Sorprendentes descubrimientos acerca del origen del universo
Fue un encuentro memorable, aunque en ese momento sus participantes no lo sabían. La reunión, efectuada en enero de 1931, se llevó a cabo en las montañas que contemplan la ciudad de Los Ángeles, en el sur de California, Estados Unidos. Dos eminentes científicos, un físico y un astrónomo, se reunieron ahí: Albert Einstein y Edwin Hubble.
Uno de los grandes secretos del universo estaba a punto de ser confirmado, y este hallazgo, junto con los que le siguieron, tiene mucho que ver con usted y conmigo.
La necesidad de un principio y una Primera Causa
Einstein había viajado a Estados Unidos desde Alemania para observar a través del telescopio más grande del mundo, que medía 254 centímetros de diámetro y se encontraba en el Observatorio del Monte Wilson. Él quería ver por sí mismo la evidencia que se había acumulado y confirmar si los hallazgos de que el universo se estaba expandiendo eran correctos o no.
Edwin Hubble le mostró placas fotográficas de galaxias distantes y otras evidencias que apuntaban a un cosmos que se estaba expandiendo en todas las direcciones. El retroceso de una galaxia remota es marcado por su desplazamiento hacia el extremo rojo del espectro; mientras más lejos aparezca la galaxia, más pronunciada es la rojez de su luz. Un corto noticioso de ese tiempo mostró a Einstein mirando por el telescopio y declarando luego: “Ahora veo la necesidad de un principio”.
Aquellas palabras fueron trascendentales, porque en ese entonces los científicos de todo el mundo habían tenido que contemplar seriamente la idea de que el universo tenía un principio y también sus implicancias teístas de un Creador divino. Incluso Einstein, como la mayoría de los científicos que lo precedieron, pensaba que el universo era estacionario y eterno. Pero ahora la incontrovertible evidencia de una expansión constante indicaba que esta tenía un principio, un punto de origen. ¡Los científicos tendrían que reexaminar sus propias creencias y reflexionar acerca del principio del cosmos y la posibilidad de que alguien hubiera hecho que todo surgiera de la nada!
Más tarde, en el siglo xx, se produjeron otros hallazgos relacionados con este, como el tenue fondo de microondas cósmico, que según se cree es un remanente de la formación del universo, y el descubrimiento de que la expansión del universo se está acelerando, lo cual, según algunos han postulado, se debe a los efectos gravitacionales de una misteriosa materia oscura y energética.
En cualquier caso, al retroceder en el tiempo desde la expansión, todo se reduce a un solo instante: cuando el cosmos apareció de la nada. Casi nadie en el ámbito académico de ese entonces esperaba semejante resultado, a pesar de que había sido escrito en el primer versículo de la Biblia miles de años antes: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Tal vez el científico que mejor expresó este impresionante descubrimiento fue el famoso astrónomo y exdirector de la NASA, Robert Jastrow (ya fallecido). Él admitió honestamente: “Es posible que exista una explicación válida para el explosivo nacimiento de nuestro universo; pero si existe tal explicación, la ciencia no puede encontrar cuál es. La búsqueda retrospectiva de los científicos termina en el momento de la creación. Esta es una situación sumamente rara, inesperada para todos, menos para los teólogos. Estos siempre han aceptado lo que la Biblia dice: En el principio creó Dios los cielos y la tierra . . . Es inesperado porque la ciencia ha podido trazar con éxito la cadena de causa y efecto en el tiempo.
“Nos gustaría continuar esa investigación aún más atrás en el tiempo, pero la barrera que se opone al progreso parece insuperable. No es cuestión de otro año, otro decenio de trabajo, otros cálculos u otra teoría; en estos momentos parece que la ciencia nunca podrá descorrer el velo que oculta el misterio de la creación. Para el científico que ha vivido con su fe en el poder de la razón, el relato termina como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia y está a punto de conquistar la cúspide más alta; y en el momento en que se asoma a la última piedra, lo recibe un grupo de teólogos que ha estado allí por siglos” (God and the Astronomers [Dios y los astrónomos], 1978, p. 116).
Por medio de la física y la observación astronómica, Einstein y Hubble estaban proveyendo evidencia de que el universo tuvo un principio y, sin proponérselo, señalando una Primera Causa que había llevado todo a cabo.
Un universo finamente calibrado
Sin embargo, los científicos se sintieron muy incómodos con estos resultados que sugerían la existencia de un Dios Creador. Incluso Sir Arthur Eddington, el gran astrónomo británico, dijo lo siguiente en 1931: “No tengo un interés personal en esta discusión, pero la noción de un principio me parece repugnante . . . La expansión del universo es absurda . . . increíble . . . me deja helado” (citado por Robert Jastrow, “Have Astronomers Found God?” [¿Han encontrado a Dios los astrónomos?], New York Times Magazine, junio 25, 1978, p. 5, énfasis nuestro en todo este artículo).
¡Evidentemente, los de la comunidad académica científica no se iban a rendir!
Pero las cosas se volvieron incluso más incómodas a medida que la evidencia comenzó a acumularse (algo que continúa en la actualidad), demostrando la existencia de leyes exquisitamente equilibradas que gobiernan todo el universo.
El físico Brando Carter acuñó el término “principio antrópico” en 1973 en referencia a nuestro universo perfectamente calibrado y centrado en el hombre, y a sus muchas leyes físicas y constantes cuidadosamente equilibradas y coordinadas para permitir nuestra existencia.
Más recientemente, el autor Eric Metaxas escribió lo siguiente en The Wall Street Journal: “Hoy hay más de 200 parámetros necesarios para que exista vida en un planeta, y cada uno de ellos debe cumplirse a la perfección o todo se desmorona.
“Si no hubiese en la cercanía un planeta masivo como Júpiter, cuya gravedad repele a los asteroides, miles más de ellos se estrellarían contra la superficie terrestre. Las probabilidades en contra de la vida en el universo son simplemente increíbles. No obstante, aquí estamos, no solo existiendo, sino también hablando de existencia. ¿A qué se puede atribuir esto? ¿Puede cada uno de estos numerosos parámetros ser perfecto solo por accidente? ¿En qué punto es justo admitir que, según sugiere la ciencia, no podemos ser el resultado de fuerzas fortuitas? ¿Acaso el suponer que una inteligencia creó estas perfectas condiciones no requiere mucha menos fe que creer que la Tierra y su habilidad de albergar vida simplemente ocurrieron para vencer las inconcebibles probabilidades de llegar a existir?
“Hay más. La fina calibración necesaria para que la vida exista en un planeta no es nada comparada con la fina calibración que se requiere para que el universo exista. Por ejemplo, los astrofísicos ahora saben que los valores de las cuatro fuerzas fundamentales –gravedad, fuerza electromagnética, y las fuerzas nucleares ‘fuerte’ y ‘débil’– fueron determinados menos de una millonésima de segundo después de la Gran Explosión. Si uno altera cualquier valor, el universo no podría existir. Por ejemplo, si la proporción entre la fuerza nuclear fuerte y la fuerza electromagnética hubiese fallado tan solo en una fracción mínima de la fracción más mínima –incluso en una sola parte en 100 000 000 000 000 000– las estrellas no podrían haberse formado en lo absoluto.
“Multiplique ese solo parámetro por todas las otras condiciones necesarias, y las probabilidades en contra de la existencia del universo son tan astronómicas que se llega a detener el corazón, y la noción de que todo ‘simplemente ocurrió al azar’ desafía el sentido común. Sería como lanzar una moneda y que cayera con la cara hacia arriba 10 trillones de veces seguidas. ¿En serio?” (“Science Increasingly Makes the Case for God” [La ciencia argumenta cada vez más a favor de Dios], diciembre 25, 2014).
Lamentablemente, muchos rechazan la conclusión obvia (vea “El pretexto del multiverso”, en la página 10).
La Biblia expuso la verdad muchísimo tiempo atrás
Gracias a telescopios sofisticados, algunos de los cuales orbitan la Tierra, y otros avances tecnológicos, hemos llegado a tres grandes conclusiones: 1) el universo tuvo un principio; 2) se está expandiendo rápidamente; y 3) está calibrado cuidadosamente y es apropiado para la vida.
¿Es solo coincidencia que la Biblia haya descrito estos tres descubrimientos científicos miles de años atrás? Examinemos una lista de versículos para ver esto.
El origen del universo es descrito en la Biblia
Génesis 1:1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Salmos 33:6: “Por la palabra del Eterno fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca”.
Salmos 148:4-6: “Alabadle, cielos de los cielos, y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre del Eterno; porque él mandó, y fueron creados. Los hizo ser eternamente y para siempre; les puso ley que no será quebrantada”.
Juan 1:1-3: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
Romanos 1:18-20: “Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa” (Nueva Versión Internacional).
Hebreos 1:1-2: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
La expansión del universo es descrita en las Escrituras
Job 9:8: “Él solo extendió los cielos, y anda sobre las olas del mar”.
Salmos 104:1-2: “Bendice, alma mía, al Eterno. Eterno Dios mío, mucho te has engrandecido; te has vestido de gloria y de magnificencia. El que se cubre de luz como de vestidura, que extiende los cielos como una cortina”.
Isaías 40:22: “Él está sentado sobre el círculo de la tierra, cuyos moradores son como langostas; él extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar”.
Isaías 42:5: “Así dice el Eterno Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan”.
Isaías 45:12: “Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé”.
Jeremías 10:12: “El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría”.
La delicada calibración del universo en la Biblia
Job 38:33: “¿Conoces las leyes del universo? ¿Puedes usarlas para regular la tierra?” (Nueva Traducción Viviente).
Salmos 119:89-91: “Para siempre, oh Eterno, permanece tu palabra en los cielos. De generación en generación es tu fidelidad; tú afirmaste la tierra, y subsiste. Por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, pues todas ellas te sirven”.
Jeremías 31:35-37: “Así ha dicho el Eterno, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; el Eterno de los ejércitos es su nombre. Si faltares estas leyes delante de mí, dice el Eterno, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. Así ha dicho el Eterno: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice el Eterno”.
Jeremías 33:25-26: “Así ha dicho el Eterno: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia”.
¿Qué tiene que ver la delicada calibración del universo con usted?
Solo hemos cubierto brevemente la evidencia que apunta a estos tres grandes descubrimientos acerca del cosmos en el último siglo. Hemos sido bendecidos con más información que en cualquier otra era de la historia para llegar a una conclusión razonable respecto a la existencia de un Dios Creador que formó el universo de la nada, orquestando su elegante expansión en el espacio y haciéndolo adecuado para la vida: la vida humana, la suya y la mía, por medio de sus leyes perfectamente calibradas.
Me di cuenta de esto hace mucho tiempo, a la temprana edad de 17 años, cuando examiné las Escrituras y la revista que precedió a esta en aquel tiempo, especialmente los artículos enfocados en la ciencia. Me di cuenta de que no podía refutar la evidencia y decidí confiar y seguir a Dios desde ese entonces. ¡Y qué bendición ha sido! A pesar de que he cometido errores, como todos, Dios y la Biblia nunca me han fallado. ¿No es hora de que, si aún no lo ha hecho, escoja ese mismo camino bendecido? BN