#326 - Colosenses 1-2
"La herejía colosense"
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#326 - Colosenses 1-2: "La herejía colosense"
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La epístola a los colosenses es una de las obras más sublimes jamás escritas, pues revela el amor de Pablo por su rebaño, descifra el misterio del maravilloso del plan de Dios e indica cómo combatir las herejías que a veces se introducen sigilosamente en la iglesia (vea 2 Pedro 2:1).
Pablo se encuentra bajo arresto en Roma, (61-63 d.C.) cuando llega Epafras, un ministro de Colosas, en Asia Menor, comentándole que allí se había introducido la peligrosa herejía de un judaísmo gnóstico. Pablo entonces escribe tres epístolas (Efesios, Filemón y Colosenses) para ser llevadas por Tíquico y Onésimo (Colosenses 4:7-8; Efesios 6:21).
Los colosenses vivían en un centro industrial donde el judaísmo, el platonismo y los misterios religiosos se mezclaban extrañamente. Era común la adoración a los ángeles, y se creía que el arcángel Miguel había protegido a la ciudad de un desastre. Pues, ahora una poderosa y sutil herejía se había introducido en esa iglesia, y Pablo tiene que combatir y desarmarla sistemáticamente.
Luego de los saludos habituales, él comienza alabándolos y a Epafras, el ministro en Colosas que vino a él. Ataca la idea de que necesitaban a otros seres espirituales aparte de Cristo para estar “plenos” y “llenos de conocimiento”.
Dice: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual y habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. Por los cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual… con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados” (Colosenses 1:3-14).
Explica “La Herejía Colosense”, un antiguo artículo nuestro: “El contenido de la nueva doctrina de Colosas implicaba que los colosenses no estaban completos en Cristo (Colosenses 1:9) y que necesitaban acercarse a Dios por medio de seres angelicales; sin embargo, puesto que estos seres eran muy inferiores al ‘Dios supremo’, los colosenses tendrían que bajar su mirada, por así decirlo, ¡acercándose primero a los ángeles! Sabiendo cómo se desarrolló el culto a los ángeles en las escuelas gnósticas del segundo siglo, (las escuelas de Cerinto y de Valentino) se ve claramente que el error colosense correspondía a una de las primeras formas de la doctrina gnóstica… la necesidad de que el cristiano llegará más allá de Cristo hasta el ‘Dios supremo’ por la mediación de seres angelicales… Por lo tanto, los creyentes que trataran de llegar a Dios directamente o por un mediador (Cristo) eran presuntuosos y necesitaban rebajarse a sí mismos para poder comenzar en un nivel inferior en la escala. Estos podrían buscar la plenitud gradualmente, invocando la mediación de seres inferiores o de más fácil acceso. Esta humildad que ellos mismos se imponían, unida al duro trato del cuerpo, realzaría su espiritualidad y su búsqueda de la perfección” (p. 3).
Increíblemente, todavía tenemos una forma atenuada de esa herejía colosense hoy día, pues la Iglesia Católica enseña la mediación a Dios por medio de ángeles y seres muertos como María, José, y los que ellos llaman “santos”. Todo por no querer acercarse directamente a Dios, y tener, como enseña la Biblia, “un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo…” (1 Timoteo 2:5).
Pablo explica que no requieren de otro mediador que Cristo, pues él tiene todos los atributos necesarios. Dice: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase todo plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:15-20).
Ésta es la explicación más completa de la deidad y las funciones de Jesucristo, que abarcan su preexistencia, divinidad, autoridad y actividad creativa. Solo Dios Padre está por encima de él.
Explica el Comentario Exegético: “El aspecto más peligroso de la herejía colosense era rebajar la persona de Cristo. Para ellos, Jesús no era el Redentor victorioso que recibió toda autoridad en el cielo y en la tierra. A lo más, era solo uno de los muchos seres espirituales que servían de intermediarios entre Dios y los hombres. Esta sección es la respuesta de Pablo a esa enseñanza herética. Eikon, la palabra griega para ‘imagen’ expresa dos ideas. Una es de similitud, tal como la imagen en una moneda o el reflejo en un espejo. La otra idea es de una manifestación, es decir, que la naturaleza y el ser de Dios están revelados perfectamente en él. Así, Pablo no deja lugar para una emanación vaga o una abstracción vaporosa que eran tan prominentes en el sistema gnóstico”.
Pablo luego los anima mucho al revelarles el plan de salvación de Dios, que incluye incorporar a los gentiles conversos: “Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro… A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto [espiritualmente maduro] en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí” (Colosenses 1:21-29).
Pablo les advierte contra las enseñanzas de los falsos hermanos gnósticos que pueden anular esa gran esperanza recién dada. Él repite cuatro veces que “nadie” los engañe y los insta a mantener el enfoque en Cristo. Dice: “Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas. Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo. Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:4-7).
Luego Pablo ataca a esa herejía en sus raíces, y la desarma con la misma terminología que usaban sus adversarios: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:8-10).
El Comentario Expositor dice del gnosticismo: “Era un sistema que eleva a los espíritus elementales como algo esencial, y sabemos más tarde que la herejía colosense enseña ‘la adoración de ángeles’, cosa que Cristo jamás apoyó”.
Luego se enfoca en lo que Jesús ha hecho y ningún otro ser espiritual: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:11-15).
“El acta de los decretos” se refiere a un certificado de deuda escrito a mano. Por eso, el sacrificio de Cristo cancela ese registro de nuestras deudas: la pena de muerte por nuestros pecados. Al comparar el “acta de los decretos” al sistema moderno de justicia, sería como dictar la sentencia de la muerte por nuestros crímenes espirituales (el pecado significa quebrantar la ley de Dios). Entonces, cuando la persona se arrepiente del pecado, busca el perdón y acepta el sacrificio de Jesucristo por la fe, Dios anula esa sentencia de muerte. Luego esa sentencia de muerte queda clavada en la cruz. En ese entonces, un reglamento dictaba que cuando se abolía un decreto, éste debía ser clavado en un lugar público para que todos supieran que ya no rige más.
Ahora Pablo asesta el tercer ataque contra los que llama “nadie”: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo”.
En el folleto de Iglesia de Dios Universal sobre “Los Pactos de Dios”, se explica: “Al considerar el contexto histórico, podemos ver de qué se trataba este tema. Según expandió la iglesia desde la Tierra Prometida a regiones paganas como Asia Menor, Italia y Grecia, tuvo que enfrentar las filosofías paganas, algunas con creencias bastante ascetas. Se notan esos temas en los escritos de Pablo, Pedro y Juan. Algunas de esas filosofías tenían en común la idea de que el espíritu es bueno y la materia es mala. El cuerpo físico, hecho de materia, era considerado maligno. Y puesto que el cuerpo era malo, debía ser tratado en forma severa”.
“Los cristianos colosenses eran juzgados por una filosofía asceta acerca de cómo observaban las Fiestas, las lunas nuevas y los sábados—que ellos aparentemente lo hacían en una forma gozosa y festiva. Los colosenses celebraban esos días de una forma que era completamente contraria al enfoque asceta de la autonegación. Ellos entendían que los sábados y las Fiestas Santas claramente eran leyes del Antiguo Testamento. (Las lunas nuevas eran solo usadas como marcador de tiempo y jamás declaradas como días santos). Al instarlos a no dejarse juzgar por la forma que guardaban esos días, Pablo jamás cuestiona si se deben guardar o no. Es obvio por estos versículos que ellos sí guardaban esos días, y Pablo nunca contradijo eso. En vez, el tema es que los cristianos no deben dejarse juzgar por las normas ascetas sobre lo que comían, bebían u observaban en los sábados o las Fiestas de Dios. De hecho, Colosenses 2 en realidad condena la filosofía asceta y no es una discusión sobre qué leyes siguen vigentes para el cristiano”.
Una paráfrasis del verso sería: “Que nadie los juzgue por comer o beber o por guardar las fiestas santas, la luna nueva o el sábado, que son unas sombras de futuros eventos en el plan maestro de Dios, del cual Cristo es la figura central y dejen que el cuerpo de Cristo, que arroja la sombra según el camino es luz, se adelanta hacia el cumplimiento final y que éste sea el juez de estos asuntos”.
Pablo sigue: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo [enseñanzas religiosas ascetas], ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Colosenses 2:18-23).
Aquí se ve claramente lo que Pablo está atacando no son las leyes de Dios, sino los “mandamientos de hombres” basados en un judaísmo asceta y gnóstico, que sirve para reprimir los deseos de la carne, pero no para eliminarlos.