#278 - Hechos 16-17
"Continuación del segundo viaje misionero de Pablo: Filipos, Tesalónica, Berea"
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#278 - Hechos 16-17: "Continuación del segundo viaje misionero de Pablo: Filipos, Tesalónica, Berea"
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Aquí debemos notar un versículo mal traducido. En Hechos 16:6-7 dice: “...les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió”. Los mejores manuscritos griegos y la mayoría de las versiones como la Nueva Reina Valera, dicen: “...pero el Espíritu de Jesús no les permitió”. Es una escritura clave para entender que aquí, el Espíritu Santo es equivalente al Espíritu de Jesús. Así se muestra que no existe una supuesta tercera persona divina. Cuando el Espíritu hablaba, era el Espíritu de Jesús el que hablaba. Esta es una poderosa prueba en contra de la Trinidad.
El primer lugar que Pablo comienza a evangelizar en Europa es Filipos. Allí establece una pequeña iglesia, alrededor de una mujer emprendedora, Lidia. Ella era una de las colaboradoras de Pablo, como fueron muchas otras mujeres. Pablo tenía varias en Filipos, pues dijo más tarde en Filipenses 4:2-3: “Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida”. Hasta hay mujeres en la iglesia que más tarde llegan a ser diaconisas, como Febe, en Romanos 16:1.
En Filipos, Pablo y su grupo pasaron por una experiencia desagradable. Una muchacha con un espíritu de adivinación empezó a molestarlos. Comenta Lucas: “Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora. Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades” (Hechos 16:16-19).
La frase en el griego para ‘espíritu de adivinación’ es “espíritu de pitón”. De allí viene el nombre “pitonisa” o una mujer que adivina el futuro. Hoy día, “pitón” sólo se refiere a una clase de serpiente enorme, pero en ese entonces era el nombre de una serpiente mitológica que supuestamente cuidaba el templo y el oráculo de Delfos, no muy lejos de allí. La leyenda cuenta que Apolos mató a esa gran serpiente o dragón y se apoderó del templo. Ahora era Apolos, que tomaba la forma de esa serpiente, quien transmitía los mensajes por una sacerdotisa virgen.
Los griegos veneraban ese lugar y era visitado por dignatarios de todas partes del mundo. Ellos consultaban sobre el destino e importantes decisiones que tomar, por ejemplo, si debían ir a la guerra o cuánto duraría una peste. Este oráculo de Delfos duró unos mil años (600 a.C. hasta 400 d.C.). La Historia cuenta que el rey Creso de Lidia acudió al oráculo para saber si debía atacar a los persas. El oráculo dijo: “En ese día, un gran imperio desaparecerá”. Creso pensó que se refería al Imperio Persa, pero en realidad fue él quien perdió y su imperio el que desapareció. “Pitón” llegó a significar a la persona poseída por un demonio por medio del cual, el Pitón hablaba. La sacerdotisa entraba en un trance y contestaba las preguntas, pero con respuestas vagas. Luego había intérpretes que le daban el sentido de las frases.
Explica El Comentario del Conocimiento Bíblico: “Se creía que la sacerdotisa en Delfos era poseída por el dios Apolos y así podía predecir el futuro. Por eso se suponía que cualquiera que era poseído por un espíritu de Pitón podía predecir futuros eventos. Sin duda, un demonio le daba esos poderes a la persona. Los demonios se aprovechaban de esto por la adoración a los ídolos (hoy día son las vírgenes las que hablan y se le hacen estatuas). A pesar de que el espíritu de la esclava decía la verdad, al relacionarse con una muchacha poseída, el evangelio de Cristo hubiera sido dañado.”
La leyenda de una serpiente o dragón que habla se remonta en realidad al relato en el Huerto de Edén, cuando Satanás tomó la forma de una serpiente y engañó a Eva. Satanás no ha cambiado mucho de tácticas y sigue engañando al mundo disfrazado como un “ángel de luz”, divulgando sus falsas pero populares doctrinas y usando a personas o a imágenes para transmitir ‘oráculos’ o profecías (vea 2 Corintios 11:14-15; Apocalipsis 12:9; Apocalipsis 13:15-18).
Además, como explica El Comentario Evangélico: “La habilidad de los espíritus malvados (demonios) para predecir el futuro con cierta certeza se debe a que cuentan con una vasta red de información a su disposición de sus ‘colegas’ demonios alrededor del mundo”. Hubo predicciones que sí se cumplieron del oráculo, y otras que no. Por ejemplo, erraron al predecir que los griegos serían derrotados por los persas, pero acertaron en cuánto duraría la guerra de Peloponeso. En cambio, la Biblia no solo predice la derrota de los persas por los griegos, sino de los babilonios por los persas, y los griegos por los romanos. Jamás falla, ni una vez.
Pero los griegos no tenían otra cosa y admiraban ese “espíritu de Pitón”. Consideraban a esta muchacha esclava como una de las “elegidas” y ella lograba grandes ganancias para sus amos. Pero al ver a Pablo, el demonio dentro de ella, empezó a molestarlo, tal como había sucedido antes con Jesús (vea Marcos 1:24; Marcos 3:11; Marcos 5:7; Lucas 4:34, Lucas 41; Lucas 8:28). Pablo lo ignoró por un tiempo, pero por fin echó al espíritu de ella. A propósito, la Biblia nos entrega cuatro principios bíblicos que son útiles saber respecto a los demonios:
- La expulsión debe ser hecha sólo por un ministro. Cristo le dio esa autoridad sólo a sus ministros (Marcos 16:15-17; Lucas 10:17-20). El caso de los hijos de Esceva en Hechos 19:14-17 nos muestra lo peligroso que es, si no es un ministro de Dios. En caso de que un creyente no pueda llamar a un ministro y siente la presencia de un espíritu, debe decir lo mismo que dijo el arcángel Miguel cuando resistió al diablo: “El Señor te reprenda” (Judas 9). Normalmente al decirlo, ellos tienen que alejarse y dejarlo tranquilo. Así ha sucedido muchas veces a los miembros. Recuerden que no hay que temerlos, pero sí respetarlos. Jamás se debe participar en juegos o reuniones espiritistas—pues realmente ellos pueden llegar. Además, es muy importante mantenerse en oración y en estudio de la Biblia, pues eso los molesta y los aleja. Al respecto, he aquí unas escrituras que son útiles para fortalecerlo a uno: Santiago 4:7; 1 Pedro 5:6-9; Efesios 6:10-19; 1 Juan 4:4; Filipenses 4:13; Ro 8:31; Salmos 23; 34 y 91, y Gálatas 2:20.
- Normalmente, el ministro debe prepararse anteriormente mediante la oración y el ayuno para estar espiritualmente listo (Marcos 9:29).
- El ministro no les sugiere, sino que manda con autoridad que salgan (Marcos 6:7,13; Marcos 16:17; Lucas 8:29; 9:1).
- La orden debe ser dada en el nombre o por la autoridad de Jesucristo, y se puede mandar al espíritu que no vuelva más allí (Marcos 9:25). No es el poder del ministro, sino el de Cristo en él, que los hace salir.
Al ver los jefes que el espíritu de adivinación había salido de ella, se enfurecieron. Como sabían que Pablo era judío, y que recientemente el emperador Claudio había dado órdenes para expulsar a los judíos de Roma (Hechos 18:2), se aprovecharon para incriminarlo.
Dijeron: “Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos. Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo”.
Tal como le había pasado a Pedro, ahora son Pablo y Silas quienes terminan asegurados en una prisión. Pero tal como le ocurrió a Pedro, Dios interviene. “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25). A pesar de tener sus espaldas ensangrentadas por los azotes y al estar los pies en un doloroso cepo, en vez de quejarse, cantaban alabanzas a Dios. ¿Por qué? Pedro lo dijo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13). Pablo dijo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Hay que sufrir para finalmente entrar en el reino de Dios—hay un costo.
Los presos que escuchaban, y probablemente el carcelero que vivía al lado, quedaron maravillados por la actitud de estos hombres. Dios también los estaba escuchando, y actuó poderosamente: “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo calmó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (Hechos 16:26-34).
Normalmente la casa del carcelero estaba al lado de la misma prisión. Otra vez vemos lo grave que es para un soldado dejar escapar a un prisionero. La ley romana decía que el soldado tenía que cumplir la misma sentencia de los fugitivos. El carcelero no quería pasar por esa humillación, y estuvo a punto suicidarse. Cuando Pablo le habló, quedó atónito. Nadie se había escapado. De inmediato se dio cuenta que el terremoto era un milagro para librar a Pablo y Silas. Sin embargo, no sería por medio de una fuga, sino por medio de Dios. Pablo y Silas estaban tranquilos esperando ver la voluntad de Dios. Probablemente pensaron que un ángel podría conducirlos como había sucedido con Pedro. Pero en vez, se logra por otro milagro, Dios le abre el corazón al carcelero para creer. El carcelero sabía que el Dios de ellos estaba detrás del gran milagro. Como hombre militar, sabía seguir órdenes. Se sometió completamente al comandante mayor en los cielos, mucho más importante que el emperador. Aceptó la nueva fe sin vacilar. Luego los llevó a su casa, su mujer y familia también aceptaron la fe. Normalmente los carceleros a cargo eran soldados romanos jubilados. Pablo sabía que el carcelero tendría tiempo para aprender mucho más de la fe, pero ya estaba dispuesto a obedecer “la palabra de Dios”, que es lo más importante.
La mañana siguiente, Pablo y Silas son librados pues según las autoridades era una infracción menor lo que habían cometido. “Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres. Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz. Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos. Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad. Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron” (Hechos 16:35-40).
Pablo y Silas eran ciudadanos romanos, y estaba prohibido encarcelarlos sin un juicio formal, ni se permitía azotarlos. Las autoridades se asustaron, pues podrían ser destituidos de sus cargos por haber tratado así a unos ciudadanos romanos y se disculparon.
Lucas se quedó atrás en Filipos, y el resto del grupo siguió con Pablo. Por eso la narración vuelve a la tercera persona. “Pasando por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo” (Hechos 17:1-3).
Tesalónica era la principal ciudad de la región de Macedonia. Fue nombrada por la hermana de Alejandro Magno, Tesalónica. Vemos que Pablo seguía observando fielmente el sábado, como era su costumbre, que significa su hábito normal. Esto fue escrito unos 30 años después de la muerte de Jesús, y no hay ningún indicio de que se haya cambiado el sábado por el domingo.
Lo que le sucede a Pablo no es muy diferente a lo que le había ocurrido en otras ciudades. “Y algunos de ellos creyeron, y se juntaron con Pablo y con Silas; y de los griegos piadosos gran número, y mujeres nobles no pocas” (Hechos 17:4). Aquí se forma la iglesia en Tesalónica, que recibirá más tarde dos epístolas de Pablo, a los Tesalonicenses.
Pero pronto surge la persecución. “Entonces los judíos que no creían, teniendo celos, tomaron consigo a algunos ociosos, hombres malos, y juntando una turba, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Pero no hallándolos, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá; a los cuales Jasón ha recibido; y todos esto contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús. Y alborotaron al pueblo y a las autoridades de la ciudad, oyendo estas cosas. Pero obtenida fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea”.
Uno de los problemas por los cuales los judíos se llenaban de celos era que sentían que los “griegos piadosos” eran de su exclusiva propiedad. Los cultivaban como si fueran un precioso ganado. Explica Barclay: “El gran éxito de Pablo no fue tanto entre los judíos como entre los gentiles asociados con la sinagoga. Esto enfureció a los judíos, pues ellos veían a estos gentiles como su propiedad privada, y ellos sentían que Pablo se los estaba robando debajo de sus narices. Los judíos recurrieron a la estrategia más baja, el de juntar a vagabundos para crear un escándalo. Luego culparon a Jasón y a otros miembros de incitar una insurrección política. Sabían que era una mentira, pero temían mucho al cristianismo, pues veían lo efectivo que era”.
En Berea, unos 80 km. más al sur, Pablo de nuevo va a la sinagoga en el sábado. “Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. Así creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres” (Hechos 17:11-12). El término “escudriñar”, de anakrino, significa “zarandear” (del persa, ‘criba’). Ellos no daban por sentado lo que escuchaban, sino que lo comparaban con las Escrituras, para ver si calzaba o no. Más tarde, Pablo usó esta analogía de nuevo, al describir el estudio de las Escrituras como “acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Corintios 2:13). Por eso tenemos el hábito en la iglesia de abrir las Escrituras y “escudriñar” o ver si encaja lo que se dice con lo que se lee.
Pablo también es perseguido en Berea. “Cuando los judíos de Tesalónica supieron que también en Berea
era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allá, y también alborotaron a las multitudes. Pero inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo que fuese hacia el mar; y Silas y Timoteo se quedaron allí” (Hechos 17:13-14). Más tarde desde el sur de Grecia, Pablo les escribiría las dos famosas epístolas a los Tesalonicenses. En el siguiente estudio estudiaremos el famoso discurso que Pablo hace en Atenas, y luego su visita a Corinto.