Lección 41 - Trasfondo histórico de los evangelios
Mateo 27, Lucas 23, Juan 19
En este estudio continuamos repasando la crucifixión de Jesucristo. Mientras lo crucificaban, el cielo de la tarde se oscureció como si hubiera un eclipse. Normalmente este fenómeno dura solo siete minutos, sin embargo, en esta ocasión duró tres horas, según el relato en el Evangelio de Marcos 15:33. De modo que mientras en el cielo había mucho dolor y luto, en la Tierra sucedían cosas milagrosas.
Ahora bien, unos 700 años antes el profeta Isaías había profetizado largamente en el capítulo 53 del libro que lleva su nombre sobre la crucifixión de Jesús, dando detalles desde su mismo inicio hasta su entierro e incluso su resurrección. Esta es una de las pruebas más contundentes de que Jesucristo es el Mesías, y se dice que este capítulo ha convertido a más judíos que cualquier otro pasaje de la Biblia.
Dice: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Eterno cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
“Con todo eso, el Eterno quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad del Eterno será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Isaías 53:4-12).
A pesar de todo, Jesús siguió mostrando compasión cuando tantos se mofaban de él e incluso lo odiaban, y sin embargo dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). También mostró gran cariño y preocupación por su madre, como escribe Juan: “Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Juan 19:26-27). Como Jesús tenía hermanos incrédulos, quiso que María quedara bajo el cuidado de Juan.
Incluso mostró misericordia hacia uno de los ladrones, que previamente lo había insultado, asegurándole que estaría en su reino. ¡Este ladrón incluso le pidió a Jesús que lo recordara en su venida! Desgraciadamente, los traductores de la Biblia colocan la coma de tal manera que hacen parecer que el ladrón iba a estar con Jesús ese mismo día en el paraíso.
Sin embargo, como escribe Wayne Blank en su artículo Today I Say to You (De cierto te digo hoy): “Las traducciones al inglés [y al español] de las Sagradas Escrituras utilizan signos de puntuación, concretamente comas, que no existían en los originales hebreo y griego. Los traductores insertaron comas de manera arbitraria, basándose en sus propias ideas e interpretaciones de las Escrituras.
“En la mayoría de los casos son correctas, pero en unos cuantos no lo son. Por ejemplo, en la versión Reina-Valera (así como en casi todas las demás versiones desde entonces) los traductores creían en la idea antibíblica de que los muertos estaban vivos, y por tanto era natural que quisieran insertar una coma en las palabras de Jesucristo donde originalmente no la había (aunque casi con toda seguridad hubo una pausa cuando habló, pero no donde la pusieron los traductores). Como resultado, en Lucas 23:43 pareciera que Cristo dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”, en lugar de lo que realmente dijo, que traducido es: “De cierto te digo hoy (pausa) que estarás conmigo en el paraíso”. En español moderno, la coma debiera ir colocada donde Cristo realmente hizo la pausa (en consonancia con todas sus demás enseñanzas sobre la muerte y la resurrección). Cristo le dijo a ese hombre, ese día, que estaría con él (con Cristo) en el paraíso, pero en el futuro. En ninguna parte de las Sagradas Escrituras se dice que los muertos estén vivos.
Por ahora los muertos están muertos, en un pacífico estado en el que no hay conciencia ni actividad. Eclesiastés 9:5 dice: “Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada ni tienen ya recompensa, pues su memoria ha sido olvidada”.
A continuación, Lucas escribe: “Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas” (Lucas 23:45-49).
Juan, que estaba en el lugar de los hechos, dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (Juan 19:30-37).
El IVP Background Commentary menciona: “Un soldado de infantería iba armado con una espada corta y un pilum, o lanza; el pilum era de madera ligera con cabeza de hierro, y tenía más o menos 1.80 m de largo. Semejante lanza podía penetrar fácilmente el saco pericárdico que rodea y protege el corazón y contiene líquido acuoso”.
Es importante notar cuándo murió Jesús: en el día de preparación de un sábado anual (del griego megale, o solemne, en Juan 19:31). La raíz de megale es megas, que significa algo grande o muy importante y se refiere a un sábado anual. Era el día de preparación para el Primer Día de Panes sin Levadura (un día santo), así que los cuerpos no podían permanecer en las estacas. Todo esto tuvo lugar un miércoles por la tarde.
Así que cuando Cristo murió, alrededor de las tres de la tarde, ocurrieron varias cosas: la primera fue que el grueso velo del templo, que separaba el Lugar Santísimo del resto, se rasgó en dos. Mateo relata:
“Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:50-53).
Así pues, el velo del templo se rasgó en dos cuando Cristo murió. Alfred Edersheim señala: “Los velos delante del Lugar Santísimo tenían 40 codos (18 m) de largo y 20 codos (9 m) de ancho, eran del grosor de la palma de la mano, y estaban tejidos en 72 cuadrados que se unían entre sí; y estos velos eran tan pesados que, en el lenguaje exagerado de la época, se necesitaban 300 sacerdotes para manipular cada uno” (Life and Times of Jesus the Mesiah [Vida y tiempos de Jesús el Mesías]).
El significado de que se rasgara se explica en Hebreos 10: 19-22: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.
Surge otra pregunta sobre aquellos hermanos muertos que resucitaron en ese momento. Sus tumbas fueron abiertas y cuando Jesús resucitó, ellos se levantaron y volvieron a la ciudad, donde eran conocidos por sus familiares y hermanos.
Puesto que Juan 3:13 dice que nadie ha ascendido al cielo excepto Jesús, fueron resucitados a la vida física, al igual que Lázaro lo había sido una semana antes. The Bible Knowledge Commentary [Comentario del conocimiento bíblico]) afirma: “Estas personas regresaron a Jerusalén (la Ciudad Santa), donde fueron reconocidas por amigos y familiares. Como Lázaro (Juan 11:43-44), la hija de Jairo (Lucas 8:52-56) y el hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:13-15), también ellas volvieron a pasar por la muerte física” (notas sobre Mateo 27:50).
Juan continúa: “Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (Juan 19:38-42).
Mateo añade que José era rico: “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:57-61).
Lucas dice sobre José: “Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo. Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos . . . Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo” (Lucas 23:50-51, 54). Curiosamente, Jesús fue envuelto con tiras limpias de tela de lino, no con una sábana larga, por lo que la idea de que el Santo Sudario [o Sábana Santa] se utilizó para amortajar a Jesús es sencillamente errónea.
Cristo fue depositado en el sepulcro justo antes de la puesta del sol, y permaneció en él durante tres días y tres noches, tal como había profetizado (Mateo 12:40). Entonces todos procedieron a descansar y a guardar el Primer Día de Panes sin Levadura. Sin embargo, a pesar de que era un sábado anual, los líderes judíos consideraron crucial impedir que sus discípulos robaran el cuerpo y afirmaran más tarde que había resucitado de entre los muertos.
Mateo relata: “Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia” (Mateo 27:62-66).
Ahora bien, asegurar la tumba significaba extender una cuerda a través de la piedra rodada y estampar en ella un sello de cera con la insignia del Imperio romano. Cualquiera que intentara romper el sello y abrir la tumba sería asesinado.
Así que ese viernes, una vez terminado el día santo, las mujeres, sin saber nada del sello romano ni de los guardias, compraron más especias para ungir adecuadamente el cuerpo, cosa que por las prisas no se había hecho. Leemos: “Cuando pasó el día de reposo [el sábado anual], María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle” (Marcos 16:1). Lucas añade a continuación: “Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento” (Lucas 23:56). Vemos claramente en estos relatos que hubo un sábado anual y luego, más tarde, un sábado semanal.
Tal vez los discípulos se habían dado prácticamente por vencidos . . . ¡pero no las mujeres! Ellas querían rendir a Jesús el último homenaje y planeaban entrar en la tumba al amanecer del primer día de la semana y terminar la preparación del cuerpo, tal como algunas de ellas habían hecho en el entierro de Lázaro unos diez días antes.
Pero ¡cómo iban a sorprenderse! De la desesperación más absoluta surgiría una esperanza duradera que ha iluminado a tantas generaciones de creyentes desde entonces, ¡incluidos nosotros!
Esta resurrección de Jesús es el principio medular del cristianismo, y Pablo dijo que, si Cristo no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana (1 Corintios 15:17). Sin embargo, como veremos en el próximo estudio, ¡ciertamente no lo es! Es la historia más extraordinaria de todos los tiempos, ¡y nos ha cambiado a todos para bien mientras aguardamos nuestra futura resurrección en el Reino de Dios! EC