Utopía
¿Es humanamente posible?
¿Ha soñado alguna vez con un lugar donde la paz y la armonía entre los seres humanos sean más que una simple quimera? ¿Un lugar donde las personas trabajen en equipo, compartan todo y se preocupen genuinamente unas por otras? En el centro de los Estados Unidos hay una ciudad que se fundó con ese propósito específico.
¿Cuál fue el resultado de este proyecto? ¿Se logró crear una utopía en este lugar, al que llamaron Nueva Armonía (New Harmony)?
Hace unos 200 años, un grupo religioso llamado Sociedad de la Armonía estableció este asentamiento en una zona desértica de la región central de Estados Unidos (en lo que hoy es el estado de Indiana), con la intención de desarrollar una comunidad autosuficiente.
Dicha comunidad duró diez años. Tanto la ciudad como sus edificios se vendieron a otro grupo que también procuró crear una sociedad utópica perfecta. Sin embargo, este segundo intento fracasó en menos de tres años.
¿Qué pasó? ¿Por qué estas gestiones humanas en bien de la paz y la igualdad en el mundo no pudieron alcanzar sus objetivos? ¿Por qué fallaron tan nobles esfuerzos? Echemos un vistazo a las dos comunidades que existieron en este lugar y averigüemos por qué no funcionaron. Las lecciones que encontraremos aquí son aplicables a todos los demás intentos humanos de crear una sociedad perfecta.
Intentos humanos por crear un paraíso
La Sociedad de la Armonía, grupo fundamentalista alemán, llegó al desierto de Indiana en el verano de 1814. Era dirigido por un líder muy carismático llamado George Rapp, quien había comenzado a predicar que el regreso de Jesucristo era inminente y que él y sus seguidores necesitaban retirarse al desierto a fin de alistarse adecuadamente para ese evento y establecer un lugar de preparación, en cumplimiento de Apocalipsis 12:6.
Los miembros de la Sociedad creían que en aquel lugar podrían crear algo innovador, un refugio en el cual las personas pudieran vivir juntas en perfecta paz, amor y unidad. Para ellos, la armonía consistía en un lugar donde pudiera alcanzarse la esencia del Reino de Dios en la Tierra.
Este grupo estaba convencido de que la Iglesia primitiva del libro de los Hechos era una sociedad comunitaria, en la cual todos compartían sus posesiones materiales.
Así, pues, fundaron su ciudad basados en esta creencia. Los habitantes de Nueva Armonía compartían equitativamente las ganancias generadas por su trabajo.
El empleo se organizaba de manera comunitaria. Todos trabajaban jornadas completas, y se turnaban para aprender todas las labores y evitar así el aburrimiento. Cada oficio esencial estaba suficientemente bien representado como para construir y mantener una ciudad del siglo xix: había canteros, constructores, albañiles, carpinteros, tejedores, hilanderos, zapateros, sastres y herreros. También tenían los conocimientos necesarios para plantar y procesar los alimentos, desde el campo hasta las mesas de cada hogar.
Estaban comprometidos con el sistema de educación universal, pero su enfoque le llevaba la delantera en varias décadas al de cualquier escuela pública en los Estados Unidos.
Les enseñaban a sus hijos que su sociedad sería completamente diferente y que desarrollarían una sociedad perfecta. Compartían un ideal social en el cual todos debían trabajar juntos, en paz y armonía, en preparación para el retorno de Jesucristo.
Los esfuerzos de esta comunidad de creyentes tuvieron éxito en muchos aspectos. Crearon un santuario que les permitió a sus miembros practicar su propia versión de la perfección cristiana y vivir por más de una década en un entorno estable, mientras esperaban la segunda venida de Jesucristo y la culminación de la historia humana.
Paraíso perdido
Sin embargo, una de las creencias de la Sociedad de la Armonía adolecía de un problema fundamental: en preparación para la época dorada posterior a la segunda venida de Cristo, Rapp hizo su propia interpretación de ciertos pasajes bíblicos e instó a sus seguidores a practicar el celibato, es decir, a abstenerse de las relaciones sexuales. Y aun cuando esto no era estrictamente obligatorio, provocó un rechazo irremediable.
En 1824 Rapp decidió vender Nueva Armonía y llevar a sus seguidores a Pensilvania (EE. UU.) para crear un nuevo asentamiento. Cristo no había regresado, como Rapp había predicho, y al igual que cualquier movimiento basado en una profecía fallida, este líder vio la necesidad de renovar el compromiso de los fieles mediante la idea de empezar una nueva vida en una nueva ciudad. El 24 de mayo Rapp abandonó Nueva Armonía con un primer grupo de seguidores y nunca más regresó.
Uno de sus discípulos grabó una postrera reflexión en la escalera de su casa: “El veinticuatro de mayo de 1824 nos hemos dividido. Señor, mediante tu inmensa bondad y con tu ayuda, protégenos en cuerpo y alma”.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué fracasó este grupo en su intento de crear la sociedad perfecta? Una mirada más de cerca a esta comunidad muestra a un grupo de personas sinceras que lograron mucho durante diez años en Nueva Armonía y que dejaron su huella en Indiana y en la historia de los Estados Unidos. No obstante, sus miembros tuvieron que lidiar con los problemas básicos de la naturaleza humana, incluso en un entorno tan protegido como el que habían creado.
Y aun cuando sinceramente creían que estaban preparándose para la segunda venida de Jesucristo, sus esfuerzos para crear el Reino de Dios en la Tierra antes de tiempo indiscutiblemente fracasaron.
Otro intento de crear el paraíso
Irónicamente, Rapp y su grupo vendieron su pueblo a otro visionario utópico, Robert Owen. La historia de la Nueva Armonía de Owen es sorprendentemente similar a la de Rapp. A pesar de sus mejores intenciones y esfuerzos, la lección que nos queda de Nueva Armonía es que la humanidad es incapaz de diseñar una sociedad perfecta.
Tanto Rapp como Owen fracasaron en sus propósitos y no pudieron crear el Reino de Dios en la Tierra. ¿Por qué no tuvieron éxito? ¿Por qué han fracasado tantos otros intentos humanos de crear un concepto de sociedad y gobierno utópicos?
Solo Dios puede crear el paraíso
Parte de la respuesta está precisamente en el nombre que se le ha dado a estos proyectos: “utopía”. Esta palabra nació de dos neologismos griegos: outoposy eutopos,que literalmente significan “ningún lugar” y “buen lugar”, respectivamente, y se utiliza para describir el sueño humano de tener un ambiente bueno o perfecto. Pero la realidad comprueba que nunca ha habido un lugar en la Tierra donde los seres humanos hayan establecido una comunidad perfectamente pacífica, a pesar de muchos y nobles esfuerzos por lograrlo.
¿Podremos vivir algún día en una comunidad pacífica? La Biblia nos entrega buenas noticias al respecto — nos dice que la paz será una realidad en toda la Tierra.
Isaías 26 dice: “Oh Eterno, te hemos esperado . . . porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia . . . Eterno, tú nos darás paz”(vv. 8-9, 12, énfasis nuestro).
Observe también lo que dice el libro de los Hechos. Pedro fue inspirado a exhortar al arrepentimiento y la conversión, a fin de que “sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo” (Hechos 3:19-21).
Esta es la clave para entender por qué los esfuerzos humanos por crear una sociedad utópica y perfecta han fracasado. Esta es la verdad revelada sobre cómo se llevará a cabo: por medio del retorno de Jesucristo a la Tierra para rescatar a la humanidad agonizante, y para lograr la armonía mediante el gobierno justo del Reino de Dios.
Isaías predijo un paraíso en la Tierra
El profeta Isaías predijo además: “Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).
Esta es una de las imágenes más impactantes de la Biblia: un hombre toma su espada y, en lugar de usarla contra su enemigo, la golpea con un martillo y la convierte en una herramienta agrícola. Luego toma su lanza y la forja en arado, para usarlo en el cultivo de huertos y viñedos.
En otro pasaje de Isaías se describe un reino de paz en el que incluso la naturaleza de los animales salvajes será cambiada: “Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja.
“Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:6-9).
Estas escrituras son extraordinarias. Y muchas otras también hablan de un tiempo futuro en el cual el desierto florecerá como una rosa (Isaías 35:1) y las calles de las ciudades van a ser seguras para los niños y los ancianos (Zacarías 8:5).
El deseo de Dios es crear un paraíso donde su relación con el hombre esté basada en la confianza, la buena voluntad y el amor. Este es el más ferviente anhelo de Dios.
La clave para la paz: Un cambio de corazón
¿Por qué fracasaron los esfuerzos de la Sociedad de la Armonía por desarrollar una utopía religiosa? ¿Cuál será la diferencia en el Reino de Dios?
Cualquier esfuerzo humano por crear una sociedad perfecta falla debido a un aspecto fundamental: la naturaleza humana.
Pero Dios tiene la solución para ese problema. Note lo que Dios dice por medio del profeta Ezequiel: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios” (Ezequiel 11:19-20).
Solo el Dios Eterno puede cambiar un corazón altivo, rebelde y endurecido. ¡Y eso es exactamente lo que va a hacer!
Dios va a cambiar la naturaleza misma de la humanidad para reemplazarla por la suya. ¡Esa es la clave! La naturaleza humana tendrá que experimentar un cambio radical antes de que pueda haber paz entre los hombres. Este cambio se basa en la decisión voluntaria de cada persona para admitir la necesidad de Dios y luego someter su voluntad a él en cada aspecto de su vida.
Dios nos ha dado libertad de elección. Él ordena a los seres humanos en todas partes que se arrepientan, que cambien y escojan la vida. Una vez que lo hagan, Dios podrá empezar a crear un paraíso en la Tierra, el establecimiento de su Reino.
Este proceso debe comenzar en su vida ahora. Usted puede tomar hoy la decisión de vivir por las enseñanzas y el modo de vida que Dios establecerá en su reino venidero. Jesús abrió el camino para este cambio cuando dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).
Jesús nos mostró el camino de vida que quiere para nosotros. Tenemos que luchar ahora, con su ayuda, por seguir su ejemplo si queremos entrar en su Reino.
Pedro escribió que Dios nos ha dado “preciosas y grandísimas promesas” para que “llegáramos a ser participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1:4).
¿Qué significa “naturaleza divina”? ¡Es la propia mente y el carácter de Dios! Es su forma de pensar, creer, juzgar y actuar. La naturaleza justa, virtuosa –el cambio de corazón– ¡son producidos por el Espíritu Santo de Dios! Y ese Espíritu puede morar en usted, siempre que siga el proceso de arrepentimiento y posterior bautismo (Hechos 2:38).
El futuro paraíso de Dios
Varios experimentos utópicos, como el de Nueva Armonía, han intentado mejorar a la humanidad creando un ambiente pacífico. La búsqueda de la paz ha sido llevada a cabo a todo nivel y prácticamente por todas las creencias religiosas. Todos los intentos de lograr ese objetivo han fracasado, pero el plan que Dios tiene para traer la paz no fallará. Tendrá éxito gracias a Jesucristo y al establecimiento del Reino de Dios.
Si usted cree en Dios y su Palabra, debe creer también en sus promesas. Dios es fiel, y solo él tiene el poder de traer el paraíso a la Tierra. ¡La buena noticia es que lo hará!