#353 - Apocalipsis 7-9: "El séptimo sello y las siete trompetas"

Usted está aquí

#353 - Apocalipsis 7-9

"El séptimo sello y las siete trompetas"

Descargar
353ap79print (147.87 KB)

Descargar

#353 - Apocalipsis 7-9: "El séptimo sello y las siete trompetas"

353ap79print (147.87 KB)
×

En el último estudio, se menciona en el capítulo 7 a una enorme multitud de santos que alababan ante su trono a Dios Padre y el Cordero. Algunos creen que estos santos fueron al cielo después de haber muerto. Sin embargo, esto contradice la clara enseñanza que los santos no resucitarán hasta el regreso de Cristo (1 Tesalonicenses 4:16-17). No toman en cuenta el propósito del capítulo 7, que es describir lo que le va a suceder a los dos grupos del pueblo de Dios durante el período de la gran tribulación. Como se vio, un grupo será protegido de la ira de Dios al abrirse el séptimo sello, mientras que los otros pasan por la gran tribulación y parece que mueren y resucitan. Son representados en su estado glorificado ante el trono de Dios y del Cordero, probablemente cuando la Nueva Jerusalén haya descendido a la tierra (vea Apocalipsis 21:3-4; Apocalipsis 22:3).

Recuerden que en este libro hay interludios, o un paréntesis, enfocando en los siervos de Dios. Vemos que los capítulos 2-3 pueden ser vistos así, también el capítulo 7 y la mayoría de los capítulos 10-15. Como señala George Ladd sobre el capítulo 7: “Aquí [Dios] inserta un interludio dentro del relato. Es porque se enfoca en lo que le ocurrirá a su amada iglesia cuando llega la gran tribulación, asegurando que la ayudará a través ese terrible período” (p. 110).

Ladd añade acerca de la innumerable multitud ante el trono de Dios: “No se establece explícitamente el marco de tiempo de esta visión, pero el lenguaje de Apocalipsis 7:15-17 sugiere que el reino de Dios ya se ha establecido y que el trono de Dios ha venido del cielo a la tierra para habitar con los hombres (Apocalipsis 22:3)”.

Ladd continúa: “Aquí encontramos la segunda visión “proléptica” [término que significa una visión de un futuro evento como sí ocurriera en el presente] (el primer suceso proléptico sucede en Apocalipsis 1:6). Juan describe un hecho que no pasará hasta más tarde. Describe todas las bendiciones que disfruta este grupo: no tendrán más hambre, sed o calor; el pastoreo del Cordero; los manantiales de agua viva; el enjugar todas las lágrimas y especialmente que los protegerá con su presencia. Esto se parece más a las bendiciones del Reino consumado (Apocalipsis 22:1-5) cuando el trono de Dios desciende del cielo para habitar con los hombres” (págs. 118-119).

Después de este interludio en el capítulo 7, que interrumpió la apertura de los siete sellos, se reanuda la narración en el capítulo 8 al abrir el séptimo y último sello. Juan dice: “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora. Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto” (Apocalipsis 8:1-5).

Al abrir el séptimo sello, técnicamente empieza lo que se llama “el Día del Señor”. Como señala nuestro folleto “El Apocalipsis sin velos”: “Cuando se abre el séptimo sello hay ‘silencio en el cielo como por media hora’ (Apocalipsis 8:1). Toda la creación está a la expectativa de lo que va a ocurrir. El Día del Señor, un tiempo que tanto los ángeles como los santos han esperado durante miles de años, finalmente llega. La respuesta a las oraciones de los santos, que a lo largo de los siglos han ascendido al trono mismo de Dios (vv. 3-5), es ahora inminente.

“Al ser abierto el séptimo sello, por fin se puede abrir todo el rollo. Gran parte de lo que queda del libro está subdividido en siete partes principales, cada una anunciada por el toque de una trompeta.

“En el mundo antiguo las trompetas se utilizaban frecuentemente para advertir la inminencia de un peligro. En este libro cumplen ese mismo propósito al anunciar las fases principales del juicio de Dios sobre este malvado mundo y sobre el diablo que lo ha engañado. Juntas, las siete trompetas (capítulos 8-11) nos dan un resumen de lo que ocurrirá durante el tiempo conocido como el Día del Señor. El Apocalipsis nos describe la clase de castigo que anuncia cada toque de trompeta. La mayoría de los demás capítulos (12-20) nos dan más detalles acerca del Día del Señor, en especial sobre las agresivas potencias que son controladas por Satanás hasta que Cristo finalmente las vence. Los capítulos 21 y 22 nos permiten vislumbrar la recompensa eterna de los santos" (p. 40).

Así pues, las siete trompetas consisten en las intervenciones de Dios para evitar que Satanás destruya la tierra y para castigar a los impíos antes del regreso de Cristo. El silencio en el cielo se debe al asombro causado por el momento trascendental que está por ocurrir. Al estar Dios por intervenir, se hace notar la importancia de las oraciones de los santos. Como León Morris señala: “A ojos de la humanidad, los santos son insignificantes, pero para Dios, son muy importantes. Incluso grandes cataclismos cósmicos son detenidos por su cuenta… y en cierto modo, son esas oraciones las que ponen en marcha los juicios de Dios” (págs. 119-120).

Robert Mounce agrega, “Con el sexto sello abierto, las personas huyeron a las montañas y pidieron auxilio de la ira del Cordero (Apocalipsis 6:15-17). Ahora, con el desarrollo de la tribulación, las cosas empeoran. Mientras que los primeros cuatro sellos representaban los juicios por la consecuencia de la iniquidad humana, ahora las trompetas revelan la participación de Dios para castigar a un mundo rebelde… Como las plagas que precedieron la liberación de los hijos de Israel de sus amos egipcios, estas últimas plagas preceden el éxodo de la iglesia de los poderes políticos hostiles. La alusión constante a lo largo de esta sección a las plagas egipcias es una forma de enfatizar que en los últimos días Dios nuevamente castigará a esos poderes hostiles que oprimen a su pueblo… El propósito de esta intervención es advertirle a la gente que la ira de Dios viene y, al hacerlo, llevarlos al arrepentimiento” (págs. 176-177). Podemos ver aquí que hay muchos paralelos entre los libros de Éxodo y Apocalipsis.

Juan continúa: “Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde” (Apocalipsis. 8:6-7).

La primera trompeta suena y causa que se incendie un tercio de la vida vegetal en la tierra, produciendo muchas muertes y hambrunas. Dios espera que esto provoque un arrepentimiento a los impíos. 

Como señala nuestro folleto, “Al tocarse las cuatro primeras trompetas, se hace daño “a la tierra y al mar” (Apocalipsis. 7:2). Estas plagas están dirigidas directamente contra el medio ambiente de la tierra y devastan la tercera parte de él. Dios, nuestro Creador, les va a demostrar claramente a todos los seres humanos que él tiene un control absoluto sobre los sistemas ecológicos que sustentan la vida” (p. 40).

Otra posibilidad de cómo se logra todo esto. aunque sea remota, es que Dios permitirá que comience la Tercera Guerra Mundial y que cause que las armas nucleares crean estos cataclismos, ya que a veces él usa naciones para llevar a cabo sus castigos, como Asiria (Isaías 10:5) y Babilonia (Jeremías 25:9). 

Nuestro folleto luego menciona: “Aunque todos estos acontecimientos son escalofriantes, Dios es misericordioso. Él siempre quiere aplicar primero el mínimo castigo posible con el fin de que las personas vean la necesidad de arrepentirse. ‘Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva’” (Ezequiel 33:11).

“Por lo general, cuando Dios empiece a aplicar su castigo, muchas personas, en lugar de reconocer su endurecida conducta y sus malvados pensamientos, se resienten contra él. Aunque tal vez las cuatro primeras trompetas logren que algunas personas abandonen sus malos caminos, la mayor parte no se arrepentirá ni siquiera con los castigos más severos que vendrán después (Apocalipsis 9:20-21; Apocalipsis 16:9-11)” (p. 41).

Juan escribe: “El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida” (Apocalipsis 8:8-9). 

Una tercera parte de los océanos es ahora el blanco y algo parecido a una gran montaña cae y destruye un tercio de la vida marina y también devasta un tercio de las naves. La causa podría ser sobrenatural o un súper volcán devastador que estalla o un impacto de asteroide. Cada día, hay un promedio de 100,000 embarcaciones en el mar, y eso sería unos 33,000 barcos destruidos, con una enorme pérdida de vidas humanas si esto pasa esto en nuestros días.

Juan continúa: “El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas” (Apocalipsis 8:10-11).

Ahora, el tercer cataclismo aparece como una estrella ardiente que golpea un tercio de las fuentes de agua dulce en la tierra, una plaga similar a la primera egipcia que afectó el agua potable. El término “ajenjo” se refiere a una planta con un sabor amargo, como es usado en Jeremías 23:15, “He aquí que yo les hago comer ajenjos y… beber agua de hiel”.

Luego suena la cuarta trompeta: “El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche. Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!” (Apocalipsis 8:12-13).

La plaga de oscuridad, que es similar a una de las plagas en Egipto (Ex 10:21-29), envuelve al menos un tercio de toda la tierra (más tarde se producirá una oscuridad aún mayor durante las siete plagas postreras). Después que estos cuatro grandes desastres dañan el ecosistema del mundo, las tres siguientes trompetas caen directamente sobre los seres humanos.

Juan escribe: "Y miré y escuché a un ángel volando en medio del cielo, diciendo en voz alta: 'Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, a causa de los toques restantes de la trompeta de los tres ángeles. ¡quién está a punto de sonar! "(Apocalipsis 8:13). Estas siguientes tres calamidades son aún más devastadoras y por eso se llaman “ayes” es decir, daños mayores.

Juan continúa: “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes. Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre. Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos. El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas; tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones; tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la batalla; tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco meses. Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión” (Apocalipsis 9:1-11).

Este próximo evento tiene lugar en la tierra, donde un ángel abre el pozo del abismo insondable. Nuestro folleto relata: “De la misma forma que sucede con los castigos de otras trompetas (la segunda y la cuarta), el de la quinta trompeta nos recuerda las plagas que cayeron sobre el antiguo Egipto. Esta aflicción surge de una atmósfera oscurecida por el humo. Armas con apariencia de langostas -posiblemente como los helicópteros militares actuales- van a atormentar a las personas como lo hace el escorpión: “… tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros de caballos…” (Apocalipsis 9:1-10).

“Aunque no se especifica el origen de los sufrimientos, sus efectos parecen similares a la acción de las armas químicas o biológicas. El “rey” que dirige esta ola de dolor es llamado “el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión” (v. 11).

“Estos nombres significan respectivamente ‘destrucción y ‘destructor’. Como dijimos anteriormente, a medida que el final de su reinado se aproxima, Satanás se llena de ira “sabiendo que tiene poco tiempo” (Apocalipsis 12:12). Él es el conductor de esos grandes ejércitos que se reúnen para llevar a cabo su violento y sanguinario cometido. Pero Dios, siempre en control absoluto, les pone ciertos límites a las ‘langostas’: ‘Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes’ (Apocalipsis. 9:4). Vemos que no se les permite matar a la gente, sino únicamente atormentarla (v. 5)” (p. 42). 

Aquí se describen lo que parecen ser máquinas voladoras de combate, como helicópteros y aviones de chorro, muy ruidosos y con grandes estelas de vapor que parecen como cabellos largos. Robert Mounce señala: "Las langostas voladoras de largos cabellos, como melenas de caballos y con colas de escorpiones y coronas doradas sobre rostros humanos… eran de un enorme tamaño… y estaban protegidas con una armadura de hierro" (p. 189).