#031 - Génesis 34-37: "Incidentes de los hijos de Jacob"

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#031 - Génesis 34-37

"Incidentes de los hijos de Jacob"

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Luego de tantos años fuera de Canaán, Jacob se establece en Siquem, lugar donde su abuelo Abraham había establecido el primer altar al verdadero Dios. Ahora, Jacob hace lo mismo y llama al altar, "el Dios de Israel': Pensó quedarse allí por un tiempo, pues compró una parcela. Sus hijos eran todos adolescentes, con la excepción del último, Benjamín que aún no había nacido. Era Jacob un hombre próspero y probablemente pensaba que su vida iba a ser tranquila después de todos los sobresaltos que había pasado hasta ese momento. Quizás uno puede imaginarse las noches temperadas que pasaba Jacob con sus hijos, a la luz de una fogata, donde les contaba y les enseñaba las preciosas verdades que debían memorizar para la posteridad.

La paz que Jacob añoraba pronto se quebró por la curiosidad peligrosa de su hija Dina. "Salió Dina… a ver a las hijas del país” (Génesis 34:1). El resultado fue trágico, pues sufrió una violación. El joven culpable, que era el hijo del rey, se enamoró de ella y quiso casarse. Cuando los hermanos de Dina se enteraron, estaban enfurecidos. Ella no podía contar con más de catorce años, pues José, su hermano más próximo, tenía menos de los diecisiete años, que las Escrituras le dan más tarde (Génesis 37:2).

Los que más sintieron la tragedia fueron Simeón y Leví, los dos hermanos de Dina por su madre Lea. Lo que hacen estos dos hijos de Jacob demuestra que no tenían un espíritu converso, pues tramaron una venganza terrible.

"Hombres buenos en tal caso no podían menos que afligirse; pero todo habría ido bien si su ira hubiera sido menos, y si hubieran sabido el precepto: "no se ponga el sol sobre vuestro enojo" (Efesios 4:26). Ninguna injuria puede justificar la venganza (Deuteronomio 32:35; Romanos 12:9); pero los hijos de Jacob tramaron un plan de venganza de la manera más engañosa" (Comentario de la Biblia, p. 45).

Le proponen al príncipe Siquem y a su padre, el rey Hamor, que todos los varones se deben circuncidar si el príncipe realmente desea casarse con Dina. Ellos aceptan, pero al tercer día de esa operación tan dolorosa, que en ese mismo día es cuando se sufre más, Simeón y Leví mataron a todos los varones de esa población.

Jacob, al enterarse, reprendió duramente a sus dos hijos. Temió la venganza de los vecinos, pero Dios intervino para enviarlo a Bet-el y también hizo que todos los moradores derredor tuviesen temor a hacer daño a Jacob y su familia. En Bet-el, Jacob se consagra de nuevo a Dios y hace una reforma para eliminar todos los objetos idolátricos que tuviesen sus siervos: "Quitad todos los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos" (Génesis 35:2). Sobre la purificación, hay una lección espiritual:

"Agregó 'limpiaos, y mudad vuestros vestidos' como si alguna contaminación, por contacto con la idolatría, quedara entre ellos. En la ley de Moisés, fueron mandadas muchas purificaciones ceremoniales, y eran practicadas por personas que habían contraído alguna contaminación, y sin la observancia de ellas, dichas personas se consideraban impuras e ineptas para tomar parte con los demás en el culto social a Dios. Estas purificaciones corporales eran puramente figurativas; y como se ofrecían sacrificios antes de la ley, así también había estas purificaciones externas, como aparece en las palabras de Jacob; y así parecería que desde la caída del hombre [se refieren los autores a una doctrina errónea aquí, pero mejor es decir que desde el pecado del hombre] eran usados tipos y símbolos que representaban y enseñaban dos grandes doctrinas de la verdad revelada de la expiación por Cristo y la santificación de nuestra naturaleza" (Comentario Exegético de la Biblia, p. 46 47).

En Bet-el, Jacob "erigió una señal en el lugar donde había hablado con él (Dios), una señal de piedra, y derramó sobre ella libación, y echó sobre ella aceite (Génesis 35:14). Es bueno saber que hay una referencia a esta piedra en el libro La llave maestra de la profecía. "Además de la familia real, Jeremías llevaba consigo algunas cosas notables, entre ellas un arpa, un arca y una piedra maravillosa llamada "lía-fail" o "piedra del destino"... Otra extraña coincidencia (¿es coincidencia?) es que muchos reyes de Irlanda, Escocia e Inglaterra han sido coronados sentados sobre esta misma piedra… entre ellos la reina actual. La piedra yace hoy en la abadía de Westminster en Londres, y el trono de la coronación está construido alrededor y sobre ella. Al lado hay un letrero que reza: "La piedra del pilar de Jacob" (Génesis 28:18)" (La Llave Maestra de la Profecía, p. 97, 101).

De Bet-el, Jacob viaja hacia Hebrón, pero cerca de Belén, muere su amada Raquel, al dar a luz a Benjamín. Jacob viviría en Hebrón, el hogar de Abraham e Isaac, durante los siguientes 30 años, hasta su viaje a Egipto.  

Una vez nacido Benjamín, la Biblia procede a nombrar los doce hijos de Jacob según sus madres, es decir, de acuerdo con los derechos legales y no en orden cronológico. Aquí se menciona el pecado de Rubén, el primogénito, que se descalificó de la primogenitura. Esta eventualmente recaería sobre José, el hijo undécimo. "Los hijos de Rubén primogénito de Israel (porque él era el primogénito, mas como violó el lecho de su padre, sus derechos de primogenitura fueron dados a los hijos de José" (1 Crónicas 5:1). La idea de un hijo de tomar a la concubina de su padre se ve en otras partes de la Biblia (2 Samuel 3:7; 2 Samuel 16:21-22; 1 Reyes 2:21-24). Era una forma de establecer la preeminencia entre los hermanos. En este caso, en vez de conseguir la autoridad que era por derecho suya, Rubén lo perdió del todo. De ahora en adelante, la incertidumbre de quién recibiría la primogenitura estará al centro de los conflictos entre los hermanos. Fue durante este período que Isaac muere a los 180 años y Jacob asume el papel de patriarca de la familia.

Pero ¿qué de Esaú, el otro hijo de Isaac? Hay un resumen de los descendientes de él, quienes estarían ligados con los destinos de Israel. A menudo, los edomitas serían acérrimos enemigos de Israel.

"El territorio de Edom abarca unos 160 kilómetros cuadrados desde el sur del Mar Muerto hasta el Golfo de Akabah. Los hijos de Esaú establecieron su reino desde el Monte Seir, de una altura de 1300 metros. Petra (o Sela) fue la capital que llegó a ser próspera por su agricultura, minería, ganadería y los derechos de caminos y las rutas de caravanas que pasaban por allí". (Manual Bíblico, Unger, p. 77).

Entre los descendientes de Esaú estaban los amalecitas, una tribu nómada con su centro principal en Cades, pero vagaban en amplios círculos aun hasta Judea y muy lejos hacia el este. Fueron los primeros en atacar a Israel a su salida de Egipto, y fueron opresores de Israel en tiempo de los jueces. Dios nunca se olvidó de su conducta traicionera, y en los tiempos del rey Saúl, ordenó que los exterminara.

Volviendo al relato de los hijos de Jacob, aparece José, el undécimo hijo, como el protagonista. Jacob lo favoreció con una túnica de diversos colores.

"Hecha cosiendo juntos pedazos de tela de distinto color, y considerada como ropa de distinción (Jueces 5:30; 2 Samuel 13:18). La pasión por ropa de diversos colores todavía existe entre los árabes y pueblos de Oriente, a quienes les gusta vestir a sus hijos con este atavío llamativo" (Comentario Exegético de la Biblia, p.49).

"Rubén, primogénito de Jacob, era el heredero natural de la primogenitura; pero fue excluido con motivo de su relación ilícita con una de las concubinas de su padre. Simeón y Leví, los siguientes en la línea de sucesión, fueron pasados por alto por su crimen de violencia en Siquem. Judá, el cuarto hijo, era quien seguía en la línea de sucesión y probablemente reinaría entre la familia la creencia de que a él le tocaría la primogenitura. Pero José, aunque era el onceavo hijo de Jacob, era primogénito de Raquel, la esposa más amada de Jacob, y José era su hijo favorito. Así pues, aquella "ropa" era sospechosa. Y los sueños de José acerca de su propia exaltación (Génesis 37:5-10) agravaban la situación. De esta manera Judá y José parecen haber sido rivales en cuanto a la primogenitura. Esto quizás explique la parte activa de Judá en vender a José como esclavo (Génesis 37:26-27). La rivalidad entre Judá y José trascendió a sus descendientes. Las tribus de Judá y Efraín (hijo de José) disputaban constantemente la supremacía. Judá ocupó el lugar principal bajo David y Salomón. Luego, bajo la dirección de Efraín, se separaron las diez tribus. (También proféticamente se ve esa rivalidad histórica entre el pueblo judío y el pueblo inglés M.S.)" (Halley, p.104).

El hostigamiento hacia José era más agudo entre los cuatro hermanos nacidos de las concubinas de Jacob, que se sentían inferiores por derecho ante él. Como José estaba cuidando las ovejas con los hermanos de las concubinas Bilha y Zilpa, y vio como estaban resentidos y no cumplían bien sus servicios, se lo informó a su padre. Aquí vemos un ejemplo de fiel servicio y de no temer hablar cuando uno no cumple su labor como corresponde. Pero noten que José no se lo contó a otros, sino sólo a su padre quien estaba en autoridad y el más perjudicado por la negligencia de varios de sus hijos. Acuérdense más tarde de esto, pues fue José el que impresionó tanto al Faraón por su fiel devoción. Esta actitud de lealtad hacia su padre le acarreó la envidia y el odio de sus hermanos.

“No le podían hablar pacíficamente… (los hermanos) no le decían "paz sea a ti", la expresión acostumbrada de bienvenida entre amigos y conocidos. Se considera un deber sagrado dar a todos esta forma de saludo; y el rehusarlo es una señal inequívoca de disgusto y hostilidad secreta. Es muy natural que los padres amen a los más jóvenes y se muestren parciales con los que sobresalen en talentos y amabilidad. Pero en una familia constituida como la de Jacob, por muchos hijos de madres distintas, él mostraba una indiscreción grande" (Comentario Exegético, p. 48).

Además de los problemas de rivalidad por la primogenitura, el sueño que tuvo José de sus padres y sus hermanos inclinándose ante él aumenta la envidia de los hermanos. El resultado fue un complot para asesinarle. Cuando lo atrapan, gracias a la intervención de Rubén, en vez de asesinarlo, lo meten en un pozo y lo venden a unos nómadas que viajan a Egipto.

"Su odio contra José ha de haber tenido una base más honda; ha de haber sido producido por la aversión a su piedad y otras excelencias, que hicieron que su conducta y carácter fuesen una constante reprensión del carácter y la conducta de ellos y por causa de lo cual se dieron cuenta de que nunca podrían estar a gusto mientras no se librasen de su presencia. Esta fue la verdadera solución del misterio, así como lo fue en el caso de Caín (1 Juan 3:12)” (Comentario Exegético, p. 49).