#100 - Jueces 8-10
"Últimos hechos de Gedeón, Abimelec, los filisteos"
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#100 - Jueces 8-10: "Últimos hechos de Gedeón, Abimelec, los filisteos"
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Terminamos el último estudio con la victoria de Gedeón sobre los madianitas en el valle de Jezreel, más tarde llamado Armagedón. Sin embargo, la batalla no ha terminado. En Jueces 8:10 nos indica que los 300 hombres de Gedeón derrotaron a un ejército de ¡35,000 soldados! De ellos unos 15,000 quedaron con vida y huyeron desbandados hacia el sur. Gedeón y los 300 valientes los persiguieron audazmente, como si fueran una gran mayoría. Sin embargo, eran en realidad ¡300 hombres persiguiendo a 15,000!
En ese momento, llegaron unos delegados de la tribu hermana, Efraín para quejarse de por qué no los incluyeron para participar en la victoria. Desde luego, que estaban celosos de la gloria de Gedeón y los de Manasés, pues jamás pensaron que iban a ganar. No obstante, luego de la victoria, ahora querían participar en la gloria. La respuesta mansa y humilde de Gedeón los desarmó y evitó una posible guerra civil. Como ellos habían participado a la postre y capturaron a los dos principales reyes de los madianitas, Gedeón los elogió para apaciguarlos.
"Su respuesta mansa y verdaderamente modesta manifiesta el espíritu de un hombre grande y bueno, que supo mantenerse calmado y tranquilo en medio de escenas excitadoras. Logró echar aceite en aguas turbadoras, al aplicar lo que dice en Proverbios 15:1: "La blanda respuesta quita la ira". En la más grande abnegación de sí mismo, él atribuye a sus hermanos quejosos una porción de mérito y gloria que le pertenecía a él mismo" (Comentario Exegético, p. 207).
Sin embargo, ellos no se ofrecieron para ayudarle contra el gran remanente del ejército opositor. Así, Gedeón y los 300 tienen que seguir solos contra el adversario. Estaban bastantes cansados y se detienen en dos pueblos de la tribu israelita de Gad. Sólo pidieron un poco de agua y alimento, pero fueron rechazados las dos veces. Pensaron que la pequeña banda de Gedeón no era capaz de vencer a un grupo de 15,000 hombres. Por esta hostilidad, él les prometió castigarlos una vez vuelto de vencer a los enemigos. Y así fue. El mapa del inicio muestra dónde fue la derrota de los madianitas.
De nuevo, bajo la inspiración de Dios, se usan tácticas muy inteligentes para derrotar al enemigo. Esta vez, con marcha forzada, se adelantan al enemigo, que pensaba que aún estaban muy lejos. Así los sorprendió, "porque el ejército no estaba en guardia" (Jueces 8:11). Esta misma estrategia sigue siendo tan eficaz que se usó en la última de las grandes guerras, la Segunda Guerra Mundial en las batallas de Normandía y Pearl Harbor donde sorprendieron al enemigo.
De vuelta, el castigo a las dos ciudades rebeldes de la tribu Gad fue severo. A los jefes de Sucot cumplió su promesa de trillar "vuestra carne con espinos y abrojos del desierto" (Jueces 8:7, Jueces 8:16). "Por negar a sus soldados refrigerio, ellos habían cometido un crimen público, como también un acto de crueldad. Se aplicó un castigo muy severo a la cual se sometía al prisionero de guerra en tiempos antiguos, poniendo espinas y abrojos contra sus espaldas desnudas y apretándolos con implementos pesados tirados encima de ellos" (Ídem. p. 207). A la otra ciudad, Peniel, derribó la torre de defensa que tenían y castigó a los habitantes.
Por la manera que derrotó a los madianitas, el nombre de Gedeón quedó inmortalizado en la historia de Israel. Fueron victorias inauditas. Desde luego que no debemos olvidar que fue Dios el que redujo el número a 300 soldados para que no pensaran que fuera por su fuerza que fue Dios el que llenó a Gedeón de valor y sabiduría para derrotar al enemigo. Es tan fácil atribuirse el éxito y olvidarse a quién le debe siempre dar el crédito a Dios.
La humildad de Gedeón aparece de nuevo cuando desean hacerlo rey. Él contesta: "No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: El Eterno señoreará sobre vosotros" (Jueces 8:23). "En el entusiasmo del momento, el pueblo de Israel mostró su admiración infinita y su gratitud al ofrecer a Gedeón levantarle una dinastía real. Pero Gedeón conocía demasiado bien, y reverenciaba los principios de la teocracia (gobierno de Dios) para tomar en consideración el ofrecimiento ni por un momento. Él sacrificó alegremente toda ambición personal y de familia, por cumplir su deber, y todo móvil terrenal fue suprimido por el supremo acatamiento al honor divino. Gustoso serviría como juez, pero sólo el Eterno sería Rey de Israel" (Ídem, p. 208).
A pesar de ser un gran héroe, la Biblia también registra en forma imparcial sus errores. Como Gedeón rechazó ser rey y el botín de los madianitas derrotados era cuantioso, sólo pidió que le contribuyeran con oro para hacerse un efod, un tipo de chaleco que usaba el magistrado como símbolo de su autoridad. Normalmente era de lino, pero Gedeón quiso hacerlo recubierto de oro, y pesó unos 20 kilos (Jueces 8:26). "Y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su familia". Lamentablemente, era tan hermoso y él tan famoso que se convirtió en un objeto de adoración (de idolatría), quebrantando el Segundo Mandamiento. Esto sucede hoy día con las prendas de hombres famosos o de "santos, que subastan sus prendas en enormes precios y es una forma de idolatría. Gedeón gobernó fielmente por cuarenta años, pero el famoso efod se volvió en su gran error y como veremos, trajo maldiciones para la casa de Gedeón y a Israel.
Con cada ciclo histórico de apostasía, el pueblo de Israel se aleja más y más de las leyes de Dios y se acerca más y más a las leyes de los cananeos. Por consiguiente, la moralidad del pueblo se hunde y más hechos atroces aparecen. Sin una sucesión de líderes fuertes como Moisés y Josué que eran inflexibles en cuanto a la obediencia a las leyes de Dios, el pueblo se descarría, tal como dice en Proverbios 11:14 y Proverbios 29:18 (Versión Popular): “Si no hay buen gobierno, la nación fracasa… donde no hay dirección divina, no hay orden; ¡Feliz el pueblo que cumple la ley de Dios!".
Gedeón dejó tras él unos setenta hijos de varias esposas y una criada, pero ningún sucesor. Por la idolatría de Israel, ahora Dios permite que el siguiente opresor sea uno de los hijos de Gedeón que se llena de ambición del poder. Era el hijo menos apto para el cargo, pues era ilegítimo, el de la criada de Gedeón (Jueces 9:18), llamado Abimelec. Con la ayuda de sus parientes de Siquem, conspiró para matar a sus medios hermanos y proclamarse rey, puesto que su padre lo había rechazado. "Aquí vemos un caso notable de los males de la poligamia; un hijo tiene conexiones e intereses completamente ajenos a los de sus hermanos" (Ídem. p. 208).
Sus parientes le dieron dinero para "alquilar hombres ociosos y vagabundos" (Jueces 9:4), hoy día llamados mercenarios, y con ellos, Abimelec asesina a sangre fría a 69 hermanos. Sólo el menor de todos, Jotam, escapa. Luego, los parientes en Siquem proclaman a Abimelec como rey, aunque ante los ojos de Dios no lo era. "Su reinado no se extendía más allá de Siquem, pero por sus usurpaciones secretas y progresivas, sometió a su dominio algunas ciudades vecinas. El "reinado" de Abimelec se expresa en el hebreo original por una palabra que significa "despotismo" (gobierno sin tomar en cuenta las leyes), y no lo que describe el gobierno moderado y divinamente autorizado del juez" (Ídem, p. 208).
A pesar de este cruento golpe de estado, su usurpación no duró más de tres años, pues como dice el refrán "no hay honor entre los ladrones". Algunos habitantes de Siquem, por la influencia de Dios (Jueces 9:23), aprovecharon el clima de violencia engendrado por el mismo Abimelec para asaltar a los viajeros. "Según los planes divinos, aparecían entre los súbditos desengañados y disgustados por su tiranía, celos, desconfianza, deslealtad secreta y rebelión latente, y Dios permitió que estos desórdenes castigaran los complicados crímenes del rey fratricida y usurpador idólatra" (Ídem. p. 208). Nombraron a un tal Gaal como su nuevo líder y Abimelec tuvo que venir contra sus propios súbditos.
Al principio, logró derrotar a los insurrectos en Siquem y quemó vivos a unos mil hombres y mujeres que se habían refugiado en la torre principal (Jueces 9:49). Pero al sitiar a la otra ciudad rebelde, pensaba hacer lo mismo con los que se encerraron dentro de otra torre. Estaba a punto de encenderla pero, “una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo” (Jueces 9:53). Como era una desgracia y vergüenza morir por manos de una mujer, le ordenó a su escudero rematarlo y así murió. "Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos" (Jueces 9:56-57).
A propósito de Jotam, el único sobreviviente de los hijos de Gedeón, él menciona en una parábola que el vino alegra a Dios y a los hombres (Jueces 9:13). Este es un principio importante que permite tomar vino, si se hace con moderación. Hasta los últimos estudios científicos muestran que beneficia al sistema cardiovascular y digestivo. Desde luego, que la Biblia condena el tomar mucho vino, y embriagarse, pues es un pecado. Si uno toma vino, debe ser antes de que sienta algún efecto fisiológico, es decir, antes de sentirse mareado o perder el control sobre sus emociones. Advierte en Proverbios 23:20-35 (Versión Popular): "No te juntes con los borrachos ni con los que comen demasiado, pues los borrachos y los glotones acaban en la ruina, y los perezosos se visten de harapos… ¿Quién sufre? ¿Quién se queja? ¿Quién anda en pleitos y lamentos? ¿Quién es herido sin motivo? ¿Quién tiene turbia la mirada? El que no abandona jamás el vino y anda ensayando nuevas bebidas. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá". Así, hay que tener mucho cuidado y sólo tomarlo con mucha moderación en familia o en actividades especiales.
Seguimos ahora en este triste libro de Jueces, donde Israel sigue hundiéndose al no tener un gobierno fuerte y continuo de hombres justos. Para despertarlos, Dios permite que sean "zarandeados" por sus adversarios, igual que lo hace con nosotros cuando nos desviamos de su Camino.
Después de Abimelec, hay dos jueces más que reciben escasa mención, Tola, de la tribu de Isacar que gobierna por 23 años y Jair, de Galaad, quien juzgó a Israel por 22 años. Luego de este período, vuelven a desviarse por sexta vez a la religión de los cananeos y llega la sexta opresión, esta vez por mano de los famosos filisteos. Es una historia fascinante. Luego de someter a los cananeos, los filisteos se convierten en el más acérrimo enemigo de Israel por 200 años y libró una lucha a muerte para ver quién se quedaba con el territorio de Canaán… y casi ganaron varias veces. Sólo fueron doblegados 200 años más tarde por el rey David y después cumplen un papel menor en la historia de Israel hasta que son conquistados por los babilonios alrededor del año 600 a.C. y desaparecen de la historia. La Biblia los llama los Filisteos de Caftor, (Amós 9:7) o la isla Creta de la cultura micénica, que precede a la cultura griega.
Hoy contamos con fuentes arqueológicas bastante detalladas para reconstruir la historia de este importante pueblo en el Antiguo Testamento. Combinando los relatos de Werner Keller, Carl Grimberg y el arqueólogo Briant Wood se llega al siguiente escenario: Por increíble que parezca, los filisteos son parte del grupo de pueblos llamados "aqueos" que libran una guerra civil en Troya (relatada en la ILIADA de Homero) y luego son expulsados de Grecia, Creta y Troya por los griegos occidentales, llamados dorios. Sin embargo, su cultura, con elementos babilónicos y egipcios formará la base de la futura civilización griega y del mundo occidental. Luego de esta expulsión, salen a la conquista del Asia Menor, y derrotan a los cananeos en las costas de Israel. "Noticias espantosas preceden a la llegada de los extranjeros procedentes del Mar Ageo (llamados sencillamente la Gente del Mar). Forman parte de la cultura micénica, basada en un triángulo de ciudades de la isla Creta, de Micenas, Grecia y de Troya en Turquía. Con una formidable flota, estos "aqueos" atacan a toda la costa del Medio Oriente. Enjambres de naves con hombres armados de escudos redondos y espadas de bronce desembarcan en Asia Menor.
Incendios, ruinas y campos devastados son el terrible rastro que dejan tras de sí cuando han pasado. Nadie ha conseguido detenerlos, pues rompen toda resistencia. En Asia Menor (Turquía) caen las ciudades y los poblados heteos ante su empuje arrollador. Veremos qué sucede en el siguiente estudio.