#127 - 1 Reyes 12 - 2 Crónicas 10: "Roboam y la división del Reino"

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#127 - 1 Reyes 12 - 2 Crónicas 10

"Roboam y la división del Reino"

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Tomemos un momento para reflexionar sobre un patrón que" se viene repitiendo en la Biblia. Lo vemos de nuevo con el fin tan decepcionante de la vida de Salomón. Es una verdad que veremos a través de toda la Biblia, que pocas son las personas que perseveran hasta el fin en el camino de Dios. Como dijo Cristo: “Muchos son los llamados, mas pocos los escogidos” (Mateo 20:16). En otras palabras: muchos comienzan en el buen camino, pero pocos son los que terminan fielmente su carrera.

Desde Adán hasta el Diluvio, sólo leemos de Abel, Enoc y Noé como justos. Es de pensar que muchos lo fueron por un tiempo, pero como Cristo dijo, "cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan" (Marcos 4:17). Bien se puede comparar la vida de Salomón con el caso del que fue sembrado entre espinos: "éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22 y Marcos 4:18-19). Al respecto, Halley comenta: “La apostasía insensata en la vejez de Salomón es uno de los espectáculos más lastimeros de la Biblia. Quizás Dios haya querido que el relato sirva de ejemplo de lo que el lujo y el placer interminables harán hasta del mejor de los hombres” (Compendio Manual, p. 179).

Así, de repente captamos la inmensa paciencia y misericordia que Dios ha tenido con la humanidad y de sus muchas desilusiones. Dice el Salmos 78:37-39: "Pues sus corazones no eran rectos con él, ni estuvieron firmes en su pacto. Pero él, misericordioso perdonaba la maldad y no los destruía y apartó muchas veces su ira. Se acordó de que eran carne, soplo que va y no vuelve”. No ha sido una lista de muchos triunfadores. Son pocos los personajes en el antiguo Testamento que le fueron fiel hasta el final de sus vidas.

Menos mal que en el nuevo Testamento, al tener el Espíritu Santo, en su Iglesia son más los que perseveran hasta el fin. No obstante, la descripción de las distintas etapas de la Iglesia en Apocalipsis 2-3 no es muy halagüeña. Dios es el mismo siempre, solo que los seres humanos en el Antiguo y el Nuevo testamento no se les exige igual. Se toleró mucho más en el Antiguo Testamento, que en el Nuevo porque Israel no "tenía acceso al Espíritu Santo como lo tiene la Iglesia. Él sólo pidió el cumplimiento físico a Israel mientras que espera de su Iglesia además el cumplimiento espiritual. El Apóstol Pablo lo explica en Hebreos 12:25 “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos (Israel) que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos”. A pesar de las muchas falencias, recuerden que su Plan no se termina en este tiempo, y Dios no espera, con Satanás como rey de este mundo (2 Corintios 4:4), que se llegue a una gran perfección en esta etapa. Para la mayoría, El aguarda ese momento en su reino cuando por medio del sacrificio y la vida de su Hijo, podrá reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1:20).

Entendiendo, pues, esta infinita paciencia y misericordia de Dios hacia nosotros, debemos ser muy agradecidos. Ahora podemos volver a tomar el hilo del relato bíblico.

Con la muerte de Salomón, terminarán los breves 120 años del reino unido de Israel (40 de Saúl, 40 de David y 40 de Salomón). A pesar de haber dejado a Israel como un país "industrializado" con el florecimiento de las artes, el comercio y la economía, en sus últimos años, el Estado llegó a un punto de quiebre. Al caer Salomón en la idolatría el reino perdió su protección y bendición. Como dijo David su padre: "Si el Eterno no edificare" la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Eterno no guardare la ciudad, en vano vela la guardia" (Salmos 127:1). Todo lo bueno que hizo Salomón no valdría de mucho al haber apostatado (Ezequiel 18:24). A pesar de toda su sabiduría, cuando perdió el ingrediente más importante aún, el carácter espiritual, todo empezó a desmoronarse.

Inmediatamente después de la muerte de Salomón, alrededor del año 927 A.C., las doce tribus de Israel se reunieron en Siquem para corona al sucesor, Roboam. Este era el hijo mayor de Salomón, pero su madre, Naama, era amonita, una de las mujeres extranjeras (1 Reyes 14:21). "Su origen pagano y su influencia como reina madre, se mencionan para explicar la tendencia de Roboam a alejarse de la verdadera religión” (Comentario Exegético, p. 280).

Dios había profetizado que por los pecados de Salomón el reino unido sería dividido. Pero si Roboam uniera sido justo, podía haber demorado la división y quizás evitado la sentencia, pues Dios movido por misericordia, puede invalidar un juicio previo. Sin embargo, Roboam, de 41 años, mostró ser un hijo mimado, mundano, altivo y corrompido por los excesos palaciegos. Así el reino fue dividido de inmediato.

Veremos las diferentes razones para esta división que marca la separación permanente de las 12 tribus hasta la Venida de Cristo, cuando de nuevo serán un solo pueblo (vea Ezequiel 37:16-25). Por eso estamos en un momento crucial en la historia de Israel – la división del país en dos naciones. La primera razón sabemos fue el castigo de Dios por la apostasía de Salomón. Dios había dicho por el profeta Ahías que no permanecería el país unido. La segunda fue por la dureza de mano y los elevados impuestos. Dijeron los israelitas en Siquem: “Tu padre agravó, nuestro yugo, mas ahora disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos" (1 Reyes 12:4). ¿Cómo eran este yugo pesado y los altos impuestos?

Dice el Diccionario Bíblico Ilustrado: “Hay que reconocer que, junto con un gran imperio, Roboam heredó los profundos resentimientos que el gobierno de su padre había producido especialmente entre las tribus del norte. La institución de "trabajos forzados" que su padre había impuesto reñía abiertamente con el innato amor a la libertad de los israelitas. Los gravámenes e impuestos se habían vuelto insoportables” (p. 559). Otro autor comenta: “No obstante los ingresos de Salomón, aun siendo tan cuantiosos, acabaron por ser insuficientes para subvenir a sus crecientes gastos: cada vez se construían más edificios, que era necesario mantener; se pagaban más sueldos; se financiaban más viajes, y se costeaban más esposas… El rey y sus allegados eran ricos; el pueblo llano, pobre. Entre unos y otros se hallaban los funcionarios civiles asalariados y los comerciantes y artesanos, muchos de los cuales habían organizado gremios…Y sucedió lo inevitable; Salomón se vio en el trance de no poder pagar y sus deudores, y el país se encontró de pronto con que pesaba sobre él una deuda nacional…En los últimos años de su reinado, la complicada estructura de gobierno que había creado comenzó a tambalearse. Sólo un hombre de habilidad excepcional podía haber realizado tal obra y logrado que funcionara. No obstante, cundía cada vez más el descontento de su pueblo ante los continuos impuestos, las presentaciones de trabajo obligatorio y el particular carácter de su monarquía. En un principio sobrentendía que el rey era el guardián del pueblo ungido de Dios, y no su explotador, que es en lo que Salomón parecía haberse convertido” (Grandes Personajes Bíblicos, p. 193).

Roboam pidió tres días a la asamblea para decidir si bajaba los impuestos o no. "Entonces el rey Roboam pidió consejo de los ancianos que habían estado delante de Salomón y ellos le hablaron diciendo: Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre… Pero él dejó el consejo que los ancianos le habían dado, y pidió consejo de los jóvenes que se habían criado con él… Entonces los jóvenes… le respondieron, así les hablarás: “...Ahora, pues, mi padre os cargó de pesado yugo, mas yo añadiré a vuestro yugo; mi padre os castigó con azotes, mas yo os castigaré con escorpiones" (1 Reyes 12:6-11). En otras palabras, Salomón los había castigado con varas, pero él usaría los "escorpiones" que se refieren a los látigos con puntas agudas de hierro usados para castigar a los esclavos. Añade la Biblia: "Y no oyó el rey al pueblo; porque era designio del Eterno para confirmar la palabra que el Eterno había hablado" (1 Reyes 12:15).

La reacción de las 10 tribus norteñas fue inmediata. Dijeron: “¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David! (hablando de los impuestos). Entonces Israel se fue a sus tiendas. Pero reinó Roboam sobre los hijos de Israel que moraban en las ciudades de Judá” (1 Reyes 12:16). Dice Bruce: “Roboam, con ligereza punto menos que increíble, rehusó darles la satisfacción que solicitaban, o prometerles por lo menos aliviar la carga que Salomón les había impuesto… No tuvieron que buscar mucho para encontrar quién poner en su lugar; Jeroboam vuelto recientemente de Egipto, era, en efecto, el líder de los delegados de tribu que le pusieron sus condiciones a Roboam. Allí, en Siquem, proclamaron rey a Jeroboam y allí establecieron su capital.

“Y el rey Roboam envió a Adoram, que estaba sobre los tributos; pero lo apedreó todo Israel, y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subirse en un carro y huir a Jerusalén” Buenos motivos tenía para buscar el refugio de la ciudad fortificada, pues cuando trató de imponer su autoridad sobre las tribus rebeldes enviándoles el oficial encargado de la leva para los trabajos forzados, mostraron lo que pensaban de él y de su señor el rey apedreándolo hasta la muerte. (1 Reyes 12:18). Como resultado de su locura, Roboam se encontró con un reino pequeñito, que consistía en la tribu de Judá y la pequeña tribu de Benjamín en su límite norte, dentro de cuyo territorio se encontraba en Jerusalén. De esta menera, lo que Salomón temió de su hijo se volvió una realidad – fue un necio. En Eclesiastés 2:18-19 dice: “Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí. Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y que ocupé debajo del sol mi sabiduría?”.

Roboam tenía aún un ejército formidable, pero al prepararse para la batalla, un profeta de Dios llamado Semaías, le advirtió de no ir a la lucha, "porque esto lo he hecho yo y ellos oyeron la palabra de Dios, y volvieron y se fueron, conforme a la palabra de Dios" (1 Reyes 12:24). Así se evitó una cruenta guerra civil. Sin embargo, hubo escaramuzas contra Jeroboam durante todo su reinado. Con el susto, Roboam se volvió hacia Dios, porque le convenía atraer a los piadosos, pero luego de tres años, volvió a sus caminos mundanos.

"Y habitó Roboam en Jerusalén, y edificó ciudades para fortificar a Judá… y Judá y Benjamín le estaban sujetos. Y los sacerdotes y levitas que estaban en todo Israel, se juntaron a él desde todos los lugares donde vivían. Porque los levitas dejaban sus ejidos y sus posesiones, y venían a Judá y a Jerusalén; pues Jeroboam y sus hijos los excluyeron del ministerio del Eterno. Y él designó sus propios sacerdotes para los lugares altos, y para los demonios, y para los becerros que él había hecho. Tras aquellos acudieron también de todas las tribus de Israel los que habían puesto su corazón en buscar al Eterno Dios de Israel… Así fortalecieron el reino de Judá, y confirmaron a Roboam… por tres años; porque tres años anduvieron en el camino de David”.

“Cuando Roboam había consolidado el reino, dejó la ley del Eterno, y todo Israel con él… y por cuanto se había rebelado contra el Eterno, en el quinto año del rey Roboam subió Sisac rey de Egipto contra Jerusalén… y tomó las ciudades fortificadas de Judá, llegó hasta Jerusalén. Entonces vino el profeta Semanas a Roboam y a los príncipes de Judá, que estaban reunidos en Jerusalén por causa de Sisac, y les dijo: así ha dicho el Eterno: Vosotros me habéis dejado, y yo también os he dejado en manos de Sisac. Y los príncipes de Israel y el rey se humillaron, y dijeron: Justo es el Eterno. Y cuando el Eterno vio que se habían humillado, vino palabra del Eterno a Semaías, diciendo: Se han humillado; no los destruiré; antes los salvaré en breve, y no se derramará mi ira contra Jerusalén por mano de Sisac. Pero serán sus siervos, para que sepan lo que es servirme a mí, y que es servir a los reinos de las naciones. Subió, pues Sisac rey de Egipto a Jerusalén, y tomó los tesoros de la casa del Eterno, y los tesoros de la casa del rey; todo lo llevó, y tomó los escudos de oro que Salomón había hecho y en lugar de ellos hizo el rey Roboam escudos de bronce… Y cuando él se humilló, la ira del Eterno se apartó de él, para no destruirlo del todo; y también en Judá las cosas fueron bien… y diecisiete años reinó en Jerusalén… E hizo lo malo, porque no dispuso su corazón para buscar al Eterno… y reinó en su lugar Abías su hijo” (2 Crónicas 11-12).

Sobre la invasión de Sisac, tenemos una confirmación arqueológica al respecto: "La fecha de la invasión de Sisac es la primera que permite sincronizar la cronología de la Biblia con la de Egipto. En un muro del templo de Amón en Karnak se registran las conquistas del faraón Sisac, llamado Sheshonq en Palestina, con la lista de las 180 ciudades de ella conquistadas por él" (Comentario Arqueológico, p. 148).

Mientras tanto, Jeroboam no resultó tener el carácter espiritual que Dios esperaba de él. De hecho, fue peor su apostasía que la de Salomón y Roboam. El siguiente estudio se tratará de esto.