Un universo centrado en Dios

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Un universo centrado en Dios

La comprensión humana del cosmos nunca ha estado tan avanzada como en la actualidad. Sin embargo, durante muchos siglos, conceptos equivocados impidieron que las personas conocieran la verdadera razón de la existencia de ese cosmos. La clave está en ver que Dios siempre ha sido, y siempre será, el centro del universo.

Cuando miramos las estrellas en el cielo, ¿qué vemos? ¿La mano de nuestro Dios? ¿O no entendemos su razón de ser?

El universo que tenemos el privilegio de observar está ahí para revelar al Dios creador, el Dios de Abraham, el Dios de la Biblia. El universo revela nuestro lugar y propósito en el plan de Dios. El universo nos muestra a Dios, y fue creado como uno de los más grandes instrumentos para tener una relación con él.

El rey David contempló los cielos y escribió esto: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos. Día tras día no cesan de hablar; noche tras noche lo dan a conocer. Hablan sin sonidos ni palabras; su voz jamás se oye. Sin embargo, su mensaje se ha difundido por toda la tierra y sus palabras, por todo el mundo” (Salmos 19:1-4, Nueva Traducción Viviente).

Este pasaje es un punto de partida ideal para comenzar a tener una visión de un universo centrado en Dios. Dios creó el universo para mostrar su gloria. Adonde quiera que dirijamos nuestros telescopios, encontramos espacio y distancias enormes. Vemos cuerpos y sistemas astrales que revelan aún más misterios, y entre más vemos, más aprendemos.

Cuando Buzz Aldrin, el astronauta del Apolo 11, bajó del módulo de aterrizaje lunar a la superficie de la Luna, sus palabras para describir el árido paisaje lunar fueron simplemente: “magnífica desolación”.

Pero esa desolación no se limita a la Luna. Vemos un universo lleno de gran poder en expansión. Algunos físicos han pensado que, en algún momento, dentro de miles de millones de años, el universo podría alcanzar un punto de expansión total y colapsar sobre sí mismo en otro punto y luego comenzar otra expansión, otra “Gran Explosión”. Muchos otros no están de acuerdo y argumentan que el universo siempre estará en expansión continua, que todo se enfriará hasta el cero absoluto y cesará la cohesión material, es decir, la supuesta muerte del universo debido al calor. Otros creen que una misteriosa fuerza desconocida finalmente destruirá todo.

Ninguna de estas opiniones ofrece un panorama alentador, dejándonos con más vacío, soledad y desesperación.

Pero si consideramos el universo desde una perspectiva centrada en Dios, nos sentimos atraídos a nuestro Creador y eso genera gran esperanza y comprensión. Entendamos esto: ¡el universo y la vida humana no terminarán con un estallido ni con un gemido! Más bien, tenemos que entender el universo desde el punto de vista de Dios. Solo así podremos encontrarle sentido y tener una esperanza.

Siglos de una perspectiva equivocada

La humanidad no ha comprendido el universo como es debido porque los primeros seres humanos rechazaron el conocimiento que Dios reveló en el huerto de Edén, y sus descendientes se confundieron cada vez más. A medida que la gente comenzó a observar el cielo, empezó a ver y venerar una falsa concepción de Dios e incluso de otros dioses, es decir, “el dios de este siglo”, Satanás el diablo (2 Corintios 4:4).

Sin el conocimiento del Dios verdadero, y engañada por Satanás, la gente llegó a ver en las estrellas un falso panteón de seres divinos. Su errónea percepción del cosmos fue cambiando a través de la historia. Cuando el Sol y las estrellas se movían por los cielos, la gente creía estar presenciando historias de conflicto, lujuria, amor, celos y guerra. Dioses y diosas, llenos de debilidades humanas, supuestamente representaban en los cielos dramas que tenían un impacto sobre la vida terrestre.

Los agricultores pensaban que estos sucesos determinaban si tendrían o no una buena cosecha. Las mujeres buscaban la fertilidad adorando la radiante estrella de la mañana como a una diosa que concedía la bendición del parto. Los reyes buscaban la sabiduría divina en una combinación de estrellas que, según creían, representaban a su dios principal.

Esta vívida imaginación regía el pensamiento de los babilonios, egipcios, griegos, romanos y el resto del mundo. Todos miraban al cielo y veían dioses falsos, no el Dios verdadero. Así nació la astrología, prediciendo y leyendo los eventos futuros de la vida de las personas según la posición de las estrellas en los cielos, y aún hoy muchos creen en eso.

Mediante la astrología, el hombre dio su primer gran salto para crear un esquema que describiera la forma en que fuerzas invisibles desde la inmensidad del tiempo y el espacio, desde la profundidad misma del firmamento, formaron la vida cotidiana. En lugar de ver la gloria del verdadero Dios en los cielos, el hombre abrazó un falso sistema religioso que aún hoy persiste. En lugar de ver a Dios como centro del universo, el hombre vio la divinidad en el universo mismo y sus diversos aspectos.

Otro error que cometió el hombre fue concluir que la Tierra era el centro del universo y que todo giraba en torno a ella. Como creían los antiguos, cada día el dios sol se levantaba en el este y recorría el cielo en su carruaje hacia el oeste. Por la noche, viajaba por el inframundo en un bote para aparecer una vez más al siguiente amanecer.

Se creía que las estrellas giraban alrededor del cielo, y que la Tierra era como una plataforma dentro de la bóveda del universo con un dosel de estrellas colgadas en el techo. El Sol daba la vuelta a la Tierra cada día y cada año. Durante siglos, este concepto constituyó una explicación satisfactoria para las personas.

Se llegó a la conclusión de que el planeta Tierra era el centro de todo, lo que se convirtió en la visión cosmológica aceptada. Ptolomeo, astrónomo romano en Egipto, describió cómo funcionaba todo, y su punto de vista fue aceptado como verdad por alrededor de 1500 años. Incluso llegó a ser un dogma religioso entre aquellos que profesaban ser cristianos que creían en el Dios de la Biblia. Pero estaban equivocados, por supuesto. ¡La Tierra no es el centro del universo, y las Escrituras nunca dijeron que lo fuera!

Una revolución científica

No fue sino hasta los siglos XVI y XVII que un grupo de científicos, comenzando con Nicolás Copérnico, comenzaron a cuestionar el concepto de un universo centrado en la Tierra. Con la invención del telescopio el hombre pudo ver más de cerca las estrellas y los planetas, y así concluir que el conocimiento vigente era falso. La Tierra se movía; los planetas se movían alrededor del Sol, en órbitas y a velocidades diferentes. Algunos de los planetas, como Júpiter, tenían sus propias lunas girando alrededor.

Los acontecimientos llegaron a un punto crítico cuando Galileo fue llevado ante la Inquisición por sus ideas “heréticas”. La Iglesia católica romana no podía aceptar esta intrusión en el dogma aceptado. Sin embargo, en poco tiempo el antiguo error se hizo evidente.

Para cuando Copérnico, Kepler, Galileo y Newton terminaron su revolucionaria labor, la visión que el hombre tenía de los cielos, lo que hoy se denomina espacio exterior, cambió radicalmente. La sociedad se dio cuenta de que la Tierra no es el centro del universo, sino uno de los planetas que giran alrededor del Sol.

Sin embargo, durante mucho tiempo el Sol fue considerado como el centro del universo. Pero, por supuesto, el Sol tampoco es el centro. De hecho, más tarde se descubrió que era una pequeña estrella entre muchos miles de millones de estrellas en una galaxia que es en sí misma una entre muchos miles de millones de galaxias.

En el último siglo, nuestro conocimiento sobre el universo se ha multiplicado exponencialmente. Hoy sabemos que el universo, que según calculan los científicos tiene unos 14,000 millones de años, es tan inmenso que el hombre no puede dimensionar su tamaño. Según todo indica, continúa expandiéndose en todas las direcciones en que se dirigen los telescopios. Se han descubierto agujeros negros: estrellas colapsadas que succionan todo lo que se les acerca, incluso la luz, en un vórtice sin fondo.

Uno se pregunta qué podría revelar todo esto sobre el universo. Y cuanto más se descubre, más se evidencia lo poco que sabemos. Todo lo que se descubre sobre el cosmos es asombroso; sin embargo, se ha encontrado que su inmensidad es principalmente espacio: un espacio oscuro, vacío, frío y solitario.

¿Está solo el hombre?

Volvamos a repasar la historia que hemos visto. Antiguamente el hombre creía que la Tierra era el centro del universo. Miraba los cielos y se imaginaba una hueste de dioses. El mundo pagano creó una visión falsa de lo divino. El mundo medieval también se equivocó al considerar la Tierra y al hombre como el centro del universo. Y aunque ese mundo aceptó una forma de cristianismo, ignoraba mucho de la verdad bíblica con una visión espiritual terriblemente distorsionada tanto del hombre como de Dios.

Tristemente, la sociedad actual tampoco está siquiera cerca de comprender la verdad completa sobre el universo, Dios o el hombre. Hemos pasado de la creencia en un universo centrado en la Tierra y en el hombre para enfocarnos en un universo vasto y vacío y, según muchos creen, sin Dios. ¡Este es el “progreso” que los científicos nos han ofrecido! Y el hombre se siente aún más solo.

Cuando el telescopio hizo añicos la visión de que la Tierra era el centro del universo, hubo una revolución en el conocimiento que condujo a un mundo científico moderno donde la razón humana ha reinado por encima de todo. ¿Pero qué sucedió después? Aparece la teoría evolutiva afirmando que el hombre es simplemente la forma más elevada de vida, que por casualidad la vida surge del carbono y que no hubo intervención de Dios ni de ningún poder sobrenatural.

La ciencia académica se convierte en dios y el hombre pasa a ser simplemente otro animal que evolucionó lo suficiente como para poder preguntarse: ¿Quién soy yo? El hombre ha pasado de una comprensión cósmica y una teología erróneas acerca de Dios a una visión más distante de Dios, e incluso a rechazarlo abiertamente. Sin embargo, Romanos 1:20 declara lo que es evidentemente cierto: “Desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios” (NTV).

Antes de su muerte, el físico Steven Hawking concluyó que el universo no necesitaba un Creador para existir. Por el contrario, afirmó, los procesos naturales pudieron haber convergido para comenzar el cosmos, y Dios no era necesario. Todo este aumento del conocimiento sobre el cosmos, sus orígenes y su funcionamiento ha llevado a muchos a rechazar a Dios.

Ahora el enfoque de varios científicos está en encontrar vida inteligente en otras partes del universo. El Proyecto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés [Search for Extraterrestrial Intelligence]) duró décadas y no produjo ningún resultado. Muchos años y miles de millones de dólares en análisis han arrojado cero evidencias de algún tipo de vida física inteligente extraterrestre. Esto ha llevado a la gran pregunta, “¿Dónde están todos?

La verdad es que a pesar de toda la búsqueda, al parecer la vida en la Tierra es la única forma conocida de vida basada en el carbono. ¿Acaso es posible que la vida humana en la Tierra sea la única forma de vida física inteligente en todo el universo? Algunos científicos han llegado a la conclusión de que esa es la realidad, sobre todo porque las probabilidades matemáticas de que haya un planeta como el nuestro capaz de albergar vida por pura casualidad son infinitamente pequeñas.

Un nuevo enfoque

Deberíamos concluir, entonces, que es hora de un nuevo enfoque. Es hora de admitir lo obvio: que la Tierra fue formada por el Dios Creador que se revela en la Biblia como Aquel que “en el principio . . . creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).

Como dice el mismo relato, la Tierra fue creada para el hombre, y de ella Dios sacó un puñado de polvo para crear al hombre a su imagen. La Tierra se formó como el hogar para los seres humanos hechos a imagen de Dios, como el lugar donde la relación entre Dios y el hombre, y entre este y sus semejantes pudiera prosperar.

Lo que debemos entender es que la Tierra, nuestro sistema solar, nuestro universo y todo lo que podemos ver y percibir actualmente está centrado en Dios. No en la Tierra, no en el ser humano, sino en Dios. El universo existe para cumplir el propósito y el plan de Dios para la humanidad. Durante tantos milenios de ignorancia, superstición y rechazo evidente de Dios, la atención se ha centrado en la Tierra y en el hombre. La ciencia académica moderna no ve a Dios en el universo, y muchos en el mundo le dan poca importancia. Todo se centra en el hombre, pero eso deja al hombre vacío, porque desde el punto de vista humano, estamos solos. La Tierra parece frágil y vulnerable en esta vasta zona de peligro cósmico.

Debido a que malinterpretaban las Escrituras, los pensadores medievales insistían en una visión del universo con la Tierra como centro. Actualmente los líderes académicos de la sociedad rechazan las Escrituras y excluyen a Dios. Es hora de hacer una nueva reevaluación de todo. ¿Qué nos dice la Biblia? ¿Qué nos dice el universo?

El Salmo 19, citado anteriormente, lo aclara: el universo está centrado en Dios. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. El hombre no es el centro del universo, pero sí está en el centro del plan de Dios. Los seres humanos podemos mirar hacia los cielos y, con las mentes que Dios nos dio, hacer preguntas sobre el origen y propósito del universo y de nosotros mismos.

En el Salmo 8:3-5, el rey David escribió: “Cuando miro el cielo de noche y veo la obra de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste en su lugar, me pregunto: ¿qué son los simples mortales para que pienses en ellos, los seres humanos para que de ellos te ocupes?” (NTV).

Hebreos 2:1-10 cita este mismo pasaje como una pregunta y enseguida responde: Dios hizo al hombre como la máxima expresión de su creación. Es un universo centrado en Dios, con el hombre como el único ser físico inteligente capaz de hacer preguntas sobre su origen y propósito. Sí, vivimos en un universo centrado en Dios. Cuando enfocamos nuestra mente en esa verdad clave, encontraremos el verdadero significado no solo del universo, sino de la vida humana. Como declara el Salmo 19, “Los cielos proclaman la gloria de Dios”. ¡La gloria futura del hombre se puede encontrar en esa descripción! BN