#355 - Apocalipsis 12-13: "La huida de la Iglesia; la Bestia y el Falso Profeta"

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#355 - Apocalipsis 12-13

"La huida de la Iglesia; la Bestia y el Falso Profeta"

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En el último estudio, repasamos el relato de los dos testigos que predicarán la verdad de Dios durante tres años y medio. Empero, quedó un detalle al aire sobre ese período pues Dios describe simbólicamente en el capítulo 11 a dos grupos de personas que son evaluados: uno es “medido” o seleccionado y el otro no. El capítulo 12 elabora otra analogía sobre lo mismo. 

Juan escribe: “Ve y mide el templo de Dios y el altar, y cuenta el número de adoradores; pero no midas el atrio exterior porque ha sido entregado a las naciones, las cuales pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses” (Apocalipsis 11:1-3, NTV).

Esta analogía del Templo implica una separación del pueblo de Dios entre dos grupos. Un grupo es descrito como “los adoradores” dentro de los recintos del Templo, indicando que están espiritualmente muy cerca de Dios y son “contados” o seleccionados para ser protegidos de lo que viene. Pero, en el patio exterior, implicando los adoradores más alejados de Dios, no es medido, y esos pasarán por la persecución de las “naciones” o las fuerzas hostiles hacia ellos. El Comentario de Tyndale explica: “Respecto a ‘los que adoran’, son los que tipifican al pueblo de Dios en su calidad espiritual de adoración. Al parecer, lo que se midió por orden de Dios está bajo el control y cuidado directo de Dios. O sea, que la iglesia será protegida del desastre venidero” (p. 146).

Ya vimos en Apocalipsis 3:10 que los fieles seguidores de la iglesia de Filadelfia serán guardados “de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”. 

Luego sigue en Apocalipsis 12 otra analogía de esa misma separación de la Iglesia entre dos grupos que lo hace más claro. Juan relata: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (Apocalipsis 12:1-6). 

Aquí, Dios entrega un genial resumen de la historia del pueblo de Dios desde el tiempo de Cristo hasta su regreso. En esta analogía, se describe a Israel como una Mujer a punto de dar a luz al Mesías, Jesucristo. El simbolismo está tomado del sueño de José en Génesis 37:9-10, donde el sol es Jacob, la luna es Raquel y las doce estrellas son sus 12 hijos, que se convirtieron en los 12 patriarcas. Como El Comentario de Tyndale explica: “Se acerca el momento del nacimiento. Israel está a punto de dar a luz al Mesías. Para los primeros cristianos había una continuidad vital entre el antiguo Israel y la Iglesia, el verdadero Israel. Aquí la Mujer es sin duda Israel quien da a luz al Mesías. Pero en la última parte del capítulo, ella es la Iglesia que es perseguida por su fe” (p. 157).

Al nacer el Mesías, “el gran dragón” o Satanás intenta destruirlo. Esto ocurrió cuando el diablo usó al rey Herodes para tratar de matar al niño Jesús en Belén, pero Dios lo ayudó y la familia huyó a Egipto. Luego, Cristo, después de terminar su vida terrenal, asciende al cielo donde dirige y cuida a su Iglesia. 

Hay aquí dos grandes eventos descritos antes del retorno de Cristo. El primero es cuando la “Mujer” huye al desierto, o a un lugar aislado. Consideramos que esa primera huida de la Mujer tiene lugar en el año 325 d.C. cuando el emperador Constantino adopta al catolicismo romano como la religión cristiana oficial en todo el Imperio Romano e inicia una persecución implacable contra los que guardan el sábado y la Pascua bíblica, en lugar de observar el domingo y la Pascua Florida. Se estima, pues, que el período de tres años y medio mencionado es de 1260 años (proféticamente, cada día representa un año, Números 14:33; Ezequiel 4:6). Ese lapso, que comenzaría en el año 325 y terminaría en 1585, con el debilitamiento del poderío católico por su derrota en la guerra entre España, aliada con el Papado, e Inglaterra (de 1585-1604). Inglaterra logra triunfar y promueve una gran libertad religiosa y comercial en el mundo, así permitiendo por primera vez que se predique la verdad de Dios más abierta y libremente

Así llegamos al segundo gran evento. Juan relata: “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:7-9).

Históricamente, luego que la “Mujer” (o la Iglesia) termina sus años “en el desierto”, como vimos, es un tiempo de libertad religiosa donde se puede difundir el evangelio del reino por todo el mundo y después, “vendrá el fin” (Mateo 24:14). Esa obra es la que estamos ayudando a llevar a cabo hoy. Pero llegará el momento en que ese libre acceso al mundo se verá obstaculizado y habrá otra gran persecución después de que Satanás intente destronar a Dios. Pero el arcángel Miguel y sus ángeles derrotan a Satanás y sus ángeles malos y son lanzados de nuevo a la tierra.

Juan prosigue: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón” (Apocalipsis 12:10-13).

Satanás y sus ángeles estarán enfurecidos al ser echados a la tierra. Luego, Dios les permitirá un lapso de 3 años y medio para ejercer un gran poder. ¡Se aprovecharán de ello y atacarán a la Iglesia y a otros!

Juan relata: “Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo. Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca. Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:14-17). ¡Ellos guardan el sábado!

Aquí es cuando se produce la separación de la Iglesia en dos grupos. Uno es protegido y llevado a un lugar seguro, los “contados” del capítulo anterior, mientras que el otro grupo no tendrá esa protección y enfrentará la ira de Satanás en esa época de la Gran Tribulación. Noten que todos los intervalos de tiempo descritos hasta ahora duran tres años y medio. Como señala El Comentario Tyndale: “Es el mismo lapso [3 años y medio] descrito en Daniel 7:25 y 12:7. También es la misma duración de la ocupación de la santa ciudad por los gentiles, la predicación de los dos testigos, la morada de la Mujer en el desierto y el dominio de la Bestia y el Falso Profeta. Es notable que Antíoco Epífanes tiranizó a Jerusalén por ese mismo período—fue una era de gran terror para los judíos piadosos—y que por fin terminó” (p. 147).