#260 - Juan 14-15: "Discursos en la Pascua; el paracleto; el espíritu de Jesús y del Padre"

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#260 - Juan 14-15

"Discursos en la Pascua; el paracleto; el espíritu de Jesús y del Padre"

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Sabe que pronto morirá y que ellos quedarán sin su guía directa, pero les revela que pronto seguirá con ellos por medio del Espíritu Santo que pronto recibirán y morará en ellos.

Jesús les dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).

Jesús les explica que pronto irá al cielo para poder preparar el reino de Dios que traerá en su venida y del cual ellos serán una parte integral. Noten que no dice que ellos subirán al cielo después de la muerte, sino que él tiene que venir otra vez para resucitarlos, es decir, en su segunda venida. ¿A dónde los tomará Jesucristo cuando regrese del cielo? ¿Irán todos al cielo, o más bien morarán en la tierra? La Biblia revela lo que hará Jesús cuando vuelva a la tierra: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba… El Verbo de Dios [es decir, Jesucristo]... De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones [vendrá a la tierra], y él las regirá con vara de hierro… Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar [que incluyen a sus discípulos]... y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 19:11-15; Apocalipsis 20:4). El reino será entonces en la tierra.

Respecto a las muchas moradas que hay en la casa de su Padre en el cielo, Jesús estaba usando una analogía del Templo de Dios en la tierra. Leemos en Juan 2:16: “Dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado”. Todos los funcionarios del Templo tenían sus oficinas o moradas alrededor de ese recinto. Cada uno tenía ciertas responsabilidades que cumplir. Jesús está ahora en el cielo “preparando su reino” y seleccionando a los que serán parte de su equipo. Ya lo hizo con los doce apóstoles al decirles: “Cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28). No sólo los apóstoles tendrán puestos, sino todos los miembros que perseveran hasta el fin. Jesús dijo: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Apocalipsis 2:26). De esto se tratan “las moradas” u oficios que Jesús está preparando para entregarles a los miembros fieles cuando él regrese.

¿Con qué autoridad puede Jesús hablar así? Le contesta a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, [a través de su Espíritu] él hace las obras” (Juan 14:9-10).

El Comentario Expositorio señala: “Jesús declara que les había revelado correctamente al Padre con su propio ejemplo. Los discípulos podían entender cómo era el Padre al ver cómo era Jesús”. Por eso Jesús podía decir: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Es decir, son uno en actitud y pensamiento en todo lo que hacen.

Una vez que Cristo vaya al cielo, será nuestro abogado, intercesor y ayudador. Podemos confiar en su ayuda siempre. “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre [significa creyendo y obedeciéndolo], lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:13-14). Explica El Comentario del Conocimiento Bíblico: “Al decir, ‘En mi nombre’ no significa tener una fórmula mágica para cumplir los deseos egoístas. Más bien se refiere a la oración de los creyentes, que al hacer ‘su voluntad’, les será contestada. Juan elaboró esta enseñanza en su primera epístola al decir: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).

Estudio sobre el Espíritu Santo

Llegamos ahora a una sección muy importante sobre lo que es el Espíritu Santo. Juan habla extensamente sobre este tema, y lamentablemente, muchos han tergiversado sus escritos para justificar la doctrina de la Trinidad y la tercera persona como el Espíritu Santo.

Dice Jesús: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador [parakletos en griego], para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. El que tiene mis mandamientos [enseñanzas], y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:15-23).

Hay varios puntos importantes para tomar en cuenta aquí. Gramaticalmente, en esta sección Jesús es el sujeto, y parakletos es el predicado, o lo que describe al sujeto. Jesús es el Ayudador, pero como ahora morará con ellos indirectamente, por medio del Espíritu Santo, él personifica esa nueva relación al usar parakletos. Le dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado en alegorías” (Juan 16:25). Significa que Jesús usó figuras de expresión como éstas para describir su nueva relación espiritual. Usó el ejemplo de un ayudador o abogado para demostrar lo que haría el Espíritu Santo dentro de ellos y no sólo la influencia de Jesús directamente en los cielos. Esa influencia de Jesús y Dios el Padre personificada en el parakletos les ayudaría a entender la relación espiritual que les daría una guía y el poder de convicción. Para aclarar el concepto, en su primera epístola, Juan no usa el lenguaje alegórico de Jesús sino dice claramente quién es el parakletos: “Si alguno hubiere pecado, abogado [parakletos] tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo [y no la supuesta tercera persona, el Espíritu Santo]” (1 Juan 2:1). No hay dos “abogados” ante Dios, ¡sólo uno! Como dice Pablo: “Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

Noten que en Juan 14:16 Jesús se estaba refiriendo al poder o el espíritu suyo y del Padre que entraría en ellos. Los dos harán morada en el creyente. Jamás se menciona a una tercera persona aquí, y los que aceptaron la Trinidad, en su desesperación, intentaron convertir el predicado en un sujeto, que gramaticalmente no es correcto. La obra máxima sobre los términos del Nuevo Testamento, El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, lo deja muy en claro al decir: “La expresión ‘otro Consolador’ en Juan 14:16 muestra que Juan usa el predicado principalmente para indicar a Jesús mismo como el Enviado de Dios a la tierra… Basándose en 1 Juan 2:1, los padres griegos entendieron que el parakletos era Jesucristo, en el sentido de ser nuestro abogado… la idea del abogado viene del A.T. y del judaísmo tardío y está ligado al concepto de 1 Juan 2:1 (Jesucristo es el parakletos ante Dios el Padre de los cristianos que pecan)... Parece que la idea de parakletos en la vida de los discípulos se remonta a Jesucristo. Si Jesús tomó el concepto del A.T. y el mundo judío, al encontrar un término bien adaptado para expresar ciertos aspectos de su propia auto-consciencia, se puede entender por qué lo usó en forma velada de sí mismo como el parakletos” (Tomo 5, pp. 805-814). Cristo, al igual que Juan, por su modestia, a veces se refiere a sí mismo en tercera persona (vea Juan 13:23; Juan 17:3).

Aquí vemos que gramatical e históricamente, en los primeros siglos, los estudiosos griegos consideraron que el término paracletos se refería a Jesucristo mismo. La primera especulación sobre una Trinidad la hizo el filósofo cristiano Tertuliano alrededor del año 200 d.C. Al principio, eran los trinitarios los herejes, y eran expulsados de las iglesias. “La palabra ‘Trinidad’ no aparece en la Biblia,” dice El Nuevo Diccionario Bíblico, “y aunque la usó Tertuliano en la última década del siglo dos, formalmente no encontró su lugar en la teología de la iglesia hasta el siglo cuatro” (p. 1385). Poco a poco, con Roma como su principal defensor, los trinitarios ganaron el poder y por fin impusieron su creencia, pero no sin primero pasar por siglos de luchas y hasta guerras para lograrlo. Es curioso saber que en los primeros 200 años de historia cristiana, nadie mencionó ni creyó en la Trinidad. Era un concepto tomado principalmente de los filósofos griegos, y no de la Biblia.

Además, para entender los orígenes de este concepto, mientras se formulaba la primera idea sobre la Trinidad, el filósofo pagano Plotino (205-270 d.C.) en ese tiempo estaba enseñando algo muy parecido en Roma. De hecho, para el estudioso objetivo, el origen de la doctrina trinitaria proviene claramente de una mezcla de neo-platonismo y del cristianismo tradicional. El Diccionario Larousse explica: “Plotino —filósofo neoplatónico griego. Discípulo de la escuela de Alejandría, enseñó en Roma una filosofía en la que funde las doctrinas antiguas [paganas] y el cristianismo”. Dice el libro, Misticismo en la Religión Universal: “Plotino era el heredero de Platón. Su propia filosofía era presentada como un desarrollo de las enseñanzas de Platón… Para Plotino, existían tres Hipóstasis o Esencias Divinas —tres realidades distintas pero indivisibles dentro de la unidad de la Deidad. Su concepto es comparable, aunque no idéntico a la doctrina cristiana de la Trinidad… La fuente de la Deidad consiste del Uno que eternamente engendra al nous [cristianos lo llamarían el Hijo], y el nous engendra al Alma [aquí dirían que es el Espíritu Santo], que al igual que el nous, es el Creador del Universo” (pp. 158-160). En Plotino se pueden encontrar todos los elementos y las analogías que se usan hasta hoy día para intentar comprobar la Trinidad —y este hombre jamás fue un cristiano, sino un acérrimo seguidor del filósofo pagano Platón. El concepto sencillamente no es bíblico.

En su desesperación, algunos recurren a los pronombres en esta sección de Juan para intentar comprobar que el Espíritu Santo es una persona. Por ejemplo, en su libro, El Espíritu Santo, Charles Caldwell menciona: “La palabra griega que significa espíritu es pneuma, cuyo género es neutro. Según todas las reglas normales de la gramática, todo pronombre que tuviera que reemplazar a este sustantivo neutro tendría que ser neutro también. No obstante, en varios casos, los escritores bíblicos no siguieron este procedimiento gramatical corriente, y en lugar de usar un pronombre neutro en reemplazo del sustantivo neutro pneuma, deliberadamente contradijeron la regla gramatical y se valieron de pronombres masculinos. Más aún, emplearon tres clases diferentes de pronombres, todos de género masculino. Esto demuestra que consideraban que el Espíritu era una persona y no una cosa. En Juan 16:13-14 se emplea el pronombre demostrativo masculino para pneuma. (Pronombres demostrativos son ‘éste’ y ‘aquel’.) El mismo pronombre demostrativo aparece dos veces en estos versículos, una vez en el v. 13 (‘pero cuando venga él) y una vez en el v. 14 (‘él me glorificará’). En ambos casos la traducción más ajustada [según él] sería ‘esa persona’” (pp. 18-19).

Noten primero que su argumento se basa “en varios casos”, pues los demás no son así. Por ejemplo, en Juan 14:16-17, sí se usa el pronombre neutro ho con pneuma en vez del masculino. Además, en el griego, tal como en el español, todo sustantivo tiene un género específico, ya sea masculino, femenino o neutro, y que normalmente no tiene nada que ver con el sexo de algo. Por ejemplo, “el” libro, o “la” mesa no tiene nada que ver con el sexo del objeto. Igualmente, el término paracletos es masculino, mientras que pneuma es neutro, pero no denota sexo. El libro de gramática griega, El lenguaje del Nuevo Testamento, es categórico: “Debemos hacer hincapié que el género en griego es sólo una categoría gramatical y no fisiológica; el género no es igual al sexo de algo. Los términos gramaticales: género masculino; género femenino y género neutro no son sinónimos del sexo masculino, femenino o neutro. Por ejemplo, el término en griego para niña o niño es neutro, en vez de femenino o masculino, mientras que un objeto puede ser masculino o femenino.

Algunos se aprovechan de la ignorancia de las personas para intentar comprobar que algo es una cosa o una persona por medio de los pronombres. En el caso del parakletos, que es gramaticalmente masculino, y pneuma, que es neutro, los pronombres siguen sus mismos géneros sin indicar si es una persona. Se aprovechan de que en Juan a veces usa ambos términos en una frase y se puede usar el pronombre neutro o el masculino según sea el sujeto. Este es el caso cuando Jesús dice: “Mas el Consolador [masculino], el Espíritu Santo [neutro], a quien el Padre enviará en mi nombre, él [masc.] os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Aquí no hubo errores gramaticales, sino que el sujeto es el Consolador, y el Espíritu Santo es el predicado. Es importante entenderlo para no ser engañado con estos tipos de argumentos.

Cristo ahora explica que está subordinado al Padre en cuanto a la autoridad. “Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo” (Juan 14:28). Cristo está bajo la autoridad de Dios. Pablo dice: “Cristo es la cabeza de todo varón… y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3).

Para explicar aún más esta relación entre Dios el Padre, Jesús, y el creyente, Cristo usa la analogía de una vid o una parra de uvas. “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto; lo limpiará, para que lleve más fruto… Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano [la rama] no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:1-6).

Cristo comienza explicando que él es la verdadera vid, es decir, que puede haber otros sistemas religiosos, pero sólo conectado a él habrá verdadera vida. “Lo más importante en la horticultura”, dice El Comentario Expositivo, “es plantar el tipo apropiado de parra o árbol para asegurar la calidad óptima del fruto.

Ningún fruto puede ser mejor que la vid que lo produce. Cristo dice que él es la vid verdadera. A menos que el creyente esté conectado a él, la calidad de sus frutos será inaceptable ante Dios. El Padre es llamado el labrador, o el experto que hace crecer las uvas. Él la cuida, la riega y la cultiva para que produzca más frutos. Con ese fin, debe podar la parra para que aumente su potencial de ser fructífera. La poda es necesaria para tener una parra saludable. Las ramas muertas son aún peores que la falta de frutos, pues pueden tener enfermedades, termitas o pudrición que se esparcen. Una parra no podada desarrolla sarmientos largos que no producen mucho fruto porque la mayoría de su fuerza va en crear la madera. Dios remueve la madera muerta de su Iglesia y disciplina la vida de los creyentes para que la Iglesia sea guiada a una actividad fructífera”.

¿Cómo puede uno estar conectado firmemente a Cristo? No hay nada abstracto en esto. Jesús contesta: “Si guardareis mis mandamientos [enseñanzas], permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:10). El creer siempre se ve a través de la obediencia. Si obedecemos a Dios, estaremos unidos por ese vínculo, y nos respetaremos y nos amaremos. “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:12-14). Noten que todo está condicionado a la obediencia.

La Iglesia obediente entendería las verdades de Dios, y no estaría llena de “misterios incomprensibles”. Cristo les dice: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Por medio del Espíritu Santo, Dios nos “guiará a toda la verdad” (Juan 16:13).

Cristo explica que uno no escoge a Dios, sino que Dios lo escoge a uno. “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16). Debemos por eso siempre ser muy agradecidos por el llamamiento de Dios y no tomarlo por sentado. Pablo dijo: “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios 4:1).