#309 - 1 Corintios 7-9: "Principios del matrimonio; la comida sacrificada a los ídolos"

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#309 - 1 Corintios 7-9

"Principios del matrimonio; la comida sacrificada a los ídolos"

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En esta sección, Pablo comienza contestando unas preguntas que le han hecho acerca del matrimonio. “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocara mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios 7:1-2).

Para entender lo que dijo Pablo, primero debemos recordar la sociedad que rodeaba a los corintios. Barclay explica: “Pablo les recuerda dónde vivían, en Corinto, un lugar en que ni siquiera podían caminar por la calle sin ser acosados por las grandes tentaciones. Deben tomar en cuenta la disposición natural que tienen para casarse, pues sería mejor casarse que caer en el pecado. Por eso, deben examinarse y escoger el estado que mejor les sirva para cumplir con la vida cristiana y no intentar establecer un estilo de vida que va en contra de su forma de ser”.

El pueblo judío, se daba por sentado que uno eventualmente se casaría. Hasta hoy día en los EE. UU. el 98% de los judíos se casan, mientras que solo el 93% lo hace del resto de la sociedad. Ahora, Pablo le explica al cristiano que no hay nada malo con mantenerse soltero pues es perfectamente aceptable el no casarse. Pero si se casaban, entonces debían cumplir sus responsabilidades nupciales y no ser abstemios dentro del matrimonio.

Les dice: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido, ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento” (1 Corintios 7:3-6).

Aquí vemos que el matrimonio ante Dios es una sociedad, en que cada uno respeta al otro, y se entrega en amor. En otro lugar Pablo dijo: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla…” (Hebreos 13:4). Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son legítimas y son establecidas por Dios desde el principio del hombre, cuando dijo que debía unirse a su mujer. Por eso, no se debe abstenerse de esas relaciones como un tipo de chantaje para conseguir lo que se quiere, o negarse para desquitarse del otro. Esto, dice Pablo, es una acción muy peligrosa, pues, Satanás puede aprovecharse de la falta de relaciones (que puede producir la incontinencia, o el no refrenar las pasiones) y uno de los dos cónyuges caiga en graves pecados.

Pablo continúa: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:7-9). Hay personas que no necesitan casarse, y están conformes. De hecho, hay algunos que no están muy capacitados para casarse, por diversos motivos, y estarían mejor solos. De allí el dicho: “Mejor solo que mal acompañado”. Por eso Pablo dice que no se debe menospreciar al que no se casa y dará más tarde varias razones para mostrar que puede ser positivo, pero ahora vuelve a enfocar en los casados.

Dice: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (1 Corintios 7:10-11). Aquí es importante notar las palabras claves en el griego: “separe” es chorizo, que en esa sociedad se usaba a menudo para significar el divorcio. También el vocablo “abandone” es afienai, otro término para el divorcio. Entonces, la enseñanza es que entre los miembros puede haber un divorcio, pero “si se separan”, deben quedarse “sin casar”.

Pero hay otra categoría que Pablo pasa a cubrir – el matrimonio entre el converso y el inconverso. Dice: “Y a los demás yo digo, no el Señor [pues es algo que Cristo no trató, al ser un problema solo en el mundo gentil]: Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone [no se divorcie]. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos” (1 Corintios 7:12-14).

Pablo aquí añade un juicio que no había existido previamente en las Escrituras – el de un matrimonio de un converso y un inconverso. Dice que, si el inconverso acepta vivir con el converso, al respetar la persona y su religión, el converso no debe buscar divorciarse. Es un ejemplo para la otra persona y será una bendición, tal como Jacob fue para el hogar de Labán (Génesis 30:27) y José para el de Potifar (Génesis 39:5). Quizás hasta el inconverso se convierta por el buen ejemplo del miembro, como dice 1 Pedro 3:1-2. Además, los hijos son considerados bendecidos por la influencia del padre convertido y tiene el llamado de Dios si quiere aceptarlo, pues la puerta está abierta, pero ellos deben escogerlo.

¿Qué sucede, sin embargo, si el incrédulo no consiente en vivir con el creyente? Pablo dice: “Pero si el incrédulo se separa [chorizo – busca el divorcio], sepárese [chorizetai – divórciense]; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre [la palabra es dedoulotai – de doulus, o estar en esclavitud – pues el pacto matrimonial ata a las personas, pero aquí puede quedar desatado y disuelto el matrimonio].

El Comentario Judío del Nuevo Testamento aclara: “Aquí vemos que en el Nuevo Testamento se enseña una segunda razón para poder divorciarse, aparte del adulterio, pero sólo se aplica en el caso del matrimonio entre un creyente y un incrédulo. En estos casos, cualquier cosa inferior a la libertad para poder obtener el divorcio y volver a casarse constituiría estar sujeto a una esclavitud donde el matrimonio sólo existe en lo formal”.

Puesto que se espera que un creyente no se va a casar con un incrédulo, tal matrimonio en la iglesia sólo sería posible en el caso del creyente que ya estaba casado con un no creyente, o cuando uno de los dos creyentes abandonaba la fe y se volvía un incrédulo. En ambos casos se puede aplicar este mismo principio.

A pesar de este punto, Pablo hace énfasis que se debe intentar salvar el matrimonio a toda costa. Dice: “Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer? Pero cada uno como el Señor le repartió [en las circunstancias que se encontró]; así haga; esto ordeno en todas las iglesias. ¿Fue llamado alguno siendo circunciso? Quédese circunciso [pues existían judíos que abandonaban la fe y aceptaban el helenismo, por lo tanto, intentaban hacerse una cirugía para cubrir su circuncisión]. ¿Fue llamado alguno siendo incircunciso? No se circuncide” (1 Corintios 7:16-18).

Pablo entrega una de las escrituras más importantes en el Nuevo Testamento. Dice: “La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios” (1 Corintios 7:19). La circuncisión es un mandamiento de Dios (Levítico 12:3), entonces, ¿cómo se puede violar sin tener falta? Pues, porque Dios mismo lo autorizó a la Iglesia en Hechos 15, al inspirar el decreto: “Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbado vuestras almas, mandando circuncidaros… Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga [de tener que circuncidarse]” (Hechos 15:24,28).

Vemos que en el Nuevo Testamento sí existe una división entre los mandamientos que se deben guardar y los que ya no son necesarios: Todo lo relacionado con la circuncisión – es decir, las leyes civiles dadas por Dios que tiene que ver con la nacionalidad hebrea – la circuncisión, purificación, los sacrificios, las vestimentas, el sacerdocio levítico, el gobierno del pueblo, etc.

Pero los mandamientos que quedan son las leyes que son de aplicación universal – para todos los pueblos del mundo – basados en los Diez Mandamientos y los estatutos derivados de ellos.

Dr. G. E. Ladd explica: “La mayoría de los estudiosos de Pablo aclaran que él no distingue abiertamente entre los aspectos éticos y los ceremoniales de la ley. Es cierto, pero la distinción implícita es inevitable y debe ser tomada muy en cuenta. Aunque la circuncisión era un mandamiento de Dios y parte de la Ley, Pablo hace una separación entre la circuncisión y los mandamientos de Dios cuando dice: ‘La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios’ (1 Corintios 7:19). Al hacerlo, separó lo ético de lo ceremonial – lo permanente de lo temporal” (Teología del Nuevo Testamento, p. 510).

Pablo les explica que cada uno debe hacer su parte para estar en paz en cualquier situación que se encuentre. Si es soltero, no se desespere por casarse; si es casado, procure que el matrimonio funcione, y si no ya se dio las soluciones; si es esclavo, procure quedar libre (1 Corintios 7:21), pero si no puede, igual podrá servir a Dios.

Además, Pablo pensó que pronto regresaría Cristo, y por eso les instaba a no desesperarse por casarse. Tenía en mente la huida y los problemas de las embarazadas o los padres con niños pequeños que mencionó Jesús en Mateo 24:15-21. En especial, les dice a los solteros y a las solteras que aprovechen su situación para dedicarse más completamente a Dios, pues ellos pueden orar más tiempo y preocuparse más por los hermanos necesitados que cuando lleguen a estar casados, pues entonces tendrán que darle prioridad a su cónyuge y a los hijos. En esa sociedad patriarcal, el padre decidía si la hija se podía casar o no, y Pablo apoya tal principio, con tal que ella también esté de acuerdo (1 Corintios 7:29-38).

Finalmente, Pablo enfoca en los viudos: “La mujer casada está ligada por la ley mientras su marido vive; pero si su marido muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7:39). Aquí tenemos el principio de poder volver a casarse – pero siempre que sea con un creyente. Vemos que está prohibido casarse con un incrédulo.

Vamos ahora al segundo tema que le preguntan a Pablo: “En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, pero el amor edifica. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él” (1 Corintios 8:1-3). 

Pablo establece este gran principio, de que no es solo lo que uno sabe, sino cómo lo aplica que es tan importante. La Biblia dice que: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada” (Proverbios 12:18). Uno puede, al envanecerse del conocimiento que ha recibido, usar la verdad de Dios para ofender y herir gravemente los sentimientos de los demás y hasta de otros miembros.

Pablo ahora dará un ejemplo de ello: “Acerca, pues, de las viandas que se sacrificaban a los ídolos, sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios. Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él” (1 Corintios 8:4-6). Aquí explica que, aunque en ese tiempo se adoraban muchos dioses – Zeus, Apolos, Diana, etc. – en realidad estos no existían, pues eran sólo creaciones imaginarias inventadas por poetas o sacerdotes. Pablo dice que sólo existen Dios Padre y Dios Hijo. Dios Padre tiene la preeminencia, pero Cristo también es nuestro Señor, y Dios. Noten que Pablo no dice nada de que hay un tercer miembro en esta familia divina. Solo Dios Padre y Jesucristo – así, adiós a la idea de la Trinidad.

Pablo explica que la carne ofrecida a los ídolos no la contamina, pues era carne buena. Barclay comenta: “En las ciudades griegas, era casi imposible no enfrentarse diariamente con el problema de qué hacer respecto a la comida ofrecida a los ídolos. Los sacrificios a los dioses eran una parte integral de la vida antigua. Podía ser en dos formas, privada o pública. En el sacrificio privado, se dividía el animal en tres partes. Se quemaba una pequeña parte en el altar, la otra iba a los sacerdotes, y la última al que lo ofrecía. Con esta carne se podía hacer un banquete en la casa o en el mismo templo del dios, o a veces era para una boda. La pregunta para el cristiano era: ¿puedo participar en tal fiesta? ¿Podía comer carne ofrecida a un ídolo? Si no podía, obviamente se iba a separar casi de todas las actividades sociales. En el sacrificio público, era ofrecido por el Estado, y tales ocasiones eran comunes. Luego de quemar una pequeña porción se entregaba una porción a los sacerdotes, y el resto a los magistrados y a otros. Lo que ellos no necesitaban, se vendía en los mercados, y por eso, hasta la carne comprada en las carnicerías podía haber sido ofrecida a un ídolo. Era muy difícil saber si la carne comprada había sido o no parte de un sacrificio a un ídolo. Lo que complicaba aún más el asunto era la superstición de que los demonios podían entrar en el hombre a través de la comida. Una de las formas que ellos creían poder evitarlo era ofrecer la carne a un dios bueno que su presencia en la carne podía alzar una barrera para que no fuera poseída por un mal espíritu. Entonces, ¿podía un cristiano comer tal carne? Había algunos hermanos en Corinto que el asunto para ellos no era ningún problema, pues su conocimiento superior les indicaba que los dioses paganos realmente no existían y por eso no podían contaminar esa carne. Sin embargo, había otros hermanos que creían que el ídolo era algo real y que sí contaminaba esa carne”.

Pablo les aclara: “Pero no en todos hay este conocimiento; porque algunos, habituados hasta aquí a los ídolos, comen como sacrificado a ídolos, y su conciencia, siendo débil [al no tener ese conocimiento maduro], se contamina. Si bien la vianda no nos hace más aceptos ante Dios; pues ni porque comamos, seremos más, ni porque no comamos, seremos menos. Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento [maduro], sentado a la mesa en un lugar de ídolos, la conciencia de aquel que es débil, ¿no será estimulada a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió. De esta manera pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis. Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Corintios 8:7-13).

Así entendemos el principio de tomar en cuenta la conciencia del otro hermano antes de hacer algo que pueda no entender. Recuerden también que el tema es la carne sacrificada a un ídolo y no entre comer cerdo o no.

Pablo ahora tiene que defender su autoridad, pues algunos en Corinto hacen las cosas a su manera. Les pregunta: “¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros ciertamente lo soy, porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor [es decir, ellos se convirtieron por medio de Pablo]. Contra los que me acusan, esta es mi defensa” (1 Corintios 9:1-3). Vemos que Pablo tenía muchos acusadores a pesar de todo lo que él hacía, y a veces es lo mismo hacia los ministros hoy día.

¿Cuáles son las acusaciones?

  1. Que no tenía la autoridad para mandarles (1 Corintios 9:1)
  2. Que comía y bebía normal sin ser un asceta (1 Corintios 9:4)
  3. Que no debía casarse (1 Corintios 9:5)
  4. Que se aprovechaba materialmente de ellos y vivía del ministerio y no de otro trabajo (1 Corintios 9:6-18).

En ese entonces, todavía funcionaba el Templo y el sacerdocio levítico, por eso, los diezmos y las otras funciones todavía no habían sido transferidos al sacerdocio de Melquisedec, con Jesucristo como el Sumo Sacerdote, y sus ministros como administradores. Por eso aclara en Hebreos 7:12: “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley”. La ley del diezmo se remonta antes del tiempo de Moisés, y no era una ceremonia, sino una ley entre uno y Dios. Dice Levítico 27:30, “Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como el fruto de los árboles, del Eterno es; es cosa dedicada al Eterno”. No es de los levitas o sacerdotes, sino de Dios, y a los que él les asigna esos fondos para llevar a cabo su obra. Es algo entre uno y Dios, y por eso el no hacerlo con este conocimiento es robarle (Malaquías 3:8). 

En el siguiente estudio seguiremos viendo cómo Pablo defiende su ministerio ante algunos hermanos críticos en Corinto. Son valiosas lecciones para todos nosotros para evitar caer en semejantes actitudes de estar acusando continua e injustamente a los que Dios ha puesto a cargo y que siguen enseñando fielmente la obediencia a las leyes santas, justas y perfectas de Dios.