”, que significa “Alabado sea el Eterno”. Son las únicas veces que aparece este vocablo en el Nuevo Testamento, aunque es usado frecuentemente en el Antiguo Testamento. Alaban los juicios de Dios porque son justos y equitativos.
Mounce añade: “Las alabanzas se basan en el hecho de que los juicios de Dios -específicamente, su juicio contra la gran ramera- son acertados y justos. El castigo que ha recibido la ramera Roma es bien merecido… estos dos atributos de Dios son repetidos por los vencedores en Apocalipsis 15:3 y por la voz que viene del altar en Apocalipsis 16:7” (p. 342).
Juan continúa: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos. Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Éstas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” (Apocalipsis 19:6-10).
Noten que el término “reina” parece indicar que el Reino ya ha llegado, pero no es así. Como señala Ladd: “Este verbo en griego enfatiza la iniciación de una acción. [La versión Dios Habla Hoy lo traduce correctamente: “Porque ha comenzado a gobernar el Señor”]. En este momento en el Apocalipsis, el Reino de Dios aún no se ha establecido plenamente y espera el regreso de Jesús, el encadenamiento de Satanás y la inauguración del Reino mesiánico, que son todos acontecimientos aún por suceder” (p. 246).
Así llega el momento en que Cristo regresa a la Tierra y celebra la cena de las bodas con la Novia, un acontecimiento muy esperado (vea Oseas 2:19-20). También es vital recordar que, en la época de Juan, los matrimonios se realizaban en dos etapas.
Como explica Mounce: “En los tiempos bíblicos, un matrimonio consistía en dos sucesos principales: el desposorio y la boda. Normalmente estaban separados por un período de tiempo en el cual los dos eran considerados marido y mujer [aunque no vivían juntos], pero ya estaban bajo el voto de fidelidad. La boda comenzaba con una procesión hasta la casa de la novia, que era seguida por el regreso a la casa del novio para el banquete de bodas” (p. 347).
De igual manera, nosotros debemos entender que, como miembros, ya estamos “desposados” con Cristo en esa primera etapa del nuevo pacto. Sin embargo, la segunda etapa espiritual aún no se ha consumado.
Por ejemplo, María estaba desposada con José y técnicamente eran “marido y mujer”, pero aún no vivían juntos (Mateo 1:18-19). Por eso, podemos estar “desposados” con Cristo y aun así descalificarnos después y no llegar a esas bodas del Cordero.
Como Pablo menciona: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:2). También en Efesios 5:25-32 está descrita esa relación de esponsales entre Cristo y la novia en que él presenta a la Iglesia a sí mismo (no con Dios el Padre presente todavía, pero sí con esas personas glorificadas). Ladd añade: “La consumación mesiánica es representada, no solo como una cena de bodas, sino como un gozoso banquete. Jesús dijo que muchos vendrían de oriente y occidente y se sentarían a la mesa con los patriarcas en el Reino de Dios (Mateo 8:11). En la última Pascua, Jesús les dijo a sus discípulos que no bebería [del vino] hasta que lo hiciera con ellos en el Reino (Mateo 26:29)” (p. 250).
De modo que Jesús regresa como el Cordero para establecer su Reino y para vivir y reinar sobre la Tierra con su Novia, la Iglesia. Para llevarlo a cabo, primero resucita a los muertos, que duermen en Cristo, y a los vivos en Cristo cuando él vuelve (1 Tesalonicenses 4:13-18). Ellos son los que componen la Primera Resurrección. Se levantarán, adornados con ropas blancas, para encontrarse con él en el aire cuando desciende con sus ángeles. Luego, como el Novio, traerá a su Novia de vuelta a la Tierra, a su nuevo hogar, que será el glorioso Reino de Dios. Ellos se regocijarán en el monte Sion y, según entendemos, habrá una gran fiesta de bodas con todos los santos resucitados que hayan vivido hasta ese momento.
Observen que en ninguna parte se menciona que Cristo los lleva primero al cielo y que tienen la fiesta de bodas allí, como algunos de las iglesias de Dios así piensan. Si fuera así, ¡sería un suceso clave que fue omitido en este cronograma bíblico y contradice la cronología y la secuencia del regreso de Cristo en Apocalipsis 19-22. Además, esa misma secuencia se encuentra en Zacarías 14:1-16; Mateo 24:30-31; Lucas 13:28-29; Hechos 1:11 y 1 Tesalonicenses 4:13-18.
Es más, si Jesús regresa y reúne a los elegidos en el aire y luego los lleva al cielo para tener un banquete de bodas, cuando él vuelve a la Tierra, entonces sería un tercer regreso y no la segunda venida, invalidando lo que dice en Hebreos 9:28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Por otra parte, en Apocalipsis 1:7 dice que “Todo ojo lo verá”. ¿Cómo puede ser esto, si primero él lleva a los santos al tercer cielo? De hecho, no hay ningún lugar en la Biblia que describa a Cristo llevando a los santos al cielo y, por lo tanto, es una especulación infundada.
Además, el momento que la Biblia indica que nos reuniremos con Dios Padre será cuando él venga con la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:2-4 dice: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Será entonces cuando Dios “enjugará toda lágrima” y no antes.
Como Ladd señala: “Este acontecimiento [del tiempo del fin] y la unión perfecta de Cristo y su iglesia, representado por las bodas del Cordero… es también una alegoría del momento final, cuando Dios [Padre] ‘morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios’ (Apocalipsis 21:3). Así, Juan puede aplicar esta misma analogía de la novia preparada para su esposo y a la nueva Jerusalén que desciende del cielo para habitar entre los hombres. De hecho, la nueva Jerusalén es descrita como ‘la desposada, la esposa del Cordero’ (Apocalipsis 21:9) … En la visión del nuevo mundo, el pueblo de Dios y su capital (la nueva Jerusalén) están tan ligadas, que un mismo símbolo -la Novia- se puede usar en ambos casos” (pp. 247-249). Por eso, debemos recordar que la realización final será la celebración de la boda más grandiosa que nunca, cuando Dios el Padre baje a morar con nosotros y finalmente sea “todo en todos” (1 Corintios 15:28).
Noten también que la Novia consiste en miembros de la Iglesia vestidos de “lino fino”, que “son las acciones justas de los santos”. Ellos serán los que vencieron por la fe de Cristo en ellos y que “guardan los mandamientos de Dios” (Apocalipsis 14:12). De esa manera producen esos buenos frutos espirituales.
Luego, Juan, sobrecogido por el ángel que vio, intentó rendirle culto, pero el ángel lo reprendió y le dijo que solo adorara a Dios (Apocalipsis 19:10). Después el ángel le explica que el testimonio (o el mensaje que Jesús revela) es como entender las profecías. Es decir, solo a través de lo que Cristo reveló pudo el ángel enseñarle esas profecías a Juan y solo por el Espíritu de Dios que vive en nosotros podemos entender esas profecías bíblicas (ver 1 Corintios 2:14-16).
Juan continúa: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:11-16).
Así vemos cómo Jesús desciende del cielo para derrotar a los ejércitos liderados por la bestia y el falso profeta. Se viste de una túnica ensangrentada, un símbolo que recuerda su sacrificio (Apocalipsis 5:6). Este es Cristo porque sólo él tiene ese nombre: “El Verbo de Dios” (vea Juan 1:1-3,14; 1 Juan 1:1). ¿Quiénes acompañan a Cristo? Sabemos que hay ángeles (Mateo 16:27; Mateo 24:30-31; 2 Tesalonicenses 1:7) pero también están los santos, tal como aclara Apocalipsis 17:14: “Porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, elegidos y fieles”. De hecho, los ángeles no son “llamados”, ni “elegidos” pero sí lo son los santos. Como dice La Biblia Cultural NIV: “Este ejército puede incluir a los ángeles (Zac 14:5) pero también debe incluir a los creyentes”.
En cuanto a “la espada” que sale de la boca de Cristo, es un símbolo del poder por la orden que da, tal como dice en Isaías 11:4, que el Mesías “herirá la tierra con la vara de su boca”. Con respecto a la “vara de hierro”, es una ilustración de un pastor que destroza a los adversarios. Mounce menciona: “Gobernar con una vara de hierro significa más bien derrotar a los adversarios que gobernar de manera severa. El pastor no solo conduce su rebaño a los pastos, sino que también defiende a las ovejas de los depredadores que merodean en el lugar” (p. 355).
Juan continúa: “Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos” (Apocalipsis 19:17-21).
Aquí está descrita la batalla en Jerusalén entre Cristo y los ejércitos liderados por la bestia y el falso profeta. Estos dos son capturados y arrojados al lago de fuego. Luego, Cristo emite la orden y los ejércitos son desintegrados al instante. Encontramos los detalles de esa muerte en Zacarías 14:12 cuando Cristo regresa: “Y esta será la plaga con que el Señor herirá a todos los pueblos que pelearon contra Jerusalén: Su carne se disolverá mientras están de pie, sus ojos se disolverán en sus cuencas, y sus lenguas se disolverán en sus bocas”. Así, los cuerpos disueltos se convierten en una inmensa masa amorfa y ríos de sangre fluyen por los valles (ver Apocalipsis 14:20).
Esta misma escena de batalla está descrita en Isaías 66, donde los ejércitos opositores son aniquilados: “Porque he aquí que el Eterno vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque el Eterno juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos del Eterno serán multiplicados… Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre” (vv.15-16, 24).
Esto significa que será una muerte vergonzosa en la que no recibirán un entierro y los cuerpos quedarán expuestos a la intemperie. Como dice Apocalipsis 14:20: “Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios”.
¡La próxima vez, veremos lo que ocurre en ese Reino de Dios, con Cristo y sus santos gobernando! ¡Qué gran alegría! Eso, hermanos ¡es nuestra gran meta!: estar allí, y habrá valido todo sacrificio hecho.