#062 - Levítico 1-7: "Los cinco tipos de sacrificios"

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#062 - Levítico 1-7

"Los cinco tipos de sacrificios"

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Ha pasado cerca de un año desde que Israel salió de Egipto. El Tabernáculo es levantado en el primer día del primer mes del segundo año (Éxodo 40:17). En ese memorable día, la nube resplandeciente que envolvía al Verbo entraba por primera vez en un tabernáculo para hacer su morada con los hombres. Desde luego que habrá muchas veces que Dios tendrá que apartarse del hombre debido al pecado, pero al final de su Plan de Salvación vendrá el triunfo y la morada se hará definitiva: "Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo… dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos" (Apocalipsis 21:3).

El Tabernáculo está listo; los sacerdotes están listos; ahora sólo falta definir sus funciones. El papel fundamental del sacerdote es representar al pueblo de Israel ante Dios. Esto es necesario porque el hombre pecaminoso no puede presentarse directamente ante el Dios Santo. "Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados" (Hebreos 10:11). Los sacrificios eran una forma de recordar al pueblo de sus pecados y hacer una reconciliación física con Dios.

El sistema de los sacrificios es también una forma de comprobar el origen en común que tuvo la humanidad después de su expulsión de Edén y de la sociedad actual que se remonta después del Diluvio. Como se ha visto que los hombres tenían un vago concepto del Dios Creador, de sus leyes y de la lengua original, también lo vemos en los distintos sistemas de sacrificios de las sociedades antiguas.

"La arqueología y la historia han demostrado la universalidad del sacrificio en las religiones humanas desde los tiempos más remotos. Los sacrificios bíblicos muestran una similitud y una marcada diferencia con el rito de los sacrificios de los cananeos, los babilonios, los egipcios, los griegos y los árabes. Existe suficiente parecido para mostrar un origen común cuando Dios le entregó al hombre sus instrucciones después del pecado en Edén (Génesis 4:3-5). Pero según el hombre se fue corrompiendo, esta fuente original se distorsionó como muestran los sistemas de sacrificios (que llegaron hasta a tener sacrificios humanos) en los vecinos politeístas de Israel. Mientras que los registros antiguos de los sumerios, babilonios, hititas, egipcios y amonitas muestran similitudes con el sistema de Israel, las tablas religiosas descubiertas en Ras Shamra muestran no sólo el parecido sino las diferencias que hay entre el sistema de los cananeos y de Israel" (Manual Bíblico, Unger, p. 107).

Ahora, volviendo al sistema de Israel, tal como las vestimentas de los sacerdotes representaban distintas facetas del sacerdocio de Jesucristo así también veremos que los sacrificios simbolizan diferentes matices del sacrificio de Cristo y de las ofrendas de los miembros.

Hay cinco clases de sacrificios que debemos notar cuidadosamente. Veremos que el significado espiritual de cada uno de ellos está explicado en el Nuevo Testamento. Por eso el pueblo judío al rechazar a Jesucristo y el Nuevo Testamento, no entiende hasta hoy día el sentido espiritual de los sacrificios.

Todos vienen en orden especial. Los primeros tres son ofrendas gratas a Dios y no tienen que ver con el pecado. Las últimas dos son por los pecados y no son "de olor grato" a Dios. Recuerden que todos los sacrificios en Levítico son simbólicos de Cristo y de la Iglesia.

EL HOLOCAUSTO, LA OFRENDA DE GRANO Y LA OFRENDA DE PAZ (Levítico 1-3)

Los primeros tres tipos de sacrificio son muy parecidos y se hacen "cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda al Eterno... y será aceptado para expiación suya" (Levítico 1:24). La palabra "expiación" aquí significa "satisfacción", pues este sacrificio no tiene nada que ver con el pecado. Noten que son de "olor grato para el Eterno" (Levítico 1:9) lo que no es el sacrificio por el pecado.

Había tres clases de animales que se podían usar – el becerro (vacuno), la oveja o cabra (ovino), y la tórtola o el palomino (ave). Todo dependía del estado económico, "porqué si primero hay la voluntad dispuesta, será acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene" (2 Corintios 8:11). Este es el principio básico en toda la Biblia sobre las ofrendas a Dios. En otro pasaje dice Dios: "Y si no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá al Eterno... dos tórtolas o dos palominos... mas si no tuviere lo suficiente para dos tórtolas, o dos palominos... traerá... flor de harina" (Levítico 5:7-11).

Recuerden el principio, "cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Corintios 9:7). Cuando uno le entrega una ofrenda a Dios, él mira el corazón de la persona y sabe si lo hace con gratitud o en forma renuente. Fue la diferencia entre la ofrenda de Abel y la de Caín. Uno lo hizo de corazón y en estado de obediencia – el otro de malas ganas y en estado de rebeldía a la ley de Dios. "No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las          de su hermano justas” (1 Juan 3:12, vea también Hebreos 11:4).

Así mismo cuando entregamos una ofrenda a Dios, o bien en los Días Santos (vea Levítico 23 y Deuteronomio 16:16) o por alguna bendición que hemos recibido de “ser agradecidos” (Colosenses 3:15) y compartir ese grato momento con Dios. Quizás al no hacerlo sea una razón de no recibir muchas bendiciones en la vida.

Las ofrendas de gratitud varían desde las dos blancas de la viuda en Marcos 12:42 (equivale a centavos de dólar) hasta la inmensa ofrenda de David: "yo guardo de mi tesoro particular oro y plata que, además de todas las cosas que he preparado para la casa del santuario, he dado para la casa de mi Dios: tres mil talentos de oro, de oro de Ofir, y siete mil talentos de plata refinada" (1 Crónicas 29:3-4). Esto equivale hoy día (diciembre, 2018) – a $4,092,525,800 dólares por el oro y $112,240,640 por la plata – más de $4,204,766,440 de dólares. ¡Qué gran ofrenda voluntaria hizo David!

Las diferencias fundamentales entre la ofrenda del holocausto, del grano y la de paz son que en el primero es consumido todo el animal. En el segundo es quemada una parte y el resto lo comen los sacerdotes. En el tercer caso, una parte era quemada, una parte para los sacerdotes y la otra para la persona que ofrecía el sacrificio.

Esto es importante por la explicación espiritual que encontramos en el Nuevo Testamento. En cuanto al holocausto, ésta era una ofrenda entera ante Dios. Representa primero la entrega completa al servicio de Dios. Cristo fue el ejemplo perfecto: "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra" y recalca: "Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 4:34 y Juan 6:38).

Recuerden que esta primera ofrenda era de libre entrega, sin relación con el pecado. Cristo no se ofreció parcialmente a Dios sino se entregó por completo a Dios: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:8).

Bajo esta luz, aún el equivalente de $4,204,766,440 de dólares que David ofreció parecen insignificantes.  Todo el sacrificio del holocausto era entregado en fuego a Dios como “olor grato”.  Así lo hizo Cristo con su vida: “y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi hijo amado; en ti tengo complacencia” (Lucas 3:22). Así debemos imitar a Cristo, aunque sea en forma imperfecta. "Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante" (Efesios 5:2).

Es el sentido del Primer Gran Mandamiento: "y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Marcos 12:30). Una vez bautizados debemos presentar nuestros cuerpos "en sacrificio vivo (un holocausto), santo, agradable a Dios (es olor grato) que es vuestro culto racional (en el griego, "lógico deber)" (Romanos 12:1). Hemos de ser "edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Pedro 2:5).

Aún en el Antiguo Testamento, ya se entendía el simbolismo de esta primera ofrenda. "¿Con qué me presentaré ante el Eterno y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos con becerros de un año? ¿Se agradará el Eterno de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión… por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:6-8). Este es el significado del primer sacrificio.

El segundo sacrificio, la ofrenda de grano, era diferente por ser una ofrenda parcial, compartida por Dios y los sacerdotes. Ahora no es la entrega de uno mismo a Dios lo que se ve sino los frutos o las acciones de uno ante Dios, por eso era de grano. Ante Dios y Cristo, nuestros frutos del espíritu santo son gratos. Respecto a las ofrendas de los miembros, Pablo dice: "No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto agradable a Dios" (Filipenses 4:17-18).

La tercera ofrenda grata era la de paz que se compartía entre Dios, el sacerdote y la persona (Levítico 3; Levítico 7:11-20). Aquí tenemos otro significado – el de la comunión en paz con Dios y Cristo. "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). Además, nuestras oraciones son ofrendas gratas cuando tenemos comunión con Dios y Cristo. "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:7).

Cuando oramos con amor y gratitud, es como dar una ofrenda de paz. "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre" (Hebreos 13:15). Además, aún más claro se manifiesta aquí: "lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre., y con su Hijo Jesucristo" (1 Juan 1:3).

CUARTO Y QUINTO TIPO DE SACRIFICIOS

El cuarto y quinto tipo de sacrificios eran completamente diferentes a los primeros tres. No eran para ofrecer la vida, las acciones o la comunión con Dios sino para pedir perdón por los pecados.

El cuarto sacrificio era por pecar al quebrantar uno de los mandamientos de Dios (Levítico 4:2-35). Este sacrificio no era de "olor grato ante Dios". Su carne debía ser quemada no en el santo altar sino afuera del campamento, sobre la tierra. Era algo "inmundo", pues representaba el pecado. Esta ofrenda era por nuestra naturaleza pecaminosa y debía ser quemada completamente. Tenía que ser un animal sin mancha o si la persona era demasiada pobre, flor de harina sin levadura (Levítico 5:11).

Desde luego, que Cristo también cumple cabalmente con este cuarto sacrificio. Juan el Bautista dijo, "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). También, "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos, justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21). Cristo, "...habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Hebreos 1:3).

Con el fin de perfeccionar este cuadro nos dice: "Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre padeció fuera del campamento" (Hebreos 13:11-12). Cristo fue ofrecido "una sola vez para llevar los pecados de muchos y… no hay más ofrenda por el pecado" (Hebreos 9:28; Hebreos 10:18). Por eso es una blasfemia esto de estar ofreciendo continuamente el "sacrificio de la misa" vez tras vez. "Por consiguiente, cuando el sacerdote lo ofrece, se cree que está realmente sacrificando a Cristo de nuevo… cada misa es la continuación del mismo sacrificio (de la cruz)... y esto lo hacen cerca de 100,000 veces al día alrededor del mundo" (Babilonia Misterio Religioso, Woodrow, p. 196).

El quinto tipo de sacrificio era por una falta contra otra persona (Levítico 6:1-7). En este caso el culpable debía presentar un carnero sin defecto y "restituirá por entero y... añadirá a ello la quinta parte" (Lev. 6:5). Este tipo de falta no es tanto por nuestra naturaleza errada sino por las acciones concretas, principalmente contra el prójimo.

En resumen, la ley sobre estos sacrificios es llamada "la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, (y) nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan" (Hebreos 10:1).

Estos sacrificios apuntaban al sacrificio de Jesucristo. "Entonces, ¿para qué sirve la ley (los ritos y sacrificios)? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa" (Gálatas 3:19). Además, "sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales… pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto establecido sobre mejores promesas" (Hebreos 8:5-6). Aquí lo último se refiere al nuevo pacto que hemos entrado: un mejor sacerdocio, un mejor sacrificio y una mejor promesa, es decir, tener el verdadero perdón por Cristo, buscar la meta de la vida eterna y entrar en el Reino de Dios.

Ahora veamos la aplicación práctica de todo esto. Mediante nuestras oraciones, debemos tomar en cuenta estos cinco tipos de sacrificios ante Dios como en Lc 11:24. En el primero, el holocausto, es una manera de acordarnos en nuestras oraciones de entregarnos por completo a Dios. Cuando comenzamos con la primera categoría, "Padre nuestro… venga tu reino" en efecto, estamos reconociendo que le pertenecemos por entero y que somos ya ciudadanos de ese reino y Dios nuestro soberano. En el segundo sacrificio, el de los frutos del grano, le decimos, "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra", nuestros frutos o acciones están dirigidas a cumplir con la voluntad de Dios. En el tercer sacrificio, el de la paz, estamos comunicándole a Dios nuestro deseo de estar en paz con él. Así le podemos pedir con confianza: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". El cuarto sacrificio es por el pecado y debemos decirle: "perdónanos nuestros pecados". El quinto sacrificio es por las faltas o pecados que le cometemos a otros y nos recuerda a perdonar también: "porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (para no pecar contra Dios o el hombre)".

Recuerden también que, en el Milenio, volverán a haber los mismos sacrificios aquí tratados (Ezequiel 43-46). La diferencia es que estos sacrificios apuntan hacia atrás, al tiempo que Cristo se sacrificó por nosotros. Es la misma idea de porqué celebramos la Pascua cada año "en memoria de la muerte del Señor". Será para las naciones inconversas "un ayo para llevar(los) a Cristo" (Gálatas 3:24) y para nosotros, un recuerdo o sombra de lo que Cristo ha hecho por nosotros (Hebreos 10:1).

En la imagen principal, tenemos un gráfico de todos los sacrificios y sus simbolismos: