Ya viene: La solución de Dios a los problemas mundiales

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Ya viene

La solución de Dios a los problemas mundiales

Dondequiera que miramos, vemos las amenazadoras nubes de los peligros mundiales. Nuestra forma de vida está siendo continuamente transformada por diversas catástrofes de todo tipo y magnitud.

La economía está en graves dificultades por las fluctuaciones del precio del petróleo y una profunda crisis financiera. Parece inevitable el advenimiento de una recesión económica mundial.

Las inundaciones y sequías contribuyen a la escasez de alimentos, a los motines, el hambre y la inanición. Incluso ciertas enfermedades que se consideraban erradicadas están apareciendo nuevamente.

Los devastadores terremotos e inundaciones costeras cobran decenas de miles de vidas, dejando sin hogar a otros cientos de miles. Y zonas muy populosas se ven arrasadas por ciclones y huracanes.

El terrorismo es un problema global. Nuestras ciudades están plagadas de violentas pandillas. Ciertas naciones militarizadas patrocinan la actividad terrorista; algunas, como Irán y Corea del Norte, procuran conseguir armas nucleares. Los extremistas islámicos declaran abiertamente sus intenciones de acabar con la civilización occidental. Y el Cercano Oriente amenaza con estallar en cualquier momento. ¡Es un cuadro bastante sombrío!

¿Se ha vuelto loco el mundo?

Las actuales catástrofes naturales son apenas la punta del témpano. Con esto queremos decir que los problemas evidentes, que saltan a la vista, son sólo la parte visible de un gran conjunto de información acumulada y que escapa a la simple observación.

Durante años, la revista Las Buenas Noticias ha estado subrayando la creciente intensidad de los desastres provocados por el clima y también otros tipos de catástrofes naturales. La tendencia es verdaderamente preocupante.

Las compañías de seguros se mantienen al tanto de la frecuencia y el alcance de los desastres naturales. Han llegado a la conclusión de que si se comparan las cifras de los años sesentas y noventas, el número de desastres naturales fue tres veces mayor en esta última década. El costo que esto implica para las economías nacionales se ha multiplicado nueve veces.

Todo parece indicar que esta tendencia a que la gravedad de los desastres naturales se intensifique, va a continuar. A medida que transcurra el tiempo, veremos calamidades aún más estremecedoras y, finalmente, ¡una explosión global de eventos catastróficos como el mundo nunca antes ha experimentado!

Distinción entre síntomas y causas

Por extraño que parezca, todas estas tendencias no son más que síntomas de un problema muchísimo mayor. ¡Ese problema es la forma en que piensan y actúan las personas en todo el orbe!

Por supuesto que esto no tendría ningún sentido si no hubiera un Dios, un ser a quien rendirle cuentas por nuestros actos. Pero sí hay un Dios que se preocupa sinceramente por su creación. Por lo tanto, ¡es vital que sepamos cuál es su repuesta ante nuestras actitudes y acciones!

Y eso es precisamente lo que la Biblia explica. Nos señala cómo Dios responde a nuestras acciones, pensamientos y conducta. Hasta nos explica cuándo, cómo y por qué nos responde así. ¡No hay otro libro semejante a éste!

El autor de este incomparable libro declara: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Isaías 46:9-10). La verdadera causa del sufrimiento en nuestro mundo sólo puede ser explicada correctamente por el autor de estas palabras. Y él pretende no sólo atraer la atención del mundo entero, sino además ¡cambiarlo dramáticamente!

Hace mucho tiempo Dios anunció los métodos que utilizaría para acabar con el mal comportamiento humano. Pero antes de pasar a revisar ese aspecto de su propósito, consideremos su sincera preocupación por nosotros.

Su interés en nuestro bienestar absoluto está expresado elocuentemente en Juan 3:17: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.

Pero ¿qué significa esta afirmación? ¿De qué cosa necesitamos ser salvos?

Necesitamos ser salvos de la muerte y la destrucción, y del camino equivocado de vida que conduce a ese fin. Hablando sin rodeos, esto significa que ¡necesitamos ser protegidos de la manera en que nos tratamos unos a otros! Necesitamos que nos salven de nuestra falta de dominio propio y del insensible egoísmo que afecta nuestras relaciones.

La humanidad necesita desesperadamente un cambio de corazón. Hablando de esto, un famoso héroe militar estadounidense, el general Douglas MacArthur, se dirigió al Congreso de los Estados Unidos el 19 de abril de 1951 y le dijo francamente: “Si no ideamos un sistema mejor y más equitativo [que el de tratar de resolver nuestros problemas mediante la guerra], el Armagedón estará a las puertas. El problema básicamente es teológico . . . Tiene que ser del espíritu si pretendemos salvar la carne” (Reminiscences [“Reminiscencias”], 1964, p. 404).

¡Esencialmente, él estaba expresando a su manera el meollo del mensaje de la Biblia!

Cómo planea Dios corregir nuestras imperfecciones

Para comprender cabalmente las razones que Dios tuvo para crearnos como somos, debemos retroceder a los comienzos de la existencia humana. El gran propósito de Dios para la humanidad siempre ha sido capacitarnos para supervisar y administrar todo lo demás que él creó, de forma responsable y generosa.

Por ello es que cuando estaba a punto de crear a los dos primeros seres humanos, él declaró su propósito para el hombre: “. . . señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó” (Génesis 1:26-27).

Él nos dotó, aunque de manera limitada, con algunas de las mismas características intelectuales y creativas que él mismo posee. Somos capaces de pensar, aprender, imaginar, planear e inventar, superando ampliamente las capacidades de todas las demás criaturas físicas.

Pero también nos dio libre albedrío, el cual, por su misma naturaleza, exige que el desarrollo de nuestro carácter también sea algo que tenemos que elegir voluntariamente. Y en esto radica nuestra vulnerabilidad ante lo que Dios llama iniquidad o pecado.

Si Dios no nos hubiera dado libre albedrío, esto implicaría que él tendría que haber tomado todas las decisiones por nosotros, convirtiéndonos en robots preprogramados y sin posibilidad alguna de desarrollar la capacidad de decisión que él quiere que tengamos. Por lo tanto, para poder ayudarnos a desarrollar voluntariamente un carácter justo, Dios optó por darnos libre albedrío, y después, una vez que ya hayamos colmado nuestra cuota de malas decisiones y malos resultados, hacernos pasar por un riguroso programa de reeducación. Este plan de reeducación está claramente revelado en la Biblia.

Él instruyó a uno de sus profetas: “Diles: Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte de impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva” (Ezequiel 33:11).

El objetivo de Dios es rescatarnos de nuestra propia insensatez y de sus efectos destructivos. Y la intención de él es triunfar plenamente en su intento.

En cuanto a su determinación para cambiar el mal comportamiento humano, él dice: “Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia: Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá” (Isaías 46:12-13).

Quienes estén dispuestos a responder positiva y sinceramente a sus enseñanzas correctivas recibirán perdón, vida eterna y responsabilidades que superarán todo lo que se hayan imaginado. A todos los que porfiada y persistentemente rehúsen cambiar, finalmente se les negará toda esperanza de vida más allá de su existencia física temporal.

Aun en esta fase de reeducación, el libre albedrío desempeñará un papel muy importante. Pero ahora los desafíos serán mucho más grandes y las opciones serán muy bien definidas: un entusiasta desarrollo del carácter piadoso con la promesa de vida eterna como premio, o el olvido. No habrá más opciones.

La tormenta que se avecina

Esto nos lleva de vuelta al punto de partida: la razón por la cual las crisis sucesivas ponen en peligro nuestra propia existencia. Antes de que el programa de reeducación de Dios se ponga en marcha, la opción de la humanidad de escoger el mal en vez del bien —sin ninguna preocupación por la retribución divina— será abruptamente eliminada.

Poco antes de la intervención total de Dios en los asuntos mundiales —es decir, en los años previos al retorno de Jesucristo— numerosos desastres, tanto naturales como provocados por el hombre, comenzarán a debilitar la confianza de muchas naciones. Jesús explicó personalmente a sus discípulos cómo serían las condiciones mundiales a medida que ese tiempo se acercara:

“Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores [como los de una mujer en trabajo de parto, que van aumentando en intensidad].

“Entonces os entregarán a tribulación [a los siervos de Dios verdaderamente obedientes y comprometidos], y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mateo 24:6-13)

Los conflictos internacionales, sumados a los desastres naturales, provocarán hambrunas que desestabilizarán la vida en la tierra. A medida que el orden social se fragmente, el resentimiento hacia los verdaderos creyentes en la Biblia aumentará dramáticamente.

La Biblia se refiere a este período como “el tiempo del fin”. No es el fin de toda actividad humana, sino sólo el fin de la opción “haz como te parezca” de la humanidad. Y cuando llegue a su fin, ¡lo hará con gran estruendo!

Pero antes de que el actual sistema corrupto del mundo se desmorone por completo, debe completarse un proyecto más, uno que ha sido divinamente ordenado: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

El mensaje del Reino de Dios ha sido suprimido

El meollo del mensaje de Cristo, su evangelio, consiste en que él volverá como rey de todas las naciones y ¡gobernará aquí en la tierra! Este mensaje ha sido desvirtuado o rechazado por la mayoría de los que actualmente afirman predicar su evangelio.

Notemos esta profecía que describe la realidad absoluta de su gobierno terrenal en su segunda venida: “Acontecerá en los postreros tiempos que el monte de la casa del Eterno será establecido por cabecera de montes, y más alto que los collados, y correrán a él los pueblos. Vendrán muchas naciones, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, y a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y andaremos por sus veredas; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno.

“Y él juzgará entre muchos pueblos, y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra.

“Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado . . . En aquel día, dice el Eterno, juntaré la que cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí [los israelitas que fueron infieles con anterioridad]; y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y el Eterno reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre” (Miqueas 4:1-7).

Esta es una importantísima parte del mensaje que Jesús les ha encomendado a sus verdaderos siervos, con instrucciones de que lo proclamen a todas las naciones.

¿Por qué es tan importante este mensaje? ¡Porque es el fundamento del plan de Dios para reeducar a los seres humanos, para enseñarles los caminos de verdadera justicia, de manera que puedan arrepentirse y tener acceso a la vida eterna!

También es un mensaje acerca de cómo los engañadores de este mundo finalmente serán silenciados. Debido a esto, es un mensaje que el diablo, el gran adversario del venidero Reino de Dios, odia intensamente.

La quinta columna del diablo

Las Escrituras describen al supremo engañador del mundo como “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9). ¡Y el mundo religioso constituye su campo de juegos, tanto como el resto de la sociedad humana! Él populariza muchos de sus engaños más grandes por medio de organizaciones y maestros supuestamente cristianos.

El apóstol Pablo los describe: “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Corintios 11:13-15).

Desde los tiempos de Pablo, muchos grupos y organizaciones que se consideran a sí mismos cristianos han sido engañados para aceptar doctrinas y creencias contrarias a las enseñanzas bíblicas. Estas mentiras tienen una meta común: distraernos del mensaje principal de Cristo acerca del Reino de Dios, que es el meollo de su evangelio.

Es absolutamente imposible que la humanidad pueda ser llevada al arrepentimiento y reeducada con éxito sin tener contacto directo con Jesucristo, su Salvador y Rey. Y esto es precisamente lo que Satanás, el gran engañador, quiere evitar a toda costa.

La profecía bíblica nos revela que, a medida que se acerque el retorno de Jesucristo, Satanás va a incrementar enormemente sus esfuerzos para destruir toda esperanza de que el programa de reeducación de Dios tenga éxito. ¡Él usará toda la influencia posible para oponerse al establecimiento de un verdadero Reino de Dios en la tierra!

La meta de Satanás consiste en convencer a la humanidad de que la promesa bíblica de que Jesús será, literalmente, el rey de toda la humanidad, no es más que un mito. A él le encantaría envenenar nuestras mentes para convencernos de rechazar al Cristo venidero como nuestro Rey. La influencia engañadora del diablo afectará cada aspecto de la actividad humana.

El imprescindible gobierno terrenal de Cristo

“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella . . . siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (2 Timoteo 3:1-7).

Jesús explicó en cierta ocasión: “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin [de la sociedad humana bajo la influencia de Satanás]” (Mateo 24:10-14).

Esta es la manera en que Dios promete dar fin a esos terribles días: “Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén . . . Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente . . . Y el Eterno será rey sobre toda la tierra. En aquel día el Eterno será uno, y uno su nombre” (Zacarías 14:2-4, 9).

¡Qué cambio tan increíble producirá este acontecimiento!

Comienzo de la reeducación

Cuando Cristo asuma el control absoluto, los días anunciados en Miqueas 4 serán una realidad. Las naciones aprenderán las leyes de Dios y sus caminos, y ya nunca más se adiestrarán para la guerra.

Esta será la paz que seguirá después de los cataclismos profetizados para humillar a la humanidad, hasta el punto en que todas las naciones recibirán las enseñanzas de Jesús con entusiasmo.

Dios promete que bajo su administración: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9).

Durante los siguientes mil años la tierra será transformada y convertida en un paraíso. Cuando el reinado de Cristo sea una realidad, las enseñanzas bíblicas serán el camino de vida que el mundo entero deberá aprender.

Representantes de cada nación de la tierra viajarán a Jerusalén para celebrar las fiestas anuales ordenadas en la Biblia (comparar Levítico 23 y Zacarías 14:16-19).

“Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:3-4).

Estas fiestas serán uno de los principales recursos que Dios utilizará para llevar a cabo su programa reeducativo. Y deberán participar los habitantes de todas las naciones.

Hacia el final de ese período milenario grandes multitudes de personas comprenderán las enseñanzas de Dios. Y serán realmente educadas acerca de los caminos de justicia, aquí mismo en la tierra.

Esperanza para “los otros muertos”

El apóstol Pablo dijo: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). Y Pedro dijo claramente: “El Señor no retarda su promesa . . . no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Estas dos declaraciones, junto con otros pasajes bíblicos, muestran que los miles de millones de personas que han muerto sin ninguna oportunidad de ser enseñados por Jesucristo aún tendrán esa oportunidad.

Otros pasajes revelan que no todos se arrepentirán. Pero es muy importante el hecho de que Dios no está dispuesto a dejarlos morir sin antes ofrecerles esa oportunidad.

En Apocalipsis 20 el apóstol Juan nos indica cuándo se les ofrecerá su oportunidad de arrepentirse: “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años” (v. 5). (Si desea más información sobre lo que se requerirá de “los otros muertos” y cómo Cristo tratará con ellos, no deje de solicitar nuestro folleto gratuito ¿Qué sucede después de la muerte?)

Una vez que “los otros muertos” sean resucitados y tengan suficiente tiempo para decidir si se arrepentirán verdaderamente o no, el plan de reeducación de Jesucristo llegará a su fin.

¡Nuestra responsabilidad!

En cuanto al entendimiento que Dios les da a todos los seres humanos, hay un principio que se destaca. Él hace a cada persona responsable por lo que conoce acerca de sus caminos. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).

Jesús también dijo claramente: “Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es semejante. Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca.

“Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa” (Lucas 6:47-49).

Junto con el conocimiento viene la responsabilidad (Lucas 12:47-48). Las enseñanzas de Dios son una forma de vida. Cuando esa forma de vida nos es revelada, Dios observa para ver cómo respondemos. Él nos advierte para que no hagamos caso omiso de lo que aprendemos, y para que no endurezcamos nuestros corazones debido a la negligencia o indiferencia.

“Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos . . . Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:7-12).

Las profecías bíblicas nos hablan de lo que vendrá. Antes de que llegue la paz del Reino de Dios, una cadena de catástrofes está destinada a sacudir al mundo entero. Dios quiere que la humanidad le ponga total atención.

¿Cuenta Dios con su atención? ¿Está usted respondiendo a sus órdenes voluntaria y humildemente? ¿O las calamidades que se avecinan lo golpearán cuando esté menos preparado?

Si usted necesita asesoría personal, por favor comuníquese con nosotros (ver la lista de direcciones en el interior de la portada). Contamos con un ministerio preparado que puede ayudarle. Por favor siéntase en libertad de solicitar asesoría cuando la necesite. Jesucristo está abogando por su éxito, ¡y nosotros también! BN