#339 - Hebreos 6-8: El misterio de Melquisedec

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#339 - Hebreos 6-8

El misterio de Melquisedec

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A medida que avanzamos a través de estos capítulos en Hebreos, una cosa que no podemos dejar de notar es la autoridad, la confianza y el conocimiento que el autor tiene sobre este tema, que mejor encaja con el apóstol Pablo. Ningún otro escritor del Nuevo Testamento trata esta materia como lo hace aquí, y también en sus otras epístolas.

Luego que él expone sobre las seis doctrinas fundamentales enseñadas por Cristo, a continuación, revela una enseñanza más profunda – la de Jesucristo como nuestro Sumo Sacerdote de una nueva orden y un mediador de un mejor pacto que el que fue dado en el monte Sinaí, que se basaba en un sacerdocio mortal con sacrificios de animales, rituales ceremoniales y un tabernáculo físico.

Pablo ahora teje hábilmente escrituras del Antiguo Testamento que eran profecías de la venida de este Sumo Sacerdote con su sacrificio, dado una vez y para siempre, y un tabernáculo celestial, no el que estaba sobre la tierra. Los judíos cristianos, en particular, son advertidos en repetidas ocasiones que no deben permanecer en el Antiguo Pacto, donde Jesucristo no es la figura central. Sin embargo, ahora los anima a mantenerse firmes y con buenas obras.

Pablo dice: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:9-12).

De nuevo, se les advierte permanecer fieles hasta el fin y usa el ejemplo de Abraham: “Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Hebreos 6:13-20).

Abraham, por supuesto, fue el “padre de la fe” y él que “habiendo esperado con paciencia alcanzó la promesa”. ¿Cuáles heredó? Se mencionan dos: (1) El hijo que tendría, a pesar de que ya habían pasado la edad de tener hijos, y (2) que ese hijo se multiplicaría como las estrellas en el cielo. ¿Cómo podía Abraham estar tan seguro de esto? Debido a las dos cosas que Dios hizo: (1) Tomó un juramento de cumplirlo, y (2) El hecho que es imposible que Dios mienta. Las promesas de Dios se llaman el "ancla" de nuestro alma - lo que nos mantiene seguros, a saber, de que las promesas de Dios no pueden romperse, ni que Dios puede mentir al no cumplirlas.

Ahora bien, Dios hizo otras promesas a Abraham que aún no se han cumplido, pero el punto aquí es que él también hizo unas promesas inquebrantables acerca del nuevo sacerdocio según el orden de Melquisedec que Cristo vendría a ocupar.

Pablo explica, “Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro” (Hebreos 7:1-10).

Con el fin de hacer la conexión entre Melquisedec y Jesucristo, Pablo se remonta al relato bíblico de Melquisedec. Menciona a este misterioso rey y sacerdote consagrado al verdadero Dios (cuando solamente Abraham estaba siguiendo al verdadero Dios en ese entonces). A continuación, menciona que este personaje no tenía ancestros humanos ni un nacimiento. Como dice el relato: “... sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida [era inmortal], sino hecho semejante al Hijo de Dios”. Así pues, tenía que ser un ser espiritual el que apareció ante Abraham, similar al ser espiritual que fue acompañado por dos ángeles rumbo a Sodoma, a quien Abraham le sirvió comida, cuando dice: “Entonces el Señor se le apareció… cuando estaba sentado en la puerta de su tienda” (Génesis 18:1). Esto se llama una teofanía, o una aparición de Dios (en la forma del Verbo, que más tarde se hizo carne).

Melquisedec sería un sacerdote superior a Aarón, ya que Abraham le dio sus diezmos y fue bendecido por él. En ese sentido, Leví, que se convirtió en el jefe de los levitas, también le pagó el diezmo.

Además, Pablo dice: “Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia (pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto” (Hebreos 7:11-22).

La escritura citada aquí es el Salmo 110:4 y hace hincapié en que Dios hizo un juramento con este nuevo sacerdocio de Melquisedec, que estaría basado en el único que podría calificar al venir en la carne y no tener “fin de vida”, es decir, el Verbo, que comenzaría un nuevo orden sacerdotal que sustituye y supera a la orden sacerdotal anterior de Aarón.

Al respecto, F. F. Bruce menciona, “Una muestra adicional de la imperfección del antiguo sacerdocio y la superioridad del nuevo es la cita, “Tú eres sacerdote para siempre”. Estas palabras no pueden ser aplicadas a ningún sacerdote de la línea de Aarón por la sencilla razón de que cada uno de ellos eventualmente murió. Pero el Sumo Sacerdote de los cristianos es inmortal, habiendo muerto una vez por todos y haber resucitado de entre los muertos, Él desempeña su ministerio en nombre de su pueblo en el poder de una vida que no puede ser destruida. La ley que estableció el sacerdocio de Aarón se llama una “ley del mandamiento carnal” (RVG); que se ocupa de los efectos externos de la religión: la descendencia física de los sacerdotes, un santuario físico, sacrificios de animales, etc. Como todo del régimen levítico, el orden del sacerdocio Aarónico se caracterizó por ser transitorio; se destaca, por lo tanto, la permanencia y eficacia de la función sacerdotal de Cristo” (Comentario de Hebreos, pág. 148).

Pablo añade: “Y los otros ciertamente fueron muchos sacerdotes, ya que por causa de la muerte no podían permanecer; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía; santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tuviese necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; más la palabra del juramento, posterior a la ley, constituye al Hijo, quien es perfecto para siempre” (Hebreos 7:23-28).

Así pues, el punto principal de todo esto es que Cristo es superior en todo sentido a lo que el sistema levítico intentaba lograr en forma física y limitada. Dios hizo un juramento en Salmo 110:4 de que Melquisedec sería un sacerdote para siempre, algo que nunca hizo cuando consagró a Aarón.

Pablo continúa, “Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” (Hebreos 8:1-5).

Ahora demuestra la superioridad del oficio celestial que Jesús tiene como nuestro Sumo Sacerdote al decir que el tabernáculo físico fue modelado según un patrón celestial. Así, el tabernáculo terrenal era sólo una copia inferior del tabernáculo espiritual en el cielo, así como el sacerdocio de Aarón fue sólo un sistema inferior al sacerdocio espiritual de Jesucristo.

Pablo añade: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, por cuanto él es el mediador de un mejor testamento, que ha sido establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primer pacto hubiera sido sin falta, no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque hallando falta en ellos, dice: He aquí vienen días, dice el Señor, cuando estableceré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto; No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé por la mano para sacarlos de la tierra de Egipto: Porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo los desatendí, dice el Señor. Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus mentes, y sobre sus corazones las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo: Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor: Porque todos me conocerán, desde el menor de ellos hasta el mayor. Porque seré propicio a sus injusticias, y de sus pecados y de sus iniquidades no me acordaré más. Y al decir: Nuevo pacto, da por viejo al primero; y lo que es dado por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer” (Hebreos 8:6-13).

Así que Jesús inaugura un Nuevo Pacto, sin embargo, como se ve aquí, todavía se basa en la ley espiritual de Dios (Romanos 7:14), es decir, los principios de los Diez Mandamientos, y dice que necesitan ser interiorizados en nuestro corazón. Se establecerán en todos los pueblos y el perdón se concederá tras el verdadero arrepentimiento. Ahora bien, sólo se está aplicando hoy la primera etapa del Nuevo Pacto – la del “desposorio”. Nosotros sólo recibimos un “depósito inicial” del espíritu de Dios para comenzar a grabar las leyes de Dios en nuestras mentes y corazones, pero solo en la segunda y última etapa del Nuevo Pacto, cuando nos convertiremos en seres espirituales con una mente y un corazón perfecto y no vamos a querer pecar y seguiremos las leyes de Dios perfectamente. Esto sólo se logrará cuando Jesús se desposa con “la Esposa” en la primera resurrección, y luego, también se ofrecerá esa salvación en la segunda resurrección.

Aquí vemos donde católicos, protestantes y evangélicos se equivocan en cuanto al Nuevo Pacto. Sí, ese Nuevo Pacto tiene cambios en las leyes, pero como vemos aquí, tienen que ver con el sacerdocio, los ritos y sacrificios. No tienen que ver con cambiar los Diez Mandamientos que eventualmente deben ser inscritos, como dice aquí, en nuestros corazones.

Hay un cambio también del sacerdocio con un nuevo orden sacerdotal de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, y hay un cambio de un tabernáculo físico a uno espiritual. Así ahora podemos ir directamente a Dios Padre y Cristo en nuestras oraciones, donde éste último y no un sacerdote físico, puede interceder por nosotros. Además, las leyes de Dios en el Nuevo Pacto sí cambian en cierto sentido, pasando de sólo cumplirlas físicamente a ahora también llevarlas a cabo espiritualmente. Cristo mencionó estos cambios en las Bienaventuranzas de Mateo 5 y en el resto del Sermón del Monte. Como él nos mostró, el sábado sigue vigente como una ley espiritual de Dios (Marcos 2:23-28), y está consagrada en el Cuarto Mandamiento al cumplirlo no sólo en forma física, sino también de manera espiritual, al igual que el resto de los mandamientos de Dios.

¡Gracias a Dios por estas grandes verdades!