#348 - Apocalipsis 3-6: "La Iglesia en Sardis"

Usted está aquí

#348 - Apocalipsis 3-6

"La Iglesia en Sardis"

Descargar
348ap31-6-print (158.65 KB)

Descargar

#348 - Apocalipsis 3-6: "La Iglesia en Sardis"

348ap31-6-print (158.65 KB)
×

Un ejemplo de ello es cuando Jesús les advierte a los de Sardis que deben permanecer espiritualmente alertas, o de lo contrario él vendrá “como ladrón en la noche.” En el Nuevo Testamento, la analogía de “un ladrón en la noche” se usa para describir lo súbito y sorprendente que será el regreso de Cristo para aquellos que no estarán preparados espiritualmente (vea Mateo 24:42-43; 1 Tesalonicenses 5:2-6; Apocalipsis 16:15).

Ahora bien, Sardis era una ciudad famosa y la antigua capital del Imperio de Lidia que fue gobernada por el rey Creso (595-546 a. C.). Era conocido por su gran riqueza, en parte debido al oro extraído de un río cercano. Se le atribuye la creación de las primeras monedas de oro, por lo tanto, reza un dicho inglés, “es rico como Creso.” Cinco carreteras principales cruzaban Sardis, situada en un valle fértil y tenía una acrópolis que se elevaba 500 metros, excepto por el lado sur. Parecía inexpugnable, pero fue conquistada dos veces, no en batallas, sino por el descuido y la falta de vigilancia. Ciro el Grande de Persia la conquistó en 549 a. C. cuando un soldado escaló el promontorio de noche y luego que los guardias se retiraron a sus casas, él abrió las puertas de la ciudad. Algo similar sucedió cuando Antíoco, el rey griego, conquistó la ciudad en 218 a. C., otra vez por sigilo y descuido. La prosperidad de la ciudad había convertido a sus ciudadanos en personas cómodas y mundanas. Cuando Cristo se dirigió a esta iglesia a fines del primer siglo, esa congregación también reflejaba en parte una negligencia espiritual.

Jesús les relata: “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios” (Apocalipsis 3:1-2).

¿Qué hay sobre las siete estrellas? Sabemos que la Biblia se interpreta a sí misma, y así vemos que en Apocalipsis 1:20 “las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias.”

¿Y qué respecto a los siete espíritus? El término “espíritus” no debe escribirse en mayúsculas ya que no se refieren a Dios. Cristo ocupa a esos espíritus, pero no es uno de ellos. Vemos en Apocalipsis 5:6 que Jesús, como el Cordero, tiene simbólicamente “siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra”. Esos siete espíritus recorren la tierra y luego reportan. Zacarías también habla de ellos: “Vi de noche, y he aquí un varón que cabalgaba sobre un caballo alazán, el cual estaba entre los mirtos que había en la hondura; y detrás de él había caballos alazanes, overos y blancos…Estos son los que el Señor ha enviado a caminar de un lado a otro por toda la tierra. Entonces… dijeron: ‘Hemos caminado de un lado a otro por toda la tierra, y he aquí que toda la tierra descansa tranquilamente’” (Zacarías 1:8-11). Más tarde él agrega: “Estos siete [hablando de ángeles especialmente designados]... Estos siete son los ojos del Eterno, que recorren toda la tierra” (Zacarías 4:10). Vemos que a Dios le gusta delegar tareas a los ángeles para que aprendan de sus experiencias, porque es el Supremo Educador.

¿Por qué describe Cristo las obras de la iglesia de Sardis como ineficaces? Es por resultados y frutos improductivos. De nuevo, esto parece ser más que evaluar los esfuerzos de una pequeña congregación en predicar el evangelio y sus actitudes. Más bien indica que es una profecía dual donde Jesús también evalúa la obra total de esta quinta era de la Iglesia.

Como Jesús les advierte, “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apocalipsis 3:3). Esto puede señalar que Jesús intervendrá directamente en esta iglesia local, pero ¿cómo lo haría como un ladrón en la noche? Suena más bien como su Segunda Venida y que algunos de esa era no estarán espiritualmente listos para ello. Tal como dijo Jesús en Lucas 12:37-40, “Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando… Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa… Vosotros, pues, también, estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá”.

Así pues, volviendo a la línea de tiempo histórica y profética, la obra de esta quinta etapa comenzaría a medida que la Iglesia emerge de la Edad Media al finalizar la era de Tiatira. En ese entonces, los que guardan el sábado por fin pueden adorar en público, especialmente en la Inglaterra protestante y en EE. UU., donde aumentan las libertades religiosas, pero también la holgura y complacencia espiritual. 

Como el historiador eclesiástico, Ivor Fletcher señala: “En el siglo 18, la profecía de Jesucristo relacionada con esa era de ‘Sardis’ de la Iglesia, se convierte en realidad: ‘Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto’ (Apocalipsis 3:1). A partir de ese entonces, la mayoría de los observadores ingleses del sábado abandonan incluso el nombre ‘Iglesia de Dios’ (Juan 17:11). Ese nombre bíblico se encuentra doce veces en el Nuevo Testamento. La advertencia de ‘afirmar las otras cosas que están para morir’ (Apocalipsis 3:2) en gran parte fue ignorada. Como resultado, surge un período de decadencia que conllevaría a una extinción casi total.

“A mediados del siglo 18, las Iglesias Bautistas del Séptimo Día casi desaparecen. Nunca habían sido muchos, pero había varias iglesias en Londres y en las provincias. Para el año 1754, ya no quedaban ministros de séptimo día sino solo ministros bautistas dominicales que estaban dispuestos a atenderlas.

“En 1848, el historiador inglés Benedicto señala que ‘solo tres iglesias sabatistas quedaban en Inglaterra de las once que existían hace unos ciento cincuenta años antes’... A medida que el celo disminuía aún más, no se hizo ningún intento de predicar el evangelio. Eventualmente, solo quedaron las doctrinas del sábado y el bautismo por inmersión. La historia oficial de los Bautistas del Séptimo Día da tres razones por el declive de las iglesias que guardan el sábado en Gran Bretaña: (1) falta de coordinación organizada entre las iglesias [debido a un gobierno ineficaz]; (2) dependencia de ofrendas voluntarias para financiarse [pues no guardaban el diezmo]; y (3) el empleo en vez de pastores dominicales [que llevaron a una observancia irregular del sábado].

“Mientras que la Iglesia de Dios en Inglaterra sufría persecuciones y disminuía, Cristo actuó para que enraizara su Iglesia en América. Fue allí, en la región que se convertiría en los Estados Unidos, donde nuevas congregaciones, libres de persecución y otras restricciones sufridas en Inglaterra, tendrían una nueva base de operaciones para florecer y crecer.

“¿Quién fue el primer observador del sábado en América? No se sabe bien, pero el primer sabatista oficial fue Stephen Mumford, quien llegó a Estados Unidos en 1664. Es posible que hubo otros antes de Mumford, ya que desde 1646, el debate sobre el sábado abundaba en Nueva Inglaterra. Algunos de los primeros libros publicados en Estados Unidos abogaban por la observancia del sábado.

“Mumford no siguió la corriente del domingo, ni guardó sus creencias sabáticas para sí mismo… En 1671… Stephen Mumford, William Hiscox, Samuel Hubbard, Roger Baster y tres hermanas, hicieron un pacto para fundar una iglesia, formando así la primera Iglesia Bautista del Séptimo Día en EE. UU. Durante más de treinta años después de su formación, la Iglesia de Newport incluía a casi todas las personas que guardaban el séptimo día en los estados de Rhode Island y Connecticut. Aunque los historiadores bautistas casi siempre definen a esas congregaciones sabatistas estadounidenses como ‘Bautistas del Séptimo Día’, es claro al leer los registros oficiales dejados por personas que ellos se consideraban como ‘la Iglesia de Dios’ en Piscataway, Nueva Jersey, o ‘la Iglesia de Dios’ en Shrewsbury, Nueva Jersey... Registros indican que observaban Fiestas Santas y que se permitía el uso moderado de alcohol… El Manual Bautista del Séptimo Día de 1926 señala que la ‘Iglesia de Mill Yard, de Londres, Inglaterra, la Iglesia Bautista del Séptimo Día original, celebraba la fiesta una vez al año, en el día de la Pascua’.

“La historia sabatista a mediados del siglo 19 en los EE. UU. está dominada por el movimiento adventista. William Miller, un predicador dominical, inició un movimiento adventista entre las iglesias que observaban el domingo. En 1843, varios seguidores de Miller en Washington, New Hampshire, se toparon con la verdad sobre el sábado. No fue sino después del llamado ‘Gran Chasco’ de 1844 que el cuerpo general de adventistas supo acerca del sábado. Un pequeño número aceptó el sábado y pronto se unieron a los pocos hermanos restantes de la Iglesia de Dios que se negaron a afiliarse a la Conferencia Bautista del Séptimo Día. Se llamaron a sí mismos ‘Iglesia de Dios’ y comenzaron a publicar ‘La Revista Adventista y Heraldo Sabático’. Su primer himnario estaba dedicado a ‘la Iglesia de Dios esparcida en el extranjero’.

“Es difícil rastrear el período de transición de la historia de la Iglesia de Dios desde la década de 1840 hasta principios de la década de 1860. La historia enfoca en los sabatistas que aceptaron ‘las visiones’ de Elena G. White, o en aquellos que perdieron el nombre propio de la iglesia, o en adventistas que se llamaban ‘Iglesia de Dios’, pero no observaban el sábado… Con cada año que pasaba, Elena White introducía nuevas y diferentes doctrinas para intentar explicar el fracaso adventista del 22 de octubre de 1844, la fecha prevista para la segunda venida de Cristo… Una crisis surgió cuando [Elena White] hizo un cambio del nombre de ‘Iglesia de Jesucristo’ a ‘Iglesia Adventista de Séptimo Día’. También se requirió que los miembros aceptaran las visiones de Elena White como iguales en autoridad que la Biblia. La mitad de los miembros se negaron y quedaron firmes en la organización original… Se organizaron iglesias en Iowa… y luego se asociaron más o menos con la Iglesia de Cristo en Marion, Iowa, más tarde conocida como Iglesia de Dios”.

“La Conferencia General de la Iglesia de Dios en 1886 se celebró en Marion, Iowa. Algunas estadísticas interesantes muestran cuán pequeña y carente de impacto en el mundo tenían en esos últimos años de la era ‘Sardis’... La cantidad total de miembros de la Iglesia de Dios en 1886 era de mil personas. Hubo 122 conversiones en ese año y había 30 ministros. Alrededor de 1890, el nombre de la revista se cambió a ‘Defensa Sabática y del Advenimiento’... En 1905, A. F. Dugger se convirtió en el editor y gerente de esa revista. En 1910, Dugger murió, pero su hijo, Andrew N. Dugger, siguió sus pasos en el ministerio y liderazgo… En abril de 1917, cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial, Andrew N. Dugger, junto con un miembro del Congreso del estado de Misuri, tuvo una reunión personal con el presidente Woodrow Wilson, que resultó en que los jóvenes de la Iglesia quedaran exentos del servicio militar durante la guerra.

“Para 1923, el número de ministros había aumentado a 126 y los miembros de la iglesia de Dios del Séptimo Día se estimaban entre 1000 y 1500… También se estaba realizando una obra extranjera muy limitada. Parte de la literatura de la iglesia se tradujo a los idiomas sueco y alemán... Se reconoció la necesidad de predicar y publicar las mismas enseñanzas. Pero quedó en claro que todavía existían diferencias de opinión sobre temas doctrinales. Fue en ese entonces que un ministerio muy especial estaba a punto de comenzar en el estado de Oregón, el cual tendría un profundo impacto en la próxima era de la Iglesia de Dios. Ahora llegamos a la era moderna de la Iglesia de Dios, una fase de la obra de Dios que, en varios aspectos, fue bastante diferente a las épocas anteriores que la habían precedido” (La Increíble Historia de la Verdadera Iglesia, 1984, pp. 192-227).

A pesar de esa debilidad de los que llamamos “la era de Sardis”, siempre hubo algunos miembros que se mantuvieron firmes en las verdades de Dios y no transaron con el mundo. Consideramos que algunos de ellos pertenecen a las iglesias que guardan el sábado, como la Iglesia de Dios del Séptimo Día y la Iglesia Israelita del Nuevo Pacto en América Latina.

Como dice Cristo en Apocalipsis 3:4-6, “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.

Jesús describe a esas personas justas como las que reciben vestiduras blancas en la Primera resurrección, ya que sus nombres están inscritos en el Libro de la Vida. Como dice Apocalipsis 19:7-8: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”.

Noten que se puede borrar el nombre de alguien en el Libro de la Vida, pues la salvación es condicional. En ese entonces, la tinta usada era una mezcla de hollín, goma y agua, pero al carecer de aceite, no se pegaba al papiro ni al pergamino. Para corregir un error, el escriba simplemente usaba una esponja húmeda para borrar lo que había escrito. Así, si una persona rechaza a Dios, al haber recibido el espíritu de Dios, se borrará su nombre de ese libro. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-27).

Cristo termina animándolos, porque aún son parte de su verdadera Iglesia, y afirma que si vencen: “Confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles” (Apocalipsis 3:5). Esta recompensa debe ser recordada por todos los miembros de cualquier era, porque Jesús luego agrega: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Apocalipsis 3:6).