¿Tenemos un testimonio válido de la vida de Cristo?

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¿Tenemos un testimonio válido de la vida de Cristo?

La colección de libros y cartas antiguas conocida como Nuevo Testamento presenta la asombrosa historia del nacimiento, la vida, el ministerio, las enseñanzas, los milagros, la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, y lo proclaman como el tan esperado Mesías o Cristo anunciado en las profecías del Antiguo Testamento.

Obsérvese esta audaz afirmación de uno de sus escritores: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad” (2 Pedro 1:16, énfasis nuestro en todo este artículo).

Pero ¿podemos confiar en esta afirmación y en el resto del Nuevo Testamento? Los detractores de la Biblia han rechazado desde hace mucho tiempo el Nuevo Testamento y el resto de la Biblia. Argumentan que no hay forma de que sus relatos y enseñanzas, tal como los tenemos hoy, reflejen con exactitud lo que se escribió originalmente, e incluso que estos nunca fueron exactos en primer lugar, ni fueron escritos por quien se decía. Pero ¿tienen fundamento estas críticas? ¿Hay alguna forma de saberlo verdaderamente?

La respuesta a la primera pregunta es no, porque la crítica no demuestra nada sustancial; y en cuanto a la segunda pregunta, la respuesta es , ya que hay muchas razones válidas para creer que el Nuevo Testamento que tenemos hoy ha sido fielmente conservado y transmitido a nosotros por los primeros seguidores de Jesús. Es muy importante establecer esto si vamos a creer lo que el Nuevo Testamento realmente dice sobre Jesús, su vida y su resurrección.

Vamos a repasar brevemente solo cuatro razones que apoyan la creencia de que sí tenemos una copia exacta del Nuevo Testamento, y también algunos otros factores a considerar. (Usted podría fácilmente investigar esto por sí mismo y encontrar más de cuatro).

Gran cantidad de los primeros manuscritos de la Biblia

Comencemos con una cita del libro I Don’t Have Enough Faith to Be an Atheist (No tengo suficiente fe para ser ateo), de los eruditos bíblicos Norman Geisler y Frank Turek: “Según el último recuento, existen casi 5 700 manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Además, hay más de 9 000 manuscritos en otras lenguas (por ejemplo, siríaco, copto, latín, árabe). Algunos de los casi 15 000 manuscritos son Biblias completas, otros son libros o páginas, y unos pocos son solo fragmentos . . .

“No hay nada en el mundo antiguo que siquiera se acerque [a la Biblia] en cuanto a la cantidad de manuscritos. La siguiente obra con más manuscritos es La Ilíada de Homero, con 643 manuscritos. La mayoría de las demás obras antiguas se han preservado en menos de una docena de manuscritos, y sin embargo, pocos historiadores cuestionan la validez histórica de los acontecimientos que tales obras describen” (2004, p. 225).

Así, vemos que existen numerosos manuscritos del Nuevo Testamento, miles más que de cualquier otro escrito del mundo antiguo. Por ejemplo, la gente cree que Alejandro Magno existió, aunque el registro histórico al respecto es relativamente escaso. ¿Por qué no habríamos de creer que Jesús existió y que tenemos un registro fiable de su vida, teniendo en cuenta que hay muchas más pruebas de su existencia que de la de cualquier otro personaje de la historia antigua?

Manuscritos muy antiguos

Como afirman además los doctores Geisler y Turek: “El Nuevo Testamento no solo goza de un abundante apoyo de manuscritos, sino que también cuenta con manuscritos que fueron escritos poco después de los originales. El manuscrito más antiguo e irrefutable es un segmento de Juan 18 . . . Los estudiosos lo datan entre los años 117-138 d. C., pero algunos dicen que es incluso más antiguo” (p. 226).

Algunos fragmentos aún más antiguos se han fechado entre los años 50 y 70 d. C., aunque algunos ponen en duda tales afirmaciones. Incluso los cálculos más conservadores fechan las copias más antiguas del Nuevo Testamento dentro de los 100 años después que sus autores redactaran los libros originales.

Geisler y Turek señalan: “La diferencia de tiempo entre el original y la primera copia [del Nuevo Testamento] que se conserva sigue siendo mucho más corta que la de cualquier otra obra del mundo antiguo. La Ilíada es la siguiente obra más corta, con unos 500 años, mientras que la mayoría de las demás obras se encuentran a 1000 años o más del original. La brecha del Nuevo Testamento es de unos 25 años y puede ser incluso menor” (p. 227).

Así, los primeros manuscritos conocidos del Nuevo Testamento son copias de los manuscritos apostólicos originales realizadas muy poco tiempo después de que se escribieran, apenas un par de décadas. En el caso de otras obras antiguas, las primeras copias que tenemos suelen ser de 1000 años o más después del original.

Y entonces no podemos menos que preguntarnos, ¿por qué los escépticos cuestionan la veracidad de la historia de Jesucristo y las enseñanzas del Nuevo Testamento, cuando tantos manuscritos antiguos pueden verificar la exactitud de lo que se escribió en ellos? Y sin embargo, los escépticos no cuestionan de la misma manera a Platón, Heródoto o César, o incluso a Homero, cuando las primeras copias de sus obras se encuentran a más de 1400 años de los originales, y solo se ha encontrado un puñado de manuscritos de ellas. Los estudiosos solo han encontrado siete copias de la obra de Platón y solo diez de la de César, y sin embargo se las considera autorizadas y precisas. Recuerde que existen 15 000 manuscritos de los escritos del Nuevo Testamento.

Manuscritos apoyados por otros escritores antiguos

A principios del siglo cuarto, el emperador romano Diocleciano emitió tres edictos ordenando la persecución de los cristianos. Dispuso la destrucción de los lugares de reunión de las iglesias, de los manuscritos del Nuevo Testamento y de los escritos cristianos posteriores, y también el asesinato de los cristianos. No consiguió acabar con todas las copias ni con todos los cristianos; sin embargo, incluso de haberlo hecho, hay más que suficientes escritos de otros autores antiguos que citan el Nuevo Testamento como para que casi toda la colección pueda ser reconstruida a partir de estas citas.

Geisler y Turek explican: “Cientos, si no miles de manuscritos fueron destruidos en todo el Imperio romano durante esta persecución, que duró hasta el año 311 d. C. Pero aunque Diocleciano hubiera conseguido eliminar todos los manuscritos bíblicos de la faz de la Tierra, no habría podido destruir nuestra capacidad de reconstruir el Nuevo Testamento.

“¿Por qué? Porque los primeros padres de la Iglesia –hombres de los siglos ii y iii como Justino Mártir, Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano y otros– citaron en tantas ocasiones el Nuevo Testamento (36289 veces, para ser exactos), que todos los versículos del Nuevo Testamento, excepto once, pueden reconstruirse solo a partir de sus citas . . . Así que no solo tenemos miles de manuscritos, sino también miles de citas de esos manuscritos. Esto hace que la reconstrucción del texto original sea básicamente exacta” (p. 228).

Pocas variaciones significativas

Algunos eruditos afirman que hay 200 000 errores en los manuscritos del Nuevo Testamento. En primer lugar, no se trata de errores sino de variantes de escritura, la gran mayoría de las cuales son estrictamente gramaticales, tales como las diferencias de deletreo. Y como estas variaciones están repartidas en más de 5000 manuscritos, una variante ortográfica de una sola palabra que aparece en 2000 manuscritos se cuenta como 2000 errores de esa misma palabra. Las diferencias reales son mucho menos numerosas que las 200 000 que alegan algunos escépticos.

Los expertos en textos estiman que solo una de cada 60 variaciones reviste alguna importancia, que solo 50 son realmente significativas, y que se puede confiar en que el texto del Nuevo Testamento que tenemos es preciso en un 99.5 %. Sería muy interesante investigar las conclusiones a las que llegan los historiadores y los expertos en textos a este respecto, teniendo en cuenta ejemplos textuales auténticos.

No hay nuevas revelaciones que pongan en duda la confiabilidad esencial del Nuevo Testamento. Solo un uno por ciento de las variaciones en los manuscritos afecta en algún grado el significado del texto, y no está en juego ni una sola doctrina cristiana. La variedad y la multitud de manuscritos del Nuevo Testamento en realidad aumentan la credibilidad de la imagen de Jesús que nos entrega la Biblia, así que los errores no son importantes.

En los casos en que hay diferencias, las coincidencias generalizadas entre un gran número de manuscritos revela la lectura correcta.

Testimonio extrabíblico

Diez conocidos escritores no cristianos mencionaron a Jesús dentro de los 150 años posteriores a su vida, en comparación con solo nueve que mencionaron a Tiberio, el emperador romano de la época de Cristo. Y si se incluyen las fuentes cristianas, los autores que mencionan a Jesús (43) superan en número a los que mencionan a Tiberio (10).

Estos diez escritores son: Josefo, historiador judío para el gobierno romano; Tácito, historiador romano; Plinio el Joven, político romano; Flegón de Trales, liberto griego, historiador; Talo, historiador del primer siglo; Suetonio, historiador romano; Luciano de Samosata, satírico griego; Celso, filósofo romano; Mara Bar-Serapion, ciudadano privado que le escribió a su hijo; y el Talmud judío.

Josefo escribió de Jesús que Poncio Pilato “lo condenó a ser crucificado”. Luciano de Samosata mencionó la crucifixión, y Mara Bar-Serapion, que era pagano, confirmó que Jesús fue ejecutado. Incluso el Talmud judío informa que “Yeshua fue colgado” en un árbol.

Además, un autor anticristiano, el historiador romano Tácito, escribió lo siguiente sobre la crucifixión de Jesús:  “[Cristo] sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio”. Véase “¿Puede probarse la existencia de Jesús basándose en fuentes ajenas a la Biblia?” comenzando en la página 9 de este número.

Admisiones de ateos y liberales

Mirando hacia el pasado desde nuestros tiempos modernos, incluso muchos eruditos que rechazan las afirmaciones del Nuevo Testamento reconocen que gran parte de su contenido es histórico.

El historiador ateo Gerd Lüdemann se ve obligado a admitir que Jesucristo y sus discípulos existieron y que la experiencia de la resurrección de Cristo fue genuina, pero afirma que debió ser alucinatoria. Escribió: “Puede considerarse históricamente cierto que Pedro y los discípulos tuvieron experiencias después de la muerte de Jesús en las que este se les apareció como Cristo resucitado” (What Really Happened? [¿Qué ocurrió realmente?], p. 80, citado por William Lane Craig, “Visions of Jesus: A Critical Assessment of Gerd Lüdemann’s Hallucination Hypothesis” [Visiones de Jesús: Evaluación crítica de la hipótesis de la alucinación de Gerd Lüdemann’s).

Otros también han afirmado lo mismo; pero una alucinación masiva parece en sí misma sobrenatural, así que ¿por qué no tomar al pie de la letra el relato del Nuevo Testamento, que es mucho más razonable?

La erudita liberal Paula Fredriksen, de la Universidad de Boston, dijo lo siguiente sobre lo que presenciaron los discípulos: “Sé que en su opinión lo que vieron era el Jesús resucitado. Esto es lo que dicen y toda la evidencia histórica posterior da fe de su convicción que esto es lo que vieron. No estoy diciendo que vieran realmente al Jesús resucitado. Yo no estaba allí. No sé lo que vieron. Pero como historiadora, sí sé que debieron de haber visto algo” (citada por Lee Strobel, El caso del Jesús verdadero, p. 116, Editorial Vida, 2008).

De hecho, Fredriksen dice en otro lugar que “la convicción de los discípulos de que habían visto al Cristo resucitado . . . es [parte de] un fundamento histórico de hechos conocidos más allá de toda duda (ibídem).

Pero si uno acepta la autenticidad de lo que los discípulos reportaron, ¿por qué no admitir simplemente que ellos, como grupo, sabían lo que estaban viendo? Esto tendría mucho más sentido.

Una historia ordenada en bien de la verdad

Los hombres que escribieron el Nuevo Testamento reflexionaron profundamente sobre lo que registraron. Pensemos en el médico Lucas, que viajó con el apóstol Pablo. Él comienza su epístola sobre la vida de Jesús con estas palabras, escribiendo a un hombre llamado Teófilo, que parece haberle dado apoyo financiero a Lucas y posiblemente apoyo legal a Pablo:

“Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido bien también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Lucas 1:1-4).

¿Suena esto como un relato fabricado, especialmente en un contexto antiguo? ¿Suena como si hubiera sido escrito por alguien que fue engañado por otros que experimentaron una alucinación masiva? Lucas entrevistó a múltiples testigos presenciales para asegurarse de que lo que escribía era fidedigno. De hecho, él era un magnífico historiador, además de un escritor inspirado por Dios.

Pruebas en las que podemos confiar

La verdad es que podemos confiar plenamente en que el Nuevo Testamento que tenemos es una copia exacta de los manuscritos originales redactados por los apóstoles y sus compañeros. Y también podemos confiar en que lo que nos dicen es la verdad, incluido su testimonio de la impresionante resurrección de Jesús de entre los muertos.

Como hemos visto, hay miles de manuscritos, incluidos manuscritos muy antiguos, con más que suficientes citas de otros escritores antiguos como para reconstruir fielmente casi todo el Nuevo Testamento. Las variaciones en los miles de manuscritos son mínimas y no alteran sustancialmente lo que se comunica. ¡Ninguna otra cosa del mundo antiguo cuenta con tan sólida y abundante cantidad de manuscritos para su verificación! ¡Nada se le acerca siquiera!

Sin embargo, ante esto, muchos recurren a descartar lo que dicen los manuscritos, por ejemplo, tratando de justificar de alguna manera los relatos de la resurrección de Cristo.

Strobel escribe: “¿Han refutado la resurrección de Jesús las nuevas explicaciones? No, y la verdad es que puede presentarse una persuasiva defensa de la resurrección de Jesús fundamentada en cinco hechos bien demostrados y aceptados como ciertos por la inmensa mayoría de los eruditos de hoy (incluso los escépticos): 1) La muerte de Jesús por crucifixión. 2) La convicción de sus discípulos de que resucitó y se les apareció. 3) La conversión de Pablo, el perseguidor de la iglesia. 4) La conversión del escéptico Santiago, hermano de Jesús. 5) La tumba vacía. Todos los intentos de escépticos y musulmanes para situar a Jesús en su sepulcro fracasan estrepitosamente cuando se les somete a un análisis riguroso” (ibíd., pp. 266-267).

Sí, Jesucristo efectivamente existió. Nació de una virgen; enseñó a sus discípulos; predicó y alimentó milagrosamente a las multitudes; caminó sobre el agua; sanó a los enfermos; resucitó a los muertos y murió crucificado. Pero ese no fue el final: se levantó de la tumba, continuó instruyendo a sus discípulos, subió al cielo, y prometió volver. Y sus discípulos continuaron con sus enseñanzas, proclamando el Reino de Dios.

¡Y todo sucedió tal como lo describe el Nuevo Testamento! Tenemos todas las razones para creer lo que dice, y ninguna razón legítima para no creer en el Nuevo o el Antiguo Testamento. De hecho, el Nuevo Testamento confirma el Antiguo. Confíe en la Palabra de Dios, porque es genuina. Empiece a leerla, a creerla y a obedecerla. ¡En la vida no hay nada más importante que esto!  BN