#258 - Mateo 25: "Las últimas parábolas de Jesús; los talentos y las ovejas y los cabritos

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#258 - Mateo 25

"Las últimas parábolas de Jesús; los talentos y las ovejas y los cabritos

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Ahora, nos corresponde repasar el relato de la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30. Es muy parecida a la parábola de las minas en Lucas 19, pero hay una diferencia fundamental entre las dos. Una habla de recibir una misma cantidad de dinero mientras que en la otra se entregan distintas cantidades. En la parábola de las minas, hay diez siervos que recibieron la misma cantidad de dinero para invertir: una sola mina. Uno de ellos la invirtió tan bien que llegó a tener diez minas, otro llegó a cinco minas, y otro no hizo nada con el dinero.

En cambio, en la parábola de los talentos son tres los siervos que recibieron una cantidad distinta de dinero, de acuerdo con su capacidad. Además, un talento es también mucho más dinero que una mina. La mina equivale a una libra de plata (360 g) o 100 denarios; mientras que un talento equivale a 60 libras de plata (21,600 g), o 6,000 denarios.

De modo que, en la parábola de los talentos, los siervos recibieron mucho más dinero para negociar que en el de las minas. Aquí, un siervo recibió 5 talentos, o más de 100 kilos de plata, que era una inmensa suma de dinero en ese entonces. Otro recibió 2 talentos, o 43 kg de plata, y el otro, 1 talento o 21 kg de plata. El primer siervo, que tenía más capacidad, logró duplicar la suma, y llegó a tener más de 200 kg de plata para su amo. El segundo también duplicó su cantidad de dos talentos, y llegó a tener unos 40 kilos de plata. Pero el último no hizo nada con el talento de plata, y “cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor” (Mateo 25:18).

Los dos siervos inútiles en estas dos parábolas escondieron su dinero en formas distintas. El de la mina, sólo tenía 360 g de plata y la escondió en un pañuelo. Pero el que recibió un talento, 21 kg de plata, tenía 60 veces más dinero que no cabía en un pañuelo. Como era costumbre en ese entonces, al no contar con cajas fuertes o bóvedas bancarias como hoy, la mejor manera de esconder grandes sumas de dinero era enterrarla bajo tierra (vea otro ejemplo en Mateo 13:44). Wight menciona: “A través de toda su historia, Israel ha sido una tierra donde los habitantes a menudo entierran sus tesoros. Los enemigos extranjeros muchas veces han entrado en la tierra para saquearla… Por causa de esta situación, siempre ha habido una búsqueda de tesoros escondidos en toda la Tierra Santa” (p. 272).

Es interesante que debido a esta parábola se acuñó el término “talento” para describir algo distinto de lo que significaba en ese entonces: una cantidad de dinero. Ahora significa una habilidad humana, sea artística, musical, atlética, manual o intelectual.

Jesús, sin embargo, no estaba hablando aquí de habilidades físicas, sino espirituales. Cristo está hablando de la rendición de cuentas de sus siervos cuando él regrese. Deben mantenerse espiritualmente alertas y llevar a cabo la obra de Dios hasta el fin. Para ilustrar esta responsabilidad, Jesús comparó el recibir el Espíritu Santo con algo físico que requiere bastante esfuerzo para desarrollar, como lo es manejar sabiamente una gran suma de dinero.

Al bautizarse, Dios le entrega al miembro una pequeña porción de su Espíritu Santo para que pueda empezar a desarrollarlo en su vida. Pablo le advirtió al joven Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos [luego de su bautismo]. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:6-7). Seremos juzgados de acuerdo con lo que hemos logrado producir en nosotros por su Espíritu. La gracia y las obras van de la mano.

Según entendemos, al bautizarse, todos reciben la misma cantidad del Espíritu Santo, como explica la parábola de las minas, pero, según la parábola de los talentos, la capacidad espiritual es distinta, de acuerdo con los dones que Dios tiene en mente dar y la habilidad de que cada miembro para desarrollarlos. Pablo explica: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo… Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dado por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades… Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere [Dios]... Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros...” (1 Corintios 12:4-28).

Cada uno responderá a Dios por lo que ha recibido, de acuerdo con su capacidad. Por ejemplo, si el miembro es una viuda, será juzgará por la capacidad que tiene y desarrolla para orar, servir, y ser un buen ejemplo, como Dorcas, Ana, y otras viudas de la fe (1 Timoteo 5:9-10). En cambio, si el miembro es joven, tiene mayores responsabilidades, al poder servir a Dios con más vigor y capacidad, y puede usar ese dinamismo e idealismo para desarrollar la obra de Dios y ser un buen ejemplo en lo físico, espiritual y monetario. Por otra parte, los matrimonios tienen una responsabilidad para amarse, respetarse y criar bien a sus hijos en el camino de Dios. El punto es que todos seremos juzgados según la capacidad que Dios nos ha dado. Como dijo Pablo, “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10).

Llegamos así a la última parábola que entregó Jesús mientras estaban en el Monte de los Olivos, el de las ovejas y las cabras. Recuerden que le sigue hablando a sus discípulos y las responsabilidades que tienen de ser fieles hasta el fin. Ya mencionó en las otras parábolas que algunos de sus siervos se dormirían espiritualmente, otros se cansarían de esperar por los tiempos del fin y se volverían mundanos, algunos no seguirían acercándose a Dios para tener sus vasijas espirituales llenas, otros no desarrollarían las cualidades espirituales recibidas, y ahora les muestra lo qué recibirán al final.

Esta parábola, tal como la de Lázaro, no entrega todos los detalles sobre el juicio. Es una condensación de todos los eventos relacionados con el juicio. Jesús revelaría los detalles del juicio principalmente en Apocalipsis, no aquí. En la parábola de Lázaro, Cristo se enfocó en la importancia de la misericordia, y aquí, en la de las ovejas y los cabritos, en la importancia de la actitud de amor y obediencia, o de la desobediencia. Primero es dirigida a sus siervos, los discípulos, que deben preocuparse de ayudar a los que Jesús llama “mis hermanos más pequeños” de la Iglesia, que al servirle caen en la cárcel, en la pobreza, o se vuelven forasteros. Juan le dice a la congregación: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano [adelfos] tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17).

Veamos la parábola: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces también ellos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:31-46).

Lo primero que debemos entender de esta parábola es el uso de la frase “mis hermanos más pequeños”. “Hermanos” aquí en el griego es adelfos, que Jesús usa en Mateo para referirse a sus discípulos. Por ejemplo, en Mateo 12:48-49, Jesús dijo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos [al guardar la ley de Dios], ése es mi hermano [adelfos], y hermana, y madre”.

Respecto al trato dado a sus discípulos, Jesús explicó: “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió [al Padre]... Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mateo 10:40-42). Cristo mencionó: “Yo ruego por ellos [sus discípulos]; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son” (Juan 17:9). Por eso, el juicio viene primero sobre la casa de Dios (1 Pedro 4:17), y Dios separará a los siervos rebeldes de entre los obedientes. En su venida, los obedientes recibirán el reino de Dios, pero los desobedientes, serán sentenciados al lago del fuego, que se cumplirá al final del juicio de la humanidad.

El Comentario Evangélico aclara: “La parábola de las ovejas y los cabritos continúa con el tema del juicio mencionado en los capítulos 23-25. Al comparar el uso por Jesús del término “hermano” (gr. adelfos) en otras partes de Mateo vemos que no está hablando aquí de la gente pobre o la oprimida en general, sino específicamente de sus discípulos. Aquí las naciones son diferenciadas de los hermanos [o discípulos], y son juzgados de acuerdo con la forma que trataron a estos hermanos. Al comparar esta sección con Mateo 10:40-42, podemos ver que los hermanos son los representantes de Jesús. Las ovejas son los que reciben el evangelio del reino y sus enviados, mientras que los cabritos simbolizan a los que rechazan el mensaje. Los hermanos pasan por los sufrimientos indicados en Mateo 25:35-36 al seguir a Jesús… Los de entre las naciones que aceptan a los enviados de Jesús serán recompensados con la salvación… La preocupación de Jesús tiene que ver más con salvar al hombre de sus pecados [al quebrantar la ley de Dios] que, con arreglar su condición social, sea de pobreza o de hambre”. Así, las naciones serán condenadas por sus pecados en el Milenio, pero luego tendrán durante ese tiempo una oportunidad para aceptar la gracia de Dios por medio del sacrificio de Jesús y convertirse de su mal camino (Zacarías 14:16). Si no lo hacen, terminarán las personas en el lago de fuego.

En la Iglesia, la forma principal que Dios ha establecido para atender a los pobres, las viudas y los forasteros, es mediante el tercer diezmo (Deuteronomio 14:28-29). La Iglesia cumple fielmente este mandamiento, y al entregar el tercer diezmo, uno lo hace “en secreto”, pues no sabrá quién en la Iglesia recibió esa ayuda oportuna, sea una viuda, un forastero, un hambriento, o uno en la cárcel (y todo esto sucede). Pero realmente la persona lo hizo como si fuera al mismo Jesús. Meditemos en esto.

Cuando Jesús vuelva, habrá “tronos” para los discípulos que han sido fieles, y serán parte de la Primera Resurrección. Dice: “Y vi tronos… y serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (Apocalipsis 20:4-6). Ellos podrán enseñar a las naciones a guardar las leyes de Dios, como el diezmo, y así proveer para todo el mundo y eliminar la pobreza y la corrupción del mundo.

Por eso, las naciones serán juzgadas según la ley de Dios desde Jerusalén. Dice Isaías 2:3-4: “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. Las naciones que serán reprendidas son las que no obedecen las leyes de Dios, y no quieren guardar la Fiesta de los Tabernáculos. “Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos… los que no subieren… no vendrá sobre ellos lluvia… vendrá la plaga con que el Eterno herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de los tabernáculos” (Zacarías 14:16-18). Estos son los “cabritos” que rehúsan obedecer a Dios.

Las ovejas aman seguir y obedecer a su pastor

Mientras que la oveja es un símbolo en la Biblia de la mansedumbre y la docilidad (Juan 1:29), los cabritos representan personas de porfiada independencia y una conducta inmanejable ante la ley de Dios. Fred Wight comenta: “La mayoría de las cabras son negras y les gustan las laderas de las montañas rocosas mientras que las ovejas prefieren los pastos. Las cabras son… más aptas para ascender a los lugares peligrosos, más listas para introducirse en los sembrados, más caprichosas y más difíciles de controlar que las ovejas” (p. 179).

Los cabritos se caracterizan por su independencia porfía

Por eso, Dios usa las cabras como un símbolo de la desobediencia y la rebelión. En Ezequiel 20:37 usa la misma analogía que en Mateo 25 para separar a los obedientes de los desobedientes de entre su pueblo. “Os haré pasar bajo la vara, y os haré entrar en los vínculos del pacto; y apartaré de entre vosotros a los rebeldes y a los que se rebelaron contra mí”. Así, el juicio de las naciones comienza en el Milenio, y luego viene la segunda resurrección (Apocalipsis 20:12-15). Los que obedecen recibirán la vida eterna, pero los desobedientes, la muerte eterna.

Noten que se menciona “el castigo eterno”. En Apocalipsis 20:14 la describe como la muerte segunda. Aclara un comentario sobre la frase “fuego eterno” en Mateo 25:41: “La palabra ‘eterno’, aionios en griego, significa literalmente ‘que dura un siglo’. La palabra aion, ‘siglo’, tiene un uso idiomático que se refiere a un largo período de tiempo… El castigo por el pecado es infligido por medio del fuego (Mateo 18:8; Mateo 25:41). El que ese fuego sea aionios, ‘eterno’, no significa que no tendrá fin. Esto resulta claro al considerar Judas 7. Evidentemente, el ‘fuego eterno’ [aionios], que destruyó a Sodoma y Gomorra ardió por un tiempo y después se apagó. En otros pasajes bíblicos, se hace referencia al ‘fuego que nunca se apagará’ (Mateo 3:12), lo cual significa que no se extinguirá hasta que haya quemado los últimos vestigios del pecado y de los pecadores… Lejos de presentar la idea de un fuego que arde para siempre en el cual los impíos serán atormentados eternamente, las Escrituras hacen resaltar que los réprobos serán quemados de modo tan completo que no quedará ni rastro de ellos (Malaquías 4:1). La idea de un infierno que arde para siempre no aparece en la Biblia, y es totalmente ajena al carácter de Dios” (Comentario Bíblico, p. 501).

Satanás y sus ángeles serán lanzados en el lago del fuego al finalizar el Milenio (Apocalipsis 20:10) y luego vendrá el gran juicio sobre ellos al final de la tercera resurrección. Será el momento de juzgarlos, como Pablo describió: “¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? (1 Corintios 6:3). Así termina este gran capítulo de Mateo 25 que nos lleva a la última Pascua de Cristo.