#266 - Hechos 1-2: "Introducción al libro de Hechos de los Apóstoles"

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#266 - Hechos 1-2

"Introducción al libro de Hechos de los Apóstoles"

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La Biblia dice: “Cuando llegó la noche, porque era la preparación, es decir, la víspera del día de reposo, José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José, el cual compró una sábana, y quitándolo, lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponían” (Marcos 15:42-47).

Los otros evangelios añaden que José de Arimatea era rico y un discípulo secreto de Jesús que ocupó su propio sepulcro para enterrarlo (Mateo 27:57, 60). Además, era un varón justo y bueno que no había apoyado el voto del consejo del Sanedrín contra Jesús (Lucas 23:50-51). Por otra parte, tenía la ayuda de otro miembro pudiente del Sanedrín, Nicodemo. “También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Juan 19:39-42).

Aquí explica que Jesús fue envuelto en vendajes hechos de la sábana de lino que compró José de Arimatea. La preparación de su entierro fue hecha “según es costumbre sepultar entre los judíos”. De este modo se refuta la idea de que el sudario de Turín puede ser auténtico, pues la tela en que Jesús fue envuelto se cortó en tiras, como significa el término griego othonios, o vendajes de lino. Alfred Edesheim explica la costumbre judía de un entierro: “La sepultura seguía tan pronto como fuera posible tras la muerte, e indudablemente en parte debido a razones higiénicas. Los preparativos para el entierro de nuestro Señor, mencionados en los evangelios—el ungüento con vistas a su sepultura… la mezcla de mirra y áloes—encuentran su confirmación literal en lo que cuentan los rabinos de las costumbres de aquel período… Como lo sabemos por el evangelio, el cuerpo era envuelto en ‘vendas de lino’, y su rostro envuelto en un sudario, [o pañuelo]” (Usos y Costumbres de los Judíos, p. 183-184). (Para más información sobre un entierro judío, vea la Lección #253 acerca del entierro de Lázaro).

Luego de lavar el cuerpo, Jesús fue envuelto en vendas empapadas con especias aromáticas. Explica un comentario: “La mirra es una especia de goma perfumada que proviene de Arabia, y los áloes son una pulpa aromática hecha de hojas de la familia del lirio. Juntos, secan y conservan la piel y la fragancia contrarresta los olores de la descomposición del cuerpo”. Después, “José de Arimatea… lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:60-61). De este modo, Cristo fue sepultado el miércoles en la tarde, justo cuando comenzaba el primer día de Panes sin Levadura, un día de reposo (vea Levítico 23:6-7). Mientras tanto, los judíos se retiraron para guardar su fiesta, y hubo una santa convocación el jueves.

El viernes, después que pasó el primer día de Panes sin Levadura, las autoridades judías se preocuparon por la profecía de Jesús de que resucitaría después de tres días. “Al día siguiente [viernes], que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62-66). Sellar la tumba consistía en extender una cuerda de un lado al otro de la piedra y sellarla con el signo oficial romano en cera. Si alguien intentaba abrir la tumba, tendría que romper el sello, que era un delito con pena de muerte. Además, pusieron unos cuatro soldados romanos en frente para que nadie se acercara. La pena para un soldado que quedaba dormido en su guardia también era la muerte. Por tanto, con todas las precauciones, la tumba parecía imposible de abrir.

Ese viernes, las mujeres, que no sabían de la guardia, compraron más especias, pues vieron que el entierro fue hecho con mucha prisa y todavía faltaban algunas cosas que hacer para que el rito quedara completo. “Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16:1). Luego, nos dice Lucas: “Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo [el sábado], conforme el mandamiento” (Mateo 23:56).

Los discípulos se habían dado por vencidos, pero no las mujeres. Ellas querían darle a Jesús un último homenaje por su amor y servicio, y al terminar el sábado, se organizaron para venir a la tumba en la madrugada del domingo, el primer día de la semana. “Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro” (Mateo 28:1). En el griego original dice, “Pasados los sábados”, opse de sabbatön. Hubo dos sábados esa semana, el sábado anual en el primer día de Panes sin Levadura, y el sábado semanal. De hecho, en la historia de los primeros siglos hay evidencia de que Cristo murió un día miércoles y resucitó el sábado en la noche, justo en tres días y tres noches como había dicho. James A Walther, en su artículo, “La Cronología de la Semana de la Pasión” menciona: “Las referencias en los escritos [del segundo siglo] como la Didascalia de Epifanio, y de Victorino de Pettau… apoyan la fecha de la Pascua en la noche del martes y el subsecuente arresto de Jesús en las horas de la mañana del miércoles” (Revista de Literatura Bíblica, 1958).

Al llegar, las mujeres no sabían de los guardias ni de la tumba sellada, pero Dios intervino para que pudieran entrar. “Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos” (Mateo 28:2-4). La gran piedra redonda, que era deslizada dentro de una ranura, fue removida con gran poder por el ángel. Al ver a ese poderoso ángel los curtidos soldados romanos se desmayaron del temor.

Las mujeres, sin embargo, fueron confortadas por el ángel que les dijo: “No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo [que resucitaría después de tres días]. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allá le veréis. He aquí, os lo he dicho. Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.” (Mateo 28:5-8). La primera que tuvo un encuentro con el resucitado Jesús fue María Magdalena, que aún no creía que había resucitado, más bien que habían robado su cuerpo. “El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo [Juan], y fueron al sepulcro… Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó” (Juan 20:1-8).

¿Por qué creyó Juan al ver los lienzos? Barclay explica: “Juan se preguntó: Si alguien tomó el cuerpo de Jesús, si eran ladrones de tumbas, ¿por qué dejaron sus ropas atrás? Luego notó que las ropas no estaban desordenadas. Todavía estaban en su lugar, con los pliegues todavía ordenados, eso es lo que dice el griego, que todo estaba en su lugar —las vendas alrededor del cuerpo y el sudario todavía tenía el contorno de la cabeza. Parecía que el cuerpo de Jesús simplemente se había evaporado a través de la ropa. En ese momento Juan se dio cuenta que Jesús había resucitado, y creyó”.

Ellos salieron para contar lo acontecido a los demás discípulos, pero María Magdalena seguía confundida. “Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo. Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” (Juan 20:11-16). El jardinero no sabía su nombre, y jamás hubiera pronunciado el nombre de María con esa familiaridad. Como dijo Juan en otra parte, “Y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”.

María se acercó para abrazarlo, pero Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (Juan 20:17-18). Jesús aún no había sido glorificado por Dios el Padre. Primero tenía que presentarse ante el Padre y ser oficialmente investido con poder y gloria. Sucedió en segundos de tiempo terrestre, pues de vuelta a la tierra, ya estaba listo para ser adorado. “Y mientras iban ellas a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis, id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (Mateo 28:8-10). Los líderes judíos buscaron una excusa para lo acontecido, y la Biblia nos advierte de la mentira que perpetraron. “Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta hoy día” (Mateo 18:11-15).

De hecho, todavía siguen saliendo libros de judíos que intentan refutar la resurrección de Jesús. Sin embargo, no convencen. Primero, si los discípulos lograron sacar el cuerpo de Jesús, ¿qué tipo de fe tendrían? Sabrían que todo era un fraude, y entonces, ¿por qué murieron con tanta fe y valor si todo era una mentira? Además, los judíos jamás negaron que el cuerpo de Jesús desapareció, pues ellos mismos lo constataron. Y, ¿qué de las muchas apariciones del Jesús resucitado? Pablo menciona que Jesús: “resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras, y que apareció a Cefas [Pedro], y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Corintios 15:4-8). Como dice un autor: “La gran diferencia entre la vida y las enseñanzas de Jesús y de cualquier otro gran líder religioso es que Jesús resucitó entre los muertos y los otros no”.

Durante 40 días, Jesús se presentó a muchas personas. Dos de sus discípulos viajaron al pueblo de Emaús, al oeste de Jerusalén. Allí Cristo se apareció a ellos y les mostró todas las profecías del Antiguo Testamento que hablaban de él. “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27). Ellos volvieron a Jerusalén y le contaron a los apóstoles lo acontecido. “Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos [las tres secciones del Antiguo Testamento]. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:36-49). Aquí vemos que el Espíritu Santo es llamado el “poder desde lo alto”. Claramente no es una persona.

Luego dice: “Pero Tomás… no estaba con ellos cuando Jesús vino. Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio de ellos y les dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron y creyeron” (Juan 20:24-29).

A pesar de todo, sus discípulos no cambiaban del todo al no tener el Espíritu Santo. Una vez en Galilea, varios de ellos volvieron al negocio de la pesca. “Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa” (Juan 21:4). Luego de hacer el milagro de llenar sus redes con peces, comió de nuevo con ellos. “Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos después de haber resucitado de los muertos. Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos” (Juan 21:14-16). Tres veces lo repitió, para recordar a Pedro que a pesar de que lo había negado tres veces, ahora lo estaba confirmando entre sus discípulos. Aquí vemos uno de los aspectos de la gran comisión: alimentar espiritualmente a la Iglesia, o el rebaño de Dios.

La gran comisión está en Mateo 28:18-20: “Y Jesús… les dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. El término “en” el nombre, debe decir “dentro”, del griego eis, o entrar en una relación con Dios el Padre, con Dios el Hijo, y con el Espíritu Santo, que es el poder que los relaciona con el creyente. Uno se bautiza para entrar formalmente en una relación con Dios Padre y el Hijo.

Los evangelios terminan diciendo: “Y aconteció que bendiciendolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo” (Lucas 24:51). Lucas continúa el relato con lo que estudiaremos luego: Los Hechos de los Apóstoles.